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Laguna de Negrillos - Leon

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España > Leon > Laguna de Negrillos
17-06-14 06:26 #12104934
Por:j vicente futuro fut

El velo que cubre los Misterios de la Biblia se ha retirado. 48ª Sección
Juan Bautista, fue a quien de estas maravillas y de sus efectos alcanzó entonces la mejor parte, que no sólo bautizó a su Redentor y Maestro, sino que vio al Espíritu Santo y el Globo del que manaba la luz Celestial y que este Globo descendió del Cielo sobre el Señor con innumerables Ángeles que asistían al bautismo de Jesús. Juan Bautista, oyó y entendió la voz del Padre, y conoció otros misterios en esta visión y revelación. Pero sobre todo esto fue bautizado por el Redentor. Y aunque el Evangelio no dice más de que lo pidió, tampoco lo niega, porque sin duda Cristo nuestro Señor, después de haber sido bautizado dio a su Precursor el Bautismo (Sacramental) que le pidió y el que Su Majestad instituyó desde entonces, aunque su promulgación general y el uso común lo ordenó después y mandó a los Apóstoles que lo realizaran después de resucitado Jesucristo.-

Jesús, también bautizo a su Madre antes de esta promulgación en que declaró la forma del bautismo que había ordenado. Y Juan Bautista fue el primogénito del bautismo (Sacramental) de Cristo y de la nueva Iglesia, fundaba bajo de este Sacramento, y por él recibió el Bautista el carácter de Cristiano y gran plenitud de gracias, aunque no tenía pecado original que se le perdonase, porque ya le había justificado el Redentor antes que naciera el Bautista.-

Y aquellas palabras que respondió el Señor: Deja ahora, que conviene cumplir toda justicia, no fue negarle el bautismo, sino dilatarle hasta que Su Majestad fuese bautizado primero y se cumpliese con la justicia en la forma que se ha dicho, y luego le bautizó y dio su bendición a Juan para irse Jesús al desierto.-

De todos estos acontecimientos, María fue informada mediante los Ángeles que asistían al mismo Señor. Hizo la prudentísima Madre nuevos himnos y cánticos de alabanza del Altísimo y del Verbo humanizado y de incomparable agradecimiento; por los actos de humildad y peticiones que hizo el Divino Maestro.-

Con el testimonio que la suma verdad había dado en el Río Jordán de la Divinidad de Jesucristo, Salvador y Maestro, quedó acreditada su persona y la Doctrina que había de predicar, comenzando a enseñarla y darse a conocer con ella y con los milagros, obras y vida que le habían de confirmar como Hijo de Dios, para que todos le conocieran por el Hijo natural del Eterno Padre y por el Mesías de Israel y Salvador del mundo. Con todo, no quiso el Divino Maestro de la santidad comenzar la predicación ni ser reconocido por nuestro Reparador, sin haber alcanzado primero el triunfo sobre el enemigo de la humanidad, que lo es el demonio, para que después triunfase de los engaños que siempre fraguan, y con las obras de sus heroicas virtudes nos diese las primeras lecciones de la vida Cristiana y Espiritual y nos enseñase a pelear y vencer en sus victorias, habiendo quebrantado primero con ellas las fuerzas de estos comunes enemigos, para que con nuestra flaqueza de mortales, hallásemos a estos demonios, más debilitados, si no queríamos entregarnos a ellos y restituírselas con nuestra propia voluntad.-

Su Majestad en cuanto Dios, era Superior Infinitamente al Demonio y en cuanto hombre tampoco tenía dolo ni pecado sino suma santidad y señorío sobre todas las criaturas. Jesús quiso como hombre santo y justo, vencer los vicios y a su autor, ofreciendo su humanidad Santísima al conflicto de la tentación disimulando para esto la superioridad que tenía sobre los enemigos invisibles.-
Jesús se interna en el desierto.-
Jesucristo después de ser bautizado, se despidió de Juan Bautista, y emprendió el camino dirección al desierto. A Jesús le asistieron y acompañaron los Ángeles, que como a su Rey y Señor le servían y veneraban con cánticos de loores divinos por las obras de remedio y benefactoras que iba ejecutando en la enferma y humana naturaleza de los que encontraba en el camino. Jesús llegó al punto del desierto en el que su voluntad llevaba prevenido, que era llegar a un despoblado situado entre riscos y peñas secas, en el que había una caverna o cueva muy oculta, donde Jesús hizo alto y la eligió como posada para los días de su ayuno.-
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Jesús se postro en tierra con profundísima humildad y se pegó a ella, que era siempre la postura que usaban Jesús y su Madre para comenzar a orar; Jesús confesó al Eterno Padre y le dio gracias por las obras de su Divina Diestra y haberle dado por su beneplácito aquel puesto y soledad acomodado para su retiro, y al mismo desierto agradeció en su modo, con aceptarle, el haberle recibido para guardarle escondido del mundo el tiempo que convenía. Continuó Su Majestad la oración puesto en forma de cruz, y ésta fue la más repetida ocupación que en el desierto tuvo y uso Jesús. Pidiendo al Eterno Padre por la salvación humana, y las que algunas veces, en estas peticiones Jesús sudaba sangre.-

Muchos animales silvestres de aquel desierto vinieron a donde estaba su Creador, en los que algunas veces Jesús, salía por aquellos campos, y allí con admirable instinto le reconocían y como testimonio, estos animales daban bramidos y hacían otros movimientos; pero muchas más demostraciones hicieron las aves del cielo, que vinieron en gran multitud de ellas a la presencia del Señor, y con diversos y dulces cantos le manifestaban gozo y le festejaban a su modo e insinuaban agradecimiento de verse favorecidas con tenerle por vecino del yermo y que lo dejase santificado con su presencia Real y Divina. Comenzó Su Majestad el ayuno sin comer cosa alguna por los cuarenta días que perseveró en él, y le ofreció al eterno Padre para recompensa de los desórdenes y vicios que los hombres habían de cometer con el de la gula, aunque tan vil y abatido pero muy admitido y aun honrado en el mundo a cara descubierta; y al modo que Jesús venció este vicio, venció todos los demás y recompensó las injurias que con ellos recibía el Supremo Legislador y Juez de los hombres. Y según la inteligencia que se me ha dado, para entrar nuestro Salvador en el oficio de Predicador y Maestro y para hacer el de Medianero y Redentor acerca del Padre, fue venciendo todos los vicios de los mortales y recompensando sus ofensas con el ejercicio de las virtudes tan contrarias al mundo, que con el ayuno recompensó nuestra gula, y aunque esto hizo por toda su vida santísima con su ardentísima caridad, pero especialmente destinó sus obras de infinito valor para este fin mientras ayunó en el desierto.-

Y como un amoroso padre de muchos hijos que han cometido todos grandes delitos, por los cuales merecían horrendos castigos, va ofreciendo su hacienda para satisfacer por todos y reservar a los hijos delincuentes de la pena que debían recibir, así nuestro amoroso Padre y Hermano Jesús pagaba nuestras deudas y satisfacía por ellas: singularmente, en recompensa de nuestra soberbia ofreció su profundísima humildad; por nuestra avaricia, la pobreza voluntaria y desnudez de todo lo que era propio suyo; por las torpes delicias de los hombres ofreció su penitencia y aspereza, y por la ira y venganza, su mansedumbre y caridad con los enemigos; por nuestra pereza y tardanza, su diligencia solicitud, y por las falsedades de los hombres y sus envidias ofreció en recompensa la columbina sinceridad, verdad y dulzura de su amor y trato. Y a este modo iba aplacando el justo Juez y solicitando el perdón para los hijos bastardos inobedientes, y no sólo les alcanzó el perdón sino que les mereció nueva gracia, dones y auxilios, para que con ellos mereciésemos su eterna compañía y la vista de su Padre y la suya, en la participación y herencia de su gloria por toda la eternidad.
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Y cuando todo esto lo pudo conseguir con la menor de sus obras, no hizo lo que nosotros hiciéramos, antes superabundó su amor en tantas demostraciones, para que no tuviera excusa nuestra ingratitud y dureza. Para dar noticia de todo lo que hacía el Salvador, a su Madre pudiera bastar la Divina luz y continuas visiones y revelaciones que tenía, pero sobre ellas añadía su amorosa solicitud las ordinarias que con los Ángeles enviaba a su Hijo. Y esto disponía el mismo Señor para que por medio de tan fieles embajadores oyesen recíprocamente los sentidos de los dos las mismas razones que formaban sus corazones, y así las referían los Ángeles y con las mismas palabras que salían de la boca de Jesús para María y de ella para Jesús, aunque por otro modo las tenía ya entendidas y sabidas el mismo Señor y también su Madre. Luego que la gran Señora tuvo noticia de que Jesús estaba en el camino del desierto, María cerró las puertas de su casa, sin que nadie entendiera que estaba en ella, y fue tal su recato en este retiro, que los mismos vecinos pensaron que se había ausentado como su Hijo.-

María se recogió en su oratorio y en él estuvo cuarenta días y cuarenta noches sin salir de allí y sin comer cosa alguna, como sabía que tampoco lo hacía su Hijo, guardando ambos la misma forma y rigor del ayuno. En las demás operaciones, oraciones, peticiones, postraciones y genuflexiones imitó y acompañó también al Señor sin dejar alguna; y lo que es más, que las hacía todas al mismo tiempo, porque para esto se desocupó de todo y fuera de los avisos que le daban los Ángeles lo conocía con aquel beneficio, de conocer todas las operaciones del alma de su Hijo santísimo que éste le tuvo cuando estaba presente y ausente y las acciones corporales, que antes conocía por los sentidos cuando estaban juntos, después las conocía por visión intelectual estando ausente o se las manifestaban los Ángeles .-

Mientras Jesús estuvo en el desierto, hacía cada día trescientas genuflexiones y postraciones y otras tantas hacía la Madre en su oratorio, y el tiempo que le restaba lo ocupaba de ordinario en hacer cánticos junto con los Ángeles. María, en esta imitación de Jesús, cooperó la Divina Reina en todas las oraciones e impetraciones que hizo el Salvador y alcanzó las mismas victorias de los vicios y respectivamente los recompensó con sus heroicas virtudes y con los triunfos que ganó con ellas; de manera que si Jesús como Redentor nos mereció tantos bienes y recompensó y pagó nuestras deudas, María como su coadjutora y Madre interpuso su misericordiosa intercesión con él y fue medianera cuanto era posible de pura criatura.-

Jesús es tentado por Lucifer.-
Lucifer, llegó al desierto y viendo que Jesús se encontraba solo, se alegró mucho, porque estaba sin su Madre a quien él y sus ministros de tinieblas, la llamaban y la tenían por su enemiga, por las victorias que María contra ellos alcanzaba; y como no habían entrado en batalla con nuestro Salvador, presumía con soberbia el Dragón que, ausente la Madre, tenía el triunfo del Hijo asegurado. Pero llegando a reconocer de cerca al combatiente, sintieron todos gran temor y cobardía, no porque le reconociesen por Dios verdadero, que de esto no tenían sospechas viéndole tan despreciado, ni tampoco por haber probado con él sus fuerzas, que sólo con la Divina Señora las habían ejecutado; pero el verle tan sosegado, con semblante tan lleno de majestad y con obras tan cabales y heroicas, le puso a Lucifer en gran temor y quebranto, porque no eran aquellas acciones y condiciones de Jesús, como las ordinarias de los demás hombres, a quienes tentaban y vencían fácilmente.
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Y confiriendo este punto Lucifer con sus ministros, les dijo: ¿Qué hombre es éste tan severo para los vicios de que nosotros nos valemos contra los demás? Si tiene tan olvidado el mundo, tan quebrantada y sujeta su carne, ¿por dónde entraremos a tentarle? ¿O cómo esperaremos la victoria, si nos ha quitado las armas con la que hacemos la guerra a los hombres? Mucho desconfío de esta batalla. Tanto vale y tanto puede como esto el desprecio de lo terreno y el rendimiento de la carne, que da terror al demonio y a todo el infierno, y no se levantara tanto su soberbia, si no hallara a los hombres rendidos a estos infelices tiranos antes que llegara a tentarlos.-

Dejó Cristo Salvador a Lucifer en su engaño de que le juzgase por puro hombre, aunque muy justo y santo, para que con esto adelantase su esfuerzo y malicia para la batalla, como lo hace cuando reconoce estas ventajas en los que quiere tentar. Y esforzándose el Dragón con su misma arrogancia, comenzó el duelo en aquella campaña del desierto con la mayor valentía que antes ni después se verá otra batalla en el mundo entre hombres y demonios; porque Lucifer y sus aliados centraron todo su poder y malicia, provocándoles su misma ira y furor contra la virtud superior que reconocían en Cristo; aunque Su Majestad altísima atemperó sus acciones con suma sabiduría y bondad infinita, y con equidad y peso ocultó la causa original de su poder infinito, y manifestando el que bastaba con la santidad de hombre para ganar las victorias de sus enemigos. Y para entrar como hombre en la batalla hizo oración al Padre en lo Superior del Espíritu, a donde no llega la noticia del demonio, y dijo a Su Majestad: Padre mío y Dios eterno, con mi enemigo entro en la batalla para quebrantar sus fuerzas y soberbia contra Vos y contra mis queridas las almas de la humanidad; y por Vuestra gloria y su bien quiero sujetarme a sufrir la osadía de Lucifer y quebrantarle la cabeza de su arrogancia, para que la hallen vencida los mortales cuando sean tentados por esta serpiente, si por su culpa no se entregaren a él. Os suplico, Padre mío, que os acordéis de mi pelea y victoria, cuando los mortales sean afligidos por el enemigo común, y que alentéis su flaqueza para que en virtud de este triunfo lo consigan ellos y con mi ejemplo se animen y conozcan el modo de resistir y vencer a sus enemigos.-

A la vista de esta batalla estaban los Espíritus Soberanos ocultos por la disposición Divina, para que no los viese Lucifer y entendiese ni rastrease entonces algo del poder Divino de Jesucristo, y todos daban gloria y alabanza al Padre y al Espíritu Santo, que en las admirables obras del Verbo humanado se complacían y también desde su oratorio lo miraba y veía María. Y cuando comenzó la tentación era el día treinta y cinco del ayuno y soledad de Jesucristo y duró hasta que se cumplieron los cuarenta días. Se manifestó Lucifer, presentándose en forma humana, como si antes no le hubiera visto y conocido, y la forma que tomó para su intento fue transformándose en apariencia muy resplandeciente como Ángel de luz; y reconociendo y pensando que el Señor con tan largo ayuno estaba hambriento, le dijo: Si eres Hijo de Dios, convierte estas piedras en pan con tu palabra. Le propuso si era Hijo de Dios, porque esto era lo que más cuidado le podía dar y deseaba algún indicio para reconocerlo, pero el Salvador del mundo le respondió sólo a las palabras: No vive el hombre con solo pan, sino también con la palabra que procede de la boca de Dios y tomó el Salvador estas palabras de la Sagrada Escritura. Pero el demonio no penetró el sentido en que las dijo el Señor, porque las entendió Lucifer que sin pan ni alimento corporal podía Dios sustentar la vida del hombre. Pero aunque esto era verdad y también lo significaban las palabras, el sentido del divino Maestro comprendió más, porque fue decirle: Este hombre con quien tu hablas vive en la Palabra de Dios, que es Verbo Divino, a quien hipostáticamente está unido; y aunque deseaba saber esto mismo Lucifer, no mereció entenderlo, porque no quiso adorarle.-
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Se halló atajado Lucifer con la fuerza de esta respuesta y con la virtud que llevaba oculta, pero no quiso mostrar flaqueza ni desistir de la pelea. Y el Señor con su permisión dio lugar a que prosiguiese en ella y le llevase a Jerusalén, donde le puso sobre el pináculo del templo, donde se descubría gran número de gente, sin ser visto el Señor de ninguno. Y Lucifer le propuso que si le viesen caer de tan alto sin recibir lesión, le aclamaran por grande, milagroso y santo; y luego, Lucifer, valiéndose también de la Escritura, le dijo: Si eres Hijo de Dios, arrójate de aquí abajo; que está escrito: Los ángeles te llevarán en palmas, como se lo ha mandado Dios, y no recibirás daño alguno. Acompañaban a su Rey los Espíritus soberanos, admirados de la permisión Divina en dejarse llevar corporalmente por manos de Lucifer, sólo por beneficio que de ello había de resultar a los hombres. Con el príncipe de las tinieblas fueron innumerables demonios en aquel acto, porque este día quedó el infierno casi despoblado de ellos para acudir a esta empresa. Respondió el Autor de la sabiduría: También está escrito: No tentarás a tu Dios y Señor. En estas respuestas estaba el Redentor del mundo con incomparable mansedumbre, profundísima humildad y tan superior a Lucifer en la majestad y entereza, que con esta grandeza y al no verle en nada turbado, se turbó más aquella soberbia de Lucifer y le fue de nuevo tormento y opresión.-

Pero Lucifer, con todo este resultado, intentó otro nuevo ingenio de acometer contra el Señor del mundo por ambición, ofreciéndole alguna parte de su dominio; y para esto le llevó a un alto monte, donde se descubrían muchas tierras, y alevosa y atrevidamente Lucifer le dijo a Jesús: Todas estas cosas que están a tu vista te daré, si postrado en tierra me adoras, ¡Exorbitante arrogancia y más que insania mentira y alevosía falsa, porque Lucifer ofreció lo que no tenía, ni podía dar a nadie; pues la tierra, los orbes, los reinos, principados, tesoros y riquezas, todo es del Señor, y Su Majestad lo da y lo quita a quien y cuando es servido y conviene; pero nunca pudo ofrecer Lucifer bien alguno que fuera suyo, aun de los bienes terrenales y temporales, y por esto son falsas todas sus promesas. A ésta que le hizo Lucifer a Jesús, el Señor respondió con su Majestad con imperioso poder: Vete de aquí, Satanás, que escrito está: A tu Dios y Señor adorarás y a él sólo servirás. En aquella palabra, vete Satanás, que dijo Jesús, quitó a Lucifer el permiso que le había dado para tentarle y con imperio poderoso dio con Lucifer y todas sus cuadrillas de mal en lo más profundo del infierno, y allí estuvieron pegados y amarrados en las más hondas cavernas por espacio de tres días sin moverse, porque no podían. Y después que se les permitió levantarse, hallándose tan quebrantados y sin fuerzas, comenzaron a sospechar que quien los había aterrado y vencido daba indicios de ser el Hijo de Dios humanizado, y en estos recelos perseveraron con variedad, sin atinar del todo con la verdad hasta la muerte del Salvador. Pero se despechaba Lucifer por lo mal que se había entendido en esta demanda y en su propio furor se deshacía.-

Jesús como vencedor, se confesó al Eterno Padre y le engrandeció con divinos cánticos, con loores y agradecimiento de gracias por el triunfo que le había dado sobre el enemigo común del linaje humano; y con gran multitud de espíritus soberanos, que le cantaban dulces cánticos por esta victoria, fue restituido nuevamente Jesús al desierto, por los Ángeles que lo llevaban en sus palmas, aunque no lo había menester usando de su propia virtud, pero le era debido aquel obsequio de los Ángeles, como recompensa contra la audacia usada por Lucifer, por atreverse a llevar al pináculo del templo y al monte aquella humanidad de Jesús.-
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