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Laguna de Negrillos - Leon

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España > Leon > Laguna de Negrillos
17-07-14 07:14 #12149270
Por:j vicente futuro fut

El velo que cubre los Misterios de la Biblia se ha retirado. 93ª Sección
¿Quién es ésta en quien la misma Divinidad halló tanto agrado y complacencia sobre todas sus criaturas y la levanta sobre todas al Trono de su Inaccesible Luz y Majestad? ¡Oh maravilla que nunca se ha visto en estos cielos!, ¡oh novedad digna de la sabiduría infinita!, ¡oh prodigio de esa omnipotencia que así la magnificas y engrandeces!.-

Con estas glorias llegó María en cuerpo y alma al Trono Real de la Divina Trinidad, y las Tres Divinas Personas, la recibieron en él con un abrazo indisoluble.-

1º El Eterno Padre la dijo a María: Asciende más alto de entre todas las criaturas, electa mía, hija mía y paloma mía.-

2º El Verbo humanizado la dijo a María: Madre mía, de quien recibí el ser humanizado y el retorno de mis obras con tu perfecta imitación, recibe ahora el premio de mi mano que tienes merecido.-

3º El Espíritu Santo la dijo a María: Esposa mía amantísima, entra en el gozo eterno que corresponde a tu fidelísimo amor y goza sin cuidados, que ya pasó el invierno del padecer y llegaste a la posesión eterna de nuestros abrazos.-

Allí quedó absorta María entre las divinas Personas y como anegada en aquel piélago interminable y en el abismo de la Divinidad.-
Los Apóstoles se dirigen al Sepulcro de María.-
El Apóstol Pedro y Juan, que fueron los más perseverantes y continuos, reconocieron el día tercero que la música celestial había cesado, pues ya no la oían, y como ilustrados con el Espíritu divino coligieron que la purísima Madre sería resucitada y levantada a los cielos en cuerpo y alma como su Hijo santísimo. Confirieron este dictamen, confirmándose en él, pero Pedro como cabeza de la Iglesia determinó que de esta verdad y maravilla se tomase el testimonio posible, que fuese notorio a los que fueron testigos de su muerte y entierro. Para esto juntó a todos los Apóstoles y discípulos y otros fieles a vista del sepulcro, a donde el mismo día los llamó. Les propuso las razones que tenía para el juicio que todos hacían y para manifestar a la Iglesia aquella maravilla que en todos los siglos sería venerable y de tanta gloria para el Señor y su beatísima Madre.-

Aprobaron todos el parecer del Vicario de Jesucristo y con su orden levantaron luego la piedra que cerraba el sepulcro, y llegando a reconocerle le hallaron vacío y sin el sagrado cuerpo de la Reina del Cielo, y su túnica estaba tendida como cuando la cubría, de manera que se conocía había penetrado la túnica y lápida sin moverlas ni descomponerlas. Tomó Pedro la túnica y toalla, venero él y todos los demás, quedando certificados de la resurrección del cuerpo carnal de María y subido a los cielos, y entre gozo y dolor celebraron con dulces lágrimas esta misteriosa maravilla y cantaron salmos e himnos en alabanza y gloria del Señor y de su Madre María.-

Los diferentes Grados de Gloria.-
María fue colocada en el supremo lugar y estancia en el trono de la Trinidad, y muchas veces he usado esta palabra para declarar misterios tan grandes, como también usan de ella los Santos. Y aunque con esto no era menester otra advertencia, con todo eso, para los que menos entienden, digo que Dios, como es purísimo espíritu sin cuerpo y juntamente infinito, inmenso e incomprensible, no ha menester trono material ni asiento, porque todo lo llena y en todas las criaturas está presente y ninguna le comprende ni ciñe o rodea, antes Él las comprende y encierra todas en sí mismo.-
461

Y los Santos no ven la divinidad con ojos corporales sino con los del alma, pero como le miran en alguna parte determinada, para entenderlo a nuestro modo terrenal y material decimos que está en su real trono, donde la Trinidad tiene su asiento, aunque en sí mismo tiene su gloria y la comunica a los Santos. Pero a la humanidad de Jesucristo y su Madre no niego que en el cielo están en lugar más eminente que los demás Santos, y que entre los Bienaventurados que estarán en alma y cuerpo habrá algún orden de más o menos cercanía con Cristo y con la Reina y Señora del Cielo.-

Pero llamamos trono de la divinidad a donde se manifiesta a los Santos como principal causa de la gloria y como Dios eterno, infinito y que no depende de nadie y todas las criaturas penden de su voluntad; y se manifiesta como Señor, como Rey, como Juez y Dueño de todo lo que tiene ser. Esta dignidad tiene Jesucristo en cuanto Dios por esencia y en cuanto a Hombre humanizado por la unión hipostática con que se le comunicó a la humanidad, así está en el cielo como Rey, Señor y Juez Supremo; y los Santos, aunque su gloria excede a todo lo humano en el pensamiento, están como siervos e inferiores de aquella inaccesible Majestad.-

Después de Jesucristo, participa María esta excelencia en grado inferior a su Hijo y por otro modo inefable y proporcionado al ser de pura criatura inmediata a Dios Hombre; y siempre asiste a la diestra de su Hijo, como Reina, Señora y Dueña de todo lo creado, extendiéndose su dominio hasta donde llega el de su mismo Hijo, aunque de otro modo.-

Colocada María en el trono eminentísimo, declaró el Omnipotente a los cortesanos del cielo por los privilegios de que gozaba por aquella majestad participada. Y la persona del Eterno Padre, como primer principio de todo, hablando con los Ángeles y a los Santos, les dijo: Nuestra hija María fue escogida y poseída de nuestra voluntad eterna entre todas las criaturas y la primera para nuestras delicias y nunca degeneró del título de ser la hija que le dimos en nuestra mente divina, y tiene derecho a nuestro Reino, de quien ha de ser reconocida y coronada por legítima Señora y singular Reina.-

El Verbo humanizado de Jesucristo, hablando a los Ángeles y a los Santos les dijo: A mi madre verdadera y natural le pertenecen todas las criaturas que por mí fueron creadas y redimidas, y de todo lo que yo soy Rey, ha de ser ella Legítima y Suprema Reina de todo.-

El Espíritu Santo, hablando a los Ángeles y a los Santos, les dijo: Por el título de Esposa mía, única y escogida, a que con fidelidad ha correspondido, se le debe también la Corona de Reina por toda la eternidad.-

Expresadas estas razones, ante los Ángeles y los Santos, la TRINIDAD de las tres divinas personas, pusieron en la cabeza de María una Corona de gloria de tan nuevo resplandor y valor, cual ni se vio antes, ni se verá después en pura criatura. Al mismo tiempo salió una voz del trono de la TRINIDAD que decía: Amiga y escogida entre todas las criaturas, nuestro reino es tuyo; tú eres Reina, Señora y Superiora de los Serafines y de todos nuestros Ministros los Ángeles y de toda la Universidad de nuestras criaturas. Atiende, manda y Reina prósperamente sobre todas ellas, que en nuestro supremo consistorio te damos imperio, majestad y señorío. Siendo llena de gracia sobre todos, te humillaste en tu estimación al inferior lugar; recibe ahora el supremo que se te debe y el dominio participado de nuestra divinidad sobre todo lo que fabricaron nuestras manos con nuestra omnipotencia. Desde tu real trono mandarás hasta el Centro de la Tierra, y con el poder que te damos sujetarás al infierno y a todos sus demonios y moradores. Todos te temerán como a Suprema Emperatriz y Señora de aquellas cavernas y moradas de nuestros enemigos.-
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Reinarás sobre la tierra y todos los elementos y sus criaturas. En tus manos y en tu voluntad ponemos las virtudes y efectos de todas las causas, sus operaciones, su conservación, para que dispenses de las influencias de los cielos, de la lluvia de las nubes y de los frutos de la tierra; y de todo distribuye por tu disposición, a que estará atenta nuestra voluntad para ejecutar la tuya. Serás Reina y Señora de todos los mortales para mandar y detener la muerte y conservar su vida.-

Serás Emperatriz y Señora de la Iglesia militante, su Protectora, su Abogada, su Madre y su Maestra. Serás especial Patrona de los Reinos Cristianos; y si ellos y los otros fieles y todos los hijos de Adán que te llamasen de corazón y te sirvieran, los remediarás y ampararás en sus trabajos y necesidades. Serás amiga, defensora y capitana de todos los justos y amigos nuestros, y a todos los consolarás y confortarás y llenarás de bienes conforme te obligaren con su devoción. Y para esto te hacemos depositaría de nuestras riquezas, tesorera de nuestros bienes, ponemos en tu mano los auxilios y los favores de nuestra gracia para que los dispenses, y nada queremos conceder al mundo que no sea por tu mano y no queremos negarlo si se lo concedes a los hombres. En tus labios está derramada la gracia para todo lo que quisieres y ordenes en el cielo y en la tierra, y en todas partes te obedecerán los Ángeles y los hombres, porque todas nuestras cosas son tuyas como tú siempre fuiste nuestra, y Reinarás con nosotros para siempre. En ejecución de este decreto y privilegio concedido a la Señora y Reina del Universo, mandó el Omnipotente a todos los cortesanos del Cielo, Ángeles y hombres, que todos prestasen obediencia a María y la reconociesen por su Reina y Señora del Cielo. Esta maravilla tuvo otro misterio, y fue recompensar a la divina Madre la veneración y culto que con profunda humildad había dado ella a los santos cuando era Mediadora y se aparecían, como en toda esta Historia queda escrito, siendo ella la Madre del mismo Dios humanizado en Jesucristo y llena de gracia y santidad sobre todos los Ángeles y los Santos. Y aunque, por ser ellos comprensores cuando la purísima Señora era Mediadora, convenía para su mayor mérito que se humillase a todos, que así lo ordenaba el mismo Señor, pero ya que estaba en la posesión del Reino que se le debía era justo que todos le diesen culto y veneración y se reconociesen vasallos suyos.-

Así lo hicieron en aquel felicísimo estado donde todas las cosas se reducen a su orden y proporción debida. Este reconocimiento y veneración y adoración hicieron los Espíritus Angélicos y las Almas de los Santos, al modo que adoraron al Señor con temor, dando respectivamente veneración a su divina Madre. Los Santos que estaban en cuerpo en el cielo se postraron y veneraron con acciones corpóreas a su Reina. Y todas estas demostraciones y coronación de la Emperatriz de las alturas fueron de admirable gloria para ella y de nuevo gozo y júbilo para los Santos y complacencia de la TRINIDAD, y en todo fue festivo este día y de nueva y accidental gloria para el cielo. Los que más la percibieron fueron su esposo José, Joaquín y Ana y todos los demás allegados a la Reina, y en especial los Ángeles de la guarda, que como reina, siempre la acompañaban. En el pecho de la gran Reina en su glorioso cuerpo se manifestó a los Santos una forma de un pequeño Globo de singular hermosura y resplandor, que les causó y les causa especial admiración y alegría. Y esto es como premio y testimonio de haber depositado, como en sagrario digno, en su pecho al Verbo Encarnado Sacramentado y haberle recibido tan digna, pura y santamente, sin defecto ni imperfección alguna, pero con suma devoción, amor y reverencia, a que no llegó ninguno de los otros Santos. En los demás premios y coronas correspondientes a sus virtudes y obras sin igual, y así lo remito a la vista beatífica, donde cada uno lo conocerá y recibirá como premio por sus obras y devoción si lo mereciere.-
463

María, instruye a Sor María de Jesús y la dice:.-
Hija mía, lamentable y sin excusa es la ignorancia de los hombres en olvidar tan de propósito la Eterna Gloria que Dios tiene prevenida para los que se disponen a recibirla porque la merecen. Este olvido tan pernicioso quiero que llores con amargura y te lamentes sobre él, pues no hay duda que quien con voluntad se olvidan de la felicidad y de la Gloria Eterna porque están en evidente peligro de perderla. Y ninguno tiene legítimo descargo en esta culpa, no sólo porque el tener esta memoria y procurar alcanzarla no les cuesta a todos mucho trabajo, sino antes, para olvidar el fin para lo que fueron creados, trabajan muchos con todas sus fuerzas. Cierto es que nace este olvido de entregarse los hombres a la soberbia de la vida, a la codicia de los ojos y a la concupiscencia de la carne; porque, empleando en esto todas las fuerzas y potencias del alma y todo el tiempo de la vida terrenal, no les queda cuidado ni atención ni lugar para pensar con sosiego, ni aun sin él, en la felicidad eterna de las bienaventuranzas. Pues digan los hombres y confiesen si les cuesta mayor trabajo esta memoria que el seguir sus pasiones ciegas, en adquirir honra, hacienda y deleites transitorios, que se acaban antes que la vida. Y muchas veces después de fatigados no los consiguen ni pueden.

¡Cuánto más fácil es para los mortales no caer en esta perversidad, y más para los hijos de la Iglesia, pues a mano tienen la FE y la Esperanza, que sin trabajo les enseña esta verdad! Y cuando merecer el bien eterno les fuera tan costoso como lo es alcanzar la honra y la hacienda y otros deleites aparentes, gran locura es trabajar tanto por lo falso como por lo verdadero, por las penas eternas como por la eterna gloria.-

Esta abominable tontería, conocerás bien, hija mía, para llorarla, si consideras en el siglo que vives, tan turbado con guerras y discordias, cuántos son los infelices que se van a buscar la muerte por un breve y vano estipendio de honra, de venganza y otros intereses; y de la vida eterna ni se acuerdan ni cuidan más que si fueran irracionales; y sería dicha suya acabar como ellos con la muerte temporal, pero como los más obran contra la justicia y otros que la tienen viven olvidados de su fin, y los unos y los otros, mueren eternamente.-

Este dolor es sobre todo dolor y desdicha sin igual y sin remedio. Aflígete, laméntate y duélete sin consuelo sobre esta ruina de tantas almas compradas con la sangre de mi Hijo santísimo. Y te aseguro, carísima, que desde el cielo, donde estoy en la gloria que has conocido, si los hombres no la desmerecieran, me inclina la caridad a darles una voz que se oyera por todo el mundo y clamando les dijera: Hombres mortales y engañados, ¿qué hacéis?, ¿en qué vivís?, ¿por ventura sabéis lo que es ver a Dios cara a cara y participar de su eterna Gloria y Compañía?, ¿en qué pensáis?, ¿quién así os ha turbado y fascinado el juicio?, ¿qué buscáis, si perdéis este verdadero bien y felicidad sin haber otra? El trabajo es breve, la gloria infinita y la pena eterna.-

Con este dolor que en ti quiero despertar, procura trabajar con desvelo para no incurrir en este peligro. El ejemplo vivo lo tienes en mi vida, que toda fue un continuado padecer y tal como has conocido, pero cuando llegué a los premios que recibí, todo me pareció nada y lo olvidé como si nada fuera. Determínate amiga, a seguirme en el trabajo y aunque sea sobre todos los de los mortales, repútalo como levísimo y nada dificultes ni te parezca grave ni muy amargo aunque sea entrar por fuego y acero. Alarga la mano a cosas fuertes y guarnece a los domésticos, tus sentidos, con dobladas vestiduras de padecer y obrar con todas tus potencias. Y junto con esto quiero que no te toque otro común error de los hombres que dicen: procuremos asegurar la salvación, que más o menos gloria no importa mucho, pues allá
estaremos todos [Esto es herejía de los universalistas o “misericordiosos” afirmar que hay salvación universal para toda la humanidad, y sin embargo niegan la existencia del infierno].-
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Con esta ignorancia, hija mía, no se asegura la salvación, antes se aventura, porque se origina de grande tontería y poco amor hacia Dios, y quien pretende estos partidos con Su Majestad le desobliga para que le deje en el peligro de perderlo todo. La flaqueza humana siempre obra menos en lo bueno de lo que se extiende su deseo, y cuando éste no es grande ejecuta muy poco, pues si desea poco se pone a riesgo de perderlo todo.-

El que se contenta con lo mediano o ínfimo de la virtud, siempre deja lugar en la voluntad y en las inclinaciones para admitir de intento otros afectos terrenos y amar a lo transitorio, y esto no se puede conservar sin encontrarse luego con el amor divino; y por esto es imposible dejar de que se pierda el uno y permanezca el otro. Se determina a la criatura a amar a Dios de todo corazón y con todas sus fuerzas, como él lo manda, este afecto y determinación toma el Señor en cuenta cuando el alma por otros defectos no alcanza a los más levantados premios. Pero el despreciarlos o no estimarlos de intento, no es amor de hijo ni de amigos verdaderos, sino de esclavos que se contentan con vivir y pasar.-

Nunca se ha ignorado en la Iglesia lo que vale mi intercesión y el poder que tengo en los Cielos para remediar a todos, pues la certeza de esta verdad la he testificado con tantos millares de millares de milagros, maravillas y favores, como he obrado con mis devotos, y con
los que en sus necesidades me han llamado, siempre he sido liberal y por mí lo ha sido el Señor para ellos, y aunque son muchas las almas que he remediado, son pocas respecto de las que puedo y deseo remediar. El mundo corre y los siglos caminan muy adelante; los mortales tardan en volverse a Dios y conocerle; los hijos de la Iglesia se embarazan y enredan en los lazos del demonio; los pecadores crecen en número y las culpas se aumentan; porque la caridad se resfría, después de haberse hecho Dios hombre mediante mi vientre, para enseñar al mundo su recta vida y doctrina, redimiendo a la humanidad con su pasión y muerte, dando la Ley Evangélica y eficaz, concurriendo de su parte la criatura, ilustrando a la Iglesia, con tantos milagros, luces, beneficios y favores por sí y por sus Santos; y sobre esto franqueando sus misericordias por su bondad y por mi mano e intercesión, señalándome por su Madre, Amparo, Protectora y Abogada, y cumpliendo yo puntual y copiosamente con estos oficios.

Después de todo esto, ¿qué mucho es que la Justicia divina esté irritada, pues los pecados de los hombres merecen el castigo que les amenaza y comienzan a sentir? Pues con estas circunstancias llega ya la malicia a lo sumo que esta puede. Cuando se despidió Cristo Jesús de sus discípulos para ir a padecer, les dijo que no se turbasen sus corazones por las cosas que les dejaba advertidas, porque en la casa de su Padre, que es la Bienaventuranza, había muchas mansiones. Les dejo dicha esta información, para asegurarles que había lugar y premios para todos, aunque los merecimientos y las obras buenas fuesen diversas, y que ninguno se turbase ni contristase perdiendo la paz y la esperanza, aunque viese a otro más aventajado o adelantado, porque en la casa de Dios hay muchos grados y estancias en la que cada uno estará contento con la parte que le tocare, sin envidiar al otro, o al que tiene a su lado, porque este sentimiento de placer, es una de las grandes dichas de aquella felicidad eterna.-
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