Villaescusa de Haro - Cuenca

Como habréis podido suponer después de haber leído el relato, he dado un salto en el tiempo y me he colocado ahí, cuando en realidad las historias de Tarara me han llegado a través de otros. Yo no conocí al personaje. Aunque soy un poco mayor que Ancarfama, no soy del tiempo de Tarara. El resto de lo que cuento, sí que son recuerdos personales.




TARARA

Érase una vez una chica que se llamaba Mariluz. En el pueblo en el que había nacido era habitual ponerles a las hijas el nombre de la madre, de las tías o de las abuelas. Sin embargo, en la familia de esta chica no había nadie con ese nombre. Ni en el presente ni en el pasado. Tampoco entre los parientes más cercanos, ni entre las amistades, ni entre las vecinas. No había a nadie que tuviera su nombre. Bueno sí, había una mujer por la calle Las Peñas.
Su amiga Consuelete tenía una tía que se llamaba Consuelo, Sole, una abuela que se llamaba Soledad, su prima Sacri se llamaba así porque así se llamaba su abuela Sacramento, y su prima Adela lo mismo.
En realidad ella tendría que haberse llamado Adela también. Todos sus tíos tenían una hija con ese nombre.
- A lo mejor es que es tu tía la mujer del yesero.
- No, no es mi tía.
- Pues algo te tiene que tocar,
- Pues no sé.
- Venga , vamos a verla, A lo mejor, como te toca algo, el pájaro se va contigo.
- Sí, porque los animales saben quién es de la familia
- Yo, cuando paso por la casa de mi tía Meña, su perra me huele y no me ladra.
- Y el perro de la Magdalena nos ladra tanto porque no somos nada de ella.
.- Con lo pájaros es lo mismo. Te conocen.
- Venga , vamos corriendo
Cruzaron varias veces las calles en uno y otro sentido. La mujer estaba sentada en una silla baja de anea. Tenía la vista fija en la costura. El pájaro estaba encima del respaldo de la otra silla. Cuando oyó el ruido de las chicas, que se acercaban por la calle, salió volando a buscar refugio en el hombro de la mujer. Ella levantó la vista un momento, le hizo una caricia para tranquilizarlo y siguió cosiendo con el pájaro encima, el pico casi al lado de su oreja. ¿Le estaría contando algo? Era como si hablaran y la mujer, a veces sonreía.

La chica era muy curiosa, creía que todas las cosas tienen su por qué. Se pasaba la vida preguntando aunque había cosas que no valía la pena preguntar. O no le contestaban o le decían cualquier cosa.
-¿Abuela, por qué no me llamo Obdulia como tú?
- Quita, no me pongas el dedo en la llaga.
-¿Por qué se llama la hermana Mariluz como yo, abuela?
-Hija mía, serás tú la que te llamas como ella.
- ¿Y por qué?
- Pues porque ella es mayor que tú. A ella se lo pusieron primero.

La hermana Mariluz era una mujer pequeña, con una piel muy blanca y vestida siempre de negro como todas las mujeres del pueblo. Casi siempre estaba en su patio. Iba de un lado para el otro y el pájaro ni se movía.
La chica, cuando pasaba por esa calle con sus amigas, se paraba y se ponía a espiar a la mujer.
Había veces en que iba ella sola a verla. La puerta casi siempre estaba abierta. La miraba en silencio y si era descubierta salía corriendo.
La veía allí, en silencio, sin hablar con nadie nada más que con el pájaro y no se atrevía a pasar. Ni siquiera cuando la hermana Mariluz se daba cuenta de su presencia y salía detrás diciéndole:
- Eh , chica. ¿Tú de quién eres?
Una tarde que estaba en esa calle mirando como el pájaro revoloteaba alrededor de la mujer, yendo y viniendo del árbol a su hombro y de su hombro al árbol, la encontró su abuela allí.
-¿Que haces ahí parada como un pasmarote ?
- Espero que salga la mujer del pájaro.
-Anda, vente conmigo.
Su abuela la cogió de la mano y se la llevó de visita.
-Ahora te portas bien. Y no preguntes.
- Abuela ¿por qué esa mujer es tan blanca?
- Será que no le da el sol.
- ¿Y adónde vamos?
- Donde la hermana Crótida.
-¿Y por qué se llama Crótida?
- Pues porque se lo puso su madre.
-¿Y porque vende croquetas?
- ¿Croquetas? Que yo sepa no vende más que miel.
- ¿Cómo hace la miel?
- ¡Qué pregunta…!. La miel no la hace nadie, sale de las abejas ¿es que no lo sabes? Se saca de las colmenas que es dónde las abejas viven. ¿No has visto nunca sus casas por el campo?
-¿La miel es como la leche de las abejas?
-Mira, le vamos a pedir a la hermana Crótida que te de un panal. Así ves de donde sale la miel.
-Pero ¿la hacen las abejas solas o la hace la hermana Crótida?
- Anda, cállate un poco que ya hemos llegado.
La hermana Crótida vivía en el Colegio, en la parte Norte. Se subía por unas escaleras que tenían una barandilla de piedra. Arriba había un descansillo muy alto desde el que se veía el corral y la otra parte del Colegio que era de don Paco el médico.
-¿Abuela por qué don Paco tiene dos casas?
-Porque es rico.
-Anda, hermosa, no estés ahí, a ver si te vas a caer. Baja a jugar al corral - decía la hermana Crótida.
- No, si nos vamos en seguida.
- Déjala que juegue un rato mientras te preparo la miel.
La miel estaba en la bodega. Era espesa y muy clara. Estaba en tinajas de barro desde donde la sacaba con un cucharón de palo. Cuando ya quedaba poco en las tinajas, se lavaban y con esa agua y unos trozos de calabaza puestos a cocer en ella, se hacía aguamiel.
La bodega tenía otras tinajas más grandes que eran las del vino. Y anafres de hojalata donde se guardaba el aceite.
La hermana Crótida también era rica pero menos que Don Paco el médico. En su bodega había de todo: chorizos y morcillas puestos a secar en un palo que colgaba horizontal al techo, jamones puestos a salar con una piedra encima, costillas en adobo…
Contaba que un día bajó a por unas costillas para hacer la comida y se pegó el mayor susto de su vida.
-¿Te han querido robar?
- Peor que eso.
-¿Pues que ha pasado?
- Mira, menos mal que nunca cierro la puerta. Si no, me muero del susto.
-¡Pero qué me dices…!
- Abro la puerta y me voy a lo oscuro donde tengo la orza del adobo. Levanto la tapa, pongo mis costillas en la fuente y, cuando ya me voy a ir, veo en frente, colgado de ese palo de los chorizos, a un hombre ahorcado.
- Jesús María y José.
- Mira, ¡qué susto! Parece que lo estoy viendo todavía.
-¿Y qué hiciste?
-Pues que voy a hacer. Salir corriendo como alma en pena. Tiré la fuente y las costillas por el suelo…Me puse a gritar y a pedir ayuda.
-¡Bendito sea Dios! ¿Y quién era? No he oído nada. Hija, como no salgo. Es que ni me he enterado.
-Espera que te cuente. Salgo corriendo a pedir ayuda y me dejo la puerta abierta, claro. Y cuando vuelvo con los hombres para descolgar al ahorcado resulta que no hay nadie.
-¡Qué me dices!
-Como lo oyes. Nadie. Estaba la cuerda pero ningún ahorcado. Ni tampoco estaban las costillas que se me habían caído al suelo. Ni la fuente. ¡El muy ladrón!
-¡Qué cosas pasan!
- Mira que como lo pille, se va a acordar…
- ¿Quién puede haber sido?
- ¡Pues quien va a ser! Pues Tarara. Si no es la primera vez. Si ya me quitó otro día una vuelta de chorizos. Lo pillé cerrándose la chaqueta y ya llevaba la vuelta debajo, alrededor del cuerpo. Hija, ni darme cuenta. Fíjate que era para haber visto que había algo raro. Porque a ver ¿qué hace un hombre con una chaqueta puesta en pleno verano…?
- ¿Es el mismo?
- El mismo. ¿Quién si no, iba a hacer una cosa como esa? La otra vez, cuando lo pillé en la bodega me salió con que venía a venderme unas tomizas….
- A mí también me ha robado, pero esto…
-Esto no tiene nombre. Lo que ha hecho no tiene nombre. ¡El susto que me ha dado….!
. Yo lo pillé el otro día con un pan escondido debajo de la chaqueta. Lo que tú dices, me extrañó que con el calor fuera tan abrigado y era porque llevaba mi pan escondido, el muy granuja. Le llamé la atención ¿y sabes lo que me dijo?
-Cualquier cosa….
-Va y me dice: “Obdulia, es que eres muy descuidá”
- No, si encima tiene gracia la cosa.
- No vale la pena enfadarse. El pobre pasa necesidad, mejor que puedan robarnos, eso es porque en la casa hay algo de comer,
-Sí, a ti te roba el pan, pero a mí me roba los chorizos.
- Mejor que haya sido eso y no haya pasado una desgracia. Bueno, me tengo que ir.
-Espera que te dé el panal para tu nieta. Te lo voy a poner en una fuente para que no se rompa.