Anciles - Leon

Hacía frío cuando a media tarde Nacido entró en el Paraíso. Se había partido la crisma contra un bordillo tras resbalar en el hielo del paseo de Papalaguinda y caerse tontamente de espalda, aunque la picarona de Cibeles pensaba que de espalda era como mejor podía caerse uno.
Dios acababa de levantarse de la siesta y como siempre que se excedía en el reposo, estaba de muy mal humor, aunque esa tarde el motivo principal de su disgusto era la mala digestión de las morcillas de Riaño que había comido y que le repetían a cada instante enturbiando su aliento divino con regüeldos de mercader beduino.
Con desgana se sentó en el trono de los juicios y se dispuso a juzgar al recién llegado. Aunque estaba ágil, cada vez acusaba más el cansancio de sopesar lo realizado por tanta alma que hasta allí llegaba, pero como era buen profesional todo lo remataba acertadamente.
Lo primero que le llamó la atención es que Nacido llegaba acompañado de Perversa, Cibeles y Cajigo, tres viajeros a los que todavía no había llegado su hora pero que venían arropando al finado.
Dios, a modo de birrete se recolocó el triángulo sobre su cabeza, sonrió abiertamente a Perversa mientras aireaba la amplia túnica blanca y dijo dirigiéndose a Nacido:
-Veo jodio que llegas bien acompañado, pero nada te impedirá que rindas cuentas y yo sopese lo que has hecho. De ello depende tu futuro eterno.
-Hace no demasiados años nací cerca de Anciles –respondió Nacido- Fui lo mejor que pude ser, bebí los mejores vinos y me quisieron sin equivocarse las mejores mujeres, aunque es verdad que alguna demasiado poco. Poco tiempo quiero decir. Me instalé en el mar de la tranquilidad y casi siempre me sentí feliz porque nací para querer.
-Hombre, otro presumiendo de Anciles sin serlo. Todos los de allí aquí están. No sé como lo hacen, pero no se escapa ninguno. Precisamente y por mentiroso, tu prueba de acceso consistirá en que cuentes a tus compañeritos lo que de Anciles sabes. Así que, háblales de tan especial motivo.
Tras decir esto, actuó el mando para reclinar el respaldo del trono abatible, guiñó el ojo izquierdo a Cibeles que tras este guiño divino se mostró felicísimo de estar en un escenario de tanto poderío y Dios pareció volverse todo oídos.

(Continuará...)

Qué guay¡ nacido , espero la continuación, que meencanta , escucha escribe un libro, tio , bueno igual ya lo has escrito, escribes de p.madre , que imaginación, que talento¡¡¡ .
y un arbol? has plantado un arbol? ya sé o creo saber que hijos no tienes no?
pasa buen finde , tengo prisa, saludos a todos y todas.
nacido que te voy a comé., beso enorme .

Sigue contando nacido que quiero saber si Dios me guiño el ojo o es que se le metió algo, en el ojo claro.