El velo que cubre los Misterios de la Biblia se ha retirado. 81ª Sección Con estos achaques juzgó el demonio que aquellos fieles estaban flacos en la FE y virtudes y que podría derribarlos por medio de los judíos principales, de quienes tenían dependencia. Y como lo pensó la serpiente, así lo ejecutó y consiguió, arrojando muchas sugestiones al corazón incrédulo de aquellos sacerdotes, para que reprendiesen y amenazasen a los dos convertidos por haber admitido la FE de Jesucristo y recibido su Bautismo. Lo hicieron así como el demonio se lo administraba con grande aspereza y autoridad. Y como la indignación en los poderosos acobarda con los menores que son de corazón flaco, y lo eran aquellos dos convertidos, apegados a sus propios intereses temporales, con esta párvula flaqueza se resolvieron en apostatar de la FE de Jesucristo, para no caer en desgracia de aquellos judíos poderosos, en quien tenían alguna infeliz y falsa confianza. Luego se retiraron de todo el gremio de los otros fieles y dejaron de acudir a la predicación y ejercicios santos que los demás hacían, con lo que se conoció su caída y perdición.- Se apenaron mucho los Apóstoles por la ruina de aquellos fieles y por el escándalo que los demás recibirían con tan pernicioso ejemplo en los principios de la nueva Iglesia. Confirieron entre sí si le darían noticia del suceso a María, porque temían el desconsuelo y dolor que la causaría.- Pero el Apóstol Juan les advirtió que María sabía todas las cosas de la Iglesia y aquélla no se le podría ocultar a su atención y caridad. Con esto fueron todos a darle cuenta a María de lo que pasaba con aquellos dos apostatas a quienes habían exhortado para que se redujesen a la verdadera FE que habían descreído y negado. María, no disimuló el dolor, porque no era para ocultarle en la pérdida de las almas que ya estaban agregadas a la Iglesia. Y convenía también que los Apóstoles conocieran en el sentimiento de María la estimación que debían de hacer de los hijos de la Iglesia y el celo tan ardiente con que habían de procurar conservarlos en la FE y reducirlos al camino de la salvación. Se retiró luego María a su oratorio y postrada en tierra como solía hacer, María hizo profunda oración por aquellos dos apostatas, derramando copiosas lágrimas de sangre por ellos. Y para moderar en algo su dolor con la ciencia de los ocultos juicios del Altísimo, la respondió Su Majestad y la dijo: Esposa mía, escogida entre mis criaturas, quiero que conozcas mis justos juicios en esas dos almas por quien me pides y en otras que han de entrar en mi Iglesia. Estos dos, que han apostatado de mi verdadera fe, pueden hacer más daño que provecho entre los demás fieles si perseveras en su conversación y trato, porque son de costumbres muy depravadas y han empeorado sus torcidas inclinaciones; con que mi ciencia infinita los conoce por réprobos o precitos: Dios da gracia suficiente a todos pero la humanidad, tiene el libre albedrío y así conviene desviarlos del rebaño de los fieles y cortarlos del Cuerpo Místico de mi Iglesia para que no inficionen a otros ni les peguen su contagio. Necesario es ya, querida mía, conforme a mi altísima Providencia, que entren en mi Iglesia predestinados y prescitos: unos, que por sus culpas se han de condenar, y otros, que por mi gracia se han de salvar con buenas obras; y mi doctrina y Evangelio ha de ser como la red que recoge a todo género de peces, buenos y malos, a prudentes y necios, y el enemigo ha de sembrar su cizaña entre el grano puro de la verdad, para que los justos se justifiquen más y los inmundos, si quisieren por su malicia, se hagan más inmundos.- Esta fue la respuesta que dio el Señor a María en aquella oración, renovando en ella la participación de su divina ciencia, con que se dilató su afligido corazón conociendo la equidad de la justicia del Muy Alto en condenar con razón a los que por su malicia se hacían réprobos o precitos:.- 401 Dios quiere que todos se salven y da gracia suficiente a todos pero la humanidad tiene el libre albedrío, y por su culpa puede condenarse al Infierno o Gehena. Hay predestinación a la gloria y no hay predestinación antecedente y previa al infierno), e indignos de la amistad de Dios y de su gloria. Pero como la divina Madre tenía el peso del santuario en su eminentísima sabiduría, ciencia y caridad, solo ella entre todas las criaturas, ponderaba dignamente lo que cuesta perder un alma a Dios eternamente y quedar condenada a los tormentos eternos en compañía de los demonios, y a este era su dolor y el Dolor de Dios.- El Apóstol Juan, visitó a María, para saber lo que le mandaba hacer o en qué servirla. Y como la vio tan afligida y triste, se turbó el Apóstol y pidiéndola licencia para hablarla dijo: Señora mía y Madre de mi Señor Jesucristo, después que Su Majestad murió nunca he reconocido Vuestro semblante tan afligido y doloroso como ahora y bañados en sangre Vuestro rostro y ojos. Decidme, Señora, si es posible, la causa de tal dolor y sentimiento y si puedo aliviaros en él con dar mi propia vida.- Respondió María: Hijo mío, lloro ahora por esta misma causa. Entendió Juan Evangelista que la memoria de la pasión había renovado en la piadosa Madre tan acervo y nuevo dolor y con este pensamiento la replicó así: Ya, Señora mía, podéis moderar las lágrimas, cuando Vuestro Hijo y Redentor nuestro está glorioso y triunfante en los cielos a la diestra de su Eterno Padre. Y aunque no es razón olvidemos lo que padeció por los hombres, también es justo os alegréis con los bienes que se han seguido de su pasión y de su muerte.- Si después que murió mi Hijo, respondió María: Le quieren crucificar otra vez los que le ofenden y niegan y malogran el fruto inestimable de su sangre, justo es que yo llore, como quien conoce de su ardentísimo amor con los hombres que padeciera por el remedio de cada uno lo que padeció por todos. Veo tan mal agradecido este amor inmenso y la perdición eterna de tantos que debían conocerle, que no es posible moderar mi dolor, ni tener vida, si no me la conserva el mismo Señor que me la dio. Oh hijos de Adán, formados a la imagen de mi Hijo y de mi Señor, ¿en qué pensáis?, ¿dónde tenéis el juicio y la razón para sentir vuestra desdicha, si perdéis a Dios eternamente?.- Replicó Juan Evangelista: Madre y Señora mía, si vuestro dolor es por los dos que han apostatado, bien sabéis que entre tantos hijos ha de haber infieles siervos, pues en nuestro apostolado prevaricó Judas Iscariote en la misma escuela de nuestro Redentor y Maestro [que lleva ya dos mil años en el Infierno --- Gehena].- Oh Juan, respondió María, si Dios tuviera voluntad determinada [que no la tiene] de la perdición de algunas almas, pudiera aliviar algo mi pena, pero, aunque permite la condenación de los réprobos porque ellos se quieren perder, no era ésta absoluta voluntad de la divina bondad, que a todos quisiera hacer salvos si ellos con su libre albedrío no le resistieran, y a mi Hijo santísimo le costó sudar sangre el que no fuesen todos predestinados a la gloria y alcanzasen con eficacia la que por ellos derramaba. Y si ahora en el cielo pudiera tener dolor que no lo tiene de cualquier alma que se pierde, sin duda le tuviera mayor que de padecer por ella. Pues yo, que conozco esta verdad y vivo en la carne pasible, razón es que sienta lo que mi Hijo tanto desea y no lo consigue.- María, se movió hacia Juan Evangelista con lágrimas y llanto, y Juan la acompaño durante largo tiempo.- 402 Esteban, el Primer Mártir después de Jesucristo.- Esteban, con el deseo del martirio, sólo se dice que estaba lleno de gracia y fortaleza y que obraba grandes prodigios y maravillas en Jerusalén, pero después de los dos Apóstoles Pedro y Juan, de ningún otro se dice que disputase con los judíos y los confundiese antes que Esteban, a cuya sabiduría y espíritu no podían resistir, porque con intrépido corazón les predicaba, y reprendía, señalándose en este esfuerzo antes y más ímpetu que otros muchos discípulos.- Todo esto lo hacía Esteban encendido en el deseo del martirio que la gran Señora le aseguró conseguiría. Y como si otro le hubiera de ganar de mano esta corona, se ofrecía ante todos los demás a las disputas con los rabinos y maestros de la ley de Moisés, y anhelaba por las ocasiones de defender la honra de Jesucristo, por la cual sabía que había de poner y ofrecer su vida. La atención maligna del Dragón infernal, que llegó a conocer el deseo de Esteban, convirtió contra él su saña y pretendió impedir los pasos del invicto discípulo para que no llegara a conseguir público martirio en testimonio de la FE de Jesucristo.- Y para atajarlo Lucifer incitó a los judíos más incrédulos que diesen muerte a Esteban ocultamente. Atormentó a Lucifer la virtud y esfuerzo que reconoció en Esteban y temió que con ella haría grandes obras en vida y en muerte, acreditando la FE y Doctrina de su Maestro Jesucristo. Y con el odio que los judíos incrédulos tenían contra el discípulo, fácilmente los persuadió a que en secreto le quitasen la vida.- Lo intentaron muchas veces en el poco tiempo que pasó desde la venida del Espíritu Santo hasta el martirio de Esteban. Pero la gran Señora del mundo, que conocía la malicia y enredos de Lucifer y de los judíos incrédulos, libró a Esteban de todas sus amenazas, hasta que fue tiempo oportuno de morir apedreado, para convertirse en el primer mártir después de la muerte de Jesucristo.- En tres ocasiones envió María, a uno de sus Ángeles que la asistían para que sacase a Esteban de una casa donde le pretendían quitar la vida ahogándole. Y el Ángel le sacó de este peligro invisiblemente para los judíos que le buscaban, aunque no para Esteban, que le vio y conoció que le llevaba al cenáculo y lo presentaba a María.- Otras veces le avisaba con el mismo Ángel para que no fuese a tal calle o a tal casa, donde le esperaban para acabar con él. Otras veces María le detuvo para que no saliese del cenáculo, porque conocía que le acechaban para matarle. Y no sólo le esperaron algunas noches a la salida del cenáculo para ir a su posada, pero en otras casas le pusieron las traiciones. Porque Esteban, con su ardiente celo, acudía al consuelo de muchos fieles necesitados y no sólo no temía los peligros y ocasiones para morir, más antes las deseaba y solicitaba, realizando sus servicios, en el nombre de Jesucristo. Y como no sabía para cuándo le guardaba el Señor esta gran felicidad y veía que tantas veces le libraba de los peligros María, solía amorosamente querellarse con ella y la decía: Señora y amparo mío, pues, ¿cuándo ha de llegar el día y la hora en que yo pague a mi Dios y Maestro la deuda de mi vida, sacrificándome para la honra y gloria de su santo nombre?. Eran para María estas querellas del amor de Cristo en su siervo Esteban de incomparable júbilo, y con maternal y dulce afecto solía responderle: Hijo mío y siervo fidelísimo del Señor, ya llegará el tiempo determinado por su altísima sabiduría y no se hallarán frustradas vuestras esperanzas. Trabajad ahora lo que os resta en su Iglesia, que segura tendréis la corona de vuestro nombre, y dadle gracias continuamente al Señor que os la tiene prevenida.- 403 Era la pureza y santidad de Esteban nobilísima y de eminente perfección, de manera que los demonios no podían llegar a él, y por esto muy amado de Cristo y de su Madre. Le ordenaron los Apóstoles de Diácono (Segundo grado al Sacerdocio). Y antes de ser mártir, era su virtud y santidad muy heroica, con que mereció ser el primero que después de la pasión ganó la palma a todos, para manifestar más la santidad de este grande y primer mártir, en la Nueva Iglesia Evangélica Cristiana, que acababa de nacer.- María, tuvo noticia de la prisión de Esteban, y al punto le envió uno de sus Ángeles, antes que llegase a las disputas con los pontífices, que de su parte le animase para el conflicto que le esperaba. Y con el mismo Ángel le respondió Esteban que iba lleno de gozo a confesar la FE de su Maestro, y con esfuerzo de corazón para dar la vida por esta FE y nueva Doctrina, como siempre lo había deseado, y que le ayudase María en aquella ocasión como Madre y Reina, y que sólo llevaba la pena de no haber podido pedirle su bendición para morir con ella como así lo deseaba, y que se la diese desde su retiro. Estas últimas razones movieron a compasión las maternales entrañas de María sobre el amor y aprecio que sentía hacia Esteban, y deseaba María asistirle personalmente en aquella ocasión donde el había de volver, por la honra de su Dios y Redentor y ofrecer allí mismo, su vida en la defensa y amor de Jesucristo.- Le ofrecía a la prudente Madre, las dificultades que había en salir por las calles de Jerusalén en ese tiempo que estaba alborotada, y no menores en hablar a Esteban y hallar oportunidad para esto. María se postró en oración, pidiendo el favor divino para su amado discípulo y presentó al Señor el deseo que tenía de favorecerle en aquella última hora. Y la clemencia del Muy Alto, que siempre está atento a las peticiones y deseos de su Esposa, Hija y Madre, veía que quería también hacer más preciosa la muerte de su fiel siervo y discípulo Esteban, envió desde el cielo nueva multitud de Ángeles que juntos con los de María la llevasen donde estaba prisionero su fiel discípulo Esteban.- Y los Ángeles subieron y pusieron en un trono a María donde estaba sentada, dentro de un Globo resplandeciente, y la llevaron donde se encontraba prisionero Esteban, y el sumo sacerdote le acababa de examinar en los cargos conque le acusaban. Esta visión del Globo resplandeciente, fue oculta para todos, solo Esteban vio a María delante de sí mismo en el aire llena de divinos resplandores y de gloria, y vio también a los Ángeles que la tenían en la nube. Este incomparable favor encendió de nuevo la llama del amor divino y el ardiente celo de la honra de Dios en su defensor Esteban. Y a más del nuevo júbilo que Esteban recibió con la vista de María, sucedió también que de los resplandores que tenía María, como herían el rostro de Esteban, y como se reflejaban en él, causándole una admirable claridad y hermosura. De esta novedad resultó la atención con que Lucas en los Hechos apostólicos dice, que miraron a Esteban los judíos que estaban en aquella sala o tribunal y que vieron su cara como la de un ángel, porque sin duda lo parecía más que de hombre. Y no quiso ocultar Dios este efecto de la presencia de su Madre María, para que fuese mayor la confusión de aquellos judíos, si con un milagro tan patente no se reducían a la verdad que Esteban les predicaba. Pero no conocieron la causa de aquella hermosura sobrenatural de Esteban, porque ni eran dignos de conocerla, ni convenía entonces manifestarla, y por esta razón tampoco la declaró el Apóstol Lucas. Habló María a Esteban, palabras de vida y de admirable consuelo y le asistió dándole bendiciones de suavidad y dulzura y orando por él al Eterno Padre para que de nuevo le llenase de amor, su divino espíritu en aquella ocasión.- 404 Y todo se cumplió como María lo pidió, como lo manifiesta el invencible esfuerzo y sabiduría con que Esteban habló a los príncipes de los judíos, y probó la venida de Jesucristo por Salvador y Mesías, comenzando el discurso desde la vocación de Abrahán hasta los reyes y profetas del pueblo de Israel, con testimonios irrefragables de todas las antiguas Escrituras. Al fin de este sermón, por las oraciones de la Reina que estaba presente y en premio del invicto celo de Esteban, se le apareció nuestro Salvador desde el cielo, abriéndose para esto y manifestándose Jesús en pie a la diestra de la virtud del Padre, como quien asistía al santo en su batalla y conflicto para ayudarle. Alzó los ojos Esteban y dijo: Mirad que veo abiertos los cielos y su gloria, y en ella veo a Jesús a la diestra del mismo Dios. Pero los duros judíos tuvieron estas palabras por blasfemia, y cerraron los oídos para no oírlas, y como la pena del blasfemo, según la ley, era que muriese apedreado, mandaron ejecutarla en el discípulo de Esteban.- Entonces acometieron todos contra él, como lobos, para sacarle de la ciudad con grande ímpetu y alboroto. Y cuando esto se comenzaba a ejecutar, le dio su bendición María y animándole se despidió de Esteban con grande caricia, y mandó a todos los Ángeles de su guarda le acompañasen y asistiesen en su martirio hasta presentar su alma en la presencia misma del Señor. Y sólo un Ángel de los que asistían a María, con los demás que descendieron del cielo para llevarla de la presencia de Esteban, y nuevamente mediante el Globo resplandeciente, María fue devuelta al cenáculo.- Desde el cenáculo, vio María por especial visión, todo el martirio que sufrió Esteban y lo que en él sucedía; cómo lo llevaban fuera de la ciudad con gran violencia y vocería, dándole por blasfemo y digno de muerte; cómo Saulo era uno de los que más concurrían en ella y cómo celoso de la ley de Moisés guardaba los vestidos de todos los que se despojaron de ellos para apedrear con más soltura al discípulo Esteban. María vio cómo le herían las piedras que llovían sobre él y que algunas quedaban fijas o clavadas en la cabeza del Mártir, pegadas con el esmalte de su sangre. Grande fue y muy sensible la compasión que nuestra Reina tuvo de tan crudo martirio, pero mayor fue el gozo de que Esteban lo consiguiese tan gloriosamente. Oraba con lágrimas la piadosa María, para no faltarle el respeto y el dolor que sentía desde su oratorio, y cuando el invicto Mártir se reconoció cerca de expirar, Esteban dijo: Señor, recibid mi espíritu. Y luego con alta voz puesto de rodillas añadió diciendo: Señor, no les imputéis a estos hombres este pecado. En estas peticiones le acompañó también María, con increíble júbilo de ver que el fiel discípulo imitaba tan ajustadamente a su Maestro, entregando su vida mortal, mientras oraba por sus enemigos y malhechores y así Esteban entrego su espíritu en manos de su Creador y Reparador.- Expiró Esteban oprimido y herido por las pedradas de los judíos, quedando ellos más endurecidos. Y al punto llevaron los Ángeles de la Reina aquella purísima alma hasta la presencia misma de Dios, para ser coronada de honor y gloria eterna. La recibió Jesucristo con aquellas palabras de su Evangelio y Doctrina: Amigo, asciende más arriba; ven a mí, siervo fiel, que si en lo poco y breve lo fuiste, yo te premiaré con abundancia, y te confesaré delante de mi Padre por mi fiel siervo y amigo, porque tú me confesaste delante de los hombres.- Todos los Ángeles, Patriarcas y Profetas y todos los demás recibieron especial gozo accidental aquel día y dieron el parabién al invicto Mártir, reconociéndole por primicias de la pasión del Salvador y capitán de los que después de su muerte le seguirían por el martirio. Y fue colocada aquella alma felicísima en el lugar de gloria muy superior y cercana a la humanidad de Jesucristo. María, participaba de este gozo por la visión que de todo ella tenía, y en alabanza del Altísimo hizo cánticos y loores con los Ángeles. 405 |