Villaescusa de Haro - Cuenca

Hermanitas de los ancianos desamparados.
Los músicos de la banda amenizan la fiesta con pasodobles. Las ancianas que no han bailado nunca permanecen sentadas en sus sillas mirando a los de fuera, el personal de limpieza, los familiares de algunos residentes, las visitas, que bailan para animarlos a ellos.
Un hombre de unos cuarenta años, con evidente minusvalía psíquica, baila solo entornando los ojos y con los brazos en arco abrazando a su imaginaria pareja. Disfruta del baile. Sigue el ritmo dando pasos y vueltas como un experto bailarín. Habrá aprendido a bailar en las fiestas de su pueblo (porque seguramente tendrá un pueblo que no es este, al que estará añorando mientras cierra los ojos).
Los hombres más ancianos, ya no entornan los ojos. Se han resignado a estar aquí.
- Qué bonito es Belmonte, digo.
- A mí me gusta más mi pueblo, me contestan mostrando a las claras su disconformidad con lo que digo.
- ¿Cómo estás Salomé?
- Pues bien, como voy a estar. Yo siempre estoy bien.
Conforme como ha sido siempre, sin protestar por nada, sin quejarse de la vida ni de nadie. Tan bien como lo estaba antes de convertirse en una “anciana desamparada”.
- ¿Y tú como te has enterado? Me pregunta , sorprendida de verme aparecer precisamente hoy , el día de la fiesta en que la mayoría de los residentes están acompañados por algún familiar o amigo.
- Ya ves- contesto.
Tampoco hace falta usar muchas palabras con ella. Lo importante son los gestos. Sentarme a su lado, cogerle la mano y estar aquí hoy para que vean todos que hay alguien fuera a la que importa, para comprobar que no es una anciana desamparada del todo.
- ¿Es tu hija? Le preguntan.
- No, yo soy soltera. Es mi sobrina.
- Está orgullosa de mostrarme a su lado. Sus vecinas de mesa vienen a saludarme. Salomé sonríe y participa en la conversación.
Les reparten bolsas de chucherías como a los niños: gominotas, gusanitos, caramelos. Ella intenta abrir el suyo y no puede. En seguida abandona el intento, se olvida de lo que está haciendo.
¿Bailas Salomé?
- No, no sabe bailar.
- No he baliado nunca.
- Por eso te has quedado soltera.
- Yo también me he quedado soltera y tampoco bailo. ¡Mira, qué por no saber bailar…!
- Los músicos abandonan el patio tocando una marcha alegre mientras desfilan. Se levanta un airecillo y Salomé hace intento de levantarse de la silla.
- Todavía no. Podemos quedarnos aquí un rato. Se está muy bien aquí.
Obedece en silencio y se queda.
Viene la monja.
- Ah, estás aquí, venga vamos que ya es la hora de la cena.
Sonríe , se levanta y me coge del brazo. Caminamos juntas hasta el comedor y una vez dentro se olvida de que estoy allí.
- Me despido y otra vez la noto alegre porque han ido a verla.

La madre Josefa ayuda a empujar la silla de ruedas de los impedidos. Las visitas se despiden. La fiesta ha sido un éxito, casi todos expresan en voz alta lo bien que se lo ha pasado
Las ancianas avanzan torpemente con sus viejos zapatos de tacón que se han puesto para la ocasión. Van a cambiarlos por las zapatillas de estar por casa antes de que empiece la cena. Depositarán en la mesilla de noche collares y pulseras hasta la próxima fiesta. Las medallas de la virgen o de los santos seguirán colgando de sus cuellos.
-Salomé ¿dónde está tu pulsera? Esa que te regalaron las monjas
-La he perdido, dice en voz baja
Nunca ha llevado joyas, ni pendientes, ni collares, ni cadenas. Ahora tampoco. Por eso no echa en falta lo que ha perdido, una pulsera que le regaló una monja para que se entretuviera dándole vueltas y se dejara en paz los botones de la blusa.
-Así no se los arranca, porque luego se pierden.

Hace unos años las monjas subían al pueblo en el verano, en tiempos de las cosechas iban a las eras y los labradores les daban sacos de trigo y cebada. En las viñas les daban uvas y en las casas les daban garrafas de aceite, vino y queso. Era para los pobres.
Ahora ya no suben. Ahora los ancianos tienen una paga y no hay que pedir para ellos. Pero siguen teniendo en la puerta el letrero:
“Hermanitas de los ancianos desamparados”
Ya no piden, pero siguen haciendo lo mismo: Amparar a los ancianos que han quedado desamparados, a los que, como Salomé, han perdido hasta la memoria.

Tal vez,ha llegado el momento de ponernos todos por la labor y agradecer a estos pioneros todo lo que han hecho, y para que todos y cada uno de nosotros podamos vivir en las condiciones que ahora nos es posible, sin olvidar que el tiempo pasa inexorablemente y que pronto, mucho antes de lo que pensamos,(y siempre en el mejor de los casos)todos nos vamos hacer mayores.
Por eso hoy quiero darles las gracias aquellos que: tienen compresión de sus pasos vacilantes y sus manos temblorosas, a los que saben que hoy sus oidos van a sufrir para entender a otros, a los que apartan los ojos,como si no vieran,como se les cae el café del desayuno, a los que nunca les dicen:es la segunda vez que me cuentas lo mismo, a los que tienen el don de hacerles evocar los dias felices de otros tiempos,a los que hacen de ellos un ser AMADO RESPETADO Y NO ABANDONADO,a los que adivinan que no saben como encontrar las fuerzas para seguir.Y por supuesto aquellos que endulzan con su amor los dias que les queda de vida.Un saludeter

Ellos tienen todo el derecho a elegir como quieren vivir, porque inmiscuirnos y imponerles nuestros criterios equivale a un abuso de poder y a una falta de respeto a su libertad.
Mi deseo es que vivan con dignidad y la calidad de vida que se merecen por ese esfuerzo y sacrificio realizado durante toda su vida.Besitos

es verdad que las monjitas ya no piden como hace tiempo, pero la verdad es que algunas personas desaniman a cualquiera a colaborar con la iglesia, vaya un ejemplo para ilustrar:

el domingo el cura en misa nos explico que no acepto la ropa que le "sobraba" a una persona, (cuando el estaba en las misiones) porque esa ropa no suponia ningun esfuerzo para esa mujer, diciendole que el iba a su casa y se llevaba la que habia dejado en el armario, alegando que dar lo que te sobra no es suficiente que hay que dar mas.
acto seguido nos dice que tiene bolsas para depositar la ropa que queramos, yo me pregunto habra que echar esos trajes, zapatillas, que nos hemos comprado nuevas y quedarnos con las viejas, vender coches lujosos y comprar otros baratos y ese dinero entregarlo etc .
tampoco creo que tenga sentido la cena del hambre ya que la mayoria que asistimos podriamos dar bastante mas de lo que cuesta, con lo cual seguimos sin ser buenos cristianos, en fin,
las personas que pensamos que un grano no hace granero pero ayuda al compañero, seguiremos aportando nuestro granito, y obiando algunas de los sermones que padecemos.