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Villaescusa de Haro - Cuenca

Poblacion:
España > Cuenca > Villaescusa de Haro
02-04-08 20:14 #787162
Por:Luz gonzalez

Historias. Arjona 3
Arjona postguerra
Desde que se fue vestido de paisano a Valencia no había vuelto por el pueblo. Llegaban noticias de él, rumores de que de que vivía en la pensión de una mujer (lo que otros, con más malicia, interpretaban como que vivía con una mujer en una pensión) También decían que se le había visto por la calle con chicas, etc.
Lo cierto es que anduvo por Valencia y que se desenvolvía bastante bien entre los republicanos. Tenía amigos y se ganaba la vida con su trabajo. Durante todo ese tiempo no había vuelto a ver a su familia pero les escribió algunas cartas. Una de ellas la conservó su hermana durante mucho tiempo, escondida en el cajón de la mesilla de noche, y no entre las fotos de la caja de hojalata como hacía con otras cartas y con la foto que tenía de él, sentado en una silla, vestido con un hábito oscuro al lado de una imagen de la virgen.
Una vez que una nieta encontró la carta y preguntó qué era aquello, la abuela se la metió entre el pecho, debajo de su camisa, y se le saltaron las lágrimas.
- Es una carta de mi hermano Eduardo- respondió.
- ¿Y por qué lloras?
- Porque me ha hecho sufrir mucho.
La abuela no le dio más explicaciones a la nieta, pero luego, ella, juntando y pegando hilachas de conversaciones entre las vecinas y entre sus tías, dedujo que lo de hacer sufrir tenía que ver con cosas que pasaban en Valencia de las que no debía enterarse nadie.
- Con lo listo que era y perderse de esa manera como se perdió.
- Los más listos son los más tontos en cosa de mujeres.
- Bah, bah, toda la vida los curas han tenido amas
- Y también ha habido curas que han tenido hijos, y no ha pasado nada.
- Siguen de curas.
- Es que dejarse engañar así…
- De puro bueno, lo han engañado.

La carta debió de ser más o menos como sigue:
Querida hermana, tú eres la única que todavía no se ha dirigido a mí para reprocharme mi conducta. Sin embargo, estoy seguro de que los rumores y comentarios sobre mi vida poco “virtuosa” para un religioso, habrán llegado a tus oídos. En cambio, hermana, te has interesado por mi salud y por si me falta lago.
Siempre has sido así de buena. En ti he visto hecho realidad lo de “Bienaventurados los mansos porque ellos poseerán en herencia la tierra”. Me has dado lecciones de amor cristiano, el amor que ama sin juzgar. Pero yo, aunque no me lo pidas, quiero confesarte que no soy inocente. No hermana, no merezco el cariño ni el perdón de la familia. Tengo bien merecido la mala opinión que se tiene de mí en el pueblo en estos momentos. No he pensado en vosotros, no he pensado en el daño que mi conducta podría haceros, sobre todo a nuestros padres, que han puesto tantas ilusiones en mí. ¡Estabais todos tan orgullosos de mi ordenamiento!
Pero hermana, aunque pecador, os quiero con toda mi alma. Habré obrado mal pero siempre he mantenido el amor a Dios y a vosotros. Y lo mantendré siempre. Nunca he renegado ni de Uno ni de otros. Dios me ha perdonado porque Él siempre perdona, si tú pudieras perdonarme sería una gran consuelo para mi alma. A los demás, no puedo ni dirigirme a ellos, pero tú, que me has comprendido siempre y que has demostrado que me aceptas como soy, con todos mis defectos y pecados, a ti te pido que me perdones y me tengas en tus oraciones.
Espero que algún día tengáis motivos de volver a estar orgullosos de este hijo pródigo. Como el hijo ingrato de la parábola, he dilapidado mi herencia en malas compañías fuera de la Orden en la que hice mis votos, pero ahora he vuelto a ella. Hermana, el amor del Padre es muy grande, sé que el de nuestro padre también lo es, volveré algún día, cuando las aguas estén más tranquilas y cuando todo el mundo pueda ver que el hijo pródigo ha vuelto.
Tu hermano que te quiere
Fray Eduardo

Después de una carta parecida a ésta, se presentó en el pueblo algunas veces, pero pocas. La primera vez que lo hizo, trajo la sorpresa de aparecer vestido de nuevo con el hábito, que no se quitaría ya en ninguna de las posteriores visitas. Con él marchó a Cuenca a participar en el desfile de la Divisón Azul por Carretería.
Los falangistas de toda la provincia (y otros que se habían destacado durante la guerra por tener una ideología contraria a ellos) marchaban marciales con su uniforme al son del Cara al Sol, esa canción que se había se había estrenado en la provincia en el encuentro que José Antonio tuvo con los militantes de su partido en Quintanar del Rey el 29 de diciembre de 1935 y que a partir de entonces se usaría al final de cada uno de sus mítines.
Eduardo no era el único que tenía que hacerse perdonar. Allí estaban viejos cenetistas, ugetistas y comunistas, alguno incluso que tenía a su padre en la cárcel, condenado a muerte, otros que se habían escapado de la Ley de Responsabilidades políticas de pura chiripa. Allí estaban, desfilando todos juntos, detrás de la bandera roja y gualda, dispuestos a dar su vida por la victoria del fascismo. ¿O por salvar la de los suyos? Ver a aquella gente desfilando le produjo una inmensa compasión. Cada cual tendría sus razones, más o menos vergonzantes, más o menos legítimas.
Ahora, el siguiente paso era jurar fidelidad al Hitler. Ese ere un requisito imprescindible para formar parte del contingente de soldados que iban a formar parte del gran ejército alemán: firmar cada uno su juramento de fidelidad personal al Fuhrer.
Puntos:

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