El velo que cubre los Misterios de la Biblia se ha retirado. 33ª Sección Y los Arcángeles acercaron a las manos de María al recién nacido, y María lo recibió en sus manos con incomparable reverencia, así estos dos Celestiales Arcángeles presentaron ante los ojos de la Madre a su Hijo glorioso y resplandeciente en ese mismo momento, que lo era como el propio sol, porque este niño recién nacido con la Luz que desprendía, iluminó toda la cueva. Jesús quedó en el cuerpo tan Espiritualizado, tan hermoso y resplandeciente, que no parecía criatura humana ni terrenal: El rostro del recién nacido, despedía rayos de luz como el propio sol, de color encarnado bellísimo, el semblante gravísimo con admirable majestad y el afecto inflamado y fervoroso. María estaba puesta de rodillas en el pesebre, con los ojos levantados al cielo, las manos juntas y llegadas al pecho, en espíritu elevado en la Divinidad y toda ella llena de plenitud y llena de Gracia. Todo esto sucedió en breve espacio. Y al punto que los Arcángeles le dieron al niño Dios a su Madre, recíprocamente se miraron el Hijo y la Madre, hiriendo ella el corazón del dulce niño y quedando juntamente María, llevada y transformada en él.- Acabados estos coloquios tan llenos de Divinos misterios, el niño Dios suspendió el milagro, y poquito a poco la luz que desprendía su tierno cuerpo, se fue disipando, dando paso a la visibilidad del cuerpo natural de la carne, en el que Dios se había Humanizado. Y con esta disposición, en el término de aquel Divino rapto, María dio al mundo al Unigénito del Padre y al suyo.- Así nació Jesús, Dios y hombre verdadero, a la hora de la media noche, día del domingo, que corresponde a la creación del mundo a cinco mil ciento noventa y nueve (5.199), que sumandos los años de nuestra era del año 2.014, hace que en el mundo terrenal fue puesto el primer hombre, desde hace 7.213 años.- Después del parto María dijo: Nació de ella el Sol de la Justicia, el Hijo del Eterno Padre y suyo, nació limpio, hermosísimo, resplandeciente como el sol y puro, dejándola en su virginal entereza y pureza más divinizada y consagrada; porque no dividió, sino que penetró el virginal claustro, como los rayos del sol, que sin herir la vidriera cristalina, la penetra y la deja más hermosa y resplandeciente.- El Dios humanizado, nació sin aquella túnica que llaman secundinas en la que nace comúnmente enredados los otros niños y están envueltos en ella en los vientres de sus madres. Basta saber y suponer que en la generación del Verbo humanizado y en su nacimiento, el brazo poderoso del Altísimo tomó y eligió de la naturaleza todo aquello que pertenecía a la verdad y sustancia de la generación humana, para que el Verbo hecho hombre verdadero, verdaderamente se llamase concebido, engendrado y nacido como hijo de la sustancia de su Madre siempre Virgen.- Nació, pues, el niño Dios del tálamo virginal glorioso y transfigurado, desprendiendo su cuerpo luz propia. Porque la Divinidad y sabiduría infinita dispuso y ordenó que la gloria del alma de Jesús redundase y se comunicase al cuerpo del niño Dios al mismo tiempo de nacer, participando los dotes de gloria, como sucedió después en el monte Tabor, en presencia de los tres Apóstoles cuando Jesús se TRANSFIGURÓ. Y no fue necesaria esta maravilla para penetrar el claustro virginal y dejarle ileso en su virginal integridad, porque sin estas dotes pudiera Dios hacer otros milagros: que naciera el niño dejando virgen a la Madre. Pero la voluntad divina fue que la Madre viese a su Hijo hombre y Dios por primera vez glorioso en el cuerpo para dos fines: 161 El PRIMERO: Para que con la vista de aquel objeto Divino la prudentísima Madre concibiese la reverencia altísima con que había de tratar a su Hijo, Dios y hombre verdadero; y aunque antes había sido informada de esto, con todo eso ordenó el Señor que por este medio como experimental se la infundiese nueva gracia, correspondiente a la experiencia que tomaba de la divina excelencia de su dulcísimo Hijo y de su majestad y grandeza.- El SEGUNDO: Que de esta maravilla, fue como premio de la fidelidad y santidad de la divina Madre, para que sus ojos purísimos y castísimos, que a todo lo terreno se habían cerrado por el amor de su Hijo, lo viesen luego después del naciendo con tanta gloria y recibiesen aquel gozo y premio de su lealtad y fineza.- Volviendo a continuar el que suspendía los dotes y gloria de su cuerpo, quedando represada sólo en el alma, y se mostró sin ellos en su ser natural y pasible. Y en este estado le vio también su Madre, y con profunda humildad y reverencia, adorándole en la postura que ella estaba de rodillas, y después de haberlo recibido de las manos de los Arcángeles, María lo vio en las suyas, le habló y le dijo: Dulcísimo amor mío, lumbre de mis ojos y ser de mi alma, venid en hora buena al mundo, Sol de Justicia, para desterrar las tinieblas del pecado y de la muerte. Dios verdadero de Dios verdadero, redimid a vuestros siervos, y vea toda carne a quien le trae la salud. Recibid para vuestro obsequio a vuestra esclava, que se siente y insuficiente para serviros. Hacedme, Hijo mío, tal como queréis que sea con vos.- Luego María, se presto a ofrecer al Unigénito al eterno Padre, y dijo: Altísimo Creador de todo el universo, aquí está el altar y el sacrificio aceptable a vuestros ojos. Desde esta hora, Señor mío, mirad al linaje humano con misericordia, y cuando merezcamos vuestra indignación, tiempo es de que se aplaque con vuestro Hijo y mío. Descanse ya la justicia, y magnifíquese vuestra misericordia, pues para esto se ha vestido el Verbo Divino en la similitud de la carne del pecado y se ha hecho hermano de los mortales y de los pecadores.- Por este título los reconozco por hijos y pido con lo íntimo de mi corazón por ellos. Vos, Señor poderoso, me habéis hecho Madre de vuestro Unigénito sin merecerlo, porque esta dignidad es sobre todos merecimientos de criaturas, pero debo a los hombres en parte la ocasión que han dado a mi incomparable dicha, pues por ellos soy Madre del Verbo humanizado pasible y Redentor para toda la humanidad. No les negaré mi amor, mi cuidado y desvelo para su remedio. Recibid, eterno Dios, mis deseos y peticiones para lo que es de vuestro mismo agrado y voluntad.- Convirtiese también la Madre de Misericordia a todos los mortales, y hablando con ellos dijo: Consuélense los afligidos, alégrense los desconsolados, levántense los caídos, pacifíquense los turbados, resuciten los muertos, letifíquense los justos, alégrense los santos, reciban nuevo júbilo los Espíritus Celestiales, alíviense los profetas y patriarcas del LIMBO y todas las generaciones alaben y magnifiquen al Señor que renovó sus maravillas. Venid, venid, pobres; llegad, párvulos, sin temor, que en mis manos tengo hecho cordero manso al que se llama león; al poderoso, al flaco; al invencible, al rendido. Venid por la vida, llegad por la salud, acercaos por el descanso eterno, que para todos le tengo y se os dará de balde y lo comunicaré sin envidia. No queráis ser tardos y pesados de corazón. Oh hijos de los hombres. Y vos, dulce bien de mi alma, dadme licencia para que reciba de vos aquel deseado ósculo de todas las criaturas. Acto seguido, la felicísima Madre aplicó sus divinos y castísimos labios a las caricias tiernas y amorosas del niño Dios, que las esperaba como Hijo suyo verdadero.- 162 Y sin dejarle de sus brazos, sirvió de altar y de sagrario donde los Ángeles en forma humana adoraron a su Creador hecho hombre. Y como la Divina Trinidad asistía con especial modo al nacimiento del Verbo encarnado, quedó el Cielo como desierto de sus moradores, porque toda aquella corte invisible se trasladó a la feliz cueva de Belén y adoró también a su Creador en hábito nuevo y peregrino. Y en su alabanza entonaron los Ángeles con aquel nuevo cántico que decía: Gloria a Dios en el Cielo y en la Tierra, y Paz a los hombres de buena voluntad. Y con dulcísima y sonora armonía, la repitieron varias veces, admirados todos los Ángeles, de las nuevas maravillas que veían puestas en ejecución y de la indecible prudencia, gracia, humildad y hermosura de una doncella tierna de quince años, depositaría y ministra digna de tales y de tantos sacramentos.- Ya era hora que la prudentísima y advertida María, llamase a su esposo José, que en debida distancia, se encontraba José. Que como estaba en divino éxtasis, donde conoció por revelación todos los misterios del sagrado parto que en aquella noche se celebraron, convenía también que José, con los sentidos corporales viese, tratase, adorase y reverenciase al Verbo humanizado, antes que ningún otro de los mortales, pues él solo era entre todos escogido para despensero fiel de tan alto sacramento. José, Volvió del éxtasis mediante la voluntad de su Esposa María, y restituido en sus sentidos, lo primero que vio, fue al niño Dios en los brazos de su Madre, arrimado a su rostro y pecho. Allí le adoró José con profundísima humildad y lágrimas en todo su rostro.- José, le besó los pies con nuevo júbilo y admiración, que le arrebatara y disolviera la vida, si no le conservara la virtud Divina, y los sentidos perdiera, si no fuera necesario usar de ellos en aquella ocasión.- La primera vez que José recibió al Niño Dios en sus brazos, le dijo María: Esposo y amparo mío, recibid en vuestros brazos al Creador del Cielo y de la Tierra y gozad de su amable compañía y dulzura, para que mi Señor y Dios tenga en vuestro obsequio sus regalos y delicias. Tomad el tesoro del Eterno Padre y participad del beneficio del linaje humano.- Y hablando María interiormente con el niño Dios le dijo: Amor dulcísimo de mi alma y lumbre de mis ojos, descansad en los brazos de vuestro siervo y amigo José mi esposo; tened con él vuestros regalos y por ellos disimulad mis groserías. Siento mucho estar sin vos un solo instante, pero a quien es digno quiero sin envidia comunicar el bien que con verdad recibo. El feliz José, reconociendo su nueva dicha, se humilló hasta la tierra y respondió: Reina y Señora del Cielo y de la Tierra, esposa mía, ¿cómo yo, indigno, me atreveré a tener en mis brazos al mismo Dios en cuya presencia tiemblan las columnas del Cielo ¿Cómo este vil gusanillo tendrá ánimo para admitir tan peregrino favor? Polvo y ceniza que soy, pero vos, Señora, suplicar por mi torpeza y pedid a Su Alteza que me mire con clemencia y me disponga con su gracia.- José, entre el deseo de recibir al Niño Dios y el temor reverencial que detenía José, hizo actos heroicos de amor, de fe, de humildad y profunda reverencia, y con ella un temblor prudentísimo, puesto de rodillas, le recibió de las manos de su Madre María, derramando dulcísimas y copiosas lágrimas de júbilo y de alegría, tan nueva para el dichoso José, como lo era el beneficio.- 163 El niño Dios le miró con semblante caricioso y al mismo tiempo le renovó a José, todo en el interior con tan divinos efectos. Hizo José nuevos cánticos de alabanza, hallándose enriquecido con tan magníficos beneficios y favores. Y después que por algún tiempo había gozado su espíritu de los efectos dulcísimos que recibió de tener en sus manos al mismo Señor que en la suya encierra los cielos y la tierra, se lo devolvió a la feliz y dichosa Madre, estando ambos, María y José arrodillados para dárselo José y recibirlo María. Y con esta reverencia le tomaba siempre y le dejaba de sus brazos la Señora, y lo mismo hacía su esposo cuando le tocaba esta dichosa suerte. Y antes de llegar a Su Majestad, hacían tres flexiones, besando la tierra con actos heroicos de humildad, culto y reverencia que ejercitaban la Reina y el bienaventurado José, cuando le daban y recibían del uno a otro.- Cuando la Madre juzgó que ya era tiempo de darle el pecho, con humilde reverencia pidió licencia a su mismo Hijo, porque si bien le debía alimentar como a Hijo y hombre verdadero, le miraba juntamente como al verdadero Dios y Señor y conocía la distancia del ser divino infinito, de su pura criatura, como ella era. Y como esta ciencia en la prudentísima Virgen era indefectible, sin mengua ni intervalo, ni una pequeña inadvertencia no tuvo nunca María. Siempre atendía a todo y comprendía y obraba con plenitud lo más alto y perfecto, y así cuidaba de alimentar, servir y guardar a su niño Dios, no con conturbada solicitud, sino con incesante atención, reverencia y prudencia, causando nueva admiración a los mismos Ángeles, cuya ciencia no llegaban a comprender, las heroicas obras de una doncella tierna y niña. Y como siempre la asistían corporalmente desde que estuvo en la cueva del nacimiento, la servían y administraban en todas las cosas que le eran necesarias para el obsequio del Niño Dios y de la misma Madre.- Y todos juntos estos misterios son tan dulces y admirables y tan dignos de nuestra atención y memoria, que no podemos negar cuan reprensible es nuestra grosería en olvidarlos y cuan enemigos somos de nosotros mismos privándonos de su memoria y los divinos efectos que con ella sienten los hijos fieles y agradecidos.- Luego que José adoró al niño, la Madre pidió licencia a su mismo Hijo para sentarse, que hasta entonces había estado de rodillas, administrándole José, los fajos y pañales que traían, le envolvió en ellos con incomparable reverencia, devoción y aliño, y así empañado Jesús y fajado, con sabiduría Divina le reclinó María en el pesebre.- Aplicando algunas pajas, heno y una piedra, para acomodarle en el primer lecho que tuvo Dios hombre en la tierra, fuera de los brazos de su Madre. Vino luego, por voluntad de María, de aquellos campos un buey con suma presteza, y entrando en la cueva se juntó a la jumentilla, que la misma María había llevado. Y María les mandó que adorasen con la reverencia que podían y reconociesen a su Creador. Obedecieron los humildes animales al mandato de María y se postraron ante el niño y con su aliento le calentaron y sirvieron con el obsequio que le negaron los hombres. Así estuvo Dios hecho hombre envuelto en paños, reclinado en el pesebre entre dos animales, y se cumplió milagrosamente la profecía: que conoció el buey a su dueño y la jumentilla, al pesebre de su señor, y no lo conoció Israel, ni su pueblo tuvo inteligencia.- Habiendo celebrado los Cortesanos del Cielo en el portal de Belén el nacimiento de su Dios humanizado, fueron luego despachados algunos de ellos por el mismo Señor a diversas partes, para que evangelizasen las dichosas nuevas a los que según la divina voluntad estaban dispuestos para oírlas. 164 El Arcángel Miguel fue hasta los Santos Padres del LIMBO y les anunció cómo el Unigénito del Padre Eterno hecho hombre había ya nacido y quedaba en el mundo y en un pesebre entre animales, humilde y manso cual ellos le habían profetizado. Y especialmente habló a los Santos Joaquín y Ana de parte de la dichosa Madre, porque ella misma se lo ordenó, y les dio la enhorabuena de que ya tenía en sus brazos al deseado de las gentes el pronunciado de todos los profetas y patriarcas. Fue el día de mayor consuelo y alegría que en su largo destierro habían tenido toda aquella gran congregación de Justos y Santos. Y reconociendo todos al nuevo Hombre y Dios verdadero por autor de la salud eterna, hicieron nuevos cánticos en su alabanza y le adoraron y dieron culto. Joaquín y Ana, por medio del paraninfo del Cielo y mediante el Arcángel Miguel, pidieron a María su hija que en su nombre reverenciasen al niño Dios, fruto bendito de su virginal vientre, y así lo hizo luego la María, oyendo con extremado júbilo todo lo que el Arcángel Miguel le refirió de parte de sus padres, que esperaban en el LIMBO.- Otro Ángel de los que guardaban y asistían a María, fue enviado hasta su prima Isabel y su hijo Juan Bautista, y habiéndoles anunciado la nueva natividad del Redentor, la prudente matrona con su hijo, aunque era tan niño y tierno, se postraron en tierra y adoraron a su Dios humanizado en espíritu y verdad. Y el niño que estaba consagrado para su precursor fue renovado interiormente con nuevo espíritu más inflamado que el de Elías, causando estos misterios en los mismos Ángeles nueva admiración y alabanza. Pidieron también Juan Bautista y su madre a María, por medio de los Ángeles, que en nombre de los dos adorasen a su Hijo santísimo y los ofreciese de nuevo a su servicio; y todo lo cumplió luego María.- Con este aviso despachó luego Isabel para su prima María, un propio hacia Belén y con él envió un regalo a la feliz Madre del niño Dios, que fue algún dinero, lienzo y otras cosas para abrigo del recién nacido y de su pobre Madre y esposo. Para que con ellos se visitasen a su prima y a José y que atendiese a la comodidad y necesidad que tuviesen, y de esto y su salud trajese nuevas ciertas. No tuvo este hombre más noticia del sacramento que sólo lo exterior que vio y reconoció, pero admirado y tocado de una fuerza Divina volvió renovado interiormente y con júbilo admirable contó a Isabel la pobreza y agrado de su deuda y del niño y José, y los efectos que de verlo todo había sentido; y en el corazón dispuesto de la piadosa matrona fueron admirables los que obró tan sincera relación. Y si no interviniera la voluntad divina para el secreto y recato de tan alto sacramento, no se pudiera contener para dejar de visitar a la Madre Virgen y al niño Dios recién nacido. De las cosas que les envió tomó alguna parte María, para suplir en algo la pobreza en que se hallaba, y lo demás lo distribuyó con los pobres; que de éstos no quiso le faltase compañía los días que estuvo en el la cueva del nacimiento. Fueron también enviados, otros Ángeles que estaban al servicio y custodia de María y del Niño, para dar las mismas nuevas a Zacarías, a Simeón y a Ana la Profetisa, y a otros algunos justos y santos de quienes se pudo fiar el nuevo misterio de la redención para la humanidad; porque hallándolos el Señor dignamente prevenidos para recibirle con alabanza y fruto, parecía como deuda a su virtud no ocultarle el beneficio que se concedía al linaje humano. Y aunque no todos los justos de la tierra conocieron entonces este sacramento, pero en todos hubo algunos efectos Divinos en la hora que nació el Salvador del mundo, porque todos los que estaban en gracia sintieron interior júbilo, nuevo y sobrenatural, ignorando su causa en particular. Y no sólo hubo mutaciones en los Ángeles y en los justos, sino en otras criaturas insensibles, porque todas las influencias de los planetas se renovaron y mejoraron. El sol apresuró mucho su curso, las estrellas dieron mayor resplandor, y para los Reyes magos se formó aquella noche la milagrosa estrella que los encaminó hacia Belén; muchos árboles dieron flor y otros frutos, algunos templos de ídolos se arruinaron y otros ídolos cayeron y salieron de ellos demonios. Y de todos estos milagros, y otros que fueron manifiestos al mundo aquel día, daban diferentes causas los hombres desatinando en la verdad.- 165 |