Encinasola - Huelva

Si os parece bien empiezo yo.

Nunca había despertado así, era como si desde algún punto desconocido de mi cuerpo fueran partiendo señales a mis terminales nerviosas para informarme de cosas y sensaciones del mundo exterior y ese feed back unas veces era placentero y otras no tanto, sobre todo cuando me hacia saber que tenía un terrible dolor de cabeza.
Conforme fui tomando conciencia de mi mismo, una serie de preguntas me fueron asaltando y me fueron angustiando al mismo tiempo ya que me hacían sentir que me había ocurrido algo que podría ser mi peor pesadilla, como decimos vulgarmente, haber perdido los papeles.
En cuanto pude abrir los ojos y enfocarlos me di cuenta que no sabía donde estaba, aquella no era mi habitación y no estaba en mi cama.
Alargue el brazo derecho y sentí que se acababa la cama por ese lado, al alargar el izquierdo la sensación me paralizó: no estaba solo en esa cama. ¿con quién estaba acostado? ¿Que había ocurrido la noche anterior para acabar no sé cómo, con no sé quién y no sé dónde?
Seguí alargando el brazo y sentí la tibieza de un cuerpo muy cerca del mío, la piel era sedosa y fina, casi sin vello y, muy despacio, hice que mis dedos, como patas de una gran araña, fueran subiendo por lo que me imaginaba un muslo. La altura me hizo pensar que estaba en la parte alta del muslo y entonces extendí la mano sintiendo una superficie redondeada y dulcemente tibia.
Intenté averiguar quien podía ser pero una maraña de pelo y sábana me lo impedía, entonces se movió y quede paralizado, como si temiera ser descubierto y me impidieran seguir mis descubrimientos táctiles.
Aquella mujer, de dormir boca abajo, se había girado dándome la espalda y acercándose aún más a mí...

Sensual y enigmático, muy bueno oriundo, has empezado y te seguiré,


Follonero, soy como el caracol depende del momento y la ocasión...

...Nuestros cuerpos se rozaban y yo sentía la piel de gallina en todo mi ser, me adapté a su postura y la abracé por la cintura, ella se dejaba hacer y entonces intenté algo más peligroso, le levante un poco la pierna derecha y esperé su reacción, que no fue otra que relajarse y acercarse aún más a mi.
Habiamos empezado a hacer el amor y yo le besaba la nuca y las orejas, entonces ella volvió la cabeza y nos empezamos a dar un largo y cálido beso en el que nuestras lenguas juguetearon a placer dentro de nuestras bocas, acariciándose mutuamente, saboreándose, lamiéndose dulce y suavemente.
Mientras, con nuestros pies entrelazados nos hacíamos cosquillas con las uñas en las plantas y nuestros cuerpos se habían convertido en dos emisores/receptores totales de placer.
Dicen que hay un estado entre el sueño y la vigilia en que la corteza cerebral está relajada y permite la entrada de estimulos del exterior provocando sueños muy particulares, pues yo creo que me encontraba en ese estado y aunque estaba haciendo el amor total, plena y realmente, la sensacioin era más placentera aún al tener la sensacion de que estaba soñando que hacia el amor y los sueños ponían su pincelada surrealista hacíéndome subir y bajar al ritmo del amor, volar a la velocidad del placer y sentirme como un gran órgano todo sensible y excitado.
Asi seguimos hasta que, en el climax, sentimos una descarga que nos hizo estremecernos a los dos y nos apretamos más el uno contra el otro, sintiendonos más, fundiéndonos más...
Asi estuvimos un largo rato y, como el eco de una tormenta en el valle, de vez en cuando nuestros cuerpos volvían a estremecerse de placer y nos apretábamos de nuevo el uno contra el otro.
Debimos quedarnos dormidos y el sol del mediodía entrando en la habitación me despertó...

Abrí los ojos y todo lo que me rodeaba era diferente.
Nada era normal con respecto a mis percepciones diarias. Esas tan sistematicas. Esas que por un minuto parece que has perdido todo un dia.
No, nó. Eso era algo diferente!!

Me encontre en un gran salon lleno de gente con vestimentas de diferentes épocas.
No me sentia a gusto, algo extraño me estaba ocurriendo. Una sensacion jamas vivida. Una sensacion dificil de asimilar.

El dia antes estuve buscando una casa para alquilar.

./..

ultimamente stoy molto despistatti.

...Me incorporé en la cama y apoye la espalda en la cabecera. Encima de la mesilla había un paquete de cigarrillos, encendí uno y le di una fuerte calada. Eran casi las dos y sentía hambre. Ella despertó también y se volvió hacia mí, me quitó el cigarrillo y le dio una profunda calada, por primera vez nos miramos a los ojos y los de ella me parecieron bellisimos, eran oscuros y almendrados, con rasgos orientales y todavía conservaban brumas de sueño entre las pestañas.
La situacion era, cuando menos tensa, así, en silencio mirándonos a los ojos y sin decir palabra. Fue ella quien rompió el hielo:
_ Me llamo Rosa, ¿cómo estás?
_ Bien, yo soy Fidel... ¿Sabes... sabes donde estamos?
_ Pues muy bien no, la verdad, pero ¿que más da?
_ No si a mi... no es por nada pero ¿cómo...?
_ ¿Como llegamos aquí?
_ Sí, eso... comno llegamos aquí.
_ ¡Hombres! Se os va la mano con el vaso y perdeis el norte o, mejor, vuestra "aguja imantada" solo sabe apuntar a un sitio.
_ ... Mujer...
_ Como veo que no recuerdas nada, te lo contaré yo, merece la pena. Cogiste una cogorza de las de época y encima estabas mas caliente que el cenicero de un bingo y te dio por mí, fue divertidisimo, de verdad, al final me ligaste y acabamos en esta cama, creo que en casa de unos amigos de confianza... No te hagas ilusiones que no conseguiste nada, anoche no, la pea era demasiado grande y enseguida empezaste a roncar pero esta mañana me has compensado con creces, ha sido fabuloso y ahora me apetece una ducha y despues tengo que irme. ¿Tu no tienes prisa?
_ No tengo nada que hacer pero tambien me ducharía.
Ella se levantó desnuda como estaba y se encamino hacia el aseo, yo tambien estaba desnudo y me sorprendio la naturalidad con que nos comportabamos los dos sin conocernos de nada...

../.

Como al fondo del salón, se oía una cancion que siempre tuve en mi mente...
Era: it`s a man`s world!!
Pero la oía tan levemente entre el barullo de aquellos personajes, que dudaba sy la estaba oyendo realmente, o era fruto de mi imaginacion.

El salon estaba decorado de una forma estrafalária.
Frente a una gran pecera habia una bicicleta muy antigua y deteriorada.
Junto a un piano habia una lujosa caja para muertos rellena de cojines de multiples colores.
Las paredes, de piedra, tenian infinidad de graffitis con desnudos femeninos.
Las lamparas que lo iluminaban estaban hechas con cuernos de venados...

Lo umico que me mantenia en la realidad era esa canción...it's a man's world.
Cada vez la escuchaba mejor, cuando de repente..., se me acercó una señora de unos 55 años, muy atractiva, con un bonito pelo rubio y recogido atrás con una cola. Ojos azulados y mirada morbosa...

LA PENSION
Corrían los años cincuentas, años en que muchas personas dejaban sus pueblos para buscar una vida mejor en la gran ciudad. Carmelo era una de esas personas, cansado del campo, de trabajar cuando podía, de sol a sol, de los terratenientes que se creían que eran los amos del mundo, cansado de todo eso cogió su ropa, la metió en una vieja maleta y tomo el tren para la gran urbe.
Llegó a la estación temprano, toda la noche viajando en vagones con sillones de maderas llenos de personas que como él dejaban sus vidas rurales, buscando un mejor porvenir. Sacó del bolsillo un papel doblado con dos direcciones, una la de la fábrica donde tenía que presentarse al día siguiente, la otra, la de la pensión donde viviría de momento. Se decidió por ir hasta la fonda caminado, fue preguntando por las calles hasta que llegó a su destino, subió al piso que le indicaba el papel, era un edificio antiguo con varios pisos, llamó al timbre de la puerta, enseguida una mujer de poco mas de treinta año abrió la puerta, tenía el pelo negro, media melena ondulada, ojos marrones y piel blanca, vestía una falda negra, lisa, le llegaba un poco mas abajo de las rodillas y una camisa blanca, un par de botones sueltos dejaba ver el canal que separaban sus hermosos pechos.
Se presentó entregándole una nota a la mujer, ésta le hiso pasar, en la mesa sentados para comer se encontraba su marido, dos niños pequeños y una señora mayor, además un señor que se encontraba viviendo alquilado en una de las habitaciones de la pensión.
Hablaron de las condiciones del alojamiento que Carmelo aceptó, después Lucia, que así se llamaba la mujer, puso un cubierto más en la mesa para el recién llegado.
A los pocos del días Carmelo comenzó a trabajar en una fábrica, se iba temprano, comía en el trabajo y regresaba por la tarde, se aseaba, después apenas salía de su habitación, solo para la cena, era hombre de pocas palabras y no le gustaba mucho relacionarse con las gentes, con Lucia no cruzaba muchas palabras, pero si que más de una vez su mirada recorría el cuerpo femenino y en su mente se imaginaba ese cuerpo completamente desnudo, con esos preciosos pechos libre de ropa, no había llegado a verles las piernas mucho más arriba de las rodillas alguna vez que otra, cuando ella se subía alguna silla para alcanzar algo de los armarios, entonces falda se alzaba un poco dejando parte de sus muslos a la vista, él en su imaginación los veía hasta arriba, tersos, coronados por un monte de venus cubierto con vellos negros rizados. Jamás hizo el mas mínimo gesto que pudiera molestar a Lucía. Ésta lo veía como un hombre extraño, poco hablador y que no quería molestar a nadie, pero si es verdad que a veces lo había visto como le miraba su canalillo, y ella cuando aparecía él se soltaba el botón y además alguna vez que otra hacia algún movimiento para que su falda se elevara un poco mas de lo habitual, se sentía halagada, porque aquel hombre extraño la mirara.
El juego entre miradas iba en aumento durante el poco tiempo que estaban juntos...

...Ella se encaminó a la ducha y no tardé en oir correr el agua, entonces me levanté y fui al aseo, la puerta estaba abierta y dudé si entrar o no. Entré y me quedé mirándola bajo la ducha, tenía algo de ninfa, me recordaba un cuadro de Ingres con el pelo haciendo meandros sobre la espalda y el agua corriendole hasta las torneadas piernas.
Me vio y, lejos de asustarse o taparse me llamó y yo entré y ya estábamos los dos bajo la ducha.
Creo haberlo dicho antes, pero no sé de dónde sacaba yo ese desparpajo, con lo timido que suelo ser, tal vez sea que como nos conocimos desnudos, teniendo en cuenta que no recuerdo en absoluto haberla visto antes, no nos avergonzabamos de nuestra desnudez, no teniamos nada que taparnos.
Apenas podiamos movernos sobre el plato de ducha, nuestros cuerpos estaban todo lo cerca que las leyes de la física permiten estar y entoces ella se giró y me dio la espalda que yo empecé a lavar con suma suavidad y cariño. Cuando llegué a la parte baja de la espalda me entretuve haciendo circulos con la espùma del jabón y le dibujé una gran mariposa cuyas alas caían por las piernas.
Ella volvió a girarse y quedamos cara a cara, muy cerca, y sentí que sus manos acariciaban mi entrepierna produciéndome un gran placer.
La subí a horcajadas a mi cintura y así empezamos una larga cabalgada arropada de besos y caricias que duró lo que nuestros cuerpos resistieron de pie antes de acabar sentados uno sobre otro en la postura del loto sobre el plato de la ducha donde seguimos besándonos y acariciándonos...

...Me indicó con un gesto muy peculiar sin decir palabra, que la acompañara.
Temeroso por la situación en la que me encontraba, vacile unos instantes...
No conocia a nadie y todo era muy sorpresivo para mi!!.
Ella insistió extendiendo y recogiendo su mano derecha hacia su pecho. Ante tal situación la seguí...

Ramón el marido de Lucia trabajaba a turno en una fábrica, aquella semana comenzaba de noche, después de cenar cogió su mochilo con el bocadillo y se despidió para marcharse al trabajo. Poco después de cenar todos se fueron retirando a dormir, la casa quedó en silencio, en la oscuridad.
Lucía acostada en su cama estaba despierta, por la ventana entraba algo de luz de la calle rompiendo la oscuridad, todos dormían en la casa, en aquel momento la puerta de su cuarto se abrió, ella no se asustó, lo esperaba, sabía que iba a aparecer, no se habían dicho nada, pero no hacía falta, el deseo escondido jamás pronunciado de los dos haría que llegara este momento, Carmelo entró despacio en la alcoba se acercó a ella, vestía el pantalón del pijama, no tenia camisa su torso estaba desnudo, el hombre retiró la ropa de la cama, Lucia estaba completamente desnuda, aquel cuerpo que se imaginaba tantas veces, lo veía ahora en la semioscuridad de la habitación, se acercó a la mujer sus bocas se unieron en un apasionado beso, las manos masculinas recorrían cada centímetro de la piel femenina, luego fue sus labios los que lentamente recorrieron el cuerpo de Lucía, mordió y chupó los erectos pezones de aquellos hermosos pechos que tantas veces solo le veía el canalillo que los separabas, ahora los acariciaba, los besaba se lo metía en su boca, fue bajando lentamente, sus dedos se enredaban entre los vellos que ocultaban su mas profunda intimidad, Lucía jadeaba placenteramente cuando sintió en lo mas intimo de su cuerpo el cálido aliento masculino, Carmelo comenzó ahora la ascensión por el cuerpo de la mujer, cuando sus bocas volvieron a juntarse él se encontraba encima de ella, al mismo tiempo que la besaba la comenzó a penetrar, Lucía alzó un poco las piernas dobladas para facilitar mejor la penetración, clavó sus uñas en la cintura masculina al sentir como aquel miembro duro y vigoroso se deslizaba dentro de ella.
Solo la media luna que se podía ver por la ventana, fue el mudo testigo cuando ambos alcanzaron el éxtasis.

Oju tio estosta quearde, vayatela lo que teniai escondio eh.Segui, segui questo sesta poniendo weno.

...Su andar era elegante y suave. Por un momento creí seguir a una pantera. Lo unico que la cubria era una especie de túnica aterciopelada de color azul con aberturas a ambos lados que terminaban en sus caderas.
Su cuerpo era esbelto y bien proporcionado.

Yo la seguia como hipnotizado.

Se dirigio hacia el ala izquierda del gran salon y, aproximadamete en la mitad, descorrió la cortina de una hornacina.
Dentro habia una pequeña estatua en marmol de la Venus de Milo.
Le hizo una especie de reverencia, que no entendí, al tiempo que le pasaba su mano derecha por su senos.
En ese momento se abrió una puerta totalmente disimulada en el muro.
Al instante, percibí un olor jamas conocido y mis sentidos fueron otros...

...El hambre, otro instinto básico, hacía acto de presencia cada vez con más fuerza así que decidimos vestirnos y salir a comer algo.
En el dormitorio estaban nuestras ropas tiradas en el suelo conformando un amasijo de trapos y colores, testigo de la urgencia de horas antes. Ahora nos fuimos vistiendo los dos y yo, con disimulo, miraba esa especie de strip-tease al reves. No tardamos en estar los dos vestidos y nos miramos extrañados, desnudos nos veíamos más naturales, más nosotros mismos pero bueno, eso era lo que había y nos tendríamos que conformar.
Entramos a comer en un sitio de esos donde van a comer las gentes que trabajan cerca, impersonal, de oleadas y ahora er la oleada del almuerzo, del menu del día con postre pan y vino de la casa, asi que nos dejamos llevar por la corriente y pedimos eso, el menu, fabada, fritos variados con ensalada y huevos nevados de postre, después de los postres, ya que antes el hambre casi nos impidió hablar, quise empezar la conversación.
_ Nosotros...
_ Perdona Fidel, "nosotros" no existimos. MIra, no nos conocemos de nada, solo sabemos nuestros nombres, si es que son verdaderos y me gustaría que siguieramos así.
_Yo...
_ Tu espero que guardes un buen recuerdo de mi, como yo guardaré un maravilloso recuerdo de ti, pero nada más, así siempre seremos maravillosos los dos, sin complicaciones de sentimientos, de celos, de confianzas, de proyectos... esto es existencialismo, una filosofía de los sesenta que hoy, tal como están las cosas, viene muy bien.
Acabamos de comer, nos fumamos un cigarrillo y nos despedimos en la puerta del bar. Me quede mirando cómo se iba perdiedo entre las gentes y no sabía muy bien que pensar... quizás ni siquiera se llamara Rosa pero como yo tampoco me llamaba Fidel...

EL AUTOBUS

Muchas veces he leído o he escuchado que alguien tenía una aventura en un autobús, lo típico, una mujer que se acerca, que sus cuerpos se rozan, que se excitan y a veces hasta terminan acostándose, pero todo eso, como muchas otras, son leyendas urbanas, o no, al menos yo siempre lo creí hasta aquel día que iba yo en un autobús abarrotado de gente, en cada parada entraban mas gentes, los que estábamos dentro protestábamos, pero las paradas estaban llenas y además llovía. Yo estaba atrás del todo en la plataforma junto a la puerta de salida, apretado contra la pared trasera del vehículo, entre todos los que nos apiñábamos en dicha plataforma estaba una mujer rubia, guapa, pelo largo, ojos marrones, bastante guapa, llevaba un pantalón claro, ajustado, marcándole bien el trasero, una camisa roja y un tabardo cortito, poco a poco entre empujones se acercó hasta mi, estábamos cada vez mas apretados y no tardó en estar a mi lado, su trasero se pegó a mi parte delantera, podía sentir la dureza de sus nalgas lo mismo que ella comenzaba a sentir la dureza de mi miembro que se estaba levantando, con el movimiento del autobús, con cada frenazo y los empujones, la muchacha se pegaba aun mas, noté como no solo por los movimientos del vehículo se apretaba contra mí, yo tímidamente empujaba hacia ella intentando poner mi miembro duro como una piedra en la raja de aquel hermoso culo, la mujer volvió la cara y me ofreció una sonrisa de complicidad, diciéndome sin hablar que le gustaba el jueguecito,
-Me quedo en la próxima parada- me dijo como si me invitara a bajar con ella.
Llegamos a la parada, se bajo y, yo con ella
-¿Vives cerca?- le pregunté
-Cerca- me dijo- metete bajo mi paraguas que te vas a mojar.
Pues sí, aquella leyenda urbana me estaba ocurriendo a mí, iba con aquella mujer que me había puesto ardiendo en el autobús y ahora íbamos camino hacia su casa. No tardamos en llegar, cuando entramos en su casa nos besamos , la agarré por la cintura, acaricié sus duras nalgas y sus hermosos senos, despacio, ella me fue desnudando, primero el chaquetón, después la camisa, yo no tardé en dejarla desnuda de cintura para arriba, libre de ropa sus pechos, los apreté fuertemente, los besé y chupé sus pezones, ella me agarraba el pene por encima del pantalón, mi excitación alcanzaba valores muy altos, estaba deseando de penetrarla de meterme dentro de ella, pero ella parecía no tener prisa, se dio media vuelta y comenzó a bajarse los pantalones dejando a la vista primero su trasero vestido con un diminuto tanga metido entre las blancas nalgas, unas hermosas piernas aparecieron cuando el pantalón cayó al suelo, seguidamente y siguiendo dándome la espalda se deshizo del tanga después, despacio se dio la vuelta.
Era una mujer guapa, con un buen cuerpo dos preciosos pechos y un hermoso trasero además de dos bonitas piernas, yo la miraba embobado sin poder aparta la mirada de su entrepierna, sorprendido no me podía creer que aquel cuerpo tan femenino tuviera aquel rabo colgando.
Bajando en el ascensor me fui terminando de vestir, le dije que no me acordaba que me estaban esperando, él o ella se quedó protestando pero yo ya no la escuchaba solo quería salir corriendo.

...Emprendimos el camino por un estrecho pasillo, y a mis espaldas la entrada se cerró.
Eso me agobió mas todavia.
Ella me observó y por lo visto comprendió mi estado anímico.
Entonces me hizo asir un especie de "candil" que estaba colgado el la pared de la izquierda
No sabia lo que me estaba entregando.
Aquello iluminaba como una lámpara de gran intensidad, pero no molestaba a la vista y cambiaba continuamente de color. De rojo a azul tenue pasando por verde suave, al igual que resplandecía como rosado fuerte o violeta parpadeante.

Cuando cogi aquel artefacto, la señora de la túnica azul aterciopelada desapareció...

Sigamos con...

EL CINE
Paseaba aburridos por las calles sin saber adónde ir, miraba escaparates, pasé por la puerta de un cine miré la cartelera y en la película trabajaba mi actriz favorita, mi amor platónico, así que compré la entrada y me metí en la sala. Al poco tiempo empezó la película, allí en la pantalla tan guapa como siempre estaba mi actriz. Vi como se acercaba una mujer hasta donde yo estaba, se iba acercando hasta sentarse a mi lado, “vaya” pensé, toda la fila vacía y se viene a sentar a mi lado, “buenas tardes “ dijo ella, al volver la cara para contestarle no pude creer lo que estaba viendo, me quedé perplejo, porque aquella mujer que se había sentado a mi lado era la actriz que veía en la pantalla, si ,si, mi actriz favorita, mi amor platónico, estaba junto a mi viendo la película, no estaba soñando, estaba bien despierto, estaba guapísima su pelo rubio, recogido en un precioso moño, estaba alucinando y mas aun cuando noté que su mano se apoyaba en mi pierna, mi nerviosismo estaba patente, ella fue subiendo su mano hasta llegar a mi entrepiernas, yo estaba además de nervioso excitadísimo, no podía creer lo que estaba ocurriendo, pero estaba pasando, me volví hacia ella, su boca me invitaba a besarla, su cuerpo a acariciarlo, la agarré por la cintura y le estampé mi boca junto a la suya mis manos buscaron sus pechos, ella se subió el vestido y se sentó encima mía, lo estábamos haciendo en la sala del cine, sobre la butaca, estaba haciendo el amor con la mujer que esos momentos protagonizaba la película en la pantalla, con mi amor platónico, era increíble pero estaba ocurriendo, alcancé un orgasmo como jamás lo había tenido en mi vida y por los grititos que ella daba creo que también.
Quedé exhausto, mire hacia mi amante, y… allí no estaba mi actriz, allí, a mi lado estaba una señora de cerca de ochenta años, pelo cano en una gran permanente, una sonrisa de oreja a oreja, con mas pintura en la cara que una puerta, y el vestido levantado casi llegándoles a las ingles, yo ahora sí que estaba sorprendido, no, no podía ser, ¿lo había hecho con aquella señora? Pero alucinaba cuando vi que ella se subía sus grandes bragas, mientras seguía mirándome sonriendo con cara de satisfacción.
Del bolso sacó una tarjetita de visitas y me la puso en mi bragueta que… estaba abierta.

...Me vi en un tunel muy estrecho con estancias a derecha e izquierda.
Ninguna de ellas tenia puerta. Todas se amparaban en una cortina de color verde intenso.
En mi enajenacion rocé varias veces con los lienzos, y puedo asegurar que fue una de las sensaciones mas gratas que hasta ahora he vivido...
Cada vez que intentaba entrar, quizas salir, por alguna de aquellas estancias setia algo muy agradable que me levantaba, aun sin ver nada, todo mi cuerpo.

Algo estaba pasando, y creo que la lampara que me entregó la señora me lo señalaba...

Ahora quenosta mirmano viaconta un relatiyo erostico de esos, esto e viridico, le paso a un colega y yo lo presensie.
Er colega era mu timido y siempre desia que nucasabiacomio un boa y taba loco por haserlo asin que una noche lo yevamo a un sitio de confiansa y le buscamo a una brasileña de esa que parese que ladao calambre moviendo er cuerpo. Lesplicamo er tema y estuvodacuerdo asin que nos sentamo a ver que pasaba.
Er colega se sento y a esto se presento la piba y eso no era una muje, era una pantera negra, se fue quitando la ropa mientra se asercaba a el y cuando estaba mu serca se quito er tanga y sabrio de pierna y le puso eso, quera como laorejaunmulo, en la cara y le dijo ¡cooooometelo! y entonse er colega se tapo la cara y secho a yora disiendo amino, ami no, ami no...

Pues menos mal que no le dió por hacer lo que hizo un paisano.

Er Manué. Saco la faca y lo fizo roájaas.

Toa lagente aplaudióóó!!

LA CONDESA
De pie, delante del espejo del tocador, la condesa se peinaba su larga cabellera, la transparencia de su bata de seda no ocultaba su cuerpo reflejado en el espejo.
Escuchó cómo se abría la puerta de su dormitorio, no se dio la vuelta, el perfume masculino llegó hasta su olfato, sabía quién era, como sabía desde hacía tiempo que tarde o temprano aparecería en su alcoba o en cualquier rincón cuando estuviera a solas, ella continuo peinando su pelo, el marqués se acercaba despacio, no tardó en verse reflejado en el mismo espejo en que la mujer se peinaba, la agarró por los hombros, comenzó a besar su cuello, sus manos bajaron por el cuerpo femenino hasta los pechos de la condesa y pellizcar suavemente sus pezones, erectos por las caricias, seguidamente desanudó el lazo que sujetaba la bata, hizo que la prenda cayera a los pies de la condesa, pegado a su espalda abrazaba el hermoso cuerpo totalmente desnudo, sus dedos exploraban hasta el rincón más intimo y oculto de la mujer, seguía besándola en el cuello, la condesa alzaba la cara con los ojos cerrados mientras sus manos acariciaban también al hombre que se mantenía siempre detrás de ella. Hizo que la condesa se inclinara hacia adelante, ésta apoyó sus manos sobre el tocador, estaba completamente a merced del marqués, iba a ocurrir, sabía que algún día ocurriría, sus miradas, sus gestos, sus deseos ocultos así lo presagiaba y ahora en ese momento, en su propio dormitorio con su marido, su familia y sus amigos en la misma casa, tal vez en algún salón, o en las cuadras, no lo sabía, solo sabía que ese mismo momento el marqués, su amigo, el amigo y socio del conde le hacía el amor, miró hacia el espejo con cara de placer, detrás suya el hombre la agarraba por las caderas y empujaba el miembro viril dentro de su parte más intima.
Se quedó paralizado inmóvil cuando sintió en su nuca el frio cañón de una pistola, en el espejo apareció la imagen del conde –como te muevas te reviento la cabeza- dijo el conde, la pareja no se atrevía a moverse, el miedo los tenía paralizados, un escalofrío noto el marqués cuando el conde le bajó del todo el pantalón dejándole el trasero al aire.
-Te gusta tirarte a mi mujer ¿no? Pues este es el precio.
El grito del marqués se oyó en toda la casa, la condesa casi rompe el espejo con el empujón y a su amante le acababan de curar el estreñimiento para una larga temporada.

Esto que os pongo es parte de mi primera novela, se llama Blue Moon, a ver si os gusta.

...Paúl desapareció tras la cortina de la ducha y se convirtió en una silueta acuosa y ondulante, Silvia lo miraba desde el salón a través de la entreabierta puerta del aseo. Se levantó y, descalza para no hacer el menor ruido, llegó hasta el aseo, se desnudó y entró en el reducido espacio de la ducha. Paúl estaba de espaldas y, aunque sintió la llegada de ella no se volvió. Silvia tomó la esponja, la enjabonó y empezó a frotar la espalda de él, muy despacio y suavemente, como si estuviera lavando el culo de un recién nacido. Subió hasta el cuello y metió los dedos en las orejas de él, no había olvidado lo que le ocurría a Paúl cuando le hacía esto y no tardo en sentir el estremecimiento de él, llegándosele a erizar el pelo de la espalda.
Paúl alzó los brazos y ella le enjabonó las axilas, aquello parecía una escena de ballet, una versión de la muerte del cisne para pareja en la ducha y el cuadro tenía algo de surrealismo romántico al estar los dos envueltos en la bruma del vapor de agua, con la piel perlada de gotas chorreantes que formaban meandros al caer por las extremidades hasta el suelo y engrosar el pequeño arroyo que se perdía en el sumidero.
Paúl bajó los brazos y abrió las piernas. Silvia le enjabonó el trasero haciendo líneas como de isobaras con el jabón sobre los glúteos y siguió muslos abajo hasta llegar a las pantorrillas y acabar en los pies. Paúl continuaba con las piernas abiertas y de espaldas. Silvia volvió a subir la esponja enjabonada y la metió en la entrepierna de él, entonces Paúl cerró las piernas dejándola a ella en una postura tan absurda como incómoda.
Silvia sacó las manos de donde le habían quedado atrapadas y para entonces ya estaban cara a cara los dos y ahora fue él el que empezó la labor de limpieza, lo hizo por la cabeza, separándole el pelo en dos matas con una improvisada raya en medio. El tampoco había olvidado la sensibilidad del cuello de Silvia y, acercándose un poco más, le pasó la punta de la lengua desde la base de la oreja hasta casi la clavícula. La reacción de ella no se hizo esperar y Paúl sintió como Silvia le apretaba el sexo entre las manos.
La esponja corrió por los pechos simulando tropezar en los pezones y resbalar hacia abajo siguiendo la línea natural de la caída, tal vez un poco acentuada ya en la cuarentena de Silvia. La siguiente parada y lavado fue en el ombligo y allí se recreó él haciendo una gran margarita con la espuma y luego simuló comerse el centro de la flor mientras aguantaba a Silvia por las nalgas impidiéndole así cualquier movimiento. Del ombligo abajo, el monte de venus era parada obligada y Paúl se entretuvo haciendo un montículo de jabón que recordaba los algodones de azúcar de las ferias.
La postura era incómoda y las vértebras lumbares de Paúl ya no estaban para esos excesos, pero, en cuclillas y mientras acariciaba los pechos de ella, se dedicaba a lamer el sexo con gran suavidad y delicadeza.
Aquello había que terminarlo y aquel no era el sitio más adecuado para ello. Paúl tomó del armario un albornoz para él y alcanzó otro a Silvia, se secaron y él sirvió una copa en el dormitorio. Buscó entre los discos y encontró una casi reliquia musical, el famoso In-a-gadda-da-vida de los Iron Butterfly, más de veinte minutos de canción, una epopeya de la más ácida sicodelia que sería la banda sonora de lo que ocurriría a continuación. Silvia, sabedora de lo que significaba aquello, no pudo reprimir el comentario.

—¿Crees que todavía estás para esas atrocidades y ese autocontrol?
—No lo sé, pero no pierdo nada por intentarlo y de todas formas será bonito recordar aquellos tiempos.
—¿Lees la Biblia, Paúl?
—¿A qué viene ahora eso? no pensarás ponerte a leerme un salmo, como puedes ver no estoy yo para salmos.— Comentó Paúl señalando el estado de excitación en que se encontraba.
—No voy a leerte ningún salmo y no gastes la pólvora en fuegos artificiales, deja algo para la traca final, no sea que tengamos gatillazo. Lo de la Biblia viene a cuento de aquella mujer que se convirtió en estatua de sal por mirar hacia atrás.
—¿Miro yo mucho hacia atrás?
—Me temo que sí.
—Bueno, bueno, luego hablamos que esto se enfría y a ver si después de tanto tiempo y con lo bien que hemos empezado, vamos a meter la pata. Perdona que sea tan directo, pero ya me conoces.
—Sí que te conozco, cuando te empalmas, toda la sangre que se te va ahí te falta en el cerebro y sólo piensas en meterla.
—Tampoco es eso, mujer...

Silvia se había echado en la cama tal vez recordando alguna película de vampiresas de Hollywood, con el albornoz entreabierto dejando entrever las ingles y algún mechón de vello púbico, el pelo, aún húmedo le caía sobre la cara dándole un extraño aspecto entre lasciva y dejada. El vaso de escocés tintineaba con los hielos en su mano y esperaba que Paúl llegara de un momento a otro e hiciera algún número de macho sediento e insaciable.
Qué diferente le resultaba todo esto de lo que normalmente había hecho durante los últimos años, no es que la casa de Paúl ni su cama fueran nada del otro mundo, pero tenían algo muy preciado para ella: intimidad, no se parecían en nada al camastro de la fonda cuyas sábanas muchas veces no tenían tiempo de cambiar y todavía tenían las huellas de la última batalla. Normalmente, el que se le montaba encima no se daba cuenta de nada, bastante tenía con tratar de correrse lo más tarde posible y tratar de aprovechar las cinco mil del polvo o, por el contrario, intentarlo hasta quedar extenuado y no conseguirlo y acabar pidiendo alguna guarrería. Tampoco se parecía aquello a los asientos de tantos coches llenos de niñatos colgados a los que había que ayudar a fingir que se corrían como elefantes ante sus no menos colgados amigos para volver a empezar con otro más colgado todavía, ni a la sospechosa cama de algún solitario que, después de muchos rodeos acababa pidiéndole que le pegara o se le meara encima.
Paúl apareció en el quicio de la puerta con una toalla colgada sobre el miembro erecto, no podía disimular los michelines, no podía ocultar las canas ni las arrugas, pero se sentía orgulloso de su potencia sexual.
Silvia no pudo evitarlo y estalló en una carcajada nerviosa al ver el número que él estaba montando, pero Paúl no se achicó:

—En una película se ponía el tío un zapato, pero pensé que esto sería más elegante ¿no te parece? además, te haré un juego de magia, mira: nada por aquí, nada por allá, ¡hale hop!

Paúl se había puesto un preservativo con la cabeza de Popeye y al mover el miembro arriba y abajo hacía que la cabeza del muñeco se agitara de una forma bastante cómica. Silvia rodaba por la cama presa de un ataque de risa y él se fue acercando lentamente hasta sentarse junto a ella, al filo de la cama.

—¿Desde cuando no te reías así? di la verdad. Yo hace mucho tiempo que no me divertía tanto, te lo juro.— Preguntaba Paúl al tiempo que se acercaban los dos hasta quedar abrazados uno sobre el otro.

Paúl recordó las palabras de Silvia respecto a lo de convertirse en estatua de sal y tal vez tuviera razón, miraba demasiado hacia atrás y tal vez eso le impidiera ver lo que tenía delante. Estaba tratando de recordar el cuerpo de Silvia de casi treinta años atrás y pensó que tal vez eso le impidiera disfrutar del cuerpo de Silvia que tenía delante.
Ella se había abandonado sobre la cama, su cuerpo era como un terreno caliente y palpitante que él medía, palpaba, lamía, besaba, roturaba y recorría y ella se sentía diluir en una sensación olvidada y dulce. Luego ella pasó a la acción y fue él quién se convirtió en una marioneta agitándose de placer en sus expertas manos. Así, entre ataques y rendiciones fueron llegando al final y en ese retardado momento, Paúl perdió la consciencia durante unos instantes y Silvia quedó exhausta y agitándose sobre las revueltas sábanas, como si sus terminales nerviosas recibieran un eco de la descarga del orgasmo.
Perdieron la noción del tiempo y estuvieron largo rato en un estado de duermevela, tal vez inducido por el sopor pos-coito o tal vez prolongado por esa sensación tan placentera que ambos hacía tanto tiempo que no experimentaban.

EL PASTOR

todas las mañanas recogí el rebaño de ovejas y me fui para los prados junto a la ribera. Después de comer y con el calorcito del sol me decidí echar una siestecita, no tardé en quedarme dormido. Me despertó un mormullo de voces femeninas, fui desperezándome lentamente y allí en el prado en vez de ovejas estaban un grupo de ninfas, preciosas muchachas vestidas con ropas transparentes que dejaban ver sus maravillosos cuerpos. Una de ellas se acercó hasta mi, me extendió su mano para levantarme y acompañarla, nos fuimos los dos ribera abajo a un lugar apartado donde la hierba era mas verde, en aquel lugar, los dos solos, ella dejó caer su ropa deslizándola por su cuerpo, admiré su belleza, sobre la verde hierba nuestros cuerpos rodaron entrelazados, el sonido del agua del rio parecía la mas deliciosa de las melodías, mientras nos amábamos en aquel bello paraje serrano bajo el sol testigo de nuestro amor.
Después de que llegáramos al éxtasis final su boca se acercó a la mía noté como su lengua recorría mi cara…
En ese momento desperté, me encontraba de rodilla con los pantalones bajados y una oveja con cara de tonta me lamia la cara mientras el resto de la piara nos miraba con cara de sorprendidas, hasta los perros tenían algo raro en la mirada.