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Laguna de Negrillos - Leon

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España > Leon > Laguna de Negrillos
21-05-14 06:20 #12051928
Por:j vicente futuro fut

El velo que cubre los Misterios de la Biblia se ha retirado. 32ª Sección
Habiendo llegado a Belén, oían nuestros peregrinos repetidas palabras ásperas en las posadas a donde llegaban fatigados, y en algunas los despedían como a gente inútil y despreciable, y muchas veces admitían a la Señora de Cielo y de la Tierra en un rincón de un portal, y otras aun no le alcanzaba; y se retiraban ella y su esposo a otros lugares más humildes y menos decentes en la estimación del mundo; pero en cualquiera lugar, por contentible que fuese, estaba la corte de los ciudadanos del Cielo con su Rey supremo y Reina soberana, luego todos los Ángeles, la rodeaban y encerraban como en un impenetrable muro, con que el tálamo estaba seguro y defendido de los temores nocturnos.-

Y su fidelísimo esposo José, viendo a la Señora de los Cielos tan guarnecida de sus ejércitos Divinos, descansaba y dormía plácidamente, porque María también cuidaba de esto, para que se aliviase algo del trabajo del camino. Y ella se quedaba en coloquios Celestiales con los diez mil ángeles que la asistían.-

Conocía y miraba María, toda la variedad de almas que había en todos los que iban y venían y penetraba sus pensamientos más ocultos y el estado que cada una tenía, en gracia o en pecado, y los grados que en estos diferentes extremos tenían; y de muchas almas conocía si eran predestinadas para ir al Cielo o serían rechazadas.-

Los Ángeles le decían a María: Dios quiere que todos se salven y da gracia suficiente para la salvación de todos. Los que se condenen, se condenarán por su propia culpa, ya que no hay predestinación al infierno, si habían de perseverar o caer o levantarse; y toda esta variedad le daba motivos de ejercitar heroicos actos de virtudes con unos y por otros; porque para muchos alcanzaba la perseverancia, para otros eficaz auxilio con que se levantasen del pecado a la gracia, por otros lloraba y clamaba María al Señor con íntimos afectos, y por los réprobos, aunque no pidiese tan eficazmente, sentía intensísimo dolor de su final perdición.-

Y María: Fatigada muchas veces con estas penas, más sin comparación que con el trabajo del camino, sentía algún desfallecimiento en el cuerpo, y los Ángeles, llenos de resplandeciente luz y hermosura, la reclinaban en sus brazos, para que en ellos descansase y recibiese algún alivio. María en persona, a los enfermos, afligidos y necesitados consolaba por el camino, sólo con orar por ellos y pedir a su Hijo santísimo el remedio de sus trabajos y necesidades; porque en esta jornada, por la multitud y concurso de la gente, se retiraba a solas sin hablar, atendiendo mucho a su divino embarazo, que ya se manifestaba a todos. Este era el retorno que la Madre de misericordia daba a los mortales por el mal hospedaje que de ellos en ese día y hora había recibido.-

Y para mayor confusión de la ingratitud humana, sucedió alguna vez que, como era invierno, llegaban a las posadas con grandes fríos de las nieves y lluvias que no quiso el Señor les faltase esta penalidad, y era necesario retirarse a los mismos lugares viles donde estaban los animales, porque no les daban otro mejor los hombres; y la cortesía y humanidad que les faltaba a ellos, la tenían las bestias, que a la vista de los mismos, se retiraban, respetando con esta actitud a su Hacedor y a su Madre, que le tenía en su virginal vientre.-
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Bien pudiera la Señora de las criaturas mandar a los vientos, a la escarcha y a la nieve que no la ofendieran, pero no lo hacía por no privarse de la imitación de Cristo su Hijo santísimo en padecer, aun antes que él saliese de su virgíneo vientre, y así la fatigaron algo estas inclemencias en el camino. Pero el cuidadoso y fiel esposo José atendía mucho a abrigarla, y más lo hacían los Espíritus Angélicos, en especial el príncipe y Arcángel Miguel, que siempre asistió al lado diestro de su Reina, sin desampararla un momento en este viaje, y repetidas veces la servía, llevándola del brazo cuando se hallaba algo cansada. Y cuando era voluntad del Señor la defendía de los temporales inclementes y hacía otros muchos oficios en obsequio de la divina Señora y del bendito fruto de su vientre.-

Con la variedad alternada de estas maravillas llegaron nuestros peregrinos, María y José, a la ciudad de Belén el quinto día de su jornada a las cuatro de la tarde que era sábado, que en aquel tiempo del solsticio invernal y a la hora dicha que se despide el sol y se acerca la noche. Entraron en la ciudad buscando alguna casa de posada, y discurriendo muchas calles, no sólo por posadas y mesones, pero por las casas de los conocidos y de su familia más cercanos, y de ninguno de ellos fueron admitidos y de muchos despedidos con desgracia y con desprecios.-

Seguía la honestísima Reina a su esposo, llamando él de casa en casa y de puerta en puerta, entre el tumulto de la mucha gente. Y aunque no ignoraba que los corazones y las casas de los hombres estarían cerrados para ellos, con todo eso por obedecer a José quiso padecer aquel trabajo y honestísimo pudor o vergüenza que para su recato, y en el estado y edad que se hallaba, fue de mayor pena que faltarles la posada. Discurriendo por la ciudad llegaron a la casa donde estaba el registro y padrón público, y por no volver a ella se escribieron, y pagaron el fisco la moneda del tributo real, con que salieron ya de este cuidado. Prosiguieron su diligencia y fueron a otras posadas, y habiéndola buscado en más de cincuenta casas, de todas fueron arrojados y despedidos; admirándose los Espíritus soberanos de los altísimos misterios del Señor, de la paciencia y mansedumbre de su Madre y de la insensible dureza de los hombres. Con esta admiración los Ángeles bendecían al Altísimo en sus obras y ocultos sacramentos, porque desde aquel día quiso acreditar y levantar a tanta gloria la humildad y pobreza despreciada de los mortales.-

Eran las nueve de la noche cuando José lleno de amargura e íntimo dolor se volvió a su esposa prudentísima, y la dijo: Señora mía dulcísima, mi corazón desfallece de dolor en esta ocasión viendo que no puedo acomodaros, no sólo como vos lo merecéis y mi afecto lo deseaba, pero ningún abrigo ni descanso, que raras veces o nunca se le niega al más pobre y despreciado del mundo. Misterio sin duda tiene esta permisión del Cielo, que no se muevan los corazones de los hombres a recibirnos en sus casas incluidas los de mis parientes. Me acuerdo, Señora, que fuera de los muros de la ciudad hay una cueva que suele servir de albergue a los pastores y a su ganado. Lleguémonos allá, que si por dicha está desocupada, allí tendréis del Cielo algún amparo cuando nos falta de la tierra.-

Le respondió María: Esposo y Señor mío, no se aflija vuestro piadosísimo corazón, porque no se ejecutan los deseos ardentísimos que produce el afecto que tenéis al Señor. Y pues le tengo en mis entrañas, por él mismo os suplico que le demos gracias por lo que así dispone. El lugar que me decís será muy a propósito para mi deseo. Conviértanse vuestras lágrimas en gozo con el amor y posesión de la pobreza, que es el tesoro rico e inestimable de mi Hijo Santísimo. Este viene a buscar desde los Cielos, preparémosla con júbilo del alma, que no tiene la mía otro consuelo, y vea yo que me la dais en esto. Vayamos contentos a donde el Señor nos guía.-
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Se encaminaron para allá los Santos Ángeles y los divinos esposos, sirviéndoles de lucidísimas antorchas los mismos Ángeles, y llegando a la cueva, la hallaron desocupada y sola. Y llenos de Celestial consuelo, por este beneficio alabaron al Señor.-

El divino niño iba creciendo naturalmente en el lugar del útero con el alimento, sustancia y la sangre de su Madre María, como los demás fetos, aunque más libre y exento de las imperfecciones que los demás hijos de Adán padecen en aquel lugar y estado; porque de algunos accidentales y no pertenecientes a la sustancia de la generación, que son efectos del pecado, estuvo libre la Emperatriz del Cielo, y de las superfluidades imperfectas que en las mujeres son naturales y comunes, de que los demás niños se forman, sustentan y crecen; pues para dar la materia que le faltaba de la naturaleza infecta de las descendientes de Eva, sucedía que se la administraba, ejercitando actos heroicos de las virtudes, y en especial de la caridad. Y como las operaciones fervorosas del alma y los afectos amorosos naturalmente alteran los humores y sangre, se encamina la Divina Providencia al sustento del Niño Divino, con que era alimentada la naturaleza y la humanidad de Jesucristo Redentor y la Divinidad recreada con el beneplácito de heroicas virtudes. De manera que María administró al Espíritu Santo, para la formación del cuerpo, sangre pura, limpia, como concebida sin pecado, y libre de sus pasiones.-

Y la que en las demás madres, para ir creciendo sus hijos, es imperfecta e inmunda, pero la Reina y Señora del Cielo daba la más pura, sustancial y delicada, porque a poder de afectos de amor y de las demás virtudes se la comunicaba, y también la sustancia de lo mismo que la divina Reina y Señora del Cielo comía. Y como sabía que el ejercicio de sustentarse ella era para dar alimento al Hijo de Dios y suyo, comía siempre con actos tan heroicos, que admiraba a los espíritus Angélicos que en acciones humanas tan comunes pudiese haber realces tan soberanos de merecimiento y de agrado del Señor.-

El vientre de María, es el palacio que tenía prevenido el supremo Rey de los Reyes y Señor de los Señores para hospedar en el mundo natural y terrenal a su eterno Hijo humanizado para Remisión de toda la humanidad, y Dios lo iba hacer desde la más pobre y humilde cueva, a donde María y José se retiraron despedidos de los hospicios y piedad natural de los mismos hombres y mujeres. Era este lugar tan despreciado y contentible, que con estar la ciudad de Belén tan llena de forasteros, que faltaban posadas en la que poder descansar y habitar María y José. Con todo esto, nadie se dignó de ocuparle ni bajar a él, porque era cierto, no les competía ni les venía bien sino a los maestros de la humildad y pobreza. Y por este medio les reservó para ellos la sabiduría del eterno Padre, consagrándole con los adornos de desnudez, soledad y pobreza por el primer templo de la luz y casa del verdadero Sol de la Justicia, que para los rectos de corazón había de nacer de María, en medio de las tinieblas de la noche, símbolo de las del pecado que ocupaban todo el mundo.-

Entraron María y José en este prevenido hospicio, y con el resplandor que despedían los Ángeles que los acompañaban, pudieron fácilmente reconocerle pobre y solo, como lo deseaban, con gran consuelo y lágrimas de alegría. Luego los dos peregrinos hincados de rodillas alabaron al Señor y le dieron gracias por aquel beneficio, que no ignoraban era dispuesto por los ocultos juicios de la eterna Sabiduría. De este gran sacramento estuvo más capaz María, porque santificada con las pisadas de sus pies, aquella cueva quedó bendecida.-
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María sintió una plenitud de júbilo interior que la elevó y vivificó toda, y pidió al Señor pagase con liberal mano a todos los vecinos de la ciudad que, despidiéndola de sus casas, la había ocasionado tanto bien como el hallazgo de aquella humildísima cueva que la esperaba.-

Era toda la cueva de unos peñascos naturales y toscos, sin género de curiosidad ni artificio y tal que los hombres la juzgaron por conveniente para que solo se albergarse en ella los animales, pero el eterno Padre la tenía destinada para abrigo y habitación de su mismo Hijo.-

Los Espíritus Angélicos, que como milicia Celestial guardaban a su Reina y Señora, se ordenaron en forma de escuadrones, como quien hacía cuerpo de guardia en el palacio real. Y en la forma corpórea y humana que tenían, estos Ángeles y en este momento, se manifestaron también al esposo José, que en aquella ocasión era conveniente gozase de este favor, así por aliviar su pena, viendo tan adornado y hermoso aquel pobre hospicio con las riquezas del cielo, como para aliviar y animar su corazón y levantarle más para los sucesos que prevenía el Señor aquella noche y en tan despreciado lugar. La gran Reina, Emperatriz y Señora del Cielo, que ya estaba informada del misterio que se había de celebrar, determinó limpiar con sus manos aquella cueva que luego había de servir de trono real y propiciatorio sagrado, porque ni a ella le faltase ejercicio de humildad, ni a su Hijo Unigénito aquel culto y reverencia que era el que en tal ocasión podía prevenirle por adorno de su templo.-

El esposo José, atento a la majestad de su esposa, que ella parece olvidaba en presencia de la humildad, la suplicó no le quitase a él aquel oficio que entonces le tocaba y, adelantándose, comenzó a limpiar el suelo y rincones de toda la cueva, aunque no por eso dejó de hacerlo juntamente con él la humilde Señora. Y porque estando los Ángeles en forma humana y visible, se hallaran corridos a su vista de tan devota en la humildad de su Reina. Luego con emulación Los Ángeles los ayudaron en este ejercicio, y en brevísimo espacio de tiempo, limpiaron y despejaron toda aquella cueva, dejándola aliñada y llena de fragancia. José encendió fuego con el aderezo que para ello traía, y porque el frío era grande, encendido este, se llegaron a él para recibir algún alivio del frío, y del pobre sustento que llevaban cenaron con incomparable alegría para sus cuerpos y almas; aunque la Reina y Señora del Cielo y de la tierra, con la venida hora de su parto, estaba tan absorta y abstraída, que nada comía, hasta que se lo mando su esposo José.-

Dieron gracias al Señor, como acostumbraban, después de haber comido; y deteniéndose un breve espacio en esto y en conferir los misterios del Verbo humanizado, María reconocía que le llegaba el parto. Rogó a su esposo José que se recogiese a descansar y a dormir un poco, porque ya la noche corría muy adelante. Obedeció el varón a su esposa y la pidió que también ella hiciese lo mismo, y para esto aliñó y previno con las ropas que traían un pesebre algo ancho, que estaba en el suelo de la cueva para servicio de los animales que en ella se recogían. Y dejando a María acomodada, se retiró José a un rincón de la cueva, donde se puso en oración.-

José Fue visitado por el Espíritu Divino y sintió una fuerza suavísima y extraordinaria con que fue arrebatado y elevado en un éxtasis, donde se le mostró todo lo que sucedió aquella noche en la cueva dichosa; porque José no recobro sus sentidos naturales hasta que le llamó su esposa María. Y este fue el sueño que allí recibió José, fue el más alto y más feliz que el de Adán en el paraíso.-
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María mientras oraba, fue llamada por el Altísimo con eficaz y dulce transformación que la levantó sobre todo lo creado y sintió nuevos efectos del poder divino, porque fue este éxtasis de los más raros y admirables de su vida. Luego fue levantándose más con nuevos ilumines y cualidades que la dio el Altísimo, para llegar a la visión clara de la Divinidad. Con estas disposiciones se le corrió la cortina y vio intuitivamente al mismo Dios con tanta gloria y plenitud de ciencia, que todo entendimiento Angélico y humano no se pueden explicar, ni adecuadamente ni entender.-

Se renovó en María la noticia de los misterios de la Divinidad y humanidad de su Hijo, que en otras visiones se le había dado, y de nuevo se le manifestaron otros secretos encerrados en aquel archivo inexhausto del divino pecho.-

El Altísimo le declaró a su Madre María cómo era tiempo de salir al mundo de su virginal tálamo, y el modo cómo esto había de ser cumplido y ejecutado. Y conoció la prudentísima Señora en esta visión las razones y fines altísimos de tan admirables obras y sacramentos, departe mismo del Señor, como de lo que tocaba a las criaturas, para quien se ordenaban inmediatamente. María se postró ante el trono Real de la Divinidad y, dándole gloria y magnificencia, gracias y alabanzas por sí y que todas las criaturas le debían por tan inefable misericordia y dignación de su inmenso amor, pidió a Su Majestad nueva luz y gracia para obrar dignamente en el servicio, obsequio, educación del Verbo humanizado, que había de recibir en sus brazos y alimentar con su virginal leche.-

Ésta petición hizo la Divina Madre con humildad profundísima, como quien entendía la alteza de tan nuevo sacramento, cual era el criar y tratar como madre al Dios hecho hombre, y porque se juzgaba indigna de tal oficio, para cuyo cumplimiento los supremos serafines eran insuficientes. Prudente y humildemente lo pensaba y pesaba la Madre de la sabiduría, y porque se humilló hasta el polvo y se deshizo toda en presencia del Altísimo, El Omnipotente la levantó y de nuevo la dio a María, título de Madre suya, y la mandó que como Madre legítima y verdadera ejercitase este oficio y ministerio: que le tratase como a Hijo del Eterno Padre y juntamente Hijo de sus entrañas. Y en todo, se le pudo fiar a la tal Madre María.-

Nacimiento de Jesús:
María fue raptada a visión beatífica más de una hora antes de su parto; y al mismo tiempo que salía de ella y volvía en sus sentidos, reconoció y vio que el cuerpo del niño Dios se movía en su virginal vientre, soltándose y despidiéndose de aquel natural lugar donde había estado nueve meses, y se encaminaba a salir de aquel sagrado tálamo.-

Pero su nacimiento, no fue normal como el de los demás niños mortales. En el nacimiento de Jesús, por Decreto del Omnipotente y como protagonistas de esta acción, fue realizada por los Arcángeles Gabriel y el Arcángel Miguel, que asistiendo en forma humana y corpórea al parto de María. Estos Arcángeles actuando en virtud, penetraron con su Espiritualidad en el tálamo virginal de María, y en las manos de estos Arcángeles salió la luz, Y desde las manos de los dos Arcángeles Gabriel y Miguel que sostenían al niño Dios humanizado, habló el Príncipe Celestial a su feliz Madre, y la dijo: Madre, asimílate a mí, que por el ser humano que me has dado quiero desde hoy darte otro nuevo ser de gracia más levantado, que siendo de pura criatura se asimile al mío, que soy Dios y hombre por imitación perfecta.-

Respondió María: Llévame, Señor tras de ti y correremos en el olor de tus ungüentos.-
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