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Villaescusa de Haro - Cuenca

Poblacion:
España > Cuenca > Villaescusa de Haro
28-02-08 23:19 #718076
Por:Luz gonzalez

Historias. Tiempo de aceitunas. La hermana Pepa, e hermano Rano y el misterio
Tiempo de aceitunas (La hermana Pepa y el Rano)
-¿Por qué le llaman el Rano a su marido?
-Porque es un rano que se pasa el día durmiendo.
-Pues esta mañana bien que ha madrugado, que cuando hemos llegado ya nos tenía encendida la lumbre.
- Esta mujer nunca está contenta.
- ¿Contenta? Bastante tengo contigo…

El hermano Rano sigue cogiendo aceitunas del árbol. Lleva un cestillo sujeto en la cintura que se va llenando con ellas. Caen desde las ramas después de que las manos expertas las desprendan del tallo sin hacer apenas fuerza. Se requiere destreza para ordeñar el árbol dejándole vacío de fruto y sin embargo, con las hojas intactas, sin que caigan al cesto junto a las aceitunas.
La hermana Pepa y el hermano Rano saben como hacerlo. Llenan sus cestos antes que ninguno y luego caminan a vaciarlos en la espuerta grande que hay que ir acercando conforme van avanzando. Él, con sus piernas arqueadas, moviendo el cuerpo con una agilidad inusitada para su edad, a pequeños saltos como el animal del que recibe el nombre. Ella, luciendo una sonrisa que solo se apaga cuando se enfada con su marido.
-¡Venga, date prisa! Que te estás durmiendo!
-Cállate ya
- ¡Ay vaya ser que me ha tocado en suerte!
- Y que lo digas. Vaya si has tenido suerte. El que no la ha tenido he sido yo contigo.
-Sí, mira que suerte. Más gandul que siete suelas. Cuando le da por dormir, entra en letargo. Se tira más de diez días sin salir de la cama. No se levanta ni para comer. Y porque no le llevo la comida, que si no, todavía no se había levantado.
- ¿Es verdad hermano? ¿Puede estar usted diez días sin comer?
- Ea, que remedio. Esta mujer no me hace comida.
-¿Qué no te hago comida? Estaría bueno. Si no te levantas para ir a trabajar ¿para qué vas a comer?
-Estaría enfermo…
-¿Enfermo? La gandulería es la enfermedad que ha tenido siempre.
- Pues bien que te gustaba que no saliera de la cama cuando nos casamos…
- Anda, no digas guarrerías delante de las chicas.
- Bien que me querías entonces…
- Anda, que eso sí que se te da bien, hacer el payaso para que todos se rían.
- Ea, mujer. Por no llorar, que me pongo más feo (hace muecas con la cara)
- ¿Por qué no se ríe? Ay que ver qué gracioso es su marido…
- Pues a mí, maldita la gracia que me hace.
-¿Vosotros veis? Pues siempre es igual – Y luego, con gestos de resignación, mirando a su mujer - Es que contigo no hay quien pueda. Siempre de mala leche.
- La que me pones. Anda, so gandul déjate de cigarros y ayúdame con la espuerta.
-Si es que no sabes vivir. A ver ¿qué malo hay en echarse uno un cigarro a media mañana?
- Eso cuando está uno en el bar. Aquí se viene a trabajar.
- ¡Ni que fueras el ama! Menos mal que no mandas, que si no, nos hacías echar el bofe. Toos no somos como tú, que disfrutas trabajando.
- No, si ahora va a resultar que trabajo por vicio.
- Ea, pues sí. Lo que no es normal, no es normal.
- ¿Qué dices? ¿Qué no soy normal?
- Lo normal es descansar un rato ¿no os parece chicas?
-Sí, sí. El hermano tiene razón. Vamos a calentarnos las manos a la lumbre.
- Pa que luego digas. Si no hubiera echao lumbre, ahora no se podían calentar las chicas.
- Hermana Pepa, venga a calentarse un poco.
- Ella no necesita calor. Es como los lagartos y las culebras, tiene la sangre fría.
- Tú si que eres lagarto.
- No, yo soy rano. Por eso me enamoré de ti, porque eras de la familia.
- Hermana Pepa ¿usted no tiene frío?
- Si lo tengo, me aguanto.
- ¿Las manos no se le congelan con lo frías que están las aceitunas?
- Eso pasa si vas despacio, pero si vas deprisa, entras en calor.
- ¿Y el chatillo de vino con la guindilla que te arreas por la mañana antes de salir? Eso también te entona el cuerpo.
-¿Yo vino? ¡Habráse visto! Lo que tiene que oír una. No he catao el vino en mi vida.
- No se enfade. Es una broma.
- No hay mejor cosa pa no tener frío, que el picante con el vino. Los días de invierno, tal como hoy, te echas un trago, te comes una guindilla y te entra un calor que te abrasas.
- Lo que hace es que te quema el gaznate.
- Y en ayunas, te quema hasta el estómago.
- Este ser tiene estomago pa to.
- Ya ves. Lo he tenido para casarme una vieja como tú.
- Anda con el joven…


Los hombres terminan el cigarro y las chicas se calientan las manos en las brasas que quedan de la hoguera. Hoy, el hermano Rano dice que no hace falta mantenerla encendida hasta la comida, porque va a calentar el sol.
-Si no se levanta el viento, va a hacer un día bueno de aceituna.
- Venga, vuelta al tajo.

Emprenden el trabajo en silencio. No se oye más que el canto de los pájaros y el ruido que hacen las aceitunas al caer.
-Tan callaos esto parece un entierro.
-Cuente usted un chiste hermano Rano.
- Es que la hermana Pepa no me deja.
-Como si te tuviera yo que dar permiso para eso.
- Pues eran dos que estaban en el campo y les vinieron las ganas…
- Un chiste marrano no…
- No, si digo las ganas de hacer de vientre. A todo el mundo le pasa ¿no?
- Ya, que te conozco, que eres un marrano.
- Pues cuéntenos un cuento.
-Que no sea de miedo.
- Para miedo el que pasé ayer. Todavía no me explico como me pudieron levantar del suelo.
- Nosotros no te levantamos.
- Ya. Entonces ¿Quién lo hizo?
- Te levantaron los espíritus.
- Sí hija mía, eso es verdad. En eso no miente el hermano Rano. Menudo respeto le tiene él a los muertos…
-Pero ¿cómo van a levantarme los muertos?
-Pues haciéndolo. Ya lo has visto.
-Es que no me lo creo.
-Pues no te lo creas, da igual. Esas cosas pasan.
-¿Lo hacemos otra vez a ver si pasa hoy también?
-Luego, en el almuerzo. Mientras descansamos.

El hermano Rano se sube a las ramas más altas en busca de las aceitunas. La hermana Pepa, con sus más de setenta años, se agacha a recoger las que se han caído al suelo.
- No seas avaricia. Deja algunas para los pobres que vengan detrás.
- Bah, ya nadie va a recoger.
- Antes, para muchos, ese era el único aceite que tenían: las aceitunas que recogían del suelo. Ahora todo el mundo tiene para comprar las botellas.
- Lo mismo que lo de arreglar las aceitunas. Ya nadie las arregla, con lo buenas que están.
- Ésta mujer mía si todavía las arregla.
- Voy a dejar estas aparte para echarlas en agua.
- Mujer, dile al amo que te dé medio costal.
- ¿Y para qué queremos nosotros medio costal de aceitunas? ¿Es que te las vas a comer todas?
- Pues les das a los chicos
- Sí, a los chicos…Ahora las compran con sabor a anchoa, con cosa dentro, y ya hasta sin hueso.
- Pues a mí me gustan más las que arreglo yo, con su sabor a morcuera y su pizca de sal.
Se ha levantado un viento frío y las chicas buscan los sitios con sol. A la sombra, una se congela. Las manos están heladas. Incluso con los guantes.
-Gato con guantes no caza.
Se los tienen que quitar. Los guantes de lana, con el relente de la mañana se han mojado. Los dedos duelen del frío y tienen que hacer varias visitas a la lumbre.
Arriba, el puro azul del cielo contrasta con el verde intenso de las ramas del olivo.
La hermana Pepa, el Rano, el tío Nicolás, Valentín y las chicas siguen su trabajo mirando hacia lo alto. Alguna vez alguien entona una canción y los demás le siguen. Otras veces es el silencio.
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