COSAS DEL PUEBLO - ELEGÍA A UN CARPEÑO Naces con dificultad en un hogar muy humilde y llevaste siempre tilde de vivir sin voluntad. Tus padres te bautizaron y apenas doce pesetas de tostones y “alcagüetas” en tu bautizo emplearon. Es que más no se podía, que la vida estaba dura y gracias a Dios que el cura no cobró nada ese día. Raquítico te criaste pero así tuvo que ser, pues no podías crecer con la leche que mamaste y tu madre tuvo poca, que muy poco ella comía y la leche no fluía para llegar a tu boca. Más tarde fuiste a la escuela, allí no aprendiste mucho, creciste tan larguirucho que pareciste una vela. Sólo estabas con tu padre un rato cada quincena y sólo antes de la cena, que después para tu madre era el tiempo que faltaba hasta marcharse de nuevo, que se quedaba mancebo hasta otra vez que llegaba. Y es que allá en el otro lado muy pasado el río Tajo, tu padre encontró el trabajo por tanto tiempo buscado. Y venía al pueblo a cambiarse sólo cada quince días, por eso no comprendías su modo de comportarse. Cuando tenías diez años ya manejabas el trillo y aunque fueses un chiquillo te dabas buenos amaños. Y así te hiciste atador al lado de segadores, que si no eran los mejores segaban como el mejor. (Para buen entendedor y que sea bien entendido en El Carpio siempre ha sido “atero” el que es atador). Ya ayudabas a tu casa y aunque no fueras maduro, contribuías con un duro por cada día que se pasa. En la fiesta de Santiago un pantalón largo estrenas y zapatillas muy buenas, pero te gastaste el pago. Fuiste a la plaza contento, hasta entraste en las tabernas y te temblaron las piernas, porque llegó aquel momento que soñabas tantas veces que en hombre te convertías y dinero ganarías para evitar estrecheces. Pero soñar es soñar y lo mismo niño que hombre, por mucho que a ti te asombre lo mismo ibas a ganar. Luego te hiciste gañán al tiempo que segador, incluso fuiste pastor, pues querías llevar pan a tu casa cada día como tu padre está haciendo, que de él estás aprendiendo como él del suyo aprendía Sientes que el deseo te agobia, a una moza echas el ojo y entre sonrojo y sonrojo la pides que sea tu novia. No fue fácil conquistarla, pero al final se rindió y en ser tuya consintió y gusto daba escucharla al hablar de vuestra boda, en la cual te entregaría con infinita alegría su virginidad, que es toda. Vas a la mili y regresas harto de hacer instrucción, maniobras y un montón de órdenes y futesas. Tu madre había caído muy enferma y tú faltabas, llegar pronto procurabas, pero al llegar se había ido. Tu padre solo quedó, que más familia no había y a la vejez que tenía la soledad la agrandó. Te llenaste de paciencia atendiéndole tan bien, que se lo llevó a los cien la Divina Providencia. La muchacha te ha dejado, porque cargar ya no quiso con el viejo y sin aviso, con otro se había arreglado. Aquello te puso triste, mas luego te recobraste y con viuda te casaste, la única que conseguiste. Seguías atado al curro y lo que en tu padre viste como también él viviste, trabajando como un burro. Cuando ibas a decir no tuviste que decir sí y cuando sucedió así ya tu patrón comprendió, que un esclavo mal pagado tiene trabajando en casa y la vida se te pasa injustamente explotado. No tuviste vacaciones ni tampoco paga extra y es que en esta España nuestra te colman de bendiciones, alabarán tu labor, pero con palabra huera, que igual por dentro que fuera no tiene ningún valor. Te prometerán incluso una buena mejoría, mas nunca llega ese día y tú pecarás de iluso, pues sabiendo que hay un trecho como dice un buen refrán, no ves que nunca andarán lo que va del dicho al hecho. Me pregunto si es vivir la vida que tú has vivido, que muchos no han resistido y les liberó el morir. Pero no fue sólo a él que la vida trató así, pues a muchos otros vi haciendo el mismo papel. Que al cielo preces eleve por que le mande otra vida, que una vida no vivida es la que el Señor le debe. Cristino Vidal Benavente. |