Santiago del Campo - Caceres

PASADO Y PRESENTE.
Era un frío 25 de enero de 1948. Cuando el azar me llevó al cortijo de 'La Zarza.' a unos 5 k del pueblo. Pantalón corto y descalzo, iba. Tal era mi uniforme para el día adía en el pueblo. Lo prioritario entonces era el pan que escaseaba. Con él el plato caliente que nos llenaba y calentaba el estómago. La popular e imprescindible sopa. (No era la llamada sopa 'boba' de los conventos), que nos cuentan los escritores del siglo de Oro. A eso no teníamos absceso.

La blanca escarcha se resistía a desaparecer esas mañanas sobre la hierva, hasta que el sol se alzaba en el horizonte, ya sobre las 10 de la mañana -hora solar- porque los relojes en la época eran prescindibles. Era una vida tan austera, que nos veíamos obligados a seguir la moda de la época; (traje de pana con cuadros, remendados) y barbas de una semana para los mayores.
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Al alba, preparaba el borrico y a acarrear agua a un pilón para que las mujeres lavaran sin salir de casa; un lujo. Mucho era el frío esos amaneceres. Con las manos protegidas bajo las axilas o entre los ijares y la albarda del rucio, me recuperaba del entumecimiento, del contacto con el agua y el aire. Las mismas prendas de vestir siempre, fuese invierno o verano. Por lo caro que era cualquier
tejido.
El 'Pino' sería el Caporal durante un tiempo. El apodo era una especie de broma, consecuencia de su escasa talla. Su nombre; Desidério. Casado ya a una edad provecta, cuya unión duró justo la luna de miel, con una señora hermana de “Los Lagartos. Este sería luego sustituido por Gonzalo. Casado y con dos hijas. Un excelente lacayo.

De cabrero Felipe, de porquero el que esto escribe; dos zagales acostumbrados ya de críos a obedecer ordenes sin un asomo de acritud. Tia Juana 'La Pelina' tenia ya las 'clásicas' sopas de cebolla en una cacerola de porcelana de dos asas, al lado del fuego. Siempre la misma, que aguantaría el paso de los años 'sin relevo'. La leche producida en cantidad, la veía el colega cabrero, mientras ordeñaba las cabras,. Tia Juana era algo así como el ama de llaves. Aunque nunca tuvo ninguna en su poder. Trabajadora; nacida para obedecer sin un sólo reproche ni transgredir una norma. Desprovista de todas las pieza dentales. Viuda; dos hijas ya casadas y Antonio, “el Pelin”

No siempre era todo tan anodino. Después de terminados los deberes caseros, era la hora de coger
el hatillo y soltar los cerdos al campo. Ya en el camino, no podía resistir la tentación de meter mano al zurrón. Si era un día primaveral, diáfano y soleado. Era el medio adecuado para sentirse feliz. Con pan queso y tocino . El canto de la calandria en las alturas amenizaba la mañana. Allá abajo la tenue corriente del arroyo donde los cerdos hozan en busca de lombrices o raíces, a pedir de boca.
Si ese día, a hurtadillas en un descuido, pude afanar el ABC. Con fecha atrasada; un motivo más para sentir una ráfaga de felicidad, viendo como se lo montaba por los madriles. Luego el ganado con la música de multitud de cencerros por la colina amenizando el melancólico ocaso.

Pasaron muchos años. Ya con cierta edad, en el trabajo, las guardias nocturnas del hospital (entre cuatro paredes) Sentía cierta opresión y la nostalgia por aquellos paisajes tan recordados de la .
Infancia. Una forma de ensoñación, de recuerdos por los grandes horizontes, Me prometí que un día volvería a contemplar aquellos parajes tan sugerentes a los doce años. Ya jubilado me puse en camino (esta vez, no acaballo) en mi vieja escuter, y su monótono petardeo. Por un camino, escoltado por ambos lados por la dichosa alambrada. No; los paisajes de mis sueños, son eso
sueños.
Los caminos no existen. La tierra sin labrar, las retamas se había adueñado de la pradera y una sensación de lánguida decadencia era todo lo que quedaba en las dehesas compartimentadas de alambradas, con ganado vacuno campando a su aire. No, Extremadura era un lugar más vibrante, de primaveras espléndidas y trigales interminables dorados por el sol de junio. Todo se lo ha llevado el viento. También aquella ilusionada juventud. Emilio Rey Cerro.