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Laguna de Negrillos - Leon

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España > Leon > Laguna de Negrillos
23-06-14 06:13 #12111279
Por:j vicente futuro fut

El velo que cubre los Misterios de la Biblia se ha retirado. 53ª Sección
María: Instruye a Sor María de Jesús y la dice:
Para llevar las almas a este abismo de maldad, encamina Lucifer a los mortales por la senda de la vanidad, por la soberbia, por la gloria del mundo y sus deleites torpes, y sólo esto les propone y representa por grande y apetecible. Y los ignorantes hijos de la perdición sueltan las riendas de la razón para seguir sus inclinaciones y torpezas de la carne y ser esclavos de su mortal enemigo.-

Hija mía, el camino de la humildad y desprecio, del abatimiento y aflicciones es el que enseñó Cristo mi Hijo, y yo con él. Este es el camino real de la vida, y en el que anduvimos primero nosotros y nos constituimos por especiales maestros y protectores de los afligidos. Y cuando nos llaman en sus necesidades les asistimos por un modo maravilloso y con especiales favores, y de este amparo y beneficio se privan los seguidores del mundo y de sus vanas delectaciones que aborrecen el camino de la cruz.-

Para él fuiste llamada y convidada y eres traída con la suavidad de mi amor y doctrina. Sígueme y trabaja para imitarme, pues hallaste el tesoro escondido y la margarita preciosa, por cuya posesión debes privarte de todo lo terrenal y de tu misma voluntad, en cuanto fuere contraria a la del altísimo Señor y la mía.-

Juan Evangelista, el Apóstol predilecto de Jesús y de María.-
A todos los discípulos que recibía el Señor en su divina escuela, les infundía en el corazón especial devoción y reverencia con su Madre, como convenía, habiéndola de ver y tratar tan familiarmente en su compañía. María, era común a todos, no era igual en cada uno con el otro, porque, según la dispensación del Señor y las condiciones de los sujetos y los ministerios y oficios a que los destinaba, distribuía Jesús estos dones. Y después, con el trato y conversación dulcísima y admirable de María, fueron creciendo en su reverencial amor y veneración, porque a todos los hablaba, amaba, consolaba, acudía, enseñaba y remediaba en todas sus necesidades, sin que jamás de su presencia y prácticas saliesen sin plenitud de alegría interior, de gozo y consuelo mayor del que su mismo deseo le pedía.-

Pero el fruto bueno o mejor de estos beneficios era conforme a la disposición del corazón donde se recibía esta semilla del Cielo. Salían todos llenos de admiración y formaban conceptos altísimos de esta gran Señora, de su prudencia y sabiduría, santidad, pureza y grandiosa majestad, junta con una suavidad tan apacible y humilde, que ninguno hallaba términos para explicarla. Y el Altísimo también lo disponía así, porque, no era este el tiempo, de que se manifestase al mundo esta arca mística del Nuevo Testamento. Y como el que mucho desea hablar y no puede manifestar su concepto, le reconcentra más en su corazón, así los Apóstoles, violentados dulcemente del silencio propio, reducían sus fervores en mayor amor de María y en alabanza oculta de su Hacedor.-

Y como María, en el depósito de su incomparable ciencia conocía los pensamientos naturales de cada uno, su gracia, su estado y ministerio a que estaba destinado, en correspondencia de esta inteligencia procedía con ellos en sus peticiones al Señor y en la enseñanza y palabras y en los favores que convenían a cada uno según su vocación.
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Y este modo de proceder y obrar en pura criatura, tan medido al gusto del Señor, fue en los Santos Ángeles de nueva y grande admiración; y por la oculta providencia hacía el Todopoderoso que los mismos Apóstoles correspondiesen también a los beneficios y favores que por su Madre recibían. Y de todo esto hacía una divina armonía oculta para los hombres y sólo a los celestiales espíritus era patente. En estos favores y sacramentos fueron señalados Pedro y Juan.-

El Primero, porque había de ser el vicario de Cristo y cabeza de la Iglesia militante, y por esta excelencia prevenida del Señor, amaba su Madre María a Pedro y le reverenciaba con especial respeto.-

El Segundo, porque había de quedar en lugar del mismo Señor por Hijo suyo y para su compañía y asistencia de María, mientras su vida terrenal le durase.-

De manera que estos dos Apóstoles, en cuyo gobierno y custodia se habían de repartir la Iglesia mística, María, y la militante de los fieles, fueron singularmente favorecidos de esta gran Reina y Señora del Cielo y del mundo; pero como Juan Evangelista era elegido para servirla y llegar a la dignidad de hijo suyo adoptivo y singular, recibió el Santo particulares dones en orden al obsequio de María y desde luego lo señaló a él. Y aunque todos los Apóstoles en esta devoción excedieron a nuestra capacidad y concepto, el Evangelista Juan alcanzó más de los ocultos misterios de esta Ciudad Mística del Señor y recibió por ella tanta luz de la Divinidad, que excedió en esto a todos los demás Apóstoles, como lo testifica su Evangelio; porque toda aquella sabiduría se le concedió a Juan Evangelista, por medio de María, y la excelencia que tuvo este evangelista entre todos los Apóstoles de llamarse el Amado de Jesús, la alcanzó por el amor que él tuvo a su Madre María, y por la misma razón fue también correspondido de la Divina Señora, que por excelencia fue el discípulo amado de Jesús y de María.-

Juan Evangelista, tenía algunas virtudes, más la de la castidad y virginal pureza, que para María, era la de mayor agrado, y entre ellas una sinceridad columbina, como se conoce en sus escritos, y una humildad y mansedumbre pacífica, que le hacía más apacible y tratable; y a todos los pacíficos y humildes de corazón llamaba Madre, retratos de su Hijo. Y por estas condiciones señaladas de Juan Evangelista, entre todos los Apóstoles se inclinó más María, y él estuvo más dispuesto para que se imprimiese en su corazón reverencial amor y afecto para servirla.-

Y desde la primera vocación, comenzó Juan Evangelista a señalarse entre todos en la veneración de María y a obedecerla con reverencia de humildísimo siervo y esclavo. Asistiéndola Juan, con más continuación que todos los demás y, cuanto era posible, procuraba estar en su presencia y aliviarla de algunos trabajos corporales que María hacía con sus manos. Y alguna vez le sucedió al dichoso Apóstol ocuparse en estas obras humildes, compitiendo en ellas con porfía santa con los Ángeles de María; y a unos y otros, los vencía María y las hacía por sí misma, porque en esta virtud siempre triunfó sobre todos ellos, sin que nadie la pudiese vencer ni igualar en el menor de los actos.-

Juan Evangelista, era también muy puntual en dar cuenta a María, de todas las obras y maravillas que hacía Jesús, cuando María no estaba presente, y de los nuevos discípulos y convertidos a su doctrina. Siempre estaba Juan, atento y estudioso para conocer en lo que más la serviría y le diera gusto, y como lo entendía así, lo ejecutaba todo.-
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Se señaló también Juan Bautista en la reverencia con que trataba de palabra a María, porque en presencia siempre la llamaba Señora o mi Señora, y en ausencia la nombraba Madre de nuestro Maestro Jesús; y después de la Ascensión del mismo Señor a los Cielos, la llamó el primero Madre de Dios y del Redentor del mundo, y en su presencia, la llamaba Madre y Señora.-

Juan Evangelista, le daba también a María otros títulos: Restauradora del pecado, Señora de las gentes; y en particular fue Juan Evangelista el primero que la llamó María de Jesús, como se nombró muchas veces en la primitiva Iglesia; y le dio este nombre porque conoció que en su alma, a María la hacía dulcísima consonancia estas palabras cuando ella las oía.-

También, los demás Apóstoles y discípulos conocían la gracia que Juan Evangelista tenía con María y muchas veces le pedían a él que fuese intercesor con Su Majestad en algunas cosas que le querían proponer o pedir; y la suavidad del Apóstol intervenía por sus ruegos como quien conocía todo de la piedad amorosa de la Madre de Jesús.-

Después de estos dos Apóstoles Pedro y Juan Evangelista, fue muy amado de María el Apóstol Santiago, hermano de Juan Evangelista, y también recibió este Apóstol, admirables favores de la mano de María, y también lo fue el Apóstol Andrés, porque conocía que este gran Apóstol había de ser especial devoto de la pasión y cruz de su Maestro y había de morir a imitación suya en ella. Y aunque no me detengo en los demás Apóstoles, pero a unos por unas virtudes y a otros por otras, y a todos por su Hijo santísimo, los amaba y respetaba con rara prudencia, caridad y humildad.-

En este orden entraba también la Magdalena, a quien miró María, con amoroso afecto, por el amor que tenía ella hacia su Hijo y porque conoció que el corazón de esta eminente penitente era muy idóneo para que la diestra del Todopoderoso se magnificase en ella.-

El Apóstol Judas Iscariote.-
Sólo del mal apóstol Judas Iscariote, diré algo de lo que tengo luz, porque lo pide esta Historia del salvador del mundo y de la mía, y de que por ella hay menor noticia, y será de alguna enseñanza para los pecadores y de escarmiento para los obstinados y aviso para los poco devotos de María; si hay alguno que lo sea poco con una criatura tan amable, que el mismo Dios con amor infinito la amó sin tasa ni medida, los Ángeles con todas sus fuerzas espirituales, los Apóstoles y Santos con íntimo y cordial afecto y todas las criaturas deben amarla con contenciosa porfía y todo será menos de lo que debe ser amada.-

Este infeliz apóstol comenzó a errar este camino real de llegar al Amor Divino y a sus dones, y es como sigue. Vino Judas Iscariote a la escuela de Jesús, movido de la fuerza de su Doctrina en lo exterior y en lo interior del buen espíritu que movía a otros. Y atraído Judas Iscariote con estos auxilios, pidió a Jesús que lo admitiese entre sus discípulos, y el Señor lo recibió con entrañas de amoroso padre, que a ninguno desecha si con verdad le buscan. Recibió Judas Iscariote en los principios otros mayores favores de la Divina Diestra, con que se adelantó a algunos de los demás discípulos, y por esto, fue señalado por uno de los Doce Apóstoles; porque el Señor le amaba según la presente justicia, conforme al estado de su alma y obras santas que Judas Iscariote, hacía como los demás Apóstoles.-
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María, la Madre de la Gracia y de la Misericordia, le miró también con ella por entonces, aunque desde luego conoció con su ciencia infusa la traición que alevosamente había de cometer en el final de su Apostolado. Pero no por esto le negó su intercesión y caridad maternal, antes con mayor celo y atención tomó la Divina Señora por su cuenta justificar en cuanto le era posible la causa de su Hijo con este infeliz apóstol, para que su maldad no tuviese achaque ni disculpa aparente ni humana cuando lo intentase. Y conociendo que aquel natural no se vencería con rigor, antes llegaría más presto a su obstinación, cuidaba María, que nada le faltase a Judas Iscariote de lo necesario y conveniente, y con mayores demostraciones de caricia y suavidad, le hablaba y trataba a Judas Iscariote como a los demás Apóstoles.-

Y esto fue de manera que llegando alguna vez los discípulos a tener entre sí sus emulaciones sobre quién había de ser más privado de María, como también con el Hijo lo dice el evangelio, nunca Judas Iscariote pudo tener estos recelos ni achaques, porque siempre esta Señora le favoreció mucho en los principios y él, Juan Iscariote, se mostró agradecido por estos beneficios. Pero como en lo natural le ayudaba poco a Judas Iscariote, y entre los discípulos y Apóstoles había algunas faltas de hombres no del todo confirmados en la perfección, ni por entonces en la gracia, comenzó el imprudente discípulo a pagarse de sí mismo, más de lo que debía y a tropezar en los defectos de sus hermanos, notándolos más que a los propios.-

Y admitido este primer engaño sin reparo ni enmienda, fue creciendo tanto la viga en sus propios ojos, cuanto con más indiscreta presunción miraba las pajuelas en los ojos ajenos y murmuraba de ellas, pretendiendo enmendar en sus hermanos, con más presunción que celo, las faltas más leves y cometiéndolas él mismo mucho mayores.-

Y entre los demás apóstoles Judas Iscariote, juzgó a Juan Evangelista por entremetido con su Maestro y con su Madre, aunque él era tan favorecido de ambos. Con todo eso, hasta aquí no pasaban los desórdenes de Judas Iscariote más que a culpas veniales, sin haber perdido la gracia justificante; pero éstas eran de mala condición y muy voluntarias, porque a la primera, que fue de alguna vana complacencia, le dio entrada muy libre, y ésta llamó luego a la segunda, de alguna envidia, y de aquí resultó la tercera, que fue calumniar en sí mismo y juzgar con poca caridad las obras que sus hermanos hacían, y tras éstas se abrió puerta para otras mayores; porque luego se le entibió el fervor de la devoción, se le resfrió la caridad con Dios y con los prójimos y se le fue remitiendo y extinguiendo la luz de su interior, y ya miraba Judas Iscariote a los Apóstoles y a María con algún hastío y poco gusto de su trato y obras santísimas.-

Todo este desconcierto de Judas Iscariote, iba conociendo la prudentísima Señora; y procurando su remedio y curarle en salud [espiritual], antes que se entregase a la muerte del pecado, María le hablaba y amonestaba como a hijo carísimo, con extremada suavidad y fuerza de razones. Y aunque alguna vez sosegaba aquella tormenta que se comenzaba a levantar en el inquieto corazón de Judas Iscariote, pero no perseveraba en su tranquilidad y luego se desazonaba y turbaba de nuevo. Y dando más entrada al demonio, llegó a enfurecerse contra María, y con hipocresía afectada intentaba ocultar sus culpas o negarlas y darles otras salidas, como si pudiera engañar a sus divinos maestros o recelarles el secreto de su pecho. Judas Iscariote, perdió con esto, la reverencia interior de la Madre de Misericordia, despreciando sus amonestaciones y dándole en rostro aquella dulzura de sus palabras y documentos.-
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Con este ingrato atrevimiento perdió la gracia, y el Señor se indignó gravemente con Judas Iscariote y mereciéndolo sus desmesurados desacatos le dejó en manos de su consejo, porque él mismo, desviándose de la gracia e intercesión de María, cerró las puertas de la misericordia y de su remedio.-

Y de este aborrecimiento, que admitió con la dulcísima Madre, pasó luego a indignarse con su Maestro, empezando y dando lugar a aborrecer a Jesús, descontentándose de su Doctrina y juzgando por muy pesada la vida de los Apóstoles y su comunicación.-

Con todo esto, no le desamparó luego la Divina Providencia y siempre le enviaba auxilios interiores a su corazón, aunque éstos eran más comunes y ordinarios de los que antes recibía, pero suficientes si quisiera obrar con ellos. Y a más de éstos se juntaban las exhortaciones dulcísimas de la clementísima María, para que se redujese y humillase a pedir perdón a su Divino Maestro y Dios verdadero; y le ofreció de parte del mismo Señor la misericordia y de la suya que le acompañaría y rogaría por él y haría la misma Señora penitencia por sus pecados con obras penales, y sólo quería de Judas Iscariote, que se doliese de ellos y se enmendase.-

Todos estos partidos se lo ofreció la María, para remediar en sus principios la caída de Judas Iscariote, como quien conocía que no era el mayor mal el caer, sino no levantarse y perseverar en el pecado. No podía negar el soberbio discípulo a su conciencia el testimonio que le daba de su mal estado, pero comenzando a endurecerse temió la confusión que le podía adquirir gloria y cayó en la que se le aumentó su pecado. Y con esta soberbia no admitió los consejos saludables de la Madre de Cristo, antes negó su daño, protestando con palabras fingidas que amaba a su Maestro y a los demás y que no tenía en esto de qué enmendarse.-

Admirable ejemplo de caridad y paciencia fue el que nos dejaron Jesucristo y su Madre en el proceder que tuvieron con Judas Iscariote después de su caída en el pecado, porque de tal manera lo toleraron en su compañía, que jamás le mostraron el semblante airado ni mudado, ni dejaron de tratarle con la misma suavidad y agrado que al resto de los demás Apóstoles. Y ésta fue la causa de ocultárselos tanto al resto de los Apóstoles, del mal interior de Judas Iscariote, no obstante de su Ordinaria conversación y trato que tenía, daba grandes indicios de su mala conciencia y espíritu; porque no es fácil ni casi posible violentar siempre las inclinaciones para ocultarlas y disimularlas, y en las cosas que no son muy deliberadas, siempre obramos conforme a lo natural y las costumbres, y entonces por lo menos las damos a conocer a quien nos trata mucho. Esto mismo sucedía con Judas Iscariote en el apostolado.-

Pero como todos conocían la afabilidad y amor con que le trataba Jesucristo y su Madre, sin hacer mudanza en esto, desmentían sus sospechas y los malos indicios que él les daba de su caída. Por esta misma razón se hallaron todos atajados y dudosos cuando en la última cena legal les dijo el Señor que uno de ellos le había de entregar, y cada uno preguntaba de sí, si era él mismo. Y porque Juan Evangelista, con la mayor familiaridad, llegó a tener alguna luz de las maldades de Judas Iscariote y vivía en esto con más recelos, por esto se lo declaró el mismo Señor, aunque con señas; pero hasta entonces nunca Su Majestad dio indicio de lo que pasaba con Judas Iscariote. Y en María, es más admirable esta paciencia, por la parte de ser Madre y pura criatura, y que estaba mirando ya de cerca la traición que aquel desleal discípulo había de cometer contra su Hijo, a quien amaba como Madre y no como sierva.-
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