El velo que cubre los Misterios de la Biblia se ha retirado. 38ª Sección ¿Por qué, Señor mío, me habéis enriquecido con los regalos dulces de vuestra infancia, si tan temprano había de carecer de vuestra amable asistencia y doctrina? Pero, ¡ay de mí! que como no pude merecer el teneros por Hijo y gozaros este tiempo, confieso lo que debo agradeceros el que vuestra dignación me quiso admitir por esclava. Y si porque soy indigna Madre vuestra puedo valerme de este título para buscaros por mi Dios y por mi bien, dadme, Señor, licencia para hacerlo y concededme lo que me falta para ser digna de hallaros, que con vos viviré yo en el desierto, en las penas, trabajos, tribulaciones y en cualquiera parte. Dueño mío, mi alma desea que con dolores y tormentos me dejéis merecer en parte o morir si no os hallo o vivir en vuestro servicio y compañía. Cuando vuestro ser divino se ocultó de mi interior, me quedó la presencia de vuestra amable humanidad y, aunque severa y menos cariñosa que acostumbraba, me hallaba a vuestros pies en los que me arrojaba; mas ahora carezco de esta dicha y en este tiempo presente, se me ha escondido el sol que me alumbraba y sólo me quedaron las angustias y gemidos. ¡Ay vida de mi alma, qué de suspiros de lo más íntimo del corazón os pueda enviar!, pero no son dignos de vuestra clemencia, pues no tengo noticia dónde os puedan hallar mis ojos.Y aunque los Ángeles la acompañaban corporalmente en forma humana y la miraban tan afligida y dolorosa compasión, admirando las lágrimas que María derramaba, con todo eso no le manifestaban dónde hallaría al infante perdido. Y el día tercero se resolvió la gran Reina en ir a buscarle al desierto, donde estaba Juan Bautista, porque se inclinaba más a que estaría con él su Hijo santísimo, pues no hallaba indicios de que Arquelao lo tuviese preso. Cuando ya quería ejecutar esta determinación y echar el paso dirección al desierto, la detuvieron los Ángeles y la dijeron que no fuese al desierto, porque el divino Verbo humanado no estaba en él. Determinó también ir a Belén, por si por ventura estaba en el portal donde había nacido, y de esta diligencia le divirtieron los Ángeles también, diciendo que el Señor no estaba tan lejos. Y aunque la Madre María, oía estas respuestas y conocía que los Espíritus soberanos no ignoraban dónde estaba el infante Jesús, fue tan advertida, humilde y detenida con su rara prudencia, que no les replicó ni preguntó más dónde le podría hallar, porque comprendió, que se lo ocultaban con la propia voluntad del Señor. Con tanta magnificencia y veneración trataba la Reina de los mismos Ángeles los sacramentos del Altísimo y a sus ministros y embajadores. Y este suceso fue uno de los que se le ofrecieron en qué descubrir la grandeza de su real y magnánimo corazón.- El Señor la dejo aquellos tres días en el estado común que solía tener cuando carecía de los particulares favores y casi en el estado ordinario de la gracia. Pero María obró en todas ellas con celestial armonía y consonancia, y aunque su dolor la tuvo herido el corazón y era sin medida, la hubo en todas sus acciones, y no cesó ni faltó a la reverencia y alabanza del Señor, ni hizo intervalo en las oraciones y peticiones por el linaje humano y porque se le concediese hallar a su santísimo Hijo.- María, cuando se encontraba con alguna mujer, la preguntaba y le daba las señas de cómo era su hijo y María decía: Mi querido es blanco y colorado, escogido entre millares. Y oyéndolo una mujer la dijo: Ese niño con las mismas señas llegó ayer a mi puerta a pedir limosna y se la di, y su agrado y hermosura robó mi corazón. Y cuando le di limosna, sentí en mi interior una dulce fuerza y compasión de ver pobre y sin amparo a un niño tan gracioso. Estas fueron las primeras nuevas que halló en Jerusalén la dolorosa Madre de su Unigénito y respirando un poco en su dolor prosiguió con la pesquisa, y algunas otras personas le dijeron casi lo mismo. Con estos indicios encaminó sus pasos al hospital de la ciudad, juzgando hallaría entre los pobres al Esposo y Artífice de la pobreza, como entre sus legítimos hermanos y amigos. 186 Y preguntando por él respondieron que el niño que tenía aquellas señales los había visitado aquellos tres días, llevándoles algunas limosnas y dejándolos muy consolados en sus trabajos.- Todos estos indicios y señales causaban en la divina Señora dulcísimos y muy tiernos afectos que de lo íntimo del corazón enviaba a su oculto y escondido Hijo. Y luego se le ofreció que, pues no estaba con los pobres, asistiría sin duda en el templo, como en casa de Dios y de oración. A este pensamiento le respondieron los Ángeles: Reina y Señora nuestra, cerca está vuestro consuelo, luego veréis la lumbre de vuestros ojos, apresurad el paso y llegaros al templo.- El glorioso patriarca José vino en esta ocasión a presencia de su esposa, que por doblar las diligencias había tomado otro camino para buscar al Niño Dios, y por otro Ángel, José fue también avisado que caminase en dirección al templo. Con el aviso de los santos príncipes fueron María y José al Templo.- Jesús es hallado en el Templo.- Después de tres días hallan María y José al infante Jesús en el Templo disputando con los doctores. Jesús, se acercó más hacia los Doctores de la Tora, para manifestar la gracia que estaba derramada en sus labios. Jesús entró en medio de los Doctores con rara majestad y hermosura, como quien deseaba preguntar alguna duda. Y con su agradable semblante despertó en aquellos sabios el deseo de oírle al niño Jesús con atención.- Habló el Niño Dios y les dijo: La duda que se ha tratado, de la venida del Mesías y su resolución, he oído y entendido enteramente estoy de lo que hablabais. Y para proponer mi dificultad en esta determinación, supongo que los profetas que dicen que su venida será con gran poder y majestad, como aquí se ha referido con los testimonios alegados. Porque Isaías dice que será nuestro Legislador y Rey, que salvará a su pueblo y en otra parte afirma que vendrá de lejos con furor grande, como también lo aseguró David, que abrasará a todos sus enemigos y Daniel afirma que todos las tribus y naciones le servirán, y el Eclesiástico dice que vendrá con Él gran multitud de santos, y los profetas y Escrituras están llenas de semejantes promesas, para manifestar su venida con señales claras y patentes si se miran con atención y luz. Pero la duda se funda en estos y otros lugares de los profetas, que todos han de ser igualmente verdaderos aunque en la corteza parezcan encontrados, y así es forzoso que concuerden, dando a cada uno, en el sentido en que puede y debe convenir con el otro.- Pues ¿cómo entenderemos ahora lo que dice el mismo Isaías que vendrá de la tierra de los vivientes y que encontrará su generación, que será saciado de oprobios, que será llevado a morir como la oveja al matadero y que no abrirá su boca? Jeremías afirma que los enemigos del Mesías se juntarán para perseguirle y echar veneno y ponzoña en su pan y borrar su nombre de la tierra, aunque no prevalecerán; David dijo que sería el oprobio del pueblo y de los hombres y como gusano hollado y despreciado; Zacarías, que vendrá manso y humilde, sentado sobre una humilde bestia. Y todos los Profetas dicen lo mismo de las señales que ha de traer el Mesías prometido.- ¿Cómo será posible, añadió el Niño Dios ajustar estas profecías, si suponemos que el Mesías ha de venir con potencia de armas y majestad para vencer a todos los reyes y monarcas con violencia y derramando sangre ajena? No podemos negar que habiendo de venir dos veces.- 187 La Primera: Para redimir el mundo.- La Segunda: Para juzgar al mundo. Las profecías se hayan de aplicar a estas dos venidas, dando a cada una lo que le toca. Y como los fines de estas dos venidas han de ser diferentes, también lo serán las condiciones, pues no ha de haber en ambas un mismo oficio sino muy diversos y contrarios.- En referencia a La Primera: Ha de vencer al demonio, derribándole del imperio que adquirió sobre las almas por el primer pecado de Hadan y Eva; Y para esto en primer lugar ha de satisfacer a Dios por todo el linaje humano y luego enseñar a los hombres con palabra y ejemplo el camino de la vida eterna y cómo deben vencer a los mismos enemigos y servir y adorar a su Creador y Redentor, cómo han de corresponder a los dones y beneficios de su mano y usar bien; de todos estos fines se ha de ajustar su vida y doctrina en esta primera venida.- En referencia a La Segunda: ha de venir, para pedir cuenta a todos en el juicio universal y dar a cada uno el galardón de sus obras buenas o malas, castigando a sus enemigos con furor e indignación. Y esto dicen los profetas de la segunda venida. Y conforme a esto, si queremos entender que la venida primera será con poder y majestad y, como dijo David, que reinará de mar a mar y que su reino será glorioso, como dicen otros Profetas. Todo esto no se puede entender materialmente del reino y aparato majestuoso, sensible y corporal, sino del nuevo reino espiritual que fundará en la Nueva Iglesia, para que se extienda por toda la Tierra.- Con majestad poder y riquezas de gracia y virtudes contra el demonio. Y con esta concordia quedan uniformes todas las Escrituras, que no es posible convenir en otro sentido. Y el estar el pueblo de Dios debajo del imperio romano y sin poderse restituir al suyo propio, no sólo no es señal de no haber venido el Mesías, pero antes es infalible testimonio de que ha venido al mundo, pues nuestro Patriarca Jacob dejó esta señal para que sus descendientes lo conociesen, viendo la tribu de Judá sin el cetro y gobierno de Israel, y ahora confesáis que ni éste ni otro de las tribus esperan tenerle ni recuperarle.- Todo esto prueba también las semanas de Daniel, que ya es forzoso estén cumplidas. Y el que tuviere memoria se acordará de lo que ha oído, que hace pocos años se vio en Belén a media noche un gran resplandor y a unos pastores pobres les fue dicho que el Redentor había nacido y luego vinieron de Oriente ciertos reyes guiados de una estrella, buscando al Rey de los judíos para adorarle; y todo estaba así profetizado. Y creyéndolo por infalible el rey Herodes, padre de Arquéalo, quitó la vida a tantos niños sólo por quitársela entre todos al Rey que había nacido, de quien temía, le sucedería en el reino de Israel.- Y los escribas y letrados que le oyeron enmudecieron todos y convencidos se miraban unos a otros y con admiración grande se preguntaban: ¿Qué maravilla es ésta? ¡y qué muchacho tan prodigioso! ¿de dónde ha venido este niño? Pero quedándose en esta admiración, no conocieron ni sospecharon quién era el que así los enseñaba y alumbraba de tan importante verdad. En esta ocasión, antes que el Niño Dios acabara su razonamiento, llegaron su Madre y el castísimo esposo José a tiempo de oírle las últimas razones. Y concluyendo el argumento se levantaron con estupor y admirados todos los maestros de la ley. Y María, absorta en el júbilo que recibió, se llegó a su Hijo y en presencia de todos los circunstantes le dijo: Hijo, ¿por qué lo habéis hecho? Mirad que vuestro Padre y yo llenos de dolor os andábamos buscando. Y representándole el Hijo. Le dijo a su Madre: Pues ¿para qué me buscabais? ¿No sabéis que me conviene cuidar de las cosas que tocan a mi Padre?. 188 El misterio de estas palabras y respuesta, no la entendieron ellos, porque se les ocultó a María y a José. Y esto procedió de dos causas: la una, porque el gozo interior que cogieron de lo que habían sembrado con lágrimas, les llevó mucho, motivado con la presencia de su rico tesoro que habían hallado; la otra razón fue porque no llegaron a tiempo de hacerse capaces de la materia que se había tratado en aquella disputa; y a más de estas razones hubo otra para María, y fue el estar puesta la cortina que le ocultaba el interior de su Hijo, donde todo lo pudiera conocer, y no se le manifestó luego que le halló hasta después.- El Niño Jesús, se despidió de los letrados, confiriendo el asombro que llevaban de haber oído la Sabiduría eterna, aunque no la conocían.- Y quedando casi a solas la Madre con su Hijo, le dijo con maternal afecto: Dad licencia, Hijo mío, a mi desfallecido corazón, echándole los brazos, para manifestar su dolor y pena, porque en ella no se resuelva la vida si es de provecho para serviros; y no me arrojéis de vuestra cara, admitidme por vuestra esclava. Y si fue descuido mío el perderos de vista, perdonadme y hacedme digna de vos y no me castiguéis con vuestra ausencia.- El Niño Dios la recibió con agrado y se le ofreció por maestro y compañero hasta el tiempo oportuno y conveniente. Con esto María descansó y encendido el corazón de la gran Reina y Señora del Cielo. Emprendiendo nuevamente el camino dirección a Nazaret.- María, alejándose un poco de Jerusalén, cuando se hallaron solos en el camino, la prudentísima Señora se postró en tierra y adoró a su Hijo santísimo y le pidió su bendición, porque no lo había hecho exteriormente cuando le halló en el templo entre la gente; tan advertida y atenta estaba a no perder ocasión en que obrar con la plenitud de su santidad.- El infante Jesús la levantó del suelo y la habló con agradable semblante y dulcísimas palabras y razones, y luego corrió el velo y le manifestó de nuevo su alma santísima y operaciones con mayor claridad y profundidad que antes. Y en el interior del Hijo Dios conoció María, todos los misterios y obras que el mismo Señor había hecho en aquellos tres días de su ausencia y entendió todo cuanto había pasado en la disputa de los doctores y lo que el infante Jesús les dijo y las razones que tuvo para no manifestarse con más claridad por Mesías verdadero; Como archivo en quien se depositaban todos los tesoros del Verbo humanizado, para que por todos y en todos ella diese el retorno de gloria y alabanza que se debía al Autor de tantas maravillas.- Y todo lo hizo María con agrado y aprobación del mismo Señor. Luego pidió a Su Majestad descansase un poco en el campo y recibiese algún sustento, y lo admitió de mano de su Madre, que de todo cuidaba como Madre de la misma Sabiduría.- Llegando de vuelta a Nazaret: María tuvo una visión de la Divinidad, y conoció los decretos de la mente y voluntad del Señor en orden a la Ley de Gracia que había de fundar el Verbo humanizado y la potestad que para esto le era dada por el consistorio de la Divina Trinidad. Vio juntamente que con este fin el eterno Padre entregaba a su Hijo hecho hombre aquel libro cerrado, con siete sellos, que nadie se hallaba en el cielo ni en la tierra que lo abriese y soltase los sellos, hasta que el Cordero lo hizo con su Pasión, Muerte, Doctrina y Merecimientos, con que manifestó y declaró a los hombres el secreto de aquel libro, que era toda la Nueva Ley del Evangelio y la Iglesia que con Él y mediante Él, se había de fundar en todo el mundo.- 189 María, conoció, cómo decretaba la Divina Trinidad, que entre todo el linaje humano ella fuese la Primera que leyese aquel libro y lo entendiese, y que su Unigénito se le abriese y se manifestase todo enteramente y que ejecutase cuanto en él se contenía, y fuese la Primera que, como acompañando al Verbo, a quien había dado carne, le siguiese y tuviese su legítimo lugar inmediato a él mismo en las sendas que bajando del Cielo había manifestado en aquel libro para que subiesen a él los mortales desde la tierra, y en la que era su Madre verdadera se depositase aquel Testamento. Vio cómo el Hijo del Eterno Padre y suyo aceptaba aquel decreto con grande beneplácito y agrado, y que su humanidad santísima le obedecía con indecible gozo, por ser ella su Madre; y el Eterno Padre se convertía a la purísima Señora y le decía a María: Esposa y paloma mía, prepara tu corazón, para que según nuestro beneplácito te hagamos participante de la plenitud de nuestra Ciencia y para que se escriba en tu Alma el Nuevo Testamento y la ley Santa de mi Unigénito. Fervoriza tus deseos y aplica tu mente al conocimiento y a la ejecución de nuestra Doctrina y Preceptos. Recibe los dones de nuestro liberal poder y amor contigo. Y para que nos vuelvas la digna retribución, advierte que por la disposición de nuestra infinita Sabiduría Determinamos que mi Unigénito, en la humanidad que de ti ha tomado, tenga en una pura criatura la imagen y similitud posible, que sea como efecto y fruto proporcionado a sus merecimientos y en él sea magnificado y engrandecido con digna retribución su santo nombre. Atiende, pues, hija y electa mía, que se te pide de tu parte gran disposición. Prepárate para las obras y misterios de nuestra poderosa diestra.- María respondió: Señor eterno y Dios inmenso, en vuestra divina y real presencia estoy postrada, conociendo a la vista vuestro ser infinito al mío tan deshecho que en mi es nada. Reconozco vuestra grandeza y mí pequeñez. Me hallo indigna del nombre de esclava vuestra, y por la benignidad con que vuestra clemencia me ha mirado ofrezco el fruto de mi vientre y vuestro Unigénito, y a Su Majestad suplico responda por su indigna Madre y sierva. Preparado está mi corazón y en agradecimiento de vuestras misericordias desfallece y se deshace en afectos, porque no puede ejecutar las vehemencias de sus anhelos. Pero si hallé gracia en vuestros ojos, hablaré, Señor y Dueño mío, en vuestra presencia, sólo para pedir y suplicar a Vuestra Real Majestad que hagáis en vuestra esclava todo lo que pedís y mandáis, pues nadie puede obrarlo fuera de vos mismo, Señor y Rey altísimo. Y si de mi parte pedís el corazón libre y rendido, yo le ofrezco para padecer y obedecer a vuestra voluntad hasta morir.- Luego, María fue llena de nuevas influencias de la divinidad, iluminada, purificada, espiritualizada y preparada con mayor plenitud del Espíritu Santo que hasta aquel día, porque fue este beneficio muy memorable para María; y aunque todos eran tan encumbrados y sin ejemplo ni otro símil en las demás criaturas, y por esto cada uno parecía el supremo y que la señalaba en la participación de las divinas perfecciones en las que no hay limitación de su parte si no falta la capacidad de la criatura, y como ésta era grande y crecía más en la Reina del Cielo con los mismos favores, y como el poder divino no hallaba óbice que le impidiese, encaminaba todos sus tesoros a depositarlos en el archivo seguro y fidelísimo de María su Madre.- 190 |