Miseria espiritual y material 7 He dado un repaso a lo que no podía colocar, camuflando algunas palabras, a ver si cuela; si acaso fuera así, fijaos bien en lo que no me admitían. También se empleaba y emplea el verbo “ametalar”, en el sentido de partir una cosa en dos mitades. Igualmente, otra expresión nuestra era “golilla” y así decíamos “ya vienes a la golilla”, queriendo indicar que ya venia a encontrar ventaja, a encontrar una cosa que no tenía, apetecible y un verbo cercano en la forma era “agolillar”, que se empleaba y supongo se emplea en el sentido de matar, destrozar. A mi cuñada Andreína la oigo decir de vez en cuando “nasque”, empleado como “nada más que” y así en caso de que diera alguna cosa a alguien y éste le pidiera más, sin estar obligada a dárselo, diría “nasque te dé otra”. Otra palabra muy nuestra es la de “cho.ho”, en el sentido de satisfecho, orgulloso y la empleábamos mucho de pequeños y así cuando alguien tenía algo que daba envidia o bien estar en una situación también envidiable decíamos que estaba “cho.ho”. Cualquiera de estas palabras merecería figurar en el diccionario como cualquier otra, a mi entender. Quizá parezca una contradicción que por una parte critique algunas palabras que se han dicho por aquí y por otra alabe otras y a quien piense tal cosa le diré que una cosa es prostituir o desvirtuar una palabra, trastocando su morfología y otra bien diferente crearla o alumbrarla. Pongamos nuestros empeños en no echar en el olvido este lenguaje que ha sido creado por los carpeños. Capítulo aparte merecen los dichos o refranes tan locales como “te pareces a la perra de Chencho, que en todas partes se mete”, porque cuando montaba Chencho en un coche, la primera que le seguía era ella y en la taberna o donde fuere igual; “pintas menos que “Geta” en Maqueda”, haciendo alusión a que uno no tiene ni voz ni voto en alguna cosa y no cuenta para nada y supongo lo inventaría el mismo Modesto “Geta”, que tenía, además de su habilidad, una ristra de chirigotas, justificando su venida de ese pueblo; “menudas pipas se le han escapado”, señalando el miedo de alguien, parangonando a la di..rea, por no decirlo con más crudeza y malsonancia; “y que no iban a valer”, que equivalía a demostrar que uno había ido por buen camino y el resto de la gente pensó que se había equivocado, pero finalmente tenía razón aquél y esto no sé exactamente cómo surgió a la luz. Tengo la vaga idea de que alguien sembró unos guisantes, quizá en tierra mala, o a destiempo o, en todo caso, en circunstancias adversas según el sentir de todos, y al final tuvo una cosecha más que aceptable, asombrosa, por las veces que se decía y el énfasis que se empleaba. En Chencho, Fleta y Modesto tres creadores tuvimos, por eso aquí los trajimos para agradecer su gesto. Otro dicho netamente carpeño, es el de “te salió la galga “capá”, queriendo indicar con él, que al que va dedicada esta expresión no le salió el asunto tal como lo previó, sencillamente que le salió mal. También es equivalente a “te salió el tiro por la culata”, esto ya más extendido. Igualmente, hay otra expresión muy nuestra y es “tienes poca cola “pa” burraco”, queriendo decir con ello que no das la medida en algo, sea en lo que sea. También hay un dicho entre nosotros, que es el de “y si quieres cantas otra”, queriendo significar con ello que no te merecen crédito las palabras que escuchas, es decir, una especie de “amos anda”. Este dicho sí tiene autor conocido, el tío “Fleta”. También se puede añadir uno muy significativo y agudo, “no te digo que vayas a espigar, pero mira qué sacos traen”, dando a entender al interlocutor que no le obliga, pero que sí sería muy conveniente que hiciese tal o cuál cosa. También hay otro autóctono que es “no hay más chinches que la manta llena”, queriendo expresar “esto es lo que hay”, es decir, solamente lo que se señala o a lo que se refiere. Otro muy directo y que se empleaba mucho era aquel de “quien de fuera no vendrá que a la calle nos echará”, tan claro que no hace falta desmenuzar las palabras para enterarse del significado de la frase. Salió la galga capá corriendo tras el burraco y éste se metió en un saco y cualquiera lo echará. Otro dicho que me gusta mucho es el de “viendo el chozo, se sabe cómo es el guarda” y es netamente nuestro, queriendo decir que viendo los efectos se adivinan las causas que los ocasionaron; que una cosa se sabe quien la ha hecho por cómo está hecha. Cuando yo era pequeño, había un dicho que tenía algo que ver con un perro que se fue muy lejos con el “pescao” y así se decía, por ejemplo “me voy a ir adonde se fue el perro con el “pescao”, queriendo decir que se iba lejos del lugar que ocupaba en ese momento, o también se iba ir a hacer puñ..as, es decir, lo más lejos posible. A propósito, al bacalao se le llamaba pescado, como nombre específico, no como genérico, que lo es. En vez de “pescao”, chuletas comería el perro con gozo y se quedaría en el chozo, sin marcharse a hacer puñ..as. En el mismo caso se encuentra otro dicho muy carpeño que se usaba antes mucho, indicando negatividad y es el que menciona al “cura de Mesegar” y así se decía en la frase, por ejemplo, “me lo ha dado el cura de Mesegar” y equivalía a no querer decir quién se lo había dado. Supongo que se debía a que Mesegar no dispuso de sacerdote en alguna época y de ahí que recurrieran a esta figura para negar con una afirmación. Mal “comparao”, como dirían aquí, con la expresión romana de la antigüedad de que algo tendría lugar “ad calendas graecas” , es decir, nunca, pues los griegos no tenían calendas.. También hay otro muy bueno y es “adiós, pájaro, ballesta y to”, como indicando que está involucrado todo, sin excepción, en lo que sea, que también es carpeño hasta los tuétanos. También hay un dicho muy nuestro que es “ a tumbo lobo”, equivalente a calcular a ojo, es decir, por aproximación. Recuerdo otro que es el que se usaba cuando se refería uno a una persona sumamente enfadada, diciendo “cualquiera le pide un pan prestado a ése”, dando por sabido que sólo se conseguiría una negativa rotunda. Los refranes son muy ciertos, pues salen de la experiencia que es la madre de la ciencia, según dicen los expertos. “Vale cuarenta, o la cantidad que sea, en “ca”Gaona”, refiriéndose a la expresión de una certeza en el conteo de los tantos, cuando se juega a las cartas, porque en la taberna del tío Gaona se jugaba mucho a los naipes. Ya que hablamos de esta taberna, ampliemos su resonancia, diciendo que cuando en un bar nos dan una tapa que estimamos pequeña, decimos que es “gaonera”, que viene a recordar los peces fritos que allí se comían, muy pequeños, pero precisamente por ello muy ricos. Y otro dicho local más es “está más visto que los paraguas de seis reales”, queriendo decir que no es ninguna novedad de lo que se trate. También he oído en el pueblo y en ningún lugar más, la palabra “burridale”, que decía mucho mi suegra, cuando quería decir “ a buena hora” A mí me parece que este afán y esta facilidad creadores han sido consecuencia del aislamiento en que ha estado sumido El Carpio a través de los tiempos, debido a la falta de comunicación con el exterior, excepción hecha de una mala carretera que nos unía con La Mata. Es bueno que se nos abra el cofre para meter, cuando acabe de nacer, alguna nueva palabra. Para terminar con este pequeño glosario local, me voy a referir a un equívoco muy común de aquí y es el de la bivalencia contradictoria de la palabra derecho en su uso y así se dice: “tienes derecho a darme”, cuando lo que se quiere decir es “tienes obligación de darme”, o bien “yo no tengo derecho a darte”, cuando se quiere decir “yo no tengo obligación de darte” Si sientes la obligación de pagarme sin deber, puedes empezarlo a hacer y no pierdas la ocasión. Que todo tiene un principio y un porqué no creo que deba discutirse y en ocasiones me he preguntado y supongo que conmigo mucha gente, de dónde vendrá esa palabra que nos distingue a los toledanos del resto de los españoles, “bolo” y voy a contar la versión que a mí me han contado. Es la de que hubo en Toledo un alto personaje de la Iglesia, quizá un obispo, que daba clases en un colegio católico y le enviaron a Bolonia, Italia, a desempeñar sus funciones eclesiásticas y docentes. Como tenía fama de buen educador, los padres acomodados de los niños que estudiaban en el colegio toledano, quisieron que éstos siguieran las enseñanzas que tal personaje impartía. Así, les enviaron a estudiar a la ciudad italiana y cuando, en vacaciones, regresaban a Toledo, comentaba la gente que habían llegado ya los “bolos”. Naturalmente querían decir los de Bolonia, adjetivo que se extendió por toda la provincia y para siempre, por lo que nos corresponde una parte alícuota, siendo palabra bien nuestra, pero compartida con los demás paisanos de provincia. No podemos ser tan bolos que lleguemos a pensar que podemos emplear el “bolo” nosotros solos. Aprovecho la ocasión para colar de matute un dicho italiano, que cuadra muy bien aquí, al no tener la absoluta certeza de que lo que digo sea cierto: “se non é vero é bem trovatto”, que quiere decir, poco más o menos, “si no es verdad, podría haberlo sido”. La palabra entra como ingrediente en otros guisos lingüísticos, tal como en “ándate con el bolo colgando”, que es como aconsejar que no te descuides, o bien decir “eso lo hago yo con la punta del bolo”, que puede traducirse como “eso es muy fácil para mí” Igualmente, se dice “con buen bolo bien se jo.e”, que quiere decir que disponiendo de una cosa apropiada es relativamente fácil hacer algo determinado. También puede tener varias acepciones o giros, pues solemos emplearla en distintas ocasiones y así exclamamos” ¡bolo!”, con sentido de asombro, o decimos “qué bolo eres”, que más se acerca a “que ingenuo eres”, o “qué infeliz eres”, que a “qué tonto eres”, aunque no lo parezca. De la flauta de Bartolo seguro que oíste hablar, a la que hacía tocar con un agujero solo; y por ser tan pipiolo se decía de Manolo por tocar un chirimbolo con el que daba la lata de una manera insensata “cuanto más grande, más bolo”. Igualmente, decimos “sí, bolo” o “pero, bolo” y este bolo no equivale ni a infeliz ni a tonto ni a nada, ni es refuerzo de nada, pues es una palabra sin valor alguno. Sólo sirve para conocer la procedencia de quien la utiliza y tal se hace sin darte cuenta y la colocas donde debe colocarse. Si alguien fuera de la provincia trata de imitarte, la colocan en cualquier lugar de la frase y te suena mal. Una curiosidad es que es un nombre común, válido para los dos géneros, cosa que sólo comprendemos nosotros, pues cuando hablas de esta palabra con gente no perteneciente a nuestra provincia, se extrañan de que no se diga “bola”, refiriéndose a una mujer. La palabra es intercambiable por “papo”, en algunos sentidos y así “tócate el papo”, en lugar de tócate el bolo o “vaya un papo”, por vaya un bolo. Un insulto muy peculiar ha sido siempre la palabra “gallego”, normalmente dicha entre dientes y yo me pregunto a quién se le ocurriría este dicterio. Bolo y papo son iguales, pero sólo al expresarse ya hemos visto que al tocarse, pero son bien desiguales. El agua que se bebía era extraída de los pozos que en muchos lugares había, sobre todo donde había animales, si bien también se bebía de la que acarreaban de la fuente de arriba las mujeres, que era tenida como el no va más de las aguas. Las muchachas iban a por ella preferentemente a las “luces encendías”, que era cuando el “lucero” (electricista municipal), daba corriente a las bombillas que había en las calles para alumbrado público y que coincidía en el tiempo con el toque de “oraciones”. El motivo principal de ir a estas horas era, entre otros, que los muchachos ya habían dejado de trabajar y las podían cortejar, que era lo que buscaban y era clásico ver que el chico se acercaba, todo turbado, para recibir una sarta de improperios, la mayor parte de las veces no sentidos, pero era lo “políticamente correcto”, que se diría ahora. si la mujer va delante es que tú vas por detrás; si la adelantas irás por delante…y que se aguante. Otra costumbre era “ir de novia”, lo cual tenía lugar después de cenar y se iba a la casa de la novia y allí, junto a la puerta, unas veces por dentro y otras por fuera, tenía lugar el encuentro, bisbiseando promesas y sueños. Esto tenía sus días señalados normalmente, que solían ser los martes, jueves y sábados, además de los domingos y muy pocos tenían la dicha de hacerlo todos los días, que hubiera sido motivo de crítica por un lado y envidia por otro. Los que no tenían bastante con esa corta ración de plática, lo compensaban con “ir de ventana” y así más tarde de las doce acudían a la ventana de la habitación de la novia, si ésta daba a la calle y si no, ya buscaría ella una que sí diera y allí continuaban sus conversaciones que a veces eran mudas, porque ya se habían dicho todo lo que había que decirse, aunque machaconamente lo repitieran. Ahora nadie se explica este extraño proceder, pero si vamos a ver, sarna con gusto no pica. Ni que decir tiene que los noviazgos eran entre jóvenes de los mismos “posibles”, no dándose, salvo raras excepciones, entre gentes dispares económicamente, pues esto era tenido muy en cuenta. Casos hubo en los que se abortaron algunas simpatías mutuas por ese motivo, pero no hablemos de estas cosas, que dejan regusto amargo. Las bodas eran un acontecimiento muy celebrado y sobre todo la “ronda” por parte de los jóvenes y no tan jóvenes, que conseguían dinero de los luego contrayentes, dándoles la lata en la ventana y se hacían sus cenas, que entre eso y la sobremesa y sus correspondientes cánticos duraban toda la noche. El novio estrenaba traje, la novia también y la comida se celebraba en uno de los salones públicos, destacando la comida, que indefectiblemente era carne de oveja guisada. Tenía un sabor extraordinario, como ya no se hace ahora, por muchas veces que se intente. Tengo que confesar que me asalta la duda de si esta comida a la que ponderamos tanto, no sería tan sabrosa por ser de las pocas que contenían carne, al contrario que ahora. |