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Laguna de Negrillos - Leon

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España > Leon > Laguna de Negrillos
07-07-14 06:39 #12128351
Por:j vicente futuro fut

El velo que cubre los Misterios de la Biblia se ha retirado. 78ª Sección
Pero no son menos admirables, aunque más ocultos, otros efectos muy contrarios a los que he dicho, que el mismo Espíritu divino obró este día en Jerusalén. Sucedió, pues, que con el espantoso trueno y vehemente conmoción del aire y relámpagos en el que vino el Espíritu Santo, turbó y atemorizó a todos los moradores de la ciudad de Jerusalén y enemigos del Señor, respectivamente a cada uno según su maldad y perfidia. Se señaló este castigo con todos cuantos fueron actores y concurrieron en la muerte de nuestro Salvador, particularizándose y airándose en malicia y rabia. Todos éstos cayeron en tierra por tres horas, dando con su cabeza contra la tierra. Y los que azotaron a Su Majestad murieron luego todos, ahogados de su propia sangre, que del golpe que recibieron en su cabeza, se les movió el cerebro y su cabeza se trasvenó con un derrame producido por el golpe hasta sofocarlos, por la que con tanta impiedad derramaron. El atrevido que dio la bofetada a Su Majestad Jesucristo, no sólo murió repentinamente, sino que fue lanzado en el infierno en alma y cuerpo. Otros de los judíos, aunque no murieron, quedaron castigados con intensos dolores y algunas enfermedades abominables. Este castigo fue notorio en toda Jerusalén, aunque los pontífices y fariseos pusieron gran diligencia en desmentirlo, como lo hicieron en la Resurrección del Salvador; pero como esto no era tan importante no lo escribieron los Apóstoles ni Evangelistas, y la confusión de la ciudad y la multitud lo olvidó luego.-

Pasó también el castigo y el temor hasta el infierno, donde los demonios le sintieron con nueva confusión y opresión, que les duró tres días, como a los judíos estar en tierra tres horas. Y en aquellos días estuvieron Lucifer y sus demonios dando formidables aullidos, con que todos los condenados recibieron nueva pena y aterramiento de confusísimo dolor. ¡Oh Espíritu inefable y poderoso! La Iglesia Santa os llama dedo de Dios, porque procedéis del Padre y del Hijo como el dedo del brazo y del cuerpo, pero en esta ocasión se me ha manifestado que tenéis el mismo poder infinito con el Padre y con el Hijo. En un mismo tiempo con vuestra real presencia se movieron cielo y tierra con efectos tan disímiles en todos sus moradores, pero muy semejantes a los que sucederán el día del juicio. A los santos y a los justos llenasteis de vuestra gracia, dones y consolación inefable, y a los impíos y soberbios castigasteis y llenasteis de confusión y penas.-

Verdaderamente veo aquí cumplido lo que dijisteis por el Rey y Profeta David, que sois Dios de venganzas y libremente obráis dando la retribución digna a los malos, porque no se gloríen en su malicia injusta ni digan en su corazón que no lo veréis ni entenderéis, redarguyendo y castigando sus pecados.-

Entiendan, pues, los insipientes del mundo y sepan los soberbios de la tierra que conoce el Altísimo los pensamientos vanos de todos los hombres y que si con los justos es liberal y suavísimo, con los impíos y malos es rígido y justiciero para su castigo. Le tocaba al Espíritu Santo hacer lo uno y lo otro en esta ocasión. Porque procedía del Verbo, que se humanizó por los hombres y murió para redimirlos y padeció tantos oprobios y tormentos sin abrir su boca ni dar retribución de estas deshonras y desprecios. Y bajando al mundo el Espíritu Santo, era justo que volviera por la honra del mismo Verbo humanizado y, aunque no castigara a todos sus enemigos, pero en el castigo de los más impíos quedara señalado el que merecían todos los que con dura perfidia le habían despreciado, si con darles lugar no se reducían a la verdad con verdadera penitencia. A los pocos que habían admitido al Verbo humanizado, siguiéndole y oyéndole como Redentor y Maestro, y a los que habían de predicar su fe y doctrina, era justo premiarlos y disponerlos con favores proporcionados para el ministerio de plantar la Nueva Iglesia y Ley Evangélica. Si Cristo bajó del Cielo para estar con su esposa la Iglesia, consiguiente parecía que bajase el Espíritu Santo por María, no menos esposa suya que Cristo de la Iglesia y no la amaba menos que el Verbo humanizado a la Iglesia.-
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El Globo resplandeciente, a la vista de toda Jerusalén.-
Con las señales tan visibles y notorias que descendió el Espíritu Santo sobre los Apóstoles se conmovió toda la ciudad de Jerusalén con sus moradores, admirados de la novedad nunca vista, y corriendo la voz de que se había visto el Globo, sobre la casa del cenáculo concurrió a ella toda la multitud del pueblo para saber en persona, todo lo sucedido. Se celebraba aquel día una de las fiestas o pascuas de los hebreos, y así por esto como por especial dispensación del Cielo, estaba la ciudad llena de forasteros y extranjeros de todas las naciones del mundo, a quienes el Altísimo quería hacer manifiesta aquella nueva maravilla y los principios con que comenzaba a predicarse y dilatarse la nueva ley de gracia, que el Verbo humanizado Jesucristo Redentor y Maestro había ordenado para la salvación de todos los hombres.-

Los Apóstoles, que con la plenitud de los dones del Espíritu Santo estaban inflamados en caridad, sabiendo que la ciudad de Jerusalén concurría a las puertas del cenáculo, pidieron licencia a su Reina y Maestra para salir a predicarles, porqué tanta gracia no podía estar por más tiempo sin ser conocida ni compartida, era para darla en beneficio de todas las almas y nueva gloria del Autor. Salieron todos de la casa del cenáculo y puestos a vista de toda la multitud comenzaron a predicar los misterios de la fe y salvación eterna. Y como hasta aquella hora habían estado encogidos y retirados y entonces salieron con tan impensado esfuerzo y sus palabras salían de sus bocas como rayos de nueva luz y fuego que penetraban en los oyentes, quedaron todos admirados y como atónitos de tan peregrina novedad nunca vista ni oída en el mundo. Se miraban unos a otros y con asombro se preguntaban y decían: ¿Qué es este Globo que vemos y que resplandece con tanta luz? ¿Por ventura todos éstos que nos hablan no son galileos? Pues, ¿cómo los oímos cada uno en nuestra propia lengua en la que hemos nacimos? Los judíos y prosélitos, los romanos, latinos, griegos, cretenses, árabes, partos, medos y todos los demás de diversas partes del mundo los oímos hablar y entendemos en nuestras lenguas .¡Oh grandezas de Dios! ¡Qué admirable es en sus obras!

Esta maravilla, de que todas las naciones de tan diversas lenguas como estaban en Jerusalén oyesen hablar a los Apóstoles cada nación en su lengua, les causó grande asombro, junto con la doctrina que predicaban. Pero advierto que, si bien cada uno de los Apóstoles con la plenitud de ciencia y dones que recibieron gratuitos quedaron sabios y capaces para hablar en todas las lenguas de las naciones, porque así fue necesario para predicarles el Evangelio, pero en esta ocasión los Apóstoles no hablaron más de en la lengua de Palestina y hablando ellos y articulando sola ésta eran entendidos por todas las naciones, porque la voz salía del propio Globo que veían, en todas las lenguas de todas las naciones allí presentes como si a cada uno le hablaran en su propia lengua; de manera que la voz de cada uno de los Apóstoles, que estos articulaban en lengua hebrea, llegaba a los oídos de los oyentes en la lengua propia de su nación. Y éste fue el milagro que hizo Dios entonces, para que mejor fuesen entendidos y admitidos de tan diversas gentes. Y la razón fue, porque no repetía el misterio que predicaba Pedro en cada lengua de los que allí estaban oyéndole; sola una vez la predicaban y aquélla oían y entendían todos cada cual en su lengua propia, y lo mismo sucedía a los demás Apóstoles. Porque, si cada uno hablara en la lengua del que le oía, era necesario que repitiese por lo menos diecisiete veces las palabras para otras tantas naciones que refiere el Apóstol Lucas.-
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Los Apóstoles estaban en el auditorio, y cada uno entendía su lengua materna; y en esto se gastaría más tiempo de lo que se colige del texto sagrado, y sería de gran confusión y molestia repetir tantas veces lo mismo o hablar a un mismo tiempo tantas lenguas cada uno, ni el milagro fuera para nosotros tan inteligible como el que he declarado.-

Las naciones que oían a los Apóstoles no entendieron la maravilla, aunque se admiraron de oír cada uno en su idioma nativo y propio. Y lo que el texto de Lucas dice, que los Apóstoles comenzaron a hablar en varias lenguas, es porque al punto las entendieron y luego, más tarde, si hablaron los Apóstoles en todas ellas.-

Pedro el Apóstol, para convencerlos, tomó la palabra, como cabeza de la Nueva Iglesia, y hablando en más alta voz les dijo: Varones que sois judíos y los que vivís en Jerusalén, oíd mis palabras, y sea notorio a todos vosotros cómo éstos que están conmigo no están embriagados del vino, como vosotros queréis imaginar, y algunos decís, pues aún no es pasada la hora del mediodía, cuando los hombres suelen cometer este desorden. Pero sabed todos que se ha cumplido en ellos lo que tiene Dios prometido por el Profeta Joel cuando dijo: Sucederá que en los futuros tiempos, que yo derramaré mi espíritu sobre toda carne y profetizarán vuestros hijos y vuestras hijas, y los jóvenes y ancianos tendrán visiones y sueños divinos. Y daré mi espíritu a mis siervos y siervas, y haré prodigios en el cielo y maravillas en la tierra, antes que venga el día del Señor grande y manifiesto. Y el que invocare el nombre del Señor, aquél será salvo.-

Oíd, pues, israelitas mis palabras: Vosotros sois quien quitasteis la vida a Jesús Nazareno por mano de los inicuos, siendo varón santo y aprobado de Dios con virtudes, prodigios y milagros que obró en vuestro pueblo, de que habéis sido testigos y sabedores. Y Dios le resucitó de entre los muertos, conforme a las profecías de David; que no pudo hablar de sí mismo el santo Rey, pues vosotros tenéis el sepulcro donde está su cuerpo, pero como Profeta habló de Cristo, y nosotros somos testigos de haberle visto resucitado y subir a los cielos en su misma virtud para sentarse a la diestra del Padre, como también el mismo David dejó profetizado. Entiendan los incrédulos estas palabras y verdades que quieren negar, a que se opondrán las maravillas del Altísimo que obrará en nosotros sus siervos en testimonio de la doctrina de Cristo y de su admirable Resurrección. Entienda, pues, toda la casa de Israel y conozca con certeza que este Jesús, a quien vosotros crucificasteis, le hizo Dios su Cristo ungido y Señor de todo y lo resucitó al tercer día después de estar muerto. Oyendo estas razones se compungieron los corazones de muchos de los que allí estaban y con grande llanto preguntaron a Pedro y a los otros Apóstoles qué podrían hacer para su propio remedio. Y prosiguiendo Pedro les dijo: Haced verdadera penitencia y recibid el bautismo en nombre de Jesús, con que serán perdonados vuestros pecados y recibiréis también el Espíritu Santo; porque esta promesa se hizo para vosotros, para vuestros hijos y para los que están más lejos, que traerá y llamará el Señor. Procurad, pues, ahora aprovecharos del remedio y ser salvos con desviaros de esta perversa e incrédula generación.-

Otras muchas palabras de vida les predicó Pedro y los demás Apóstoles, con que los judíos y los demás incrédulos quedaron muy confusos y como nada pudieron responder se alejaron y retiraron del cenáculo. Pero los que admitieron la verdadera doctrina y fe de Jesucristo fueron de tres mil en esta ocasión, y todos se juntaron a los Apóstoles y fueron bautizados por ellos con gran temor y terror de todo Jerusalén, porque los prodigios y maravillas que obraban los Apóstoles pusieron grande espanto y miedo a los que no creían.-
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Los tres mil que se convirtieron este día con el primer sermón de Pedro, eran de todas las naciones que en ese momento se encontraban en Jerusalén, para que luego alcanzase a todas las gentes el fruto de la Redención y de todas se agregase una Iglesia y a todos se extendiese la gracia del Espíritu Santo sin excluir a ningún pueblo ni nación, pues de todas ellas se había de componer la universal Iglesia. Muchos fueron de los judíos que con piedad y compasión habían seguido a Cristo nuestro Salvador y atendido a su pasión y muerte. Y también se convirtieron algunos, aunque muy pocos, de los que habían intervenido en ella, porque no se dispusieron más, que si lo hicieran todos fueran admitidos a la misericordia y perdonados de su error. Acabado el sermón se retiraron los Apóstoles aquella tarde al cenáculo con gran parte de la multitud de los nuevos hijos de la Iglesia, para dar cuenta de todo a María y que la conociesen y venerasen los nuevos convertidos a la fe.-

María es presentada a los fieles.-
El Apóstol Pedro habló a los recién convertidos y les dijo: Hermanos míos y siervos del Altísimo, ésta es María, la Madre de nuestro Redentor y Maestro Jesús, cuya fe habéis recibido y admitido, reconociéndole por Dios y Hombre verdadero. Ella le dio la forma humanizada concibiéndole en sus entrañas, y salió de ellas quedando virgen antes del parto, en el parto y después del parto; recibidla por Madre, por amparo y mediadora vuestra, que por ella recibiréis vosotros y nosotros la luz, el consuelo, el remedio para nuestros pecados y miserias. Con esta exhortación del Apóstol y vista de María recibieron aquellos nuevos fieles admirables efectos de interior luz y consolación, porque este privilegio de hacer grandes beneficios interiores y dar luz particular a los que con piedad y veneración la miraban se le aumentó y renovó cuando estuvo en el Cielo a la diestra de su Hijo. Y como todos aquellos creyentes recibieron este favor con la presencia de la gran Señora, se postraron a sus pies y con lágrimas la pidieron les diese la mano y la bendición a todos. Pero la humilde y prudente Reina se excusó de hacerlo por estar presentes los Apóstoles, que eran Sacerdotes, y Pedro Vicario de Jesucristo, hasta que el mismo Apóstol la dijo: Señora, no neguéis a estos fieles lo que su piedad pide para consuelo de sus almas.-

Obedeció María y les dijo: Hermanos míos en el Señor, dad gracias y alabad de todo corazón al Omnipotente Dios, porque de entre los demás hombres os ha traído y llamado al camino verdadero de la eterna vida con la noticia de la FE que habéis recibido. Estar firmes en ella para confesarla de todo corazón y para oír y creer todo lo que contiene la ley de gracia, como la ordenó y enseñó su verdadero Maestro Jesús, mi Hijo y vuestro Redentor, y para oír y obedecer a sus Apóstoles que os enseñarán y catequizarán, y por el bautismo seréis señalados con la señal y carácter de hijos del Altísimo. Yo me ofrezco por sierva vuestra, para asistiros en todo lo que fuere necesario para vuestro consuelo, y rogaré por vosotros a mi Hijo y Dios eterno y le pediré os mire como piadoso padre y os manifieste la alegría de su rostro en la felicidad verdadera y ahora os comunique su gracia.-

Con esta dulcísima exhortación quedaron aquellos nuevos hijos de la Iglesia confortados, llenos de luz, veneración y admiración de lo que concibieron de la Señora del mundo, y pidiéndola de nuevo su bendición se despidieron aquel día de su presencia, renovados y mejorados con admirables dones de la diestra del Altísimo. Los Apóstoles y discípulos desde aquel día continuaron sin intermisión la predicación y maravillas y catequizaron no sólo a los tres mil que se convirtieron el día de Pentecostés, sino a otros muchos que cada día recibían la fe. Y porque venían de todas las naciones, hablaban y catequizaban a cada uno en su propia lengua, porque después de la venida del Espíritu Santo, NO ese mismo día, si hablaron más tarde los Apóstoles del Señor en varias lenguas. Y no sólo recibieron esta gracia los Apóstoles, pero, aunque en ellos fue mayor y más señalada, también la recibieron los discípulos y todos los ciento y veinte que estaban en el cenáculo y las mujeres santas que recibieron el Espíritu Santo.Y así fue necesario entonces; porque era grande la multitud de las que venían a la fe.
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Y aunque todos los varones y muchas mujeres iban a los Apóstoles, pero otras muchas después de oírlos acudían a María Magdalena y a sus compañeras y ellas las catequizaban, enseñaban y convertían a otras que llegaban a la fama de los milagros que María Magdalena y algunas mujeres también hacían; porque esta gracia también se comunicó a estas mujeres, que curaban todas las enfermedades con sólo poner las manos sobre las cabezas, daban vista a ciegos, lengua a los mudos, pies a los tullidos y vida a muchos muertos. Y aunque todas éstas y otras maravillas, lo hacían principalmente los Apóstoles, pero unos y otros admiraban a Jerusalén y la tenían puesta en asombro, sin que se hablase de otra cosa sino de los prodigios y predicación de los Apóstoles de Jesús y de sus discípulos y seguidores de su Nueva Doctrina.-

Se extendía la fama de esta novedad hasta fuera de la ciudad, porque ninguno llegaba con enfermedad que no fuese sano de ella. Y fueron entonces más necesarios estos milagros, no sólo para la confirmación de la nueva Ley y FE de Jesucristo, sino también porque el deseo natural que tenían los hombres de la vida y salud corporal los estimulase para que viniendo a buscar la mejoría de los cuerpos oyesen las palabras divinas y volviesen sanos de cuerpo y de alma, como sucedía comúnmente a cuantos llegaban a ser curados por los Apóstoles.

Con esto se multiplicaba cada día el número de los creyentes, cuyo fervor en la fe y caridad era tan ardiente, que todos comenzaron a imitar la pobreza de Cristo, despreciando las riquezas y haciendas propias, ofreciendo cuanto tenían a los pies de los Apóstoles, sin reservar ni reconocer cosa alguna por suya. Y por este modo hizo María tan raros beneficios y tan grandes favores a innumerables almas, que no se pueden conocer en esta vida.-

Ninguno de los que la divina Maestra informó y catequizó en la fe se condenó, aunque fueron muchos a los que alcanzó esta feliz suerte, porque entonces, y después todo lo que vivieron, hizo especial oración María por todos ellos, y todos sus nombres, fueron escritos en el libro de la vida. Y para obligar a su Hijo santísimo le decía: Señor mío y vida de mi alma, por vuestra voluntad y agrado volví al mundo para ser Madre de vuestros hijos y mis hermanos los fieles de Vuestra Iglesia. No cabe en mi corazón que se pierda el fruto de vuestra sangre, de infinito precio, en estos hijos que solicitan mi intercesión, ni han de ser infelices por haberse valido de este humilde gusanillo de la tierra para inclinar Vuestra clemencia. Admitidlos, Hijo mío, en el número de vuestros predestinados y amigos para Vuestra gloria. A estas peticiones la respondió luego el Señor y la dijo: Que se haría lo que pedía.-
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