Una historia divina 2 Nacido dudó un momento por donde comenzar y en la estancia se hizo un silencio inesperado. Volvió la cabeza hacia atrás y su mirada se cruzó con la de sus acompañantes que trataban de animarle movidos por la curiosidad y la solemnidad del momento. En medio de este corto silencio pudo oírse con claridad las voces que se colaban desde la dependencia de al lado. Al parecer tres hombres habían llegado simultáneamente a las puertas del cielo. San Pedro, al que las morcillas de Riaño y el vinillo de Valdevimbre siempre le predisponían al jolgorio, salió a recibirlas y les había dicho: -Tenemos malas noticias para dos de ustedes; se nos cayó el sistema en el área de Admisiones y esta semana sólo puedo dejar entrar a uno de los tres. Los otros dos tendrán que esperar en el infierno unos días mientras reparamos el fallo, lamentablemente no puedo hacer otra cosa. San Pedro continuó explicando: -La persona que cuente la mejor historia de cómo murió, será la que hoy pueda entrar en el cielo. Los tres hombres asintieron con la cabeza. San Pedro los hace pasar de uno en uno a su despacho para que los otros no escuchen y puedan mejorar su historia. El primer hombre pasó y empezó a relatar: -Presentía que mi mujer me estaba engañando, así que esa tarde llegué temprano... Subí los 25 pisos del edificio por la escalera para no hacer ruido con el ascensor..., abrí la puerta de mi apartamento y allí estaba ella, la muy infiel, tendida en el suelo y ¡desnuda! Sabía que la había pillado. Corrí por todo el apartamento en busca del amante; arriba, abajo, debajo de la cama, en todos los armarios... ¡NADA! Estaba a punto de pedirle disculpas por ser tan mal pensado, y mientras ella me decía que siempre hacia gimnasia desnuda, oí unos ruidos extraños en la ventana...... Abrí la ventana y allí estaba el hijo de mala madre, colgando de la cornisa. Agarré mi bate de béisbol y le di duro en la cabeza. Vi cómo caía, pero tuvo suerte el muy animal y aterrizó en un montón de bolsas de basura. ¡Se estaba moviendo! Desesperado porque se me escapaba, cargué el mueble bar hasta la ventana. Con gran esfuerzo lo puse en la cornisa, pero al empujarlo se me enganchó la camisa, por lo que caí con el mueble bar y así encontré mi muerte. ¡Pero estoy feliz porque me cargué al muy indeseable! San Pedro no podía imaginar otra historia más increíble e hizo pasar al segundo hombre que comenzó a relatar la suya: -Bueno, yo soy limpiador de ventanas. Estaba haciendo tranquilamente mi trabajo en un piso alto, cuando una de las cuerdas repentinamente se rompió. Me agarré de la plataforma, pero se me fueron resbalando las manos hasta que caí al vacío.. Levanté las manos pensando en mi muerte y esperando que Dios me recogiera... Afortunadamente logré agarrarme a una de las cornisas del edificio. ¡¡¡Me creí salvado!!! Estaba dando gracias a Dios e intentando que la gente que estaba dentro del edificio me salvara definitivamente. Empecé a rascar en la ventana para que alguien me ayudara, cuando repentinamente un despiadado la abrió y en lugar de ayudarme ¡¡¡me pegó un tremendo golpe con un bate de béisbol!!! Caí al vacío otra vez, maldiciendo a esa mala persona, cuando mi ángel de la guarda me permitió seguir viviendo, poniendo un montón de bolsas de basura justo bajo mi caída. Cuando conseguí abrir los ojos para agradecer a Dios tanta fortuna, ¡un mueble bar estaba cayendo encima de mí! Grité con terribles alaridos. Enseguida comprendí que Dios me quería a su lado. Sin duda era mi destino y así encontré la muerte. San Pedro estaba estupefacto... Hizo pasar al último hombre y le dijo: -Hijo, más vale que tengas una muy buena historia, porque las dos anteriores... ¡¡realmente son increíbles!! Así, el hombre lo miró y comenzó: -Bien, voy a ser muy breve porque enseguida lo vas a comprender, imagínate que estaba yo en pelotas junto a una buena señora que también estaba desnuda, cuando de repente sentimos que se abría la puerta del apartamento y presintiendo que sería su marido, rápidamente me escondí dentro de un mueble bar... Tras escuchar esto, Dios, San Pedro y medio Paraíso no pudieron evitar una estruendosa carcajada colectiva que hizo restallar el ambiente de al menos cincuenta dependencias celestiales y de la que Nacido y sus acompañantes participaron hasta que con autoridad de secretario de juzgado, el arcángel de guardia les impuso que guardaran la debida compostura. (Continuará... )
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