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Laguna de Negrillos - Leon

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España > Leon > Laguna de Negrillos
23-05-14 06:22 #12054665
Por:j vicente futuro fut

El velo que cubre los Misterios de la Biblia se ha retirado. 34ª Sección
Sólo entre los justos hubo muchos que con impulso Divino sospecharon o creyeron que Dios había venido al mundo, aunque con certeza nadie lo supo, fuera de aquellos a quienes Él mismo así se lo reveló. Entre ellos fueron los tres Reyes Magos, a quienes enviaron otros Ángeles de los custodios de María, que a cada uno singularmente, donde se encontraban en las distintas partes del oriente, les revelaran intelectualmente por habla interior, de cómo el Redentor del linaje humano había nacido en la pobreza y en la humildad. Y con esta revelación se les infundieron nuevos deseos de buscarle y adorarle, y luego vieron los Reyes Magos, la señalada estrella que los encaminó hacia Belén.-

Entre todos los elegidos, fueron muy dichosos los pastores de aquella región, que desvelados guardaban sus rebaños a la misma hora del nacimiento del Hijo de Dios. Y no sólo porque velaban con aquel honesto cuidado y trabajo que padecían por Dios, mas también porque eran pobres, humildes y despreciados del mundo, justos y sencillos de corazón, eran de los que en el pueblo de Israel esperaban con fervor y deseaban la venida del Mesías, y de ella hablaban y conferían repetidas veces. Tenían mayor semejanza con el autor de la vida, tanto cuanto eran más disminuidas de belleza, vanidad y ostentación mundana y lejos de su diabólica astucia. Representaban con estas nobles condiciones el oficio que venía a ejercer el Buen Pastor, a reconocer a sus ovejas y ser de ellas reconocido. Por estar en tan conveniente disposición, merecieron ser citados y convidados como primicias de los Santos por el mismo Señor, para que entre los mortales fuesen ellos los primeros a quien se manifestase y comunicase el Verbo eterno humanizado, y de quien se diese por alabado, servido y adorado. Para esto fue enviado el Arcángel Gabriel y, hallándolos en su vigilia, se les apareció en forma humana visible con gran resplandor de candidísima luz que su cuerpo despedía.-

Se hallaron los pastores repentinamente rodeados y bañados de esta Celestial luz y resplandor, y con la vista del Arcángel, como poco ejercitados en tales revelaciones, temieron con gran pavor. Y el santo príncipe los animó, y les dijo: Hombres sinceros, no temáis, que os Evangelizo un gran gozo, y es que para vosotros ha nacido hoy el Salvador Cristo Señor nuestro en la ciudad de David. Y os doy por señal de esta verdad, que hallaréis al infante envuelto en paños y puesto en un pesebre.-

A estas palabras del Santo Arcángel Gabriel, sobrevino de improviso gran multitud de Celestial milicia, que con dulces voces y armonía alabaron al Muy Alto, y dijeron: Gloria en las
alturas a Dios y paz en la tierra a los hombres de buena voluntad. Y repitiendo este divino cántico tan nuevo en el mundo, y desaparecieron los Santos Ángeles; sucediendo todo esto en la cuarta vigilia de la noche.-

Con esta visión Angélica, quedaron los humildes y dichosos pastores llenos de luz divina, encendidos y fervorosos, con deseo uniforme de lograr su felicidad y llegar a reconocer con sus ojos el misterio altísimo que ya habían recibido, de parte de los Ángeles.-

Las señas que les dio el Ángel no parecían muy a propósito ni proporcionadas con los ojos de la carne para la grandeza del recién nacido; porque al estar en un pesebre envuelto en humildes y pobres paños, no fueran indicios eficaces para conocer la majestad de Rey, si no la penetraran con divina luz, de que fueron ilustrados y enseñados. Y porque estaban desnudos de la arrogancia y sabiduría mundana, estos pastores fueron brevemente instruidos en la divina. Y confiriendo entre sí mismos lo que cada uno sentía de la nueva embajada, se determinaron de ir a toda prisa a Belén y ver la maravilla que habían oído de parte del Señor.-
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Partieron luego sin dilación, y entrando en la cueva, hallaron estos buenos pastores a María, a José y al infante reclinado en el pesebre. Y viendo todo esto, conocieron la verdad de lo que habían oído del niño. A esta experiencia y visión se siguió una ilustración interior que recibieron con la vista del Verbo humanizado; porque cuando los pastores pusieron en él los ojos, el mismo niño divino también los miró, despidiendo de su rostro grande resplandor, con cuyos rayos resplandecientes, hirió el corazón sencillo de cada uno de aquellos pobres y felices hombres, y con eficacia divina los tocó y renovó en ellos un nuevo ser de gracia y santidad, dejándolos elevados y llenos de ciencia divina de los misterios altísimos de la encarnación y redención del linaje humano.-

Se postraron estos pastores, todos en tierra y adoraron al Verbo humanizado, y no ya como hombres rústicos e ignorantes, sino como sabios y prudentes le alabaron, confesaron y engrandecieron por verdadero Dios y hombre, Reparador y Redentor del linaje humano. La Madre del infante Dios estaba atenta a todo lo que decían, hacían y obraban los pastores, exterior e interior, por que penetraba en lo íntimo de sus corazones. Y con altísima sabiduría y prudencia confería y guardaba todas estas cosas en su pecho. Y como ella era entonces el órgano del Espíritu Santo y la lengua del infante, habló a los pastores y los instruyó, amonestó y exhortó a la perseverancia en el amor divino y servicio del Altísimo. Ellos también la preguntaron a su modo y respondieron muchas cosas de los misterios que habían conocido; y estuvieron en la cueva desde el amanecer hasta después del mediodía, que habiéndoles dado de comer María a todos ellos, los despidió llenos de gracias y consolación celestial.-

En los días que estuvieron en la cueva, María, el Niño Dios y José, volvieron algunas veces a visitarlos estos Santos Pastores y les trajeron algunos regalos de lo que en su pobreza les alcanzaba. Y lo que el Evangelista Lucas dice, que se admiraban los que oyeron hablar a los pastores de lo que habían visto, esto no sucedió hasta después que María con el Niño Dios y José se fueron y se alejaron de Belén; porque así dispuso la divina sabiduría y que no lo pudiesen publicar antes de la marcha los pastores. Y no todos los que los oyeron les dieron crédito, juzgándolos algunos por gente rústica e ignorante, pero ellos fueron santos y llenos de ciencia divina hasta su muerte natural. Entre los que les dieron crédito fue Herodes, aunque no por fe ni piedad santa, sino por el temor mundano y pésimo de perder su reino.-

Y entre los niños que Herodes mandó quitar la vida, fueron algunos hijos de estos santos hombres, que también merecieron esta grande dicha, y sus padres los ofrecieron con alegría al martirio, que ellos deseaban, y a padecer por el Señor que ellos ya conocían.-

Lo que se le ocultó a Lucifer, sobre del nacimiento del Hijo de Dios.-
Si Lucifer, conociera con certeza que Cristo era Dios verdadero, es evidente que no le procurara la muerte, antes se la impidiera. En el Misterio de la Natividad, Lucifer sólo conoció que María había parido un hijo en la pobreza y en una cueva desamparado, y que no halló posada ni abrigo, y después la circuncisión del niño y otras cosas que supuesta su soberbia más podían deslumbrarle la verdad que declarársela. Pero no conoció el modo del nacimiento, ni que la feliz Madre quedó Virgen, ni que lo estaba antes, ni conoció las embajadas de los Ángeles a los justos, ni a los pastores, ni sus prácticas, ni la adoración que dieron al niño Dios, ni después vio la estrella, ni supo la causa de la venida de los Reyes Magos, y aunque Lucifer, les vio hacer la jornada, juzgaron los demonios, que sería por otros fines. Tampoco los demonios, penetraron en la causa de la mudanza que hubo en los elementos, astros y planetas, aunque vieron sus mutaciones y efectos, pero se les ocultó el fin y la práctica que los Magos tuvieron con el Rey Herodes, y su entrada en la cueva y la adoración y dones que los Reyes magos ofrecieron al Hijo de Dios. Y aunque conocieron el furor de Herodes, a que ayudaron contra los niños, los Demonios no entendieron su depravado intento por entonces, y así fomentaron su crueldad. Y aunque Lucifer conjeturó si buscaba al Mesías, le pareció un disparate y hacía irrisión de Herodes, porque en su soberbio juicio era desatino pensar que el Verbo, cuando venía a señorearse del mundo, fuese con modo oculto y humilde, sino con ostentoso poder y majestad, de que estaba tan lejos el Niño Dios, nacido de Madre pobre y despreciada de los hombres.-
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Con este engaño, Lucifer habiendo reconocido algunas novedades de las que sucedieron en la Natividad, y juntando a sus ministros en el infierno, les dijo: No hallo causa para temer por las cosas que en el mundo hemos reconocido, porque la mujer a quien tanto hemos perseguido, aunque ha parido un hijo, pero esto ha sido en suma pobreza, y tan desconocido que no halló una posada donde recogerse; y todo esto bien conocemos cuan lejos está del poder que Dios tiene y de su grandeza. Y si ha de venir contra nosotros, como no se nos ha mostrado y entendido no son fuerzas las que tiene para resistir a nuestra potencia, no hay que temer que éste sea el Mesías, y más viendo que tratan de circuncidarlo como a los demás hombres; que esto no viene a propósito con haber de ser salvador del mundo, pues él necesita del remedio de la culpa. Todas estas señales son contra los intentos de venir Dios al mundo, y me parece podemos estar seguros por ahora de que todavía, no ha venido.-

Aprobaron los ministros de maldad en este juicio, su dañada cabeza y quedaron satisfechos de no haber nacido el Mesías, porque todos eran cómplices en la malicia que los oscurecía y persuadía. No cabía en la vanidad y soberbia implacable de Lucifer que se humillase la Majestad y Grandeza; y como él apetecía el aplauso y ostentación, reverencia y magnificencia, y si pudiera conseguir y alcanzar que todas las criaturas le adoraran las obligaría a ello, por esto no cabía en su juicio que, siendo todopoderoso Dios para hacerlo, consintiese lo contrario y se sujetase a la humildad, que Lucifer tanto aborrecía.-

CIRCUNCISIÓN DE JESÚS
Conoció María la voluntad del Señor para que su Hijo unigénito se circuncidase, y tratándolo con José; viene del cielo el nombre santísimo de Jesús. Luego que María, se halló como Madre, con la encarnación del Verbo Divino en sus entrañas, comenzó a conferir consigo misma los trabajos y penalidades que su Hijo dulcísimo venía a padecer. Y como la noticia que tenía de las Escrituras era tan profunda, comprendía en ellas todos los misterios que contenían, y con esta ciencia iba previniendo y pesando con incomparable compasión lo que había de padecer por la redención humana. Este dolor previsto y prevenido con tanta ciencia, fue un prolongado martirio de la Madre del Cordero, que había de ser sacrificado, para la Remisión de toda la humanidad. Pero en cuanto al misterio de la circuncisión, que había de ser tras del nacimiento, no tenía María, orden expresa ni conocimiento de la voluntad del Eterno Padre.- 168

Con esta suspensión solicitaba la compasión, los afectos y dulce voz de la tierna y de la amorosa Madre. Consideraba ella con su prudencia que su Hijo venía a honrar su ley, acreditándola con guardarla y confirmándola con la ejecución y cumplimiento, y que a más de esto venía a padecer por los hombres y que su ardentísimo amor no rehusaba el dolor de la circuncisión, y que por otros fines podría ser convenientemente admitirla.-

Este dolor mezclaba la piadosa Madre con el gozo de ver nacido y en sus brazos al Unigénito del Padre, y así lo pasó hasta los días que hubo hasta la circuncisión, acompañándola en él su castísimo esposo José, porque sólo con él habló del misterio, aunque fueron pocas palabras por la compasión y lágrimas de ambos. Y antes que se cumplieran los ocho días del nacimiento de Jesús, María ante la presencia del Señor habló con Su Majestad sobre su duda, y le dijo: Altísimo Rey, padre de mi Señor, aquí está vuestra esclava con el verdadero sacrificio. Mi gemido y su causa no están ocultos a vuestra sabiduría. Conozca yo, Señor, vuestro divino beneplácito en lo que debo hacer con vuestro Hijo y mío para cumplir con la ley. Y si con padecer yo los dolores de su rigor y mucho más, puedo rescatar a mi dulcísimo Niño y Dios verdadero, aparejado está mi corazón, y también para no excusarlos, si por vuestra voluntad ha de ser circuncidado.-

Respondiéndole el Altísimo la dijo: Hija y paloma mía, no se aflija tu corazón por entregar a tu Hijo al cuchillo y al dolor de la circuncisión, pues yo le envié al mundo para darle ejemplo y para que dé fin a la ley de Moisés cumpliéndola enteramente. Si el hábito de la humanidad, que tú le has dado como madre natural, ha de ser roto con la herida de su carne y juntamente la de tu alma, también padece en la honra, siendo Hijo natural mío por eterna generación, imagen de mi sustancia, igual conmigo en la naturaleza, majestad y gloria, pues le entrego a la ley y sacramento que quita el pecado, sin manifestar a los hombres que no puede tenerle. Ya sabes, hija mía, que para éste y otros mayores trabajos me has de entregar a tu Unigénito y mío. Déjale, pues, que derrame su sangre y me dé primicias para la salud eterna de los hombres.-

Salió de esta oración María, y sin manifestar a José lo que en ella había entendido, con rara prudencia y razones dulcísimas le previno para disponer la circuncisión del Niño Dios. Le dijo, como consultándole y pidiéndole su parecer, que llegándose ya al tiempo señalado por la ley para la circuncisión del divino infante, parecía forzoso cumplir con ella, pues no tenían
orden para hacer lo contrario; y que los dos estaban más obligados al Altísimo que todas las criaturas juntas y debían ser más puntuales en cumplir sus preceptos y más rendidos a padecer por su amor, en retorno de tan incomparable deuda y en el cuidado de servir a su Hijo, estando en todo pendientes de su divino beneplácito.-
A estas razones la respondió José con suma veneración y grande sabiduría, y dijo que en todo se conformaba con la divina voluntad manifestada con la ley común, pues no sabía otra cosa del Señor; y que el Verbo humanizado, aunque en cuanto Dios no estaba sujeto a la ley, pero que vestido de la humanidad, siendo en todo perfectísimo Maestro y Redentor, gustaría de conformarse con los demás hombres en su cumplimiento. Y preguntó a su divina esposa cómo se había de ejecutar la circuncisión.-

María respondió, que cumpliendo la ley en sustancia, en el modo como en los demás niños que se circuncidaban, pero que ella no debía dejarle ni entregarle a otra persona alguna, que le llevaría y lo tendría en sus brazos. Y porque la complexión y delicadeza natural del Niño será causa para sentir más el dolor que los demás circuncidados, es razón prevenir la medicina que se aplica en la herida como a los demás niños. Y a más de esto pidió a José buscase luego un pomito de cristal en el que poder recibir la sagrada reliquia de la sangre de la circuncisión del Niño Dios, para guardarla consigo. María previno paños en que cayese la sangre que se había de comenzar a verter en precio de nuestro rescate, para que ni una sola gota se perdiese ni cayese entonces en la tierra. Preparado todo esto, dispuso que José avisase y pidiese al Sacerdote que viniese a la cueva, porque el Niño no saliese de allí, y por su mano se hiciese la circuncisión, como ministro más decente y digno de tan oculto y grande misterio.-
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Luego trataron María y José el nombre que al Niño Dios habían de dar en la circuncisión, y José le dijo a María: Señora mía, cuando el Ángel del Altísimo me declaró este gran sacramento, me ordenó también que a vuestro sagrado Hijo le llamásemos Jesús. Respondió la Madre: El mismo nombre me declaró a mí cuando tomó carne en mi vientre; y sabiendo el nombre de la boca del Altísimo por sus ministros los Ángeles, justo es que con humilde reverencia veneremos los ocultos juicios e inescrutables de su sabiduría infinita en este Santo Nombre, y que mi Hijo y Señor se llamé JESÚS. Y así se lo manifestaremos al Sacerdote, para que escriba este divino nombre en el registro de los demás niños circuncidados.-

Estando María y José en esta conferencia, descendieron de las alturas innumerables Ángeles en forma humana con vestiduras blancas y resplandecientes, resaltando en estos reflejos de luz, el color encarnado, y todos ellos eran de admirable hermosura. Traían palmas en las manos y coronas en sus cabezas, y que cada una de estas coronas despedían claridad que muchos soles, y en comparación de la belleza de estos santos príncipes, todo lo visible y hermoso de la naturaleza parece fealdad. Pero lo que más sobresalía en su hermosura, era una divisa que cada uno de ellos, llevaba en el pecho, y encajada en el mismo y abultado, debajo de esta divisa, todos los Ángeles tenían escrito el nombre de Jesús. Y la luz resplandeciente que despedía cada uno de los nombres excedía a la de todos los Ángeles juntos.-

Se repartieron estos Ángeles en dos coros en la cueva, mirando todos a su Rey y Señor en los virginales brazos de su Madre María. Venían como cabezas de este ejército los dos Arcángeles, Miguel y Gabriel, con mayor resplandor que los otros Ángeles, y a más de todos ellos traían los dos en las manos el nombre santísimo de Jesús, escrito con mayores letras en unas tarjetas de incomparable resplandor y hermosura.-

Se Presentaron los dos Arcángeles a su Reina, y la dijeron: Señora, éste es el nombre de vuestro Hijo, que está escrito en la mente de Dios, y toda la Divina Trinidad se lo ha dado a vuestro Unigénito y Señor nuestro, con potestad de salvar al linaje humano; y lo asienta y lo pone en la silla y trono del Santo Rey David, y que reinará en él, y castigará a sus enemigos y triunfando sobre ellos los humillará hasta ponerlos por peana de sus pies, y juzgando con equidad, levantará a sus amigos para colocarlos en la gloria de su diestra. Pero todo esto ha de ser a costa de trabajos y de sangre, y ahora la derramará con este nombre, porque es de Salvador y Redentor, y serán las primicias de lo que ha de padecer por la obediencia del eterno Padre. Todos los Ministros y Espíritus del Altísimo que aquí venimos, somos enviados y por la Divina Trinidad para servir al Unigénito del Padre y vuestro y asistir presentes a todos los misterios y sacramentos de la ley y administrarle hasta que suba triunfante a la Celestial Jerusalén, abriendo las puertas al linaje humano, y acompañarle pues le gozaremos con especial gloria accidental sobre los demás bienaventurados, a quienes no fue dada esta felicísima comisión.- Todo esto lo oyó y vio el esposo José con la Reina y Señora del Cielo; pero la inteligencia no fue igual, porque la Madre de la sabiduría entendió y penetró altísimos misterios de la redención, y aunque José conoció muchos respectivamente, no como su esposa María; pero ambos fueron llenos de júbilo y admiración, y con nuevos cánticos glorificaron al Señor.-
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