El paisaje cultural del.............. Monasterio de Sahagún Desde mediados del siglo pasado, el mundo occidental ha ido transformando sustancialmente su idea de aquello que, como bien de provecho colectivo, resulta digno de memoria y conservación. El decimonónico concepto de “monumento”, recluido en los aparentemente seguros dominios de lo “histórico” o lo “artístico”, ha superado defnitivamente estos criterios para adquirir un sentido mucho más plural, extensivo y –si cabe– ambiguo, por relativo y cambiante. Bajo la nueva categoría de“Patrimonio” o “Patrimonio Cultural” –entendida en su acepción antropológica– el universo de los bienes susceptibles de tal reconocimiento se ha ampliado a cualquier manifestación signifcativa –material o intangible– del hombre. Tan drástica ampliación conceptual ha afectado necesariamente al papel del Patrimonio en la sociedad, y ha variado todos los criterios con ella relacionados –de elección, conservación, gestión y restauración–, hoy asentados en el terreno de lo especulativo, aunque, por desgracia, no siempre regidos por los mismos planteamientos teóricos que determinan su estatus. Este panorama complejo afecta incluso a los bienes materiales, cuya consistencia tangible y objetiva no escapa a la interpretación o valoración –siempre prevalente– que sobre ellos aplica la subjetividad colectiva. Así, el Patrimonio queda definido, desde el consenso de la Carta de Cracovia (2000), como “el conjunto de las obras del hombre en las cuales una comunidad reconoce sus valores específicos y particulares y con los cuales se identifica”1, aseveración tan simple como trascendente que supedita la identificación y especificación de dicho Patrimonio a una “elección de valores”. El Patrimonio, pues, no se contempla hoy desde la perspectiva única de atención a los valores del bien como objeto. Su comprensión pasa por entender sus vínculos con la sociedad que los identifica –en especial con la anfitriona, proponedora privilegiada de su autenticidad– y su influencia trasciende su propia materialidad –en el caso de tratarse de un bien tangible– para extenderse al entorno –físico y sociológico– de interacción, sin el cual no puede comprenderse de forma integral. Esta consideración al entorno del monumento, ya sancionada en la temprana Conferencia de Atenas (1931) y progresivamente concretada y mejorada en la segunda mitad de la centuria, ha recibido en los últimos años un interés creciente y un reconocimiento específico, como conjunto o incluso a escala regional, cuando presenta valores culturales de especial importancia. Aplicado a esta última escala y categoría, dicho conjunto constituye un paisaje cultural. Aunque el término surgió en la década de 1920 para definir aquellos paisajes naturales modelados por un grupo cultural, que Sauer entendía como resultado de un agente –Cultura– sobre un medio –área natural 2–, su popularización no llegaría hasta las últimas décadas del siglo XX, como consecuencia de la citada ampliación del moderno concepto de Patrimonio. _________________ 1.- Carta de Cracovia 2000. Principios Para La Conservación y Restauración del Patrimonio Construido, 2000. 2.-CO Sauer, "La morfología of tierras-cape ", Universidad off Cali Publicaciones Ornia en Geo- grafía, Vol. 2.2 (1925), pp19-53, C. F:. P. Fowler,"Patrimonio Mundial CulturalPaisajes, 1992-2002: una w Revie y Prospect ", Patrimonio Mundial de papeles, UNESCO, 2003, pp 16-32. Por......Don Javier Pérez Gil. Universidad de Valladolid Don Juan José Sánchez Badiola. Doctor en Historia. |