Foro- Ciudad.com

Villalba de Guardo - Palencia

Poblacion:
España > Palencia > Villalba de Guardo
17-10-10 16:29 #6336605
Por:delaheraluis

SIGUIENTE HISTORIA LA MUERTE DE UN MINERO (II PARTE)
LA REVUELTA DEL 34 (SEGUNDA PARTE)

LA MUERTE DE UN MINERO (SEGUNDA PARTE)

A la hora fijada, las campanas tocaron y el pueblo se despertaba entre pereza y nervios con expectación. No había prisa por iniciar ninguna faena, salvo las de atender a los animales y eso que, la extracción de las patatas, la sementera y la recogida del otoño estaban a medias.
A pesar de todo, los niños acudieron a la escuela y antes de entrar, el maestro les advirtió- “El que tenga necesidad de cagar o mear, que lo haga ahora porque después no sale”. Hubo una desbandada en busca de la calleja bajo la escuela o la paredilla de la huerta de la tía Auria, cada uno se buscaba la vida o mejor dicho la necesidad según podía, y, aunque faltaban algunos, prácticamente estaba allí toda la chiquillería.
Antes de las diez, grupos de mineros habían llegado al pueblo por el camino de las “Tierras del Campo”. Venían entonando canciones mineras y con cierta euforia, la Santa Bárbara y la Internacional y les recibían los que se habían quedado a dormir en el pueblo.
En torno al mediodía, las siluetas de las tropas, mandadas por el coronel Moya se dibujaron en el horizonte del “Alto” y en la era del tio Justino. La compañía de guardias civiles del día anterior y el batallón ciclista. Muchos soldados para pocos revolucionarios. Después de un breve rato de formación, observación y órdenes que se oían desde el Molino, comenzaron a moverse en tres grupos: Uno por la Varga Honda, hacia el norte del pueblo. Otro por el Ventanón, derecho al centro del pueblo. Y otro por el camino de las tierras de los Vallejos, hacia el sur del pueblo. Los mineros se habían distribuido por el puente, el Plantio y en la vieja tejera encima del Pericuete.
A medida que iban viendo el despliegue de tropas, se asustaron y comenzó la desbandada y a refugiarse en las casas y pajares. Esta vez, apenas hubo tiros en el aire de Villalba. Algunos para avisar de que iban en serio, y no habría marcha atrás como el día anterior. Pocos disparos, pero suficientes para dejar un rastro desafortunado de muerte y miedo.
Nunca se sabrá porque motivo, Salvador y un compañero, se atrincheraron en la barbacana al pie de la Calzada, bajo unos zarzales situados frente al edificio de la escuela, en vez de huir como los demás.
Avisados los soldados, les acorralaron frente a los zarzales y a una distancia prudencial les dijeron “Alto, quién está ahí” nadie respondió. Dos secos disparos dirigidos hacia el aire rompieron la tensión, Por segunda vez, gritaron lo mismo sin tener respuesta, y esta vez sonaron los tiros dirigidos hacia el lugar donde estaban los emboscados, a la vez que un grito, cortado y seco se sintió en el pesado aire de la mañana.
Encima de la calzada y desde los ventanales de las escuelas todos los niños y niñas del pueblo eran espectadores de primera fila. El compañero de Salvador salió con los brazos en alto y su escopeta del 12 arrastrada por la bandolera. No dijo ni una palabra más, sus ojos espantados lo decían todo. Tampoco los soldados se acercaron a investigar si en el espesor del zarzal había más mineros o no y dando la refriega por buena se fueron del Plantio y poco a poco del pueblo camino de Guardo a donde tenían prisa por llegar. Cuando Salvador abrió los ojos despertando de su inconsciencia noto un ardor insoportable en su barriga, una gran humedad bajo su chaqueta y una sed seca en su garganta que no le dejaba articular palabra. Toda su mano quedó ensangrentada al llevársela hacia el punto dolorido y poco a poco fue comprendiendo lo ocurrido. Aquella maldita bala le había hecho un roto en su vida y un boquete en su alma del que ya no se repondría. Y debía de estar dentro, porque no tenía orificio de salida. Algo en su interior le hizo apretar los dientes sin decir nada por si los tricornios estaban cerca y buscando en los bolsillos de su vieja chaqueta de pana sacó su moquero, lo hizo un “rebuño” y lo apretó contra aquel agujero en su barriga por donde la vida se le escapaba.
Comenzó a oír voces de niños y llenándose las manos de espinas apartó como pudo algunas zarzas para observar su entorno. Se apoyó en su escopeta, a modo de palanca y salió de su escondite para ir a caer de bruces mareado delante de los chavales. Cuando despertó, pidió con las pocas fuerzas que le quedaban agua para beber.
Los niños, habían asistido expectantes a todos los hechos. Pegados a la ventana más que a sus pupitres habían observado toda la escena y sabían que había dos hombres escondidos y sólo habían visto salir a uno. Y cuando el maestro les mandó a casa para comer, muchos se bajaron al lugar de los hechos, y fue allí, donde descubrieron a Salvador.
Buscaron una vieja lata de sardinas, medio roñosa y oxidada y corrieron a la fuente del comienzo del Plantio de donde todos solían beber, “a morro” , y después de limpiarla un poco, la llenaron de aquel agua limpia y cristalina que hacia hervir blancas y burbujeantes arenas de su fondo y se lo llevaron para que bebiese. Se sintió aliviado en su intenso dolor al beber aquel agua tan fresca que sabía a gloria, sobre todo en verano, y mientras bebía iba contemplando tantos guajes que le miraban entre asustados y expectantes.
Ya otros, habían propagado por el pueblo la noticia y la gente acudía.
Llamad al médico y dadme más agua- les dijo
Poco a poco, medio pueblo se congregó en torno a él.
Fue llevado a casa del tio Eulogio, que tenía parientes o conocidos en el pueblo de Salvador, Valderrueda, en una especie de camilla y rodeado de mucha gente.
Lo del médico, y con la revuelta de Guardo sería un imposible, aunque lo intentaron. Algo les decía que sólo valía rezar, cosa que varias mujeres ya habían comenzado a realizar hacia rato.
Don Melecio Mayordomo, el cura, que ya había regresado del monte y seguía asustado, le negó la extremaunción alegando que era un rojo, ateo y que ¿para qué? Si no creía en Dios.
Murió poco después, rodeado de medio pueblo y una vez bajado al Ayuntamiento le contempló la otra mitad.
¡Ojalá! Sea el último- musitó alguien.
Le envolvieron en una sábana a modo de sudario que la tía Tomasa aportó.
Tardaron en enterrarle, casi dos días. Y lo hicieron sin caja y sin presencia de familiares a los que no pudieron avisar hasta días más tarde.
El hecho de ser minero y de haber participado en la revuelta era una marca que pesaba mucho, y hubo sus más y sus menos para hacer su funeral, sin misa por supuesto, y sin quedar inscrito en el archivo parroquial. Como si la mina, no fuese ya bastante dura y oscura, incluso a veces sepultura, como para marcar el actuar de las personas.
Años más tarde, cuando estalló la guerra civil, se dio rienda suelta a los odios, rencores y cuentas pendientes y muchos de estos mineros lo pasaron muy mal. Fueron blanco de todas las iras acumuladas y venganzas injustas que les acarreo hambre y destierro. El velo negro de la revuelta minera se había llevado una víctima y solo era, lamentablemente, un pequeño descanso que presagiaba una guerra posterior.
Salvador López Feijoo Fernández de 28 años, murió en Villalba el día 8 de octubre de 1934 a las tres de la tarde.
Se le enterró en la parte civil del cementerio porque se presuponía que al ser minero y haber participado en aquella revuelta era ateo.
DESCANSE EN PAZ
Puntos:

Tema (Autor) Ultimo Mensaje Resp
Lobi ,la trÁgica historia de un gran perro Por: delaheraluis 13-07-14 00:21
No Registrado
1
Nueva historia HISTORIA DE UNA HUIDA Por: delaheraluis 09-06-13 17:51
No Registrado
2
Siguiente historia Por: delaheraluis 09-02-11 17:44
delaheraluis
0
NOVENA HISTORIA Y CANTO EL GALLO Por: delaheraluis 02-05-10 16:35
delaheraluis
0
Simulador Plusvalia Municipal - Impuesto de Circulacion (IVTM) - Calculo Valor Venal
Foro-Ciudad.com - Ultima actualizacion:08/08/2020
Clausulas de responsabilidad y condiciones de uso de Foro-Ciudad.com