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Villaescusa de Haro - Cuenca

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España > Cuenca > Villaescusa de Haro
06-08-09 11:11 #2879704
Por:No Registrado
Historia. El derviche

Esta noche pasada del miércoles al jueves ha sido para los musulmanes la noche de Lailat-ul-Barraat, la Noche del Perdón y el indulto de las faltas cometidas.
Es una noche especial en este mes de Shaban, el mes del Profeta Muhammad, Dios lo tenga en su gloria, pero para las historia de este pueblo de Villaescusa todavía es más importante. Fue esa noche, la noche de Lailat-ul-Barrat, cuando Dios consintió en que la maldición del derviche no se cumpliera.
Ocurrió hace mucho, mucho tiempo, cuando Villaescusa era una aldea mozárabe que pertenecía al reino musulmán de Al Andalus. En ella convivían cristianos, moros y judíos todos juntos y en paz. A nadie le importaba qué credo tenías, ni como rezabas, ni cuando. La gente se levantaba por la mañana muy temprano para decir sus oraciones, cada uno la suya, antes del amanecer. Unos lo hacían mirando a la Meca, otros hacia la Jerusalem celestial y la mayoría lo hacia mirando hacia el cielo pidiendo que cayera agua, que falta hacía para el campo.
Después, en cada casa se almorzaba lo mismo: un tazón de leche de cabra, una hogaza de un pan, un trozo de queso hecho de la leche de las mismas ovejas, cosas así. Sólo algunos cristianos ponían algún trozo de tocino entre el pan, solo ellos criaban gorrinos en sus casas. Los otros, la mayoría, se abstenían de comer cerdo. Pasaban por las casas donde criaban estos animales y les llegaba el hedor pero se abstenían de prohibirles que los tuvieran, si les gustaba esa carne, pues allá ellos.
Se iban a trabajar los campos. todos juntos, unos a sembrar patatas, otros a sembrar ajos, a podar las olivas o las viñas, a labrar las tierras a reparar los canales por donde llegaba el riego, a construir algún aljibe o alguna zanja, En fin prácticamente todos los trabajos que se hacen todavía y alguno más que se ha perdido.
Sólo el derviche y el rabino se quedaban en sus casas con sus libros. Entonces, los cristianos eran tan pocos que ni siquiera tenían un cura. Habían venido al pueblo huyendo de la pobreza de los pueblos del norte, de la esclavitud en que vivían siendo siervos de los señores feudales y de las guerras que estos caballeros se hacían entre sí. Los vecinos, la mayoría musulmanes, los invitaban a que fueran con ellos los viernes a la mezquita, ya que no tenían iglesia, pero ellos le pidieron permiso al alcaide para quedarse en sus casas rezando en solitario, en el interior de su alcoba o reunidos en el zaguán con otros cristianos.
Aún así, había quien insistía en que dijeran el….”No hay más Dios que Dios y Mahoma es su profeta” , bastaba eso para hacerse musulmanes. Pero cuando se enteró el derviche se enfadó mucho con el alcalde por permitirlo y les llamó ignorantes:
- ¿No conoces la sura del Corán que manda tener respeto por las gentes del libro? ¿Qué respeto es ese si no respetas sus creencias? ¿Qué caridad y humildad muestras hacia ellos si les intimidan para que renieguen de la fe de sus padres?
El derviche, por entonces ya era un hombre de edad al que todos respetaban y tenía mucho poder en el pueblo.

Pasó el tiempo y el derviche se iba haciendo viejo. Se le veía en la plaza discutir con el rabino asuntos de religión. Iba a visitar a los enfermos y dirigía los rezos pero cada vez se le veía más cansado. Hasta que un día pasó por el pueblo un grupo de derviches errantes cantando y bailando. Venían del Sur y se dirigían hacia Oriente. Esto derviches traían una interpretación nueva de la religión. Decían que Dios es Amor y que si amabas ya no hacía falta que fueras todos los días a la mezquita, que se podía rezar en cualquier sitio, que rezar era lo más placentero de la vida, y que hacerlo como ellos lo hacían volvía felices y jóvenes a las personas.
Enseñaron a la gente a rezar bailando y a otros a hacerlo estando quietos, muy quietos. Enseñaron a rezar así a muchos musulmanes, a muchos judíos y a muchos cristianos. Les decían “¿No leéis en vuestra Biblia “Permance quieto y verás a Dios? ¿No os acordáis de vuestros profetas como cantaban los salmos? ¿Acaso no bailaba el rey David y el rey Salomón y tocaban instrumentos musicales para glorificar a Dios?”
Como eran también muy sabios les citaban la Biblia y los evangelios.
Muchos les hicieron caso durante un tiempo, pro cuando se fueron se fueron olvidando y dejaron de hacerlo. Volvieron a rezar como lo hacían antes, mirando a la Meca y recitando las oraciones del Corán las tres veces al día y los más piadosos las cinco veces. Seguían dando limosna y cumpliendo con los cinco pilares del Islam menos con la Peregrinación a la Meca porque como eran pobres no podían permitírselo y el profeta los perdonaba de hacerlo, pero aún así sus corazones no tenían la alegría de antes.
El único que continuó bailando en la plaza, o quedándose quieto en cualquier rincón, rezando a todas horas de esta manera, era el viejo derviche.
Y se fue haciendo cada vez más joven, tanto que la gente sospechaba que tenía que haber algún engaño.
Cuando estaba inmóvil meditando le tiraban de la barba a ver si la raíz de los pelos era blanca. lo que demostraría que el color oscuro que se le había puesto era porque se la teñía con henna. Pero no, la raíz era tan oscura como las puntas. Y la barba estaba cada vez más poblada, lo mismo que los cabellos de la cabeza, ahora tan abundantes que se los tenía que recoger en una coleta.
Sus movimientos se hicieron cada vez más ágiles. Al principio, cuando bailaba, daba miedo verlo tan frágil, parecía que se iba a caer de un momento a otro y romperse los huesos, pero luego con el tiempo, giraba como una peonza y ya solo se veía el movimiento de sus ropas, como si su cuerpo desapareciera. Y si lo llamaban, porque había algún asunto que requería su presencia, cortaba en seco la danza y con una agilidad pasmosa iba a donde se le necesitase,
Los niños lo querían y las jovencitas estaban detrás de él porque la religión musulmana, como la judía y toda la cristiana salvo los que son católicos, dejan que se casen sus curas.
Pero el derviche no tenía ganas de casarse porque era muy feliz rezando.
La gente, sin embargo, no estaba tranquila, no comprendía como el derviche podía ser cada vez más joven, no era natural y empezaron a tener miedo. Eso es cosa de brujería. A lo mejor está poseído por el Demonio. (esto del demonio y del miedo al demonio, también es lo mismo para las tres religiones, hasta lo llaman de la misma manera)
Bueno, pues un día todo el pueblo, judíos, musulmanes y los pocos cristianos que había - dijeron que para no ser menos - fueron y prendieron fuego a la casa del derviche mientras estaba inmóvil sentado sobre una almohada, meditando.
El derviche presintió su llegada. Sin necesidad de que abriera los ojos los vio a todos acercarse, los vio como uno a otro se animaban a hacer lo que hicieron. Vio a varios salir con teas encendidas de sus casas y esperar agazapados en la oscuridad de las calles a que otros se les unieran. El derviche los vio y los reconoció a todos. Eran hombres la mayoría, pero también había alguna mujer y hasta niños. Y le dolió mucho, tanto que se puso a llorar y a maldecir a los que así agradecían todo el bien que había hecho por ellos. Dijo:
- Maldito el pueblo que desprecia lo que ignora. Se merecen un castigo. Pueblo ignorante, que se cree con la verdad absoluta, incapaz de apreciar el misterio y la grandeza de Dios…Ojalá - como era árabe la lengua que hablaba, dijo esto en vez de decir Dios quiera - , ojalá que vuestra mezquita sea destruida por los bárbaros del norte y que sus edificios ocupen los actuales, que vuestros ríos se sequen y las acequias se destruyan y se pierda el rastro de ellas, que ningún regadío anegue vuestros campos y no quede en estas tierras ni rastro de vosotros.
Todo esto ocurrió, la maldición se cumplió, cualquiera puede verlo. De aquella tierra fértil regada por canales y acequias no queda apenas nada. Los ríos y las fuentes se fueron secando poco a poco. Los guerreros cristianos del norte bajaron y ocuparon estas tierras por la fuerza. Echaron de ellas a los musulmanes y a los judios que no se convirtieron y edificaron iglesias y conventos sobre las sinagogas y mezquitas. De aquella cultura solo queda lo importante, lo que el derviche pidió a Dios que no se perdiera, lo que de esencial había en su religión y unas cuantas palabras entremezcladas de tal forma e la lengua de los invasores que ya nadie reconoce su procedencia.
Lo más importante de su religión también quedó en la de los invasores. Pero nada de aquellas prácticas externas. Sólo quedó lo que aprendió el derviche de los derviches errantes y que la rutina y su aislamiento en el pueblo le habían hecho olvidar. Lo que era esencial porque daba felicidad y juventud a la gente, pero eso todavía cuesta mucho más trabajo reconocerlo que esas cuatro mil palabras árabes que usamos cada día.
Tan absorto estaba el derviche en su conversación con Dios que a punto estuvo de dejarse abrasar por las llamas. Pero un ángel sopló para que se fueran en otra dirección y le abrió camino hasta una alberca cercana. Allí se zambulló el derviche, se quitó las cenizas que le habían caído encima, y se fue de aquel pueblo de palurdos dejándolo sin guía espiritual y sin canciones. Al poco mandaron un imán, un hombre que sabía toda la sharía y que venía del norte de Africa, pero no tenía la misma sabiduría y tampoco lo visitaban los ángeles. Después, todos sabemos lo que pasó. Ya queda dicho arriba, que vinieron los cruzados (se llamaban así, por eso de la Cruz que llevaban) del Norte y llamaron Reconquista a lo que conquistaban y la aldea mozárabe perdió su nombre y recibió otros hasta llegar al actual el de Villaescusa
Ah, el derviche siguió viviendo y siendo cada vez más joven hasta que llegó al momento del origen y allí está en la eternidad del Señor gozando de toda la felicidad posible. Y como en Dios quedan registrados todos nuestros actos, también queda la maldición del derviche y su petición de perdón. Por eso, en ese día el derviche baja a la tierra a comprobar los efectos de sus actos y se tiene que resignar viendo como nadie en ese pueblo hace caso de las ventajas que se obtendrían cumpliendo con los preceptos de ese día


Entre Maghrib e Isha
Debemos recitar 3 veces la Sura Ya Sin (36), (o por lo menos oírla):
La primera recitación, con la intención de elevar el propio maqam o estación espiritual
La segunda recitación con la intención de pedir por rizq (provisión) y así no depender de nadie. La tercera recitación con la intención de protección contra los enemigos.
2 raka’at de Salatu Shukr (de agradecimiento)
4 raka’at de Salatu Tasbih
• Después de Isha( para el que se sienta con fuerzas)
100 raka’at, repitiendo en cada uno 10 Sura l-Ikhlas, o por lo menos llegar a completar 300 repeticiones de la Sura l-Ikhlas.
Salawat
Al día siguiente, jueves, es conveniente AYUNAR.

Todas estas prácticas MEJOR hacerlas en JAMA, junto a los hermanos.

Puntos:
06-08-09 11:44 #2879928 -> 2879704
Por:No Registrado
RE: Historia. El derviche
Una historia muy bonita. Supongo que los derviches son el origen de los sufíes, ¿no es así?

Se sabe muy poco de la época mozárabe en Villaescusa, ¿alguien sabría ampliar la información?. También me gustaría mucho saber el nombre mozárabe de Villaescusa.

Un saludo.
Puntos:
07-08-09 01:34 #2887124 -> 2879928
Por:No Registrado
RE: Historia. El derviche
BACALAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAA
Puntos:
04-10-09 13:51 #3431108 -> 2887124
Por:No Registrado
RE: Historia. El derviche
Gran historia
Puntos:
04-10-09 17:47 #3432418 -> 3431108
Por:No Registrado
Historia. Música de laúd en la placeta


Música de laúd en la placeta

La placeta hoy, como ha ocurrido con la plaza, se ha quedado sin gente. En verano tiene algunos vecinos más, pero en invierno no se ve salir humo de ninguna chimenea. Pasas por las puertas, cerradas a cal canto, y parece un lugar desierto. Bajas la cuesta hacia las escuelas, donde, afortunadamente, todavía se oyen voces de niños en el recreo, y ahí, a la derecha, a veces, a las horas más insospechadas, se oye la música de un laúd.
Las notas salen de la única casa habitada en invierno.
¿Sabéis por qué?
No, no os voy a desvelar todo el misterio. No quiero quitarle encanto a la placeta. Solamente, os voy a contar una historia que explica esa música ahí, en ese lugar del pueblo. Una historia que, aunque os parezca un tanto fantástica, pudo ser verdad.
Los hechos se remontan a un pasado de siglos, cuando el pueblo todavía no era una villa, cuando el señor Diego López de Haro aún no había construido el castillo que lleva su nombre al lado del río, ni su apellido había pasado a formar parte del nombre de Villaescusa y de los pueblos de alrededor.
Era un tiempo en que Villaescussa ( no sé cómo se llamaba entonces) se movía todavía al ritmo del canto del almuédano. Lo mismo pasaba en Tresjuncos, Alconchel, La Almarcha, Almonacid, Albacete (Al Bazit),Alcázar, pueblos y ciudades de por aquí, que, con pequeñas modificaciones, han conservado sus nombres de aquella época.
Eran años de paz y prosperidad, aunque no hubiera los lujos ni riquezas de las ciudades importantes del Califato, ciudades situadas al Sur, como Córdoba.
Durante siglos habían convivido musulmanes, judíos y cristianos en perfecta armonía. Cada uno practicaba su religión respetando la del vecino, todos pagaban sus impuestos y hacía mucho, mucho tiempo que habían dejado de temer las escaramuzas de los africanos. A los Reyes Cristianos todavía no se les había ocurrido eso de la Reconquista y Villaescusa era una aldea del Andalus donde se mezclaban las razas y las religiones.
Aunque la mayoría iba a la mezquita, y a los mozárabes no les estaba permitido levantar iglesias, sino sólo conservar las que ya estaban construidas desde el tiempo de los visigodos, por la zona había unas cuentas ermitas y allí acudían a oír misa.
Los nombres de estas ermitas recordaban la clase de milagros que la gente iba a pedir allí con sus rezos y exvotos: la ermita de la Salud, la de Santa Bárbara, protectora de las tormentas, etc.

.
En ese lugar de donde sale hoy la música, vivía una familia de artistas muy respetados en el pueblo. Su trabajo era amenizar las fiestas, los bautizos, las bodas y los entierros. Tenían un amplio repertorio, distinto para cada ocasión. Y como eran muy buenos, la gente los contrataba siempre que había un acontecimiento.
Actuaban gratis, aunque lo normal era que la gente les pagara en especie: una docena de huevos, un saco de trigo, un anafre de aceite, un cesto de frutas o vegetales del tiempo. Incluso había algún rico que les pagaba con dinero. Pero ellos tocaban igual de bien les dieran poco o mucho. Tocaban por amor al arte. La música era sagrada para ellos y hubiera sido un sacrilegio tener tratos de favor con algunos por el solo hecho de que pagaran mejor.
Con tantos regalos no tenían que ocuparse de trabajar en el campo o en otros oficios para poder comer, así que siempre estaban dispuestos a tocar cuando se lo pedían.
Durante muchos, muchos años, todo el pueblo pudo disfrutar con su música que alegraba los corazones de la gente, los consolaba en los entierros y los animaba a bailar unos con otros y hacerse amigos.
Pero un día alguno de los que trabajaba en la atalaya de los pinos vino diciendo que en otros pueblos había soldados y que aquí, en este, también había que formar un ejército por si acaso atacaban los de los otros pueblos. Este señor convenció a las autoridades, que hasta entonces habían vivido en paz, para que llamasen a unos soldados de fuera y les enseñase a manejar las armas con las que poder matar a los posibles enemigos.
Vinieron los soldados y los tuvieron que alimentar y alojar en sus casas. Venían con uniformes muy bonitos, así que las chicas los preferían a ellos en vez de a los chicas del pueblo.
Estos dejaron sus trabajos y se dedicaron a aprender el arte de la guerra que es el arte de matar tú primero para que no te puedan matar a ti. Con el dinero que tenían se hicieron vistosos uniformes y tuvieron que pedir prestado para comprar las armas.
El pueblo se fue empobreciendo poco a poco. Ya no había gente para trabajar porque los jóvenes se pasaban el tiempo entretenidos con las armas. Apenas quedaban cereales, ni frutas ni vegetales, ni gallinas ni huevos….
Con los soldados en el pueblo, la gente se olvidó de celebrar las fiestas como antes y ya no llamaban a los músicos. Ni les llevaban huevos, ni vegetales, ni trigo….
Una mañana, la familia de artistas decidió irse del pueblo dónde habían vivido siempre y buscar otro sitio dónde poder vivir sin traicionar su arte. Se fueron todos menos los abuelos a los que las piernas no les permitían grandes caminatas. Y como ninguno en esa familia podía vivir sin tocar cada día algo de música, se quedaron con un viejo laúd para entretener la espera hasta que los hijos regresaran.

Llegaron al pueblo de al lado (no se sabe cuál fue) y cual no sería la frustración de la familia de músicos al ver que también allí se estaban armando para la guerra. Al ver que venían del Villaescusa, los detuvieron como enemigos y menos mal que como las armas de verdad aún no les habían llegado no los pudieron matar. Los llevaron a la cárcel y los acusaron de pertenecer al pueblo que quería invadirlos ¿por qué si no habían comprado tantas armas? Ellos no se iban a quedar atrás. Si querían guerra, iban a tenerla. Para defenderse, estaban preparando un ejército mucho mayor que el de sus vecinos.
Cuando llegaron las armas, mataron a los músicos, por precaución, no fuera ser que fueran espías de los otros. O a lo mejor fue para probar si funcionaban o no. Después, como estaban mejor armados, tomaron la decisión de atacar ellos primero, por si acaso. Lo llamaron guerra preventiva, y dijeron que lo hacían en defensa propia.
Cuando llegaron las tropas vecinas a Villaescusa, los abuelos, como todos los días, estaban sentados junto a la ventana tocando el laúd. Dicen que ese día la música sonaba mejor que nunca. Que incluso los soldados que vinieron a prender fuego a la casa se quedaron quietos un momento antes de echar la tea encendida sobre el techo de paja. Y que las notas eran sublimes. Tanto que uno de los soldados se arrepintió y tuvo la debilidad de intentar apagar el fuego incipiente con su turbante. Pero el oficial al mando, que lo vio todo, lo acusó de traición y de faltar a su deber. Sacó su sable y lo ajustició allí mismo.
Entonces, dicen, cambió el tono de la música que, sin dejar de ser alegre, se tornó compasiva.
El techo empezó a arder y los viejecitos siguieron tocando cada vez con más energía. El resplandor de las llamas iluminaba sus siluetas, uno al lado del otro, con el laúd en los brazos. Poco a poco, las llamas fueron cubriéndolo todo y todavía se oía su música.
La casa se derrumbó, todo se redujo a cenizas y escombros y aún así, se les seguía escuchando. Dicen que se siguió oyendo durante mucho tiempo y que todavía hoy, en ese lugar, puede oírse a veces, a las horas más insospechadas.

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