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Laguna de Negrillos - Leon

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España > Leon > Laguna de Negrillos
10-06-14 06:22 #12088923
Por:j vicente futuro fut

El velo que cubre los Misterios de la Biblia se ha retirado. 43ª Sección
Algunas veces sucedía que no alcanzaba el trabajo y la labor para conmutarla en todo lo que era necesario, porque José había necesitado más regalo que en lo restante de su vida, y vestido. Entonces entraba el poder de Jesucristo y multiplicaba las cosas que tenían en casa o mandaba a los Ángeles que lo trajesen, pero más ejercitaba estas maravillas con su Madre santísima, disponiendo cómo en poco tiempo trabajase mucho de sus manos y en ellas se multiplicase su trabajo.-

El final de José
José, a quien amaba Su Majestad sobre todos los hijos de los hombres, y para acrecentar los merecimientos y corona antes que se le acabase el término de merecerla le dio en los últimos años de su vida algunas enfermedades de calenturas y dolores vehementes de cabeza y coyunturas del cuerpo muy sensibles y que le afligieron y extenuaron mucho; y sobre estas enfermedades tuvo otro modo de padecer más dulce, pero muy doloroso, que le resultaba de la fuerza del amor ardentísimo que tenía, porque era tan vehemente que muchas veces tenía unos vuelos y éxtasis tan impetuosos y fuertes, que su espíritu purísimo rompiera las cadenas del cuerpo, si el mismo Señor, que se los daba, no le asistiera dando virtud y fuerzas para no desfallecer con el dolor. Mas en esta dulce violencia le dejaba Su Majestad padecer hasta su tiempo y, por la flaqueza natural de un cuerpo tan extenuado y debilitado, venía a ser este ejercicio de incomparables merecimientos para el dichoso José, no sólo en los efectos de dolor que padecía, sino también en la causa del amor de donde le resultaron.-

María, conocía el interior de José, para que no le faltase el gozo de tener tan santo esposo y tan amado del Señor. Miraba y penetraba la candidez y pureza de aquella alma, sus inflamados afectos, sus altos y Divinos pensamientos, la paciencia y mansedumbre columbina de su corazón en las enfermedades y dolores, el peso y gravedad de ellos y que ni por esto ni los demás trabajos nunca se quejaba ni suspiraba, ni pedía alivio en ellos, ni en la flaqueza y necesidad que padecía, porque todo lo toleraba José con incomparable sufrimiento y grandeza de su ánimo. Pero como la prudentísima esposa lo atendía en todo y le daba el peso y estimación digna, vino a tener en tanta veneración a José que con ninguna ponderación se puede explicar. Trabajaba con increíble gozo para sustentarle y regalarle, aunque el mayor de los regalos era guisarle y administrarle la comida sazonadamente con sus virginales manos; y porque todo le parecía poco a la Divina Señora respecto de la necesidad de su esposo y menos en comparación de lo que le amaba, solía usar de la potestad de Reina y Señora del Cielo y de todo lo creado, y María algunas veces mandaba a los manjares que aderezaba para su santo enfermo que le diesen especial virtud y fuerza y sabor al gusto, pues era para conservar la vida del santo, justo y electo del Altísimo.-

Así como María lo mandaba sucedía, obedeciéndola todas las criaturas, y cuando José comía el manjar que llevaba estas bendiciones de dulzura, sentía sus efectos y solía decir a María: Señora y esposa mía, ¿qué alimento y manjar de vida es éste, que así me vivifica, recrea el gusto, restaura mis fuerzas y llena de nuevo júbilo todo mi interior y espíritu?. María, le servía la comida puesta de rodillas y cuando estaba más impedido y trabajado le descalzaba en la misma postura y en su flaqueza le ayudaba llevándole del brazo. Y aunque el humilde José procuraba animarse mucho y excusar a su esposa algunos de estos trabajos, no era posible impedírselo, por la noticia que ella tenía conociendo todos sus dolores y flaquezas del dichosísimo varón y las horas, tiempos y ocasiones de socorrerle en ellos, con que acudía luego la Divina enfermera y asistía a lo que su enfermo tenía necesidad.-
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María, le decía también muchas razones de singular alivio y consuelo, como Maestra de la sabiduría y de las virtudes. Y en los últimos tres años de la vida de José, cuando se agravaron más sus enfermedades, lo asistía María de día y de noche y sólo faltaba en lo que se ocupaba sirviendo y administrando a su Hijo santísimo, aunque también el mismo Señor le acompañaba y le ayudaba a servir a José, salvo lo que era preciso para acudir a otras obras. Jamás hubo otro enfermo ni lo habrá tan bien servido, regalado y asistido. Tanta fue la dicha y méritos del varón de Dios José, porque él solo mereció tener por esposa a la misma que fue Esposa del Espíritu Santo.-

María, satisfacía a su misma piedad con José. Unas veces pedía al Señor con ardentísima caridad le diese a ella los dolores que padecía su esposo José y lo aliviase a él, y para esto se reputaba por digna y merecedora de todos los trabajos de las criaturas, como la inferior de ellas, y así lo alegaba la Madre y Maestra de la santidad en la presencia del Muy Alto y representaba su deuda mayor que de todos los nacidos y que no le daba el retorno digno que debía, pero ofrecía preparado el corazón para todo género de aflicciones y dolores. Alegaba también la santidad de José, su pureza, candidez y las delicias que tenía el Señor en aquel corazón hecho a la medida del de Su Majestad.-

María le pedía muchas bendiciones para José y de daba reconocidas gracias por haber creado un varón tan digno de sus favores, lleno de santidad y rectitud. Convidaba a los Ángeles para que le alabasen y engrandeciesen por ello y ponderando la gloria y sabiduría del Altísimo en estas obras le bendecía con nuevos cánticos; porque miraba por una parte las penas y dolores de su amado esposo y por ésta se compadecía y lastimaba. Por otra parte, conocía sus méritos y el agrado del Señor en ellos y en la paciencia de José se alegraba y engrandecía el Señor; y en todas estas obras y noticia que de ellas tenía ejecutaba la divina Señora diversas acciones y operaciones de las virtudes que a cada una pertenecía, pero todas en grado tan alto y eminente, que causaba admiración a los espíritus Angélicos. Pero María purísima los excedía en la atención a Dios y junto con eso trabajar con los sentidos corpóreos, de que ellos carecían; siendo hija de Adán terrena, era Espíritu Celestial, estando con la parte superior del alma en las alturas y en el ejercicio del amor y con la parte inferior ejerciendo la caridad con su esposo José.-

María, conocía la acerbidad y rigor de los graves dolores que su esposo José padecía y movida de tierna compasión pedía con humildad licencia a su Hijo santísimo y con ella mandaba a los accidentes dolorosos y sus causas naturales que suspendiesen su actividad y no afligiesen tanto al justo y amado del Señor. Y con este alivio, obedeciendo todas las criaturas a su gran Reina y Señora del Cielo, quedaba el esposo libre y descansado, tal vez por un día, otras más, para volver a padecer de nuevo cuando el Altísimo lo ordenaba. En otras ocasiones mandaba también a los Ángeles, como Reina suya, aunque no con imperio sino rogando, que consolasen a José y le animasen en sus dolores y trabajos como lo pedía la condición frágil de la carne. Y con este orden se le manifestaban los Ángeles al dichoso enfermo en forma humana y visible, llenos de hermosura y resplandor y le hablaban de la Divinidad y sus perfecciones infinitas y tal vez con dulcísimas y concertadas voces le hacían música Celestial, cantándole himnos y cánticos divinos, con que le confortaban en el cuerpo y encendían el amor de su alma purísima. Y para mayor colmo de la santidad y júbilo de José.-

Tenía especial conocimiento y luz, no sólo de estos beneficios y favores tan Divinos, pero de la santidad de su virginal esposa y del amor que le tenía a él, de la caridad interior con que le trataba y servia y de otras excelencias y prerrogativas de la gran Señora del mundo. Y todo esto junto causaba tales efectos en José y le reducía a tal estado de merecimientos, que ninguna lengua no puede explicar ni entendimiento humano en vida mortal, entender ni comprender.-
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Corrían ya ocho años de las enfermedades y dolencia del más que dichoso José. Le ejercitaban, purificando cada día más su generoso espíritu en el crisol de la paciencia y del amor divino, y creciendo también en años, se iban debilitando sus flacas fuerzas, desfalleciendo el cuerpo y acercándose al término inexcusable de la vida, en que se paga el común estipendio de la muerte que debemos todos los hijos de Adán. Crecía también el cuidado y solicitud de su Divina esposa en asistirle y servirle con inviolable puntualidad, y conociendo la amantísima María, que ya estaba muy cerca la hora o el día último de su castísimo esposo, para salir de este pesado destierro, y fuese a la presencia de su Hijo santísimo.-

María le hablo al Señor diciendo: Señor y Dios altísimo, Hijo del Eterno Padre y Salvador del mundo, el tiempo determinado por vuestra voluntad eterna para la muerte de vuestro siervo José ya llega, porque por medio de vuestra luz Divina lo conozco. Yo os suplico, por vuestras antiguas misericordias y bondad infinita, que le asista en esta hora con el brazo poderoso de Vuestra Majestad, para que su muerte se produzca delante de vuestros ojos, por la rectitud de su vida, para que se vaya de esta en paz y con esperanzas ciertas de los eternos premios, para el día que vuestra dignación abra las puertas de los Cielos a todos los creyentes. Acordaos, Hijo mío, del amor y humildad de vuestro siervo José, del colmo de sus méritos y virtudes, de su fidelidad y respetuosidad conmigo y que a vuestra grandeza y a mí, humilde sierva vuestra, nos alimentó el Justo José con el sudor de su cara.-

Respondiendo Jesús a María la dijo: Madre mía, aceptables son vuestras peticiones en mi agrado y en mi presencia están los merecimientos de José. Yo le asistiré ahora y le señalaré lugar y asiento para su tiempo entre los príncipes de mi pueblo, y tan eminente que sea admiración para los Ángeles y motivo de alabanza para ellos y los hombres, y con ninguna generación haré lo que con vuestro esposo hago.-

Dio gracias María, a su Hijo dulcísimo por esta promesa, y nueve días antes de la muerte de José, le asistieron Hijo y Madre, de día y de noche, sin dejarle solo ninguno de los dos, y en estos nueve días, por mandado del mismo Señor, tres veces cada día los Ángeles daban música Celestial al dichoso enfermo con cánticos de loores del Altísimo y bendiciones del mismo Santo. Y a más de esto se sintió en toda aquella humilde pero inestimable casa una suavísima fragancia de olores tan admirables, que confortaba no sólo al varón José, sino a todos los que llegaron a sentirla, que fueron muchos de fuera.-

Un día antes que muriese José, sucedió que, inflamado todo en el Divino amor con estos beneficios, tuvo un éxtasis altísimo que le duró veinticuatro horas, conservándole el Señor las fuerzas y la vida por milagroso concurso; y en este grandioso rapto vio claramente el Alma de José, la Divina esencia y en ella se le manifestó sin velo ni rebozo lo que por la FE había creído, así de la Divinidad incomprensible como del misterio de la Encarnación y Redención humana y de la nueva Iglesia militante, con todos los Sacramentos que a ella pertenecen, y la Beatísima Trinidad le señaló y destinó por PRECURSOR de Cristo, para los Santos Padres y Profetas del LIMBO, y mandó al Alma de José, que los evangelizase de nuevo en su redención y los previniese para esperar la ida y visita que les haría el mismo Señor para sacarlos de aquel seno de Abrahán, a la eterna felicidad y descanso. Y todo esto conoció María en el alma de su Hijo y en su interior, y por todo dio María dignas gracias al mismo Señor.-
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Volvió José de este rapto lleno su rostro de admirable resplandor y hermosura y su mente toda deificada de la vista del ser de Dios, y hablando con su esposa la pidió su bendición y ella a su Hijo bendito que se la diese y su Divina Majestad lo hizo. Luego la gran Reina y Señora del Cielo y de la Tierra, maestra de la humildad, puesta de rodillas pidió a José que también la bendijese como esposo y cabeza, y no sin divino impulso el varón de Dios por consolar a la prudentísima esposa, la dio su bendición a la despedida, y ella le besó la mano con que la bendijo y le pidió que de su parte saludase a los Santos Padres del LIMBO, y para que el humildísimo José cerrase el testamentó de su vida con el sello de esta virtud pidió perdón a su divina esposa de lo que en su servicio y estimación había faltado como hombre flaco y terreno y que en aquella hora no le faltase su asistencia y con la intercesión de sus ruegos.-

A su Hijo santísimo agradeciéndole también el esposo, los beneficios que de su mano liberalísima había recibido toda la vida, y en especial en aquella enfermedad, y las últimas palabras que dijo José hablando con ella, fueron las siguientes: Bendita sois entre todas las mujeres y escogida entre todas las criaturas. Los Ángeles y los hombres Os alaben, todas las generaciones y que os conozcan, magnifiquen y engrandezcan vuestra dignidad, y sea por Vos conocido, adorado y exaltado el nombre del Altísimo por todos los futuros siglos y eternamente alabado por haberos creado tan agradable a sus ojos y de todos los espíritus bienaventurados, y espero gozar de vuestra vista en la Patria Celestial.-

José muere en los Brazos de Jesús.-
En referencia a José, Dios fue predilecto de él,antes de su nacimiento, José, fue santificado en el vientre de su madre a los siete meses de su concepción y le quedó atado el fomes pecati, por toda la vida terrenal, y jamás tuvo movimiento impuro ni desordenado; y aunque no le dieron uso de razón en esta santificación primera, más de sólo justificarle del pecado original, pero su madre sintió entonces, nuevo júbilo del Espíritu Santo y sin entender todo el misterio hizo grandes actos de virtud y juzgó que su hijo, o lo que tenía en el vientre, sería admirable en los ojos de Dios y de los hombres.-

Nació José perfectísimo y muy hermoso en lo natural y causó en sus padres y allegados extraordinaria alegría, al modo del que hubo en el nacimiento de Juan Bautista, aunque la causa de ella fue más oculta. A José, le aceleró el Señor el uso de la razón, dándoselo al tercer año muy perfecto, con ciencia infusa y nuevo aumento de la gracia y virtudes. Desde entonces comenzó el niño a conocer a Dios por la FE, y también por el natural discurso y ciencia le conoció como primera causa y autor de todas las cosas, y atendía y percibía altamente todo lo que se hablaba de Dios y de sus obras, y desde aquella edad tuvo muy levantada oración y contemplación y ejercicio admirable de las virtudes que su edad pueril le permitía, de manera que cuando a los siete años llega a los demás el uso de la razón, ya José era varón perfecto en ella y en la santidad. Era blando de condición, caritativo, afable, sencillo y en todo descubría no sólo inclinaciones santas sino Angélicas, y creciendo en virtudes y perfección llegó con vida irreprensible a la edad que se desposó con María.-

Para acrecentarle entonces en los dones de la gracia y confirmarle en ellos, intervinieron las peticiones de la María, porque instantáneamente suplicó al Muy Alto que si le mandaba tomar aquel estado santificase a su esposo José para que se conformase con sus castísimos pensamientos y deseos. El Señor la oyó y conociéndolo la Divina Reina obró Su Majestad con la fuerza de su brazo poderoso copiosamente en el espíritu y potencias del Patriarca José, enriqueciéndolo, con los hábitos de todas las virtudes y dones. Rectificó de nuevo sus potencias y lo llenó de gracia, confirmándole en ella por admirable modo, y en la virtud y dones de la castidad quedó el Esposo más levantado que el Supremo de los Serafines, porque la pureza que ellos tienen sin cuerpo se le concedió a José en cuerpo terrenal y en la carne mortal, y jamás entró a sus pensamientos, imagen ni especie de cosa impura de la naturaleza animal y sensible.-
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Volviéndose luego el varón de Dios hacia Cristo, su Hijo adoptivo, para hablar a Su Majestad con profunda reverencia en aquella hora, intentó ponerse de rodillas en el suelo, pero el dulcísimo Jesús llegó a él y le recibió en sus brazos y estando reclinada la cabeza de José en ellos dijo: Señor mío y Dios altísimo, Hijo del Eterno Padre, Creador y Redentor del mundo, dad vuestra bendición eterna a vuestro esclavo y hechura de vuestras manos; perdonad, Rey piadosísimo, las culpas que como indigno he cometido en vuestro servicio y compañía. Yo os confieso, engrandezco y con rendido corazón os doy eternamente gracias, porque entre los hombres, me eligió Vuestra inefable dignación para esposo de vuestra verdadera Madre; vuestra grandeza y gloria misma sean mi agradecimiento por todas las eternidades.-

El Redentor del mundo le dio la bendición y le dijo: Padre mío, descansad en paz y en la gracia de mi Padre Celestial y la mía, y a mis Profetas y Santos, que os esperan en el LIMBO, daréis alegres nuevas de que ya llega su redención. En estas palabras del mismo Jesús y en sus brazos espiró el felicísimo José, y Su Majestad le cerró los ojos; y al mismo tiempo la multitud de los Ángeles que asistían con su Rey Supremo y Reina hicieron dulces cánticos de alabanza con voces Celestiales y sonoras y luego por mandato de Su Alteza. Los Ángeles llevaron el Alma de José al LIMBO, donde se encuentran las Almas de los Padres y los Profetas, donde todos estas Almas, reconocieron el Alma de José, llena de resplandores de incomparable gracia, como padre putativo del Redentor del mundo y su gran privado, digno de singular veneración; y conforme a la voluntad y mandato del Señor que llevaba, causó nueva alegría en aquella innumerable congregación de Santos, con las nuevas que les evangelizó de que ya llegaba su rescate.-

María, viendo el cuerpo carnal de su esposo ya difunto, preparó el mismo para la sepultura y le vistió conforme a la costumbre de los demás, sin que llegasen a él otras manos, solamente las suyas y la de los Ángeles que en forma humana ayudaron a María; y para que nada faltase al recato honestísimo de la Madre, vistió el Señor el cuerpo difunto de José con resplandor admirable que le cubría para no ser visto más que el rostro, y así no lo vio la purísima esposa, aunque le vistió para el entierro. La fragancia del cuerpo sin vida de José, que de él salía, lo percibió alguna gente, y de esto y verle tan hermoso y tratable como si estuviera vivo, causaba a todos gran admiración; y con asistencia de los parientes y conocidos y otros muchos, y en especial del Redentor del mundo y su Madre y la gran multitud de Ángeles, fue llevado el sagrado cuerpo del glorioso José a la común sepultura. Pero en todas estas ocasiones y acciones guardó la prudentísima Reina su inmutable compostura y gravedad, sin mudar el semblante con ademanes livianos y mujeriles, ni la pena le impidió para acudir a todas las cosas necesarias al obsequio de su esposo difunto y de su Hijo; María, a todo daba lugar en su corazón real y magnífico de las gentes.-
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