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Laguna de Negrillos - Leon

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España > Leon > Laguna de Negrillos
16-07-14 06:44 #12145886
Por:j vicente futuro fut

El velo que cubre los Misterios de la Biblia se ha retirado. 92ª Sección
Entierro del Sagrado Cuerpo de María.-
Para que los Apóstoles, discípulos y otros muchos fieles no quedaran oprimidos y que algunos no murieran con el dolor que recibieron en el tránsito de María, fue necesario que el poder divino con especial providencia obrase en ellos el consuelo, dándoles fuerzas en particular con que dilatasen los corazones en su incomparable aflicción; porque la desconfianza de no haber de restaurar aquella pérdida en la vida presente no hallaba desahogo, la privación de aquel tesoro no conocía recompensa y como el trato y conversación dulcísima, caritativa y amabilísima de la gran Reina tenía robado el corazón y amor de cada uno, y todos quedaron sin ella como sin alma y sin aliento para vivir, careciendo de tal amparo y compañía. Pero el Señor, que conocía la causa de tan justo dolor, les asistió en él y con su virtud divina los animó ocultamente para que no desfallecieran y acudieran a lo que convenía disponer del sagrado cuerpo de su Madre, y de todo lo demás que pedía la ocasión para enterrar el mismo.-

Con esto los Apóstoles, a quienes principalmente tocaba este cuidado, trataron luego de que se le diese conveniente sepultura al cuerpo santísimo de su Reina y Señora María. Señalando el valle de Josafat un sepulcro nuevo, que allí estaba prevenido misteriosamente por la Providencia de su Santísimo Hijo. Y acordándose los Apóstoles que el cuerpo deificado del mismo Señor había sido ungido con ungüentos preciosos y aromáticos, conforme a la costumbre de los judíos para darle sepultura, envolviendo el cuerpo de María en la sábana y sudario, les pareció que se hiciera lo mismo con el virginal cuerpo de su Madre y no pensaron entonces en otra cosa. Para ejecutar este trabajo, los Apóstoles llamaron a dos doncellas que habían asistido a la Reina en su vida y quedaban señaladas por herederas del tesoro de sus túnicas y a estas dos dieron orden que ungiesen con suma reverencia y recato el cuerpo de la Madre de Dios y la envolviesen en la sábana, para ponerle en el féretro. Las dos doncellas entraron con grande veneración y temor al oratorio donde estaba en su tarima la venerable difunta, y el resplandor que salía del cuerpo de María, las deslumbro, de manera que no podían ver nada, ni saber en qué lugar determinado se encontraba el cuerpo de María. Saliendo del oratorio las dos doncellas con mayor temor y reverencia que cuando entraron, y no con pequeña turbación y admiración dieron cuenta a los Apóstoles de lo que les había sucedido. Ellos confirieron, no sin inspiración del cielo, que no se debía tocar ni tratar con el orden común aquella sagrada arca del Nuevo Testamento. Luego entraron Pedro y Juan en el oratorio y pudieron contemplar el resplandor que el cuerpo sin vida de María desprendía y junto con esto oyeron la música celestial, que los Ángeles cantaban a María: Dios te salve, María, llena eres de gracia, el Señor es contigo. Otros Ángeles decían: Virgen antes del parto, en el parto y después del parto. Y desde entonces muchos fieles de la primitiva Iglesia tomaron devoción con este divino elogio hacia María, y desde allí por tradición se derivó a las demás Iglesias, hasta el día de hoy.-
Los dos Apóstoles, Pedro y Juan, al contemplar el resplandor que el cuerpo de María desprendía, estuvieron un rato suspensos con admiración de lo que veían y oían y miraban absortos el sagrado cuerpo de la Reina, y para deliberar lo que debían hacer se pusieron de rodillas en oración, pidiendo al Señor se lo manifestase, y al momento, oyeron una voz que les dijo: Ni se descubra ni se toque el sagrado cuerpo de María. Esta voz que escucharon, les dio inteligencia la voluntad divina, y luego trajeron unas andas o féretro y, templándose un poco el resplandor, se llegaron a la tarima donde yacía María y los dos Apóstoles con admirable reverencia cogieron la túnica que cubría a María por los lados y sin descomponerla en nada levantaron su sagrado y virginal cuerpo y lo depositaron en el féretro con la misma compostura que tenía en la tarima. los dos Apóstoles, lo pudieron hacer fácilmente, porque no sintieron peso alguno, ni en el tacto percibieron más de que llegaban a la túnica casi imperceptiblemente. Puesto ya en el féretro el cuerpo de María, se moderó más el resplandor y todos pudieron percibir y conocer con la vista la hermosura del virgíneo rostro y de sus manos, disponiéndolo así el Señor para común consuelo de todos los presentes.-
456

En lo demás reservó Su Omnipotencia aquel divino tálamo de su habitación, para que ni en vida ni en muerte nadie viese alguna parte del cuerpo de María, más de lo que era forzoso en la conversación humana, que era su honestísima cara, para ser conocida, y las manos con que trabajaba. Tanta fue la atención y cuidado de la honestidad de su beatísima Madre, que en esta parte no celó tanto su cuerpo deificado como el de la purísima Virgen. En la Concepción Inmaculada y sin culpa la hizo semejante a sí mismo, y también en el nacimiento, en cuanto a no percibir el modo común y natural de nacer como los demás. También la preservó y guardó de tentaciones de pensamientos impuros. Pero en ocultar su virginal cuerpo hizo con ella, como mujer, lo que no hizo consigo mismo, porque era varón y Redentor del mundo, por medio del sacrificio de su pasión; y la purísima Señora en vida le había pedido a su Hijo, que en la muerte de su cuerpo carnal, le hiciese este beneficio de que nadie viese su cuerpo difunto y así Jesucristo lo cumplió. Luego trataron los Apóstoles del entierro, y con su diligencia y la devoción de los fieles, que había muchos en Jerusalén, se juntaron gran número de luces y en ellas sucedió una maravilla: Que estando todas encendidas aquel día y otros dos, ninguna se apagó ni gastó ni deshizo en cosa alguna. Y para esta maravilla y otras muchas que el brazo poderoso obró en esta ocasión fuesen más notorias al mundo, movió el mismo Señor a todos los moradores de la ciudad para que concurriesen al entierro de su Madre, y apenas quedó persona en Jerusalén, así de judíos como de gentiles, que no acudiese a la novedad de este espectáculo, para despedir todos a María. Los Apóstoles, levantaron el cuerpo y tabernáculo de Dios, llevándolo sobre sus hombros y con ordenada procesión partieron del cenáculo para salir de la ciudad hacia el valle de Josafat; y éste era el acompañamiento visible de los moradores de Jerusalén. Pero a más de éste había otro invisible de los cortesanos del cielo, porque en primer lugar iban los Ángeles de la Reina continuando con su música celestial, que oían los Apóstoles, discípulos y otros muchos. Descendieron también de las alturas otros muchos Ángeles acompañados con los Antiguos Padres y Profetas, Joaquín, Ana, José, Isabel y Juan Bautista, para que asistiesen a las exequias y entierro de su beatísima Madre, mandados todos ellos por voluntad de Jesucristo.-

Con todo este acompañamiento del Cielo y de la Tierra, visible e invisible, caminaron con el sagrado cuerpo, y en el camino sucedieron grandes milagros: En particular todos los enfermos de diversas enfermedades, que fueron muchos los que acudieron, quedaron perfectamente sanos. Muchos endemoniados fueron libres, sin atreverse a esperar los demonios que se acercasen al santísimo cuerpo las personas donde estaban. Y mayores fueron las maravillas que sucedieron en las conversiones de muchos judíos y gentiles, porque en esta ocasión de María se franquearon los tesoros de la divina misericordia, con que vinieron muchas almas al conocimiento de Jesucristo y a voces le confesaban por el Dios verdadero y Redentor del mundo y pedían el bautismo.-

En muchos días después tuvieron los Apóstoles y discípulos que trabajar en catequizar y bautizar a los que se convirtieron en aquel día a la santa FE. Los Apóstoles, llevando el Sagrado Cuerpo de María, sintieron admirables efectos de la Divina luz y consolación y los discípulos la participaron respectivamente.-
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Todo el concurso de la gente, con la fragancia que derramaba y la música que se oía y otras señales prodigiosas, estaban como atónitos y todos predicaban a Dios por grande y poderoso en aquella criatura y en testimonio de su conocimiento herían sus pechos con dolorosa compunción.-

Llegaron al puesto donde estaba el dichoso sepulcro en el valle de Josafat. Y los mismos Apóstoles, Pedro y Juan, que levantaron el celestial tesoro de la tarima al féretro, le sacaron de él con la misma reverencia y facilidad y le colocaron en el sepulcro y le cubrieron con una toalla, obrando más en todo esto las manos de los Ángeles que las de los Apóstoles.-

Cerraron el sepulcro con una losa, conforme a la costumbre de otros entierros, y los cortesanos del cielo se volvieron a él, quedando los Ángeles de guarda de la Reina continuando la de su sagrado cuerpo con la misma música que la habían traído.-

El conjunto de la gente se despidió, y los Apóstoles y discípulos con tiernas lágrimas volvieron al Cenáculo; y en toda la casa perseveró un año entero el olor suavísimo que dejó el cuerpo de la gran Reina, y en el oratorio duró muchos años. Y quedó en Jerusalén por casa de refugio aquel Santuario para todos los trabajos y necesidades de los que en él buscaban su remedio, porque todos la hallaban milagrosamente, así en las enfermedades como en otras tribulaciones y calamidades humanas. Los pecados de Jerusalén y de sus moradores, entre otros castigos merecieron también ser privados de este beneficio tan estimable, después de algunos años que continuaron estas maravillas.-

En el Cenáculo determinaron los Apóstoles que algunos de ellos y de los discípulos asistieran al sepulcro santo de su Reina mientras en él perseverara la música celestial, porque todos esperaban el fin de esta maravilla.-

Con aquel acuerdo acudieron unos a los negocios que se ofrecían de la Iglesia, para catequizar y bautizar a los convertidos, y otros volvieron luego al sepulcro, y todos le frecuentaron aquellos tres días. Pero Pedro y Juan Evangelista estuvieron más continuos y asistentes, y aunque iban al Cenáculo algunas veces, volvían luego a donde estaba su tesoro y corazón.-

Tampoco faltaron los animales irracionales a las exequias de la común Señora de todos, porque, llegando su sagrado cuerpo cerca del sepulcro, concurrieron por el aire innumerables avecillas y otras mayores, y de los montes salieron muchos animales y fieras, corriendo con velocidad al sepulcro; y unos con cantos tristes y los otros con gemidos y bramidos, y todos con movimientos dolorosos, como quien sentía la común pérdida, manifestaban la amargura que tenían.-

Y solos algunos judíos incrédulos, y más duros que las peñas, no mostraron este sentimiento en la muerte de su Remediadora, como tampoco en la de Redentor y Maestro Jesús.

Él mismo Jesús, lleva el Alma de María al Cielo.-
Jesucristo: Entró en el cielo empíreo con la purísima Alma de su Madre a su diestra. Y sólo ella entre todos los mortales no tuvo causa para que pasara por juicio particular, y así no le tuvo ni se le pidió cuenta del recibo ni se le hizo cargo, porque así se lo prometieron cuando la hicieron exenta de la común culpa, como elegida para Reina y privilegiada de las leyes de los hijos de Adán. Y por esta misma razón en el juicio universal, sin ser juzgada como los otros, vendrá también a la diestra de su Hijo santísimo. Y si en el primer instante de su concepción fue aurora clarísima y resplandeciente, retocada con los rayos del sol de la Divinidad sobre las luces de los más ardiente Serafines, y después se levantó hasta tocar con ella misma en la unión del Verbo con su purísima sustancia y humanidad de Cristo, consiguiente era que toda la eternidad fuera compañera suya, con la similitud posible entre Hijo y Madre, siendo él Dios y Hombre y ella pura criatura. Con este título la presentó el mismo Redentor ante el trono de la Divinidad, y hablando con el Eterno Padre en presencia de todos los bienaventurados, que estaban atentos a esta maravilla, dijo la Humanidad de Jesús estas palabras:.-
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Eterno Padre mío, mi amantísima Madre, vuestra Hija querida y Esposa regalada del Espíritu Santo, viene a recibir la posesión eterna de la corona y gloria que para premio de sus méritos la tenemos preparada. Esta es la que nació entre los hijos de Adán como rosa entre las espinas, intacta, pura y hermosa, digna de que la recibamos en nuestras manos y en el asiento a donde no llegó alguna de nuestras criaturas, ni pueden llegar los concebidos en pecado. Esta es nuestra escogida, única y singular, a quien dimos gracia y participación de nuestras perfecciones sobre la ley común de las otras criaturas, en la que depositamos el tesoro de nuestra Divinidad incomprensible y sus dones y la que fidelísimamente le guardó y logró los talentos que le dimos, la que nunca se apartó de nuestra voluntad y la que halló gracia y complacencia en nuestros ojos. Padre mío, rectísimo es el tribunal de nuestra misericordia y justicia, y en él se pagan los servicios de nuestros amigos con superabundante recompensa. Justo es que a mi Madre se le dé el premio como a Madre; y si en toda su vida y obras fue semejante a mí en el grado posible a pura criatura, también lo ha de ser en la gloria y en el asiento en el trono de Nuestra Majestad, para que donde está la santidad por esencia, esté también la suma por participación.-

Este decreto del Verbo Humanizado aprobaron el Padre y el Espíritu Santo; y luego fue levantada aquella alma de María a la diestra de su Hijo y Dios verdadero y colocada en el mismo trono Real de la Trinidad, a donde ni hombres, ni Ángeles, ni Serafines llegaron, ni llegarán jamás por toda la eternidad. Esta es la más alta y excelente preeminencia de nuestra Reina y Señora del Cielo y de la Tierra.-

Estar en el mismo trono de las divinas personas y tener lugar en él como Emperatriz, cuando los demás le tienen de siervos y ministros del sumo Rey. Y a la eminencia o majestad de aquel lugar, para todas las demás criaturas inaccesible, corresponden en María los dotes de la gloria, la comprensión, la visión y fruición; porque de aquel objeto infinito, que por innumerables grados y variedad gozan los bienaventurados, ella goza sobre todos y más que todos. María Conoce, penetra, entiende mucho más del ser divino y de sus atributos infinitos, ama y goza de sus misterios y secretos o cultísimos más que todo el resto de los bienaventurados.-

Y aunque entre la gloria de las divinas personas y la de María, hay distancia infinita, porque la luz de la Divinidad, como dice el Apóstol es inaccesible y sola en ella habita la inmortalidad y la gloria por esencia, y también el alma santísima de Jesucristo excede sin medida a los dotes de su Madre, pero comparada la gloria de esta gran Reina con todos los santos, se levanta sobre todos, como inaccesible y tiene una similitud con la de Jesucristo.-

El cuerpo de María es RESUCITADO.-
El día tercero que el alma de María gozaba de esta gloria para nunca dejarla, manifestó el Señor a los Santos su voluntad divina de que volvía al mundo junto con el Alma de su Madre María, para resucitar su sagrado cuerpo uniéndose con él Alma.-
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Para que en cuerpo y alma fuese otra vez levantada a la diestra de su Hijo santísimo, sin esperar a la general resurrección de los muertos. La conveniencia de este favor y la consecuencia que tenía con los demás que recibió la Reina Y Señora del cielo y con su sobrexcedente dignidad, no la podían ignorar los Santos, pues a los mortales es tan creíble que juzgáramos por impío al que pretendiera negarla. Pero conociéndola los Bienaventurados con mayor claridad, y la determinación del tiempo y hora, cuando en sí mismo les manifestó su eterno decreto. Y cuando fue tiempo de hacer esta maravilla, descendió del Cielo el mismo Jesucristo, llevando a su diestra el alma de su beatísima Madre, con muchas legiones de Ángeles y los Padres y Profetas Antiguos. Y llegaron al sepulcro en el valle de Josafat y estando todos a la vista del virginal templo habló el Señor con los Santos y dijo estas palabras:

Mi Madre fue concebida sin mácula de pecado, para que de su virginal sustancia purísima y sin mácula me vistiese de la humanidad en la que vine al mundo terrenal y le redimí del pecado. Ella cooperó conmigo en las obras de la Redención, y así debo resucitarla como yo resucité de los muertos; y que esto sea al mismo tiempo y a la misma hora, porque en todo quiero hacerla a mi semejanza. Todos los Antiguos Santos de la naturaleza humana agradecieron este beneficio con nuevos cánticos de alabanza y gloria del Señor. Y los que especialmente se señalaron fueron nuestros primeros padres Adán y Eva, y después de ellos Ana, Joaquín y José, como quien tenía particulares títulos y razones para engrandecer al Señor en aquella maravilla de su omnipotencia. Luego la purísima alma de la Reina con el imperio de Jesucristo su Hijo santísimo entró de nuevo en el virginal cuerpo y le informó y resucitó, dándole nueva vida inmortal y gloriosa y comunicándole los cuatro dotes de Claridad, Impasibilidad, Agilidad y Sutileza, correspondientes a la gloria del alma, de donde sé derivan a los cuerpos.-

Con estos dotes salió María en alma y cuerpo del sepulcro, sin remover ni levantar la piedra con que estaba cerrado, quedando la túnica y toalla compuestas en la forma que cubrían su sagrado cuerpo.-

Basta decir que, como la divina Madre dio a su Hijo santísimo la forma de hombre en su tálamo virginal y se la dio pura, limpia, sin mácula e impecable para redimir al mundo, así también en retorno de esta dádiva la dio el mismo Señor en esta resurrección y nueva generación otra gloria y hermosura semejante a sí mismo. Y en este comercio tan misterioso y divino cada uno hizo lo que pudo, porque María santísima engendró a Jesucristo asimilado a sí misma en cuanto fue posible, y Cristo la resultó a ella, comunicándole de su gloria cuanto ella pudo recibir en la esfera de pura criatura.-

Luego desde el sepulcro se ordenó una solemnísima procesión con celestial música por la región del aire, por donde María se fue alejando para el cielo empíreo. Y sucedió esto a la misma hora que resucitó Jesucristo, el Domingo inmediato después de media noche; y así no pudieron percibir esta señal por entonces todos los Apóstales, fuera de algunos que asistían y velaban al sagrado sepulcro. Entraron en el cielo los Ángeles con la orden que llevaban, y en el último lugar iba Jesucristo, y a su diestra la Reina vestida de oro de variedad, tan hermosa que pudo ser admiración de todos los cortesanos del Cielo.-

Y admirados todos decían: ¿Quién es ésta que sube del desierto como varilla de todos los perfumes aromáticos ¿Quién es ésta que se levanta como la aurora, más hermosa que la luna, electa como el sol y terrible como muchos escuadrones ordenados ¿Quién es ésta que asciende del desierto asegurada en su dilecto y derramando delicias con abundancia.
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