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Laguna de Negrillos - Leon

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España > Leon > Laguna de Negrillos
11-07-14 06:27 #12132985
Por:j vicente futuro fut

El velo que cubre los Misterios de la Biblia se ha retirado. 85ª Sección
Entre la perfidia de los enemigos de la fe y que siempre ha tenido la Iglesia cristiana, la idolatría de los Romanos, y Egipcios, en la cual estos pueblos representaban a sus dioses en las figuras y las imágenes de los animales que surcan los cielos, los que caminan por la tierra y los que nadan sobre las aguas y por debajo de ellas, esto es la Idolatría. La figura del Señor, su Madre María o la Cruz, como instrumento de Martirio, donde Jesús ofreció su vida por la remisión de toda la humanidad, NO SON IDOLATRÍA, son elementos de veneración, respeto y homenaje hacia nuestro creador y su Madre María, Pero cuando pidáis y oréis, hacerlo desde el corazón, en vuestra casa y con la puerta cerrada de vuestra habitación, y para enriqueceros en las escrituras, y para participar del cuerpo y la sangre de Jesucristo, hay que hacerlo en los templos de oración. La herejía de los arríanos y la bárbara furia de los moros y paganos y modernos comunistas; y si fuera mayor la admiración de los Cristianos, si en particular tuvieran noticia de los arbitrios y medios que todo el infierno ha fabricado en diversos tiempos para destruir este Santuario de Zaragoza por mano de todos estos infieles y naciones. El milagro de la aparición de María al Apóstol Santiago en Zaragoza, ocurrió en el año CUARENTA, el día dos de enero, entrada ya la noche.-

Este fue el origen del Santuario del Pilar de Zaragoza (España), que con justa razón se llama Cámara Angelical, casa propia de Dios y de su Madre purísima, y digna de la veneración de toda la tierra y fiador seguro y abonado de los beneficios y favores del cielo, que no desmerecieron nuestros pecados. El Apóstol Santiago, dio el principio más glorioso a este templo que el primer Jacobo al suyo de Betel, cuando caminaba peregrino a Mesopotámia, aunque aquel título y piedra que levantó, fuese lugar del futuro templo de Salomón. Allí vio en sueños Jacob la escalera mística en figura y sombra con los Ángeles, pero en Zaragoza, el Apóstol Santiago, vio la escalera verdadera del cielo y con los ojos corporales, y más Ángeles que en aquélla. Allí se levantó la piedra en título para el templo que muchas veces se había de destruir y en algunos siglos tendría fin, pero el Santuario de Zaragoza España, y en la firmeza de esta verdadera columna consagrada, se aseguró el templo, la fe y el culto del Altísimo hasta que se acabe el mundo, subiendo y bajando Ángeles a las alturas con las oraciones de los fieles y con los incomparables beneficios y favores que distribuye nuestra Reina y Señora María, a los que en aquel lugar con devoción la invocan y con veneración la honran. Y desde la salida de Jerusalén para la predicación del Apóstol Santiago en España, habían pasado cuatro años, cuatro meses y diez días. El Apóstol Santiago, salió de Jerusalén el año de treinta y cinco. Y el Templo de Zaragoza, fue el primero de la Ley Evangélica y el primero que se construyó en la tierra, y este Santuario fue de sumo agrado para la Divina Trinidad.-

El Evangelista Juan, no tuvo por entonces noticia de esta venida de la divina Madre a España, ni ella se lo manifestó, porque estos favores y excelencias no pertenecían a la fe universal de la Iglesia y por esto las guardaba en su pecho; aunque declaró otras mayores a Juan y a los otros Evangelistas, porque eran necesarias para la común instrucción y fe de los fieles. Pero cuando Santiago regresó de España por Éfeso, entonces dio cuenta a su hermano Juan Evangelista de lo que había sucedido en la peregrinación y predicación en España, y le declaró las dos veces que en ella había sido favorecido con las visiones de la Madre de Jesucristo, y de lo que en esta segunda le había sucedido en Zaragoza (España), y del Templo que dejaba edificado en esta ciudad. Y por relación del Evangelista tuvieron noticia de este milagro muchos de los Apóstoles y discípulos a quien se lo refirió él mismo después en Jerusalén para confirmarlos en la fe y devoción de la Señora del cielo, y en la confianza de su amparo. Y fue así, porque desde entonces los que conocieron este favor hacia Santiago, la llamaban y la invocaban en sus trabajos y necesidades, y la piadosa Madre socorrió a muchos, y a todos en diferentes ocasiones y peligros.-
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Santiago regresa a Jerusalén.-
Llegó a Jerusalén el Apóstol Santiago, y en esta ocasión toda aquella ciudad estaba muy turbada contra los discípulos y seguidores de Jesucristo. Esta nueva indignación habían fomentado los demonios ocultamente, inficionando más con su venenoso aliento los corazones de los judíos, encendiendo en ellos el celo de su ley y la emulación contra la nueva Ley Evangélica, con la ocasión de la predicación de Pablo, que aunque no estuvo en Jerusalén más de quince días, en este breve tiempo obró tanto en él la virtud divina que convirtió a muchos y puso a todos en admiración y asombro. Y aunque los judíos incrédulos se animaron algo con saber que Pablo había salido de Jerusalén, entró luego Santiago no menos lleno de sabiduría divina y celo del nombre de Jesucristo nuestro Redentor, con que se volvieron a inmutar. Y Lucifer, que no ignoraba su venida, solicitaba y aumentaba la indignación de los pontífices, sacerdotes y escribas, para que el nuevo predicador les sirviese de más y que los inquietase y alterase.-

Entró Santiago en Jerusalén después de haber venido de España, predicando fervorosamente el nombre del Crucificado, su misteriosa muerte y su resurrección. Y a los primeros días convirtió a la fe algunos judíos; entre éstos fueron señalados un Hermógenes y otro Fileto, uno de ellos fomentaba la magia y el otro la hechicería, pero los dos eran magos y hechiceros. Hermógenes tenían pacto con el demonio y Fileto era su discípulo, pero de los dos se quisieron valer los judíos contra el Apóstol, para que o le convenciesen en disputa o, si esto no conseguían, le quitasen la vida con algún maleficio de sus artes mágicas. Esta maldad maquinaron los demonios por medio de los judíos, como instrumentos de su iniquidad, porque no podían por sí mismos llegar cerca del Apóstol, aterrados de la divina gracia que en él sentían. Pero llegando a la disputa con los dos magos, entró primero Fileto arguyendo a Santiago, para que si no le concluyese entrase después Hermógenes, como maestro y más perito en la ciencia mágica.-

Propuso Fileto sus argumentos sofisticados y falsos y el Sagrado Apóstol se los desvaneció como los rayos del sol destierran las tinieblas, y habló con tanta sabiduría y eficacia que Fileto quedó vencido y reducido a la verdadera fe de Cristo, y desde entonces se hizo defensor del Apóstol y de su doctrina. Pero temiendo a su maestro Hermógenes, pidió a Santiago, que lo defendiese de él y de sus artes diabólicas, con que le perseguiría para destruirle. Y el Apóstol dio a Fileto un paño o lienzo que de mano de María había recibido y con aquella reliquia se defendió el nuevo convertido de los maleficios de Hermógenes por algunos días, hasta que el mismo Hermógenes llegó a la disputa con el Apóstol Santiago.-

No pudo Hermógenes excusarse, aunque temía a Santiago, porque estaba empeñado con los judíos para disputar con él y convencerle, y así procuró esforzar sus errores con mayores argumentos que su discípulo Fileto. Pero todo este conato fue en vano contra el poder y la sabiduría del Cielo, que en el Sagrado Apóstol era como una impetuosa corriente. Anegó a Hermógenes y le obligó a confesar la fe de Cristo y sus misterios, como lo había hecho su discípulo Fileto, y ambos creyeron en la fe y la doctrina que predicaba Jacobo [Santiago el Mayor]. Los demonios se irritaron contra Hermógenes y con el imperio que sobre él habían tenido le maltrataron por su conversión; y como tuvo noticia que Fileto se había defendido de ellos con la reliquia o lienzo que el Santo Apóstol le había dado, le pidió también el mismo
favor contra los enemigos, y Santiago [Mayor] dio a Hermógenes el báculo que traía en su peregrinación, y con él ahuyentó a los demonios para que no le afligiesen ni llegasen a él.-
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A estas conversiones y a las demás que hizo Santiago [el Mayor] en Jerusalén, ayudaron las oraciones, lágrimas y suspiros que María ofrecía desde su oratorio en Éfeso, donde, conocía por visión Divina, todo lo que obraban los Apóstoles y fieles de la Iglesia, y de su amado Apóstol tenía particular cuidado, por estar más cerca el día de su martirio. Hermógenes y Fileto perseveraron algún tiempo en la fe de Cristo, pero después desfallecieron y la perdieron en Asia, como consta en la epístola segunda de Timoteo, donde el Apóstol le avisa cómo se habían apartado de él Fileto y Hermógenes. Y aunque la semilla de la fe nació en aquellos corazones, pero no hecho raíces para resistir a las tentaciones del demonio, a quien largo tiempo habían servido y tratado con familiaridad, y siempre se quedaron en ellos las reliquias malas y perversas raíces de los vicios que volvieron a prevalecer, derribándolos del estado de la fe que habían recibido. Pero cuando los judíos vieron frustrada su vana confianza, por hallarse convencidos y convertidos a Hermógenes y Fileto, concibieron nueva indignación contra el Apóstol Santiago y determinaron acabar con él dándole la muerte que le deseaban. Para esto solicitaron con dinero los servicios de Demócrito y Lisias, centuriones de la milicia de los romanos, y concertaron con ellos en secreto que prendiesen al Apóstol Santiago con la gente que tenían a su cuenta y que para disimular la traición fingirían un alboroto o pendencia en uno de los días y lugares que predicase y entonces le entregarían en sus manos. La ejecución de esta maldad quedó a cargo de Abiatar, que era sumo sacerdote en aquel año, y de Josías, otro escriba del mismo espíritu que el sacerdote. Y como lo pensaron, así lo ejecutaron. Porque estando Santiago [Mayor] predicando al pueblo el misterio de la Redención humana y probándole con admirable sabiduría y testimonios de las antiguas Escrituras, el auditorio se conmovió a lágrimas de compunción. Y el sumo sacerdote y escriba se encendieron en furor diabólico y, dando la señal a la gente romana, envió el primero a Josías y prendió a Santiago, echándole una soga al cuello, y proclamándole por inquietador de la república y autor de la nueva religión contra el imperio romano.-

En esta ocasión llegaron Demócrito y Lisias con su gente y prendieron al Apóstol y lo llevaron ante Herodes, hijo de Arquéalo, que también estaba prevenido, en lo cauteloso con la astucia de Lucifer y en lo exterior con el odio de los judíos. Incitado Herodes de todos estos estímulos, había movido contra los discípulos del Señor, a quien aborrecía, enviando tropas de soldados para afligirlos y prenderlos, y luego mandó degollar a Santiago [Mayor], como los judíos se lo pedían. Fue increíble el gozo del Apóstol viéndose prender y atar a la semejanza de su Maestro y que le llegaba el plazo tan deseado de pasar de esta vida mortal a la eterna por medio del martirio, como María se lo había dicho y prevenido. Hizo humildes y fervorosos actos de agradecimiento por este beneficio y públicamente confesó de nuevo y proclamó la fe de Jesucristo. Y acordándose de la petición que había hecho en Éfeso, de que le asistiese en su muerte, invocó a maría y la llamó de lo íntimo de su alma. María, oyó desde su oratorio estas peticiones de su amado Apóstol y sobrino, como quien estaba atenta a todo lo que pasaba por él, y con eficaz oración le acompañaba y favorecía. Y María, vio que descendía del cielo gran multitud de Ángeles y espíritus supremos de todas las jerarquías, y parte de ellos se encaminó a Jerusalén y rodearon al Santo Apóstol cuando lo sacaban al lugar del suplicio. Otros Ángeles fueron a Éfeso donde María estaba, y uno de los supremos la dijo: Emperatriz de las alturas y Señora nuestra, el altísimo Dios y Señor de los ejércitos dice que vayáis a Jerusalén para consolar a su gran siervo Jacobo [Santiago el Mayor], asistirle en su muerte y correspondáis a sus deseos santos y piadosos.-
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Este favor admitió María con gran júbilo y agradecimiento, y alabó al Muy Alto por la protección con que defiende y ampara a los que fían en su misericordia infinita y viven debajo de su protección. En el tiempo que pasaba esto, era llevado el Apóstol Santiago al martirio, y en el camino hizo muchos milagros en todos los enfermos de varias enfermedades y dolencias y en algunos endemoniados, porque a todos los dejó sanos y libres. Y como corrió la voz de que Herodes le mandaba degollar, acudieron muchos necesitados a buscar su remedio antes que les faltase el común medio de su consuelo.-

Al mismo tiempo los Ángeles recibieron a María en el Globo resplandeciente, y la sentaron en su trono como en otras ocasiones, y la llevaron a Jerusalén al lugar donde estaba Santiago [Mayor] para ser ajusticiado. Puso las rodillas en tierra el Santo Apóstol para ofrecer a Dios el sacrificio de su vida, y cuando levantó los ojos al cielo vio en el aire y en su presencia a la Reina de los mismos cielos, a quien estaba invocando en su corazón. Vio a María vestida de divinos resplandores y con grande hermosura, acompañada de los Ángeles que la asistían. Y con este divino espectáculo fue todo inflamado en ardores de nuevo júbilo y caridad, con cuyo ímpetu se movió todo el corazón y potencias de Jacobo [Santiago el Mayor]. Y quiso dar voces aclamando a María por Madre del mismo Dios y Señora de todas las criaturas, y uno de los espíritus soberanos en aquel fervor le dijo: Jacobo [Santiago el Mayor], siervo de nuestro Creador, tened en vuestro pecho estos preciosos afectos y no manifestéis a los judíos la presencia y favor de nuestra Reina, porque no son dignos ni capaces de entenderlo y antes le cobrarán el odio que la reverencia.- Con este aviso se reprimió el Apóstol y en silencio, moviendo los labios, habló a la divina Reina y la dijo: Madre de mi Señor Jesucristo, Señora y amparo mío, consuelo de los afligidos, refugio de los necesitados, dadme, Señora, vuestra bendición tan deseada de mi alma en esta hora. Ofreced por mí a Vuestro Hijo y Redentor del mundo el sacrificio de mi vida en holocausto, encendido en el deseo de morir por la gloria de su santo nombre. Sean hoy vuestras manos purísimas y candidísimas en aras de mi sacrificio, para que la reciba aceptable el que por mí se ofreció en la Santa Cruz. En Vuestras manos, y por ellas en las de mi Creador, encomiendo mi espíritu.-

Dichas estas palabras y siempre con los ojos del Apóstol levantados hacia María, que le hablaba al corazón, le degolló el verdugo. Y la gran Señora y Reina del mundo, ¡oh admirable dignación!, recibió el alma de su amantísimo Apóstol a su lado en el trono donde estaba y así María mismo se la llevó al cielo empíreo y se la presentó María a su Hijo. Entró María en la corte celestial con esta nueva ofrenda, causando a todos los moradores del cielo nuevo júbilo y gloria accidental, y todos la dieron la enhorabuena con nuevos cánticos y loores. El Altísimo recibió el alma de Jacobo [Santiago el Mayor] y la colocó en lugar eminente de gloria entre los príncipes de su pueblo, y María, postrada ante el trono de la infinita Majestad, hizo un cántico de alabanza, y de gracias por el martirio y triunfo del primer Apóstol del Señor que había sido Martirizado.-

No vio en esta ocasión la gran Señora a la Divinidad con visión intuitiva, sino con la abstractiva. Y la Divina Trinidad, la llenó de nuevas bendiciones y favores para sí y para la Iglesia, por quien hizo grandes peticiones; la bendijeron también todos los santos y con esto la devolvieron los ángeles a su oratorio en Éfeso, donde, en el tiempo que sucedió todo esto, estuvo un Ángel representando la persona de María, y llegando la divina Madre de las virtudes se postró en tierra como acostumbraba, dando gracias de nuevo al Altísimo por todo lo referido.-
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Los discípulos de Santiago [Mayor] aquella noche recogieron su cuerpo y ocultamente lo llevaron al puerto de Jope, donde por disposición divina se embarcaron con él y lo llevaron a Galicia en España. Y María les envió un Ángel que los guiase y encaminasen a donde era la voluntad de Dios que desembarcasen. Y aunque ellos no vieron al Ángel que los acompañaba, experimentaron su favor, porque los defendió en todo el viaje, y muchas veces milagrosamente. De manera que también debe España a María, el tesoro del cuerpo sagrado del Apóstol del Señor Santiago [el Mayor], que posee para su protección y defensa, como en su vida le tuvo, para enseñanza y principio de la FE que tan arraigada dejó en los corazones del Reino de los Españoles.-

Murió Santiago en Jerusalén, cinco años y siete meses después de haber salido de España, con cuarenta y un años de edad, el día veinticinco de Marzo. Y conforme a este cómputo, fue el martirio de Santiago siete años cumplidos después de la muerte de Jesucristo, Salvador y Redentor de toda la humanidad.-

La muerte de Santiago [Mayor], que sucedió el día veinticinco de Marzo, antes de los catorce horas de la luna de Marzo. Tengo que decir, que la Iglesia, no celebra el martirio de Santiago [Mayor] en su día, porque ocurre con la Encarnación y de ordinario con los misterios de la pasión, y el cuerpo de Santiago Apóstol, cuando fue trasladó, llegó a Galicia (España), el día veinticinco de Julio. Y en esta misma pascual, Herodes también encarceló en Jerusalén, al Apóstol Pedro.-

EL APÓSTOL PEDRO.-
Con la muerte de Santiago [Mayor] y con la presteza con que se la dio Herodes, se alentó más la crueldad de los judíos, pareciéndoles que en la sevicia del inicuo rey tenían puesto instrumento de su venganza contra los seguidores de Jesucristo. El mismo juicio hizo Lucifer y sus demonios. Ellos con sugestiones, los judíos con ruegos y lisonjas le persuadieron que mandase prender a Pedro, como de hecho lo hizo en gracia de los judíos, a quienes deseaba tener contentos por sus fines temporales. Los demonios temían grandemente al Vicario de Cristo por la virtud que contra sí mismos sentían en él, y así apresuraron ocultamente su prisión. Tuvieron en ella a Pedro muy bien amarrado con cadenas para justiciarle pasada la Pascua. Y aunque el invicto corazón del Apóstol estaba sin cuidado y con la misma quietud que si estuviera libre, pero todo el cuerpo de la Iglesia que estaba en Jerusalén le tenía grande cuidado, y se afligieron sumamente todos los discípulos y fieles, sabiendo lo que determinaba Herodes y ajusticiarle sin dilación.-

Con esta aflicción multiplicaron las oraciones y peticiones al Señor para que guardase a su Vicario y cabeza de la Iglesia, con cuya muerte le amenazaba gran ruina y tribulación. Invocaron también el amparo y poderosa intercesión de María, en quien y por quien todos esperaban el remedio. No se le ocultaba este aprieto de la Iglesia a María, aunque estaba en Éfeso, porque desde allí miraban sus ojos clementísimos todo cuanto pasaba en Jerusalén por la visión clarísima que de todo tenía. Al mismo tiempo acrecentaba la piadosa Madre sus ruegos con suspiros, postraciones y lágrimas de sangre, pidiendo la libertad de Pedro y la defensa de la Iglesia. Esta oración de María penetró los cielos hasta herir el corazón de su Hijo Jesús. Y para responderle a ella, descendió Su Majestad en persona al oratorio de su casa, donde estaba postrada en tierra y pegado su virginal rostro con el polvo. Entró el soberano Rey a su presencia y levantándola del suelo la habló con caricia, diciendo: Madre mía, moderad vuestro dolor y decid todo lo que pedís, que os lo concederé y hallaréis gracia en mis ojos para conseguirlo.-
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