Villaescusa de Haro - Cuenca

Aquel día nadie presagiaba lo que iba a ocurrir después ¿quién le iba a decir a la señorita Sacramento que iba a ser ella la primera persona que enterraran en el cementerio?
Era otoño, los días empezaban a ser más cortos y el cielo de las tardes más azul. La vendimia estaba a punto de acabar y la tristeza de todos los años se cernía sobre los jóvenes, especialmente las chicas de bien, como ella, que veían acercarse el encierro de los meses de invierno en sus casas.
Esa tarde venía de la Sierra de la Villa, montada en la calesa al lado de su padre, cuando vieron a unos extranjeros a la entrada del pueblo. Mostró indiferencia, como hacía siempre que algo le interesaba mucho, para no tentar a la suerte. Si deseaba algo con mucha fuerza, los planes de conseguirlo se desbarataban al instante que se lo decia a alguien. Así había sido toda su vida, hasta que aprendió aquello de no mostrar lo que deseaba.
Tampoco es que consiguiera mucho de esta manera, pero al menos, las cosas resultaban más fáciles
Los vio subir la cuesta andando y su padre se desvió para tomar el mismo camino que llevaban ellos. Eran altos, fuertes y bien parecidos. Uno de ellos, el que parecía el capataz, vestía un blusón negro, los otros llevaban la camisa arremangada en los codos y dejaban ver unos brazos desnudos, morenos y velludos,
El más alto, al cruzarse con el coche de caballos miró directamente a sus ocupantes.
Saludó con un: “Buenas tardes”, lo que dio pie a su padre para parar y preguntarle si buscaban a alguien
- No, señor, no buscamos a nadie. Vamos hacia ese cerro. Somos los encargados de la obra.
En el cerro, ya estaban instaladas las piedras que habían traído de la cantera, el yeso, las tinajas de agua, las espuertas y otras herramientas.
-¿Sois los que van a hacer la obra del cementerio?
-Los mismos Para lo que se le ofrezca
Otra vez se cruzaron sus miradas y Sacramento bajó los ojos por pudor. ¿Estaría casado?
Le miró disimuladamente la mano y vio que no había alianza ninguna en su dedo. Detuvo la mirada en la nervadura de su mano, las rugosidades y asperezas propias de una mano de trabajador y deseó poder tenerlas más cerca. Mientras su padre y los hombres hablaban siguió con la mirada perdida en aquellas dos extremidades que unas veces se movían y otras se quedaban quietas sobre el pantalón de pana, apoyadas en la correa que los sujetaban. Le hubiera gustado poder tocar aquellas manos, pasar sus dedos sobre aquellas otros tan morenos. Se imaginó como sería tenerlos sobre su cara y sintió añoranza de esas imaginarias caricias, tanta o más que por el verano que se acababa.
En algún momento algo espantó al caballo, que se alborotó, y las manos salieron de su posición de letargo junto a la cintura del hombre para venir a coger el ramal, justo al lado de dónde estaba ella.
Y se miraron.
El dueño de las manos le sonrió mientras acariciaba la crin del caballo muy despacio.

Esto no puede acabar así, verdad Mª Luz??

¿Quieres hacer el favor de seguir con la historia?, nos tienes en ascuas.
Un saludeter.

No puedo segyuir la historia porque me faltan fechas y nombres que tengo que completar. La señorita Sacrametno existió y murió de tisis, como se llamaba entonces a la tuberculosis. Es real hasta la frase de "¿Quién le iba a decir a ella que sería la primera persona que sería enterrada en el cementerio?" La pronunció la criada que iba con ella en el coche tirado por un caballo viniendo de la sierra. Esa criada que murió a los noventa y tantos años se lo contó, ya nonagenaria, a otra muejr delpueblo cuando era una niña y su padre, que servía en aquella casa, le mandaba que durmiera con ella. Esta mujer, la hermana Cristina, tiene ahora una edad parecida a la que tenía aquella criada, por lo que sumando años hay que situar la historia a unos doscientos años antes. Sin mebargo, creo que antes de continuar, esperaré a que me coantéis si en hay registros en el ayuntamiento o la iglesia en los que aparezcan las fechas exactas de la construcción del cementerio y del primer enterramiento.
De momento os contaré otra historia también real.