Laguna de Negrillos - Leon

No deben querellarse los mortales en el dichoso siglo de la Ley de Gracia, que les afligen su fragilidad y sus pasiones, pues en este Pan del Cielo tienen a mano la salud y la fortaleza; de no ser tentados y perseguidos por Lucifer, pues con el buen uso de este Sacramento inefable le vencerán gloriosamente, pero para esto dignamente si hay que participar del mismo.-

Culpa es de los fieles no atender a este misterio y valerse de su virtud infinita para todas sus necesidades y trabajos, que para su remedio lo ordenó mi Hijo. Y de verdad te digo, que tiene Lucifer y sus demonios tal temor a la presencia de la Eucaristía, que al acercarse a ella les causa mayores tormentos que estar en el mismo infierno. Y aunque entran en los templos para tentar a las almas, esto lo hacen, violentándose a padecer crueles penas, a trueque de derribar una alma y atraerla a que cometa un pecado, y más en los lugares sagrados y presencia de la Eucaristía. Y por alcanzar este triunfo los compele su indignación, que tienen contra Dios y contra las almas, para que se expongan a padecer aquel nuevo tormento de estar cerca de Cristo mi Hijo sacramentado. Cuando a mi hijo lo llevan en procesión por las calles, los demonios huyen y se alejan a toda prisa, y no se atrevieran a acercarse a los que le van acompañando, si no fuera por la confianza que tienen, con tan larga experiencia, de que vencerán a algunos, para que pierdan la reverencia al Señor. Por esta razón, los demonios trabajan mucho en tentar en los Templos, porque saben cuánta injuria se hace en esto al mismo Señor que está sacramentado por amor, para aguardar a santificar los hombres y a que le den el retorno de su amor dulcísimo y demostrativo con tantas finezas. Por esto entenderás el poder que tiene quien dignamente recibe este Pan Sagrado de los Ángeles contra los demonios y cómo temerían a los hombres si le frecuentasen con devoción y pureza, procurándose conservar en ella hasta otra comunión. Pero son muy pocos los que viven con este cuidado y el enemigo está alerta acechando y procurando que luego se olviden, entibien y distraigan, para que no se valgan contra ellos de estas armas tan poderosas, como es la Consagración del Pan y del Vino.-

El Omnipotente esta indignado contra algunos católicos y Sacerdotes.-
María informa a Sor María de Jesús y la dice: El Omnipotente y justo Juez está indignado contra algunos católicos, por haber irritado su justicia con los pecados tan desmedidos y repetidos, que continuamente cometen bajo de la Santa FE que profesan. No hay quien considere, pese y tema tan grande daño, ni se disponga al remedio que pudieran solicitar con el buen uso del Divino Sacramento de la Eucaristía y llegando a él con corazones contritos y humillados y con mi intercesión. En esta culpa, que en algunos hijos de la Iglesia, es gravísima, son más reprensibles los Indignos y malos Sacerdotes, porque de la irreverencia con que ellos tratan al Santísimo Sacramento del altar han tomado ocasión algunos Católicos para despreciarle.-

Y si el pueblo viera que los sacerdotes se llegaban a los Divinos Misterios con temor y temblor reverencial, conocieran que con el mismo habían de tratar todos y recibir a su Dios Sacramentado. Y los que así lo hacen, resplandecen en el cielo como el sol entre las estrellas, porque de la Gloria de mi Hijo humanizado, a los que le trataron y recibieron con toda reverencia, les redunda especial luz y resplandor de gloria.- el cual no tienen los que no han frecuentado con devoción la Sagrada Eucaristía. Y a más de esto tendrán después sus cuerpos gloriosos unas señales o divisas en el pecho, donde le recibieron, muy brillantes y hermosísimas, en testimonio de que fueron dignos tabernáculos del santísimo sacramento cuando lo recibieron.-
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Terminado el acto de la Consagración del Pan y del Vino, que correspondía al Jueves, entrada ya la noche, salió Jesús, y detrás de Él, salió su madre María, se encontraron y se miraron, y ambos el corazón se les traspasó, y sintieron la espada del dolor que aun mismo tiempo les hirió penetrantemente, sobre todo el pensamiento humano y Angélico. La dolorosa Madre se postró en tierra, adoró a su Hijo como a su verdadero Dios y Redentor y Jesús la dijo: Madre mía, con Vos estaré en la tribulación, hagamos la voluntad de mi Eterno Padre para la salvación de la humanidad. María, se ofreció con entero corazón al sacrificio de su Hijo y le pidió la bendición. Y habiéndola recibido se volvió a su retiro, de donde le concedió el Señor que estuviese a la vista, todo lo que pasaba y lo que su Hijo iba obrando, para acompañarle y cooperar en todo en la forma que a ella le tocaba.-

El dueño de la casa, que estaba presente en esta despedida, con impulso Divino ofreció luego la misma casa que tenía y lo que en ella había a la Reina y Señora del Cielo y de la Tierra, para que se sirviese de ello mientras estuviesen en Jerusalén, y María lo admitió con humilde agradecimiento. Y con Su Alteza quedaron los mil Ángeles de Guarda, que la asistían siempre en forma visible solo para ella, y también la acompañaron algunas de las piadosas mujeres que consigo había traído. Jesús, nuevamente emprendió el camino en compañía de todos los hombres que habían asistido a la última cena y celebración de sus misterios, luego se despidieron muchos de ellos, y se encaminaron por diferentes calles, para acudir cada uno a sus propias ocupaciones y labores. Y Jesús, siendo seguido solo por los doce Apóstoles, encaminó sus pasos hacia el monte de los Olivos, que su ubicación se encontraba cerca de la ciudad de Jerusalén en la parte oriental. Y como la alevosía de Judas Iscariote le tenía tan atento para entregar al Divino Maestro, imaginó que iba a trasnochar, realizando Jesús en este tiempo la oración, como lo tenía de costumbre.-

Y a Judas Iscariote, le pareció aquella ocasión muy oportuna para ponerle en manos de sus confederados los escribas y los fariseos. Judas Iscariote, con esta infeliz resolución se fue deteniendo y dejando alargar el paso a su Divino Maestro y a los demás Apóstoles, sin que ellos lo advirtiesen por entonces se alejo de ellos, y al tiempo que los perdió de vista, partió a toda prisa a su precipicio y destrucción destino.

Judas Iscariote Llegaba sobresaltado, con mucha turbación y zozobra, a los donde estaban testigos de la maldad que se iba a cometer, y con este inquieto orgullo, como mal seguro de su conciencia, llegó corriendo y azorado a casa de los pontífices. Sucedió en el camino que, viendo Lucifer la prisa que se daba Judas Iscariote en procurar la muerte de Jesús, sospechando este Dragón que era el verdadero Mesías, Lucifer le salió al encuentro en figura de un hombre muy malo y amigo del mismo Judas Iscariote, con quien él había comunicado su traición. Bajo esta figura, Lucifer le hablo a Judas Iscariote sin ser conocido por él y le dijo que aquel intento de vender a su Maestro, aunque al principio le había parecido bien por las maldades que de él le había dicho, pero Lucifer: Que pensando sobre ello había tomado mejor acierto en su dictamen y acuerdo para él y le parecía mejor, que no lo entregase a los pontífices y fariseos, porque no era tan malo como el mismo Judas Iscariote pensaba, y que no merecía la muerte, y que sería posible que hiciese algunos milagros con que se libraría y después le podría suceder a él gran trabajo.-

Este enredo hizo Lucifer, retractando con nuevo temor las sugestiones que primero había enviado al corazón pérfido del traidor discípulo contra el autor de la vida. Pero a Lucifer, le salió en vano su nueva malicia, porque Judas Iscariote, que ya había perdido la fe voluntariamente y no temía a las violentas sospechas del demonio, quiso aventurar antes la muerte de su Maestro que apaciguar la indignación de los fariseos si lo dejaba con vida. Y con este miedo y su abominable codicia, no hizo caso del consejo de Lucifer, aunque le juzgó por el hombre que representaba. Y como estaba desamparado de la Gracia Divina, ni quiso ni pudo persuadirse por la instancia del demonio para retroceder en su maldad. Y como el Autor de la vida estaba en Jerusalén, y también los pontífices consultaban cuando llegó Judas Iscariote y él cumpliría lo prometido, de entregársele en sus manos a Jesús.-
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En esta ocasión entró el traidor y les dio cuenta cómo dejaba a su Maestro con los demás discípulos en el monte de los Olivos, que le parecía la mejor ocasión para prenderle aquella noche, que fuesen con cautela y prevenidos para que no se les fuese de entre las manos con las artes y mañas que Jesús sabía hacer.-

Los Pontífices sacrílegos se alegraron mucho y quedaron previniendo y preparando gente armada para salir luego al prendimiento del inocentísimo Cordero, Jesús de Nazaret.

Todo lo que iba sucediendo, María lo conocía desde su recogimiento, y vio los pensamientos del obstinado Judas Iscariote y el modo como se desvió del Colegio Apostólico y cómo le habló Lucifer en forma de aquel hombre su conocido y todo lo que pasó con él cuando llegó a los príncipes de los sacerdotes y lo que trataban y prevenían para prender al Señor con tanta presteza. El dolor que con esta ciencia María conocía y sentía, penetraba el castísimo corazón de la Madre, los actos de virtudes que ejercitaba a la vista de tales maldades y cómo procedía en todos estos sucesos, no cabe en nuestra capacidad el explicarlo; basta decir que todo fue con plenitud de sabiduría, santidad y agrado de la beatísima Trinidad. Compadeciéndose María de Judas Iscariote, lloró la pérdida de aquel perverso Apóstol. Recompensó su maldad adorando, confesando, amando y alabando al mismo Señor que él vendía con tan injuriosa y desleal traición por treinta denarios de plata. Estaba preparada y dispuesta a morir por él, si fuera necesario. María, pidió por los que estaban fraguando la prisión y muerte de su Divino Cordero, como prendas que se habían de comprar y estimar con el valor infinito de tan preciosa sangre y vida, que así los miraba, estimaba y valoraba la prudentísima Madre de Jesús.-

Jesús, prosiguió su camino, pasando el torrente Cedrón, hacia el monte de los Olivos, y entró en el huerto de Getsemaní y hablando con todos los Apóstoles que le seguían les dijo: Esperadme y asentaos aquí, mientras yo me alejo un poco para orar; y orad también por vosotros para que no entréis en tentación. Jesús les dio este aviso, para que estuviesen firmes en la FE contra las tentaciones, que en la cena, ya los había prevenidos y que todos serían escandalizados aquella noche por lo que le verían padecer, y que Satanás los embestiría para turbarlos con falsas sugestiones, porque el Pastor, como estaba profetizado había de ser maltratado y herido y las ovejas serían descarriadas. Luego Jesús, el Maestro de la vida, llamó a Pedro, a Juan y a Santiago, y con los tres se retiró de los demás Apóstoles, a otro puesto donde no podía ser visto ni oído por ellos. Y estando con los tres Apóstoles levantó los ojos al Eterno Padre y le confesó y alabó como acostumbraba, y en su interior hizo una oración y petición en cumplimiento de la profecía de Zacarías, dando licencia a la muerte para que llegase al inocentísimo y sin pecado, y mandando a la espada de la Justicia Divina que despertase sobre el pastor y sobre el varón que estaba unido con el mismo Dios y se ejecutase sobre él, todo su rigor y le hiriese hasta quitarle la vida.-
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Para esto se ofreció Jesús, al Padre en satisfacción de su justicia por el rescate de todo el linaje humano y dio consentimiento a los tormentos de la pasión y de la muerte, para que en él se ejecutase en la parte que su humanidad era pasible, y suspendió y detuvo desde entonces el consuelo y alivio que de la parte impasible pudiera redundarle, para que con este desamparo llegasen sus pasiones y dolores al sumo grado de padecer; y el Eterno Padre lo concedió y aprobó, según la voluntad de la humanidad del Verbo.-

Los tres Apóstoles que Jesús Eligio, para encomendarse al Padre, los confundía y avergonzaba en sí mismos, sin atreverse a manifestarla. Pero el amantísimo Señor los alentó manifestándoles su misma tristeza, que padecería hasta la muerte, para que viéndole a él afligido y congojado, no se confundiesen de sentir ellos sus penas y temores en que se encontraban. Y tuvo juntamente otro misterio esta tristeza del Señor para los tres Apóstoles Pedro, Juan y Santiago, porque entre todos los demás, estos tres Apóstoles, habían hecho más alto concepto de la Divinidad y excelencia de su Maestro, así como por la grandeza de su Doctrina, santidad de sus obras y potencia de sus milagros, que en todo esto estaban más admirados y más atentos al dominio que tenían sobre las criaturas.-

Y para confirmarlos en la FE de que era hombre verdadero y pasible, fue conveniente que con su presencia conociesen y viesen que Jesús estaba triste y afligido como hombre verdadero, y en el testimonio de estos tres Apóstoles, privilegiados con tales favores, quedase la Iglesia informada contra los errores que el demonio pretendería sembrar en ella sobre la verdad de la humanidad de Jesús, Salvador y Redentor de toda la humanidad, y también los demás fieles tuviésemos este consuelo, cuando nos aflijan los trabajos, el cansancio y nos posea la tristeza. Ilustrados interiormente los tres Apóstoles con esta nueva Doctrina, Jesús les dijo: Esperadme aquí, y velad y orad conmigo.-

Jesús, con esto se apartó de los tres Apóstoles Y postrado en tierra sobre su Divino rostro oró al Padre Eterno, y le dijo: Padre mío, si es posible, pase de mí este cáliz. Esta oración hizo Jesús después que bajó del cielo con voluntad eficaz de morir y padecer por los hombres, y despreciando la confusión de su pasión, la abrazó de voluntad y no admitió el gozo de su humanidad, y con amor corrió hacia la muerte, a las afrentas, dolores y aflicciones, después que hizo tanto aprecio de los hombres Jesús determinó redimirlos con el precio de su sangre.-

Jesús, creció con la fuerza de la caridad y con la resistencia que conocía por parte de los hombres para lograr con todos mediante la pasión y muerte la Remisión de toda la humanidad, y por la humanidad llegó a sudar sangre, con tanta abundancia de gotas que llegaron hasta el suelo. Para alcanzar con en ella los auxilios para todos los mortales y que se fuesen multiplicando en aquellos que los admitiesen y no pusieren óbice y que los justos participasen en el fruto de esta Redención y con grande abundancia les aplicasen muchos dones y gracias de que los precitos y réprobos se harían indignos. Y conformándose la voluntad humana de Jesucristo con la Divina, aceptó la pasión por todos respectivamente: para los precitos y réprobos como suficiente y para que se les diesen auxilios suficientes, si ellos querían aprovecharlo, y para los predestinados como eficaz, porque ellos cooperarían a la gracia. Y así quedó dispuesta y como efectuada la salud del cuerpo místico de la nueva Iglesia, debajo de su cabeza y de su artífice Jesucristo. Jesús, estando en la agonía de su oración, el Eterno Padre le envió al Hijo al Arcángel Miguel, que le respondiese y confortase por medio de los sentidos corporales, declarándole en ellos lo mismo que el mismo Señor.
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Sabía por la ciencia de su santísima alma, porque nada le pudo decir el Ángel que el Señor no supiera ni tampoco podía obrar en su interior otro efecto para este intento. Pero, tenía Jesús suspendido el alivio que de su ciencia y amor podía redundar en su humanidad, dejándola, en cuanto pasible, a todo padecer en sumo grado, como después lo dijo en la muerte de cruz.-

Y en lugar de este alivio y confortación recibió alguna con el Arcángel por parte de los sentidos, al modo que obra la ciencia de lo que antes se sabía por otra ciencia, porque la experiencia es nueva y mueve los sentidos y potencias naturales. Y lo que le dijo el Arcángel Miguel de parte del Padre Eterno fue representarle e intimarle en el sentido que no era posible, como Su Majestad sabía, salvarse los que no querían ser salvos, porque en la aceptación divina valía mucho el número de los predestinados, aunque fuese menor que el de los réprobos, y que entre aquéllos estaba su Madre, que era digno fruto de su Redención, y que se lograría en los Patriarcas, Profetas, Apóstoles, Mártires, Vírgenes y Confesores, que serían muy señalados en su amor, y obrarían cosas admirables para ensalzar el santo nombre del Altísimo; y entre ellos le nombró el ángel algunos, después de los apóstoles, como fueron los patriarcas fundadores de las religiones, con las condiciones de cada uno. Otros grandes y ocultos sacramentos manifestó el Ángel.-

En los intervalos de esta oración que hizo Jesús, volvió a visitar a los Apóstoles y a exhortarlos que velasen y orasen y no entrasen en tentación, para dar forma a los Prelados de su nueva Iglesia Evangélica y Cristiana y del cuidado y gobierno que han de tener con sus ovejas, porque si para cuidar de ellas dejó Jesucristo la oración, que tanto importaba, dicho está lo que deben hacer los Prelados, posponiendo otros negocios e intereses para la salvación de sus súbditos. Y para entender la necesidad que tenían los Apóstoles, después de haber sido arrojado a lo profundo del infierno el Dragón, en el cual estuvo oprimido por algún tiempo, dio el Señor permiso para que saliese por lo que había de servir su malicia a la ejecución de los decretos del Señor. Y de golpe fueron muchos a embestir a Judas Iscariote para impedir la venta y muerte de Jesús. Y como no le pudieron disuadir, se convirtieron contra los demás Apóstoles, sospechando que en el cenáculo habían recibido algún favor grande de su Maestro, y lo deseaba rastrear Lucifer, para conocerlo y destruirlo si pudiera.-

Esta crueldad y furor del príncipe de las tinieblas y de sus ministros vio Jesús, y como Padre amantísimo y Prelado vigilante acudió a prevenir los hijos pequeñuelos y súbditos principiantes, que eran sus Apóstoles, y los despertó y mandó que orasen y velasen contra sus enemigos, para que no entrasen en la tentación que ocultamente los amenazaba y ellos no prevenían ni advertían. Jesús, volvió, a donde estaban los tres Apóstoles, que por más favorecidos Él los tenía y por más razones les obligaba a estar en vela y a imitar a su divino Maestro, pero hallándolos durmiendo, porque se dejaron vencer de la tristeza por aquella negligencia y tibieza de espíritu, en que les venció el sueño y la pereza. Y antes de despertarles y hablarles Jesús les miró y lloró un poco sobre ellos, y viéndolos con su negligencia y tibieza sepultados y oprimidos por aquella sombra de la muerte, con esta ocasión, Lucifer se desvelaba contra ellos.-

Jesús, habló con Pedro y le dijo: Simón, ¿así duermes y no pudiste velar una hora conmigo? Y luego replicó a él y a los demás y les dijo: Velad y orad, para que no entréis en tentación; que mis enemigos y los vuestros no se duermen como vosotros. La razón porque reprendió a Pedro no sólo fue porque él era cabeza y elegido para Prelado de todos y porque entre ellos se había señalado en las protestas y esfuerzos de que moriría por el Señor y no le negaría, cuando todos los demás escandalizados le dejasen y negasen, sino que también le reprendió. 300