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Villaescusa de Haro - Cuenca

Poblacion:
España > Cuenca > Villaescusa de Haro
26-03-08 12:55 #772538
Por:luz gonzalez

Historias. Arjona
Arjona
Hay una foto de él en uno de los libros de Imágenes de Villaescusa publicados por el Ayuntamiento. Es el joven vestido con hábito religioso que mira con confianza a la cámara. Aparece sentado junto a las mujeres de la familia, su madre y su tía Teresa mientras que los hombres, su padre y su tío, permanecen de pie.
Desde pequeño, ya se le reconocía su peculiaridad en el pueblo. Decían de él:
-Eduardo es el más listo de la escuela.
-Ese chico promete.
-Puede llegar a ser alguien.
Los maestros que pasan por la escuela, coinciden en las valoraciones:
-Es una pena que el chico se quede en el pueblo con lo fácil que aprende.
Con mucho esfuerzo, los padres lo llevan a Belmonte para ver si los curas lo admiten. Es la única solución para que aprenda algo más que las primeras letras. No tienen medios para darle estudios. Si los curas lo aceptan, puede labrarse un porvenir con ellos. Y sería una boca menos.
La madre reza para que lo admitan. La vocación del hijo ni se plantea, eso vendrá después. Es tan pequeño que no puede saber lo que quiere. Además ¿cuándo se ha visto que los hijos decidan? Son los padres los que mejor saben lo que les conviene. ¡Y es tan bueno! Es un trozo de pan este chico. Seguro que será un buen cura porque le sale de adentro ayudar a los demás. Se le da bien estudiar. Y hablar, hay que ver como habla, consigue lo que se propone a fuerza de palabras. Convence al más pintao, como diría aquél.

En el verano, baja cada día a que le den clase los frailes de Belmonte. Como los padres no tienen tierras no tiene que ir a trabajar al campo. Por la tarde vuelve, otra vez andando, a dormir a su casa.
Hasta que llega finales de noviembre y vienen las lluvias y los fríos. Entonces, se plantea el dejarlo interno con los franciscanos o llevarlo al seminario de Uclés. Dicen que después de Navidad vendrán los curas de allí a reclutar chicos que quieran ser curas.
Está decidido. Será cura. Así no tendrá que hacerse esas caminatas cada día. Le darán comida y enseñanza gratis ¿qué más se puede pedir?

El monasterio es como el de El Escorial pero en pequeño. Hay una biblioteca con libros para dar y tomar. Nunca había visto tantos libros juntos. Libros de leyes, de teología, de filosofía, pero también de arte y de literatura. Un paraíso. Aunque en invierno las habitaciones no estuvieran caldeadas ni la comida fuera como los guisos de su madre. Ni estuvieran sus hermanas para gastarles bromas.
Los chicos que había allí procedían, la mayoría, de pueblos de la provincia de Cuenca. Se podía hablar con ellos, jugar a la peonza, a las tabas, al fútbol. Se estaba bien allí. Lo malo, decían algunos, era que no había chicas. Y que los curas pegaban. A él no. A él no le pegaban porque se aprendía la lección, hacía los trabajos que le encomendaban y no hacía motivos para que pudieran darle a sus padres ni una queja de su comportamiento.

Las chicas tampoco le hacían falta. A lo mejor cuando fuera mayor, pero ahora ni pensaba en ellas. Mejor que no las hubiera para que no lo distrajeran. Había tantas cosas que estudiar y tantos libros para poder leer en el tiempo libre.
Cuando iba a su casa en las vacaciones se llevaba algunos pero volvían igual, sin abrirlos siquiera. Es que sus hermanas no le dejaban tranquilo ni un momento. Si se encerraba en una habitación lo llamaba Obdulia para que le diera la ropa para lavásela. Pilar venía a contarle un chiste, Anita, a que jugara con ella, Piedad a pedirle consejo porque quería ser monja... Eduardo esto, Eduardo lo otro. No era posible ni un minuto de silencio en aquella casa.
No, él no echaba en falta las chicas en el seminario. Tenía bastante con ellas en vacaciones.
2
Tenía su vida hecha, o al menos eso creía, cuando estalló la guerra y le dio un vuelco a todo. Cerraron el seminario y se tuvo que volver al pueblo. Todas las dudas que había tenido sobre su vocación y que había conseguido acallar con su decisión firme de entregar su vida por los demás, consagrándose al sacerdocio, volvieron en tropel.
Ahora era peor. Porque ya era cura y sin embargo no podía llevar puesta la sotana.
Si los curas y frailes supieran
La, la la la….
Se volvió a su pueblo ¿dónde, si no, iba a ir?
Allí estaba su familia. Estaban su madre, sus hermanas, sus tíos, sus primos, sus vecinos. Se acababa un ciclo. Él, que quería estudiar para conocer mundo, volvía al pueblo sin apenas haber salido de la provincia.
El hombre propone y Dios dispone.
No lamentaba dejar el seminario. Tenía que irse de todas maneras. Le preocupaba, como a sus compañeros, su futuro. ¿Qué iban a hacer ahora? ¿Qué sería de ellos? Se decía que, en algunos sitios, a los que se negaban a dejar de vestir los hábitos, los mataban. También eran ganas de provocar. El hábito no hace al monje. Si solo se trata de eso, de no ponerse los hábitos, pues bueno, no se los pondrá. Por lo demás no tenía miedo.
Había escuchado el discurso del presidente del Gobierno de la República que decía que España ya no era católica. Que equivocado estaba. España seguía siendo católica y si no. que viniera a su pueblo a comprobarlo. Las creencias no se quitan de la noche a la mañana solo por decreto ley. Pero lo tranquilizaba el que el presidente hubiera pedio respeto para las creencias individuales: la cuestión religiosa era una cuestión individual de las conciencias, había dicho, y merecía todo el respeto.
Aún así, podía haber algún fanático - en todos los bandos los hay- que quisiera imponer su descreimiento a los demás. Tenían razón los republicanos: la educación era crucial. Había que educar al pueblo para que aprendiera a respetar las opiniones de los demás. Sin educación no habría libertad.
Esa había sido su vocación secreta: educar al pueblo pero desde el púlpito, como otros lo hacen desde las aulas. Educarles en los valores que le habían enseñado a él y que hacían que la vida no fuera solamente un paso de la cuna a la sepultura, sin más alicientes que el de comer, juntarse con una mujer, tener hijos…No, la vida era lago más interesante. Había un antes que se podía estudiar en los libros de historia y un después que se podía predecir y modelar a voluntad, por medio de la ciencia y de la filosofía. Él había querido salirse del círculo de la vida rutinaria del pueblo. Sus padres y sus maestros habían alentado su ambición y había triunfado: había hecho una carrera, era cura.
La guerra venía a echar por tierra su triunfo. Su carrera, conseguida con tanto esfuerzo, no tenía ningún valor. Pero lo que había estudiado ahí estaba. No se arrepentía de nada.
Era un hijo del pueblo y al pueblo volvía. A lo mejor podía ser útil de alguna manera. No se le caerían los anillos por tener que trabajar en el campo si hacía falta. Y si no, ayudando en la casa, o en la de su hermana Obdulia, con los animales. Siempre habría algo por hacer, algún medio de ganarse el pan que llevarse a la boca, porque eso, el pan, sabía que no le iba a faltar entre su familia. Menudas eran sus hermanas, antes le faltaba a ellas algo que le faltase a él.
Hizo el camino andando. Salió de madrugada del monasterio para estar antes del amanecer en Tarancón. Se dejó los hábitos allí, colgados en el respaldo de la silla. Sólo se llevó la poca ropa que tenía de paisano, en un hatillo que se colgó al hombro.
El padre superior se despidió de ellos como si no se fueran a ver más dándoles su bendición como si se fueran a las misiones.
Había compañeros de Saelices, Belmonte, Montalvo….
Algunos no quisieron volver a sus pueblos. Al llegar a Tarancón, cogieron el tren para Madrid. En una gran ciudad era más fácil camuflar su condición de sacerdote.
Eduardo, sin embargo, prefirió volver con los suyos. Su vida estaba en manos de Dios. Podía hacer de ella lo que quisiera. No tenía miedo de los hombres, menos aún de sus paisanos.
Llegó al atardecer, cuando aún no se había puesto el sol.
La República había estallado el 14 de Abril, en plena primavera. Los días cortos y fríos del invierno habían dado paso a otros más largos. Aún así, había tenido que caminar deprisa sin detenerse siquiera en las ruinas de Segóbriga, como siempre hacía cuando pasaba por allí.
Nada más llegar al pueblo, los hombres que jugaban a las bolas en la puerta del Cerezo, se pararon para saludarlo.
- Hombre Arjona, cuanto tiempo.
- Que alegría verte, paisano.
-Así vestido pareces más hombre.
- Un hombre hecho y derecho, sí señor.
- Todo un señor con estudios.
- ¿Qué? ¿a ver a la familia?
-A quedarme por una temporada.
-Es lo mejor que puedes hacer, hijo, esperar con los tuyos a que las cosas se normalicen.
-Están los tiempos revueltos, has hecho bien en venirte.
-Aquí nadie te tiene mala sangre. Por ahí dicen que se meten con los curas. Has hecho bien en colgar los hábitos.
- Ahora, sin tener que decir misa, no sé de que vais a vivir los curas…
- Pues trabajando como cualquier hombre, no seas borrico. ¿No ves que tiene dos manos igual que tú?
-Y que le cuelga lo mismo que a ti entre las piernas
- Pues mira, eso que le cuelga, a lo mejor sale ganando con haberse salido de cura.
- Bueno, paisanos, me voy a ver a la familia que estoy que no me tengo de pie…
- ¿Y vienes andando todo el camino?
- Andando todo el día, desde esta mañana que me levanté. Y sin descansar para que no se me hiciera de noche.
-Eso es tener un par de cojones….
-O no tener más remedio…Bueno, con Dios.


A los pocos días de estar en la casa vinieron los milicianos a buscarlo. Su hermana lloraba cuando se lo dijeron. Estaba en la casa del tío hortelano comprando y una vecina le avisó:
- Los milicianos van para tu casa. Me han preguntado que dónde vivís. Buscan a tu hermano.
Dejó la cesta de las patatas y salió corriendo.
Su madre tardó mucho tiempo en abrirles la puerta. Quería darle tiempo a que se escondiera. Su otra hermana le propuso escaparse por el corral. Podía saltar la tapia y salir por la casa de la vecina. Todo menos dejarse arrestar.
- Pero yo no tengo por qué esconderme. No he hecho nada malo.
- Si no es lo que hayas hecho es lo que eres. Eres un fraile.
- No esta prohibido serlo, que yo sepa. Yo no he contravenido ninguna orden. No quiero vivir escondido. Vamos, abre.
- Mira tu primo Pepe, anda escondido por ahí.
- Pero Pepe era un jefe de Falange. Yo no tengo nada que ver con la política. No estoy ni con unos ni con otros.
- Hijo mío, qué ingenuo eres.
- Mira, no tengáis miedo, no tengo nada que ocultar. No va a pasar nada.
- Dios no lo quiera

El que guiaba a los milicianos era Colorín
- Na, que como tú tienes estudios, hemos pensado que si querías podías encargarte de llevar las cuentas de la almazara.
- Hemos hecho una cooperativa para el aceite. Hace falta alguien para llevar las cuentas. Controlar los kilos de aceituna que entran, los litros de aceite que se sacan, los que se puede llevar cada uno y los que se pueden vender.
- Y como nos han dicho que venías para quedarte, hemos pensado que a lo mejor querías trabajar para el Gobierno de la República. El sueldo no es muy grande pero algo es, y entras en el reparto del aceite para el consumo.
- A lo mejor para ti es poco. Con tus estudios podías hacer un trabajo mejor, pero también es verdad que en el pueblo no hay mucho donde escoger, por eso les he dicho a estos que a lo mejor aceptabas. Como se te ve tan buena voluntad y con ganas de ayudar…
- Bueno ¿qué dices?
- Pues que quieres que os diga, que acepto. Que me siento muy honrado de poder hacer ese trabajo.

Cuando llegó la hermana y los vio a todos juntos debajo del árbol, hablando tan amigos, como si no pasara nada, no sabía qué pensar.
Su madre la mandó a la fuente a por un botijo de agua fresca por si querían beber los hombres. Y ella, con todo el calor, salió sin protestar con un botijo en cada mano.
Cuando volvió los hombres estaban sentados en el patio. Dejó los botijos a mano por si gustaban y se pasó adentro con sus hermanas a rezarle a la Virgen por el milagro que había hecho.





Puntos:
26-03-08 17:35 #773118 -> 772538
Por:pichote

RE: Historias. Arjona
has conseguido que tenga "el alma en un puño" hasta el final de la obra, enhorabuena.
Puntos:
26-03-08 21:01 #773670 -> 773118
Por:Luz gonzalez

Historias. Arjona 2
(Pichote,la historia no ha terminado ...y a lo mejor continúa si percibo tanto interés como el que muestras. )

Pasan los días. La guerra continúa pero los Frentes están lejos del pueblo. Se nota su presencia por las ausencias de los hombres que, en vez de estar trabajando los campos, están fuera luchando; por el miedo de las familias a que crezca el chico y se tenga que ir también si esto no se para; por el hambre y la escasez de todo.
En las capitales dicen que es peor. Los milicianos que vienen, cuentan las necesidades que están pasando en algunos sitios.
Se siente culpable de estar allí a resguardo, mientras otros están arriesgando sus vidas. Tiene problemas de conciencia y sobre todo tiene dudas, muchas dudas.
¿Y si a alguien se le ocurriera en el pueblo, pedirle que bautizara a escondidas? Sería capaz de negarse o aceptaría como dicen que han hecho algunos curas de otros pueblos. Él no sabe si haría bien aceptando. No por el riesgo que corre, sino por el peligro en que pondría a otros. Si empieza con los bautizos le van a pedir entierros y sabe, por la radio, lo que está pasando en otros sitios. Los entierros católicos se han prohibido, dicen que para evitar provocaciones y alteraciones del orden público. Él no puede ir en contra de la ley ni traicionar a los hombres que han confiado en él para el puesto que tiene. Está trabajando para ellos y les debe lealtad.
Sus compañeros saben sus dudas, saben que necesita ir a “confesarse” con los curas de Belmonte y le dejan ir. Hasta le toman el pelo.
-¿Qué, Eduardo, a confesarte otra vez?
- Lo que tenías que hacer era buscarte una novia. Ya verías cómo se te iban todos los problemas.
- Es normal que quiera hablar con gente culta, no con vosotros que ninguno sabe hacer una o con un canuto.
- Bueno, bueno…por mí que vaya.
- No, si al muchacho no se le puede pedir más. Las cuentas las tiene al día. Cumplidor es como el que más.

En Belmonte, los frailes visten la misma ropa que los milicianos. Saludan con el puño en alto y dicen “Salud” en vez de “Con Dios” como dice la demás gente, seguramente que por costumbre, aunque sean republicanos la mayoría.
Desde que mataron a cuatro trinitarios en la Cañada de las Huertas, el resto de la orden vive en casa de Maceo, el comisario político de la zona Maceo que es de Villaescusa. Los mataron porque alguien los denunció y condujo a los milicianos de fuera hasta el leugar dónde estaban escondidos. Maceo que tenía un gran corazón, y más visión política que algunos exaltados anticlericales, se los llevó a vivir a su casa para protegerlos
A uno de ellos, el más perseguido, lo ha hecho pasar por el novio oficial para justificar su presencia en la casa. A los otros les ha asignado distintos trabajos, entre ellos el de hacer los recados. Al padre Julio se le ve ir con un cesto, de tienda en tienda, por Belmonte. Nadie que no sea del pueblo podría decir que es un cura.
Cuando baja Eduardo a verlo, tienen la costumbre de pasear hasta la ermita de Gracia y allí sentarse en un banco del parque que hay enfrente, hasta que Maceo, o algún camión que vaya a subir a Villaescusa, lo recoja para llevarlo de vuelta. Son sólo cinco Kilómetros que no le cuesta ningún trabajo hacer a pie, pero si encuentra viaje, prefiere no tener que regresar andando, así tienen más tiempo para hablar.
Eduardo le cuenta sus dudas. El amigo escucha y le aconseja.
- Son pruebas que pone Dios. Mira, no se a ti, pero a mí no me dijeron nunca que el camino fuera fácil.
- “Mi yugo es suave y mi carga llevadera” Que dice el Salmo…Yo sí creí que mi vida de religioso iba a ser fácil. En el monasterio tenía todo cuanto podía desear: libros, compañeros, liturgias….eso era lo que me hacía falta par ser feliz.
- Sí, demasiado fácil, pero la vida de aquél al que deberíamos imitar no lo fue tanto.
Sufrió el desprecio y la incomprensión de los suyos. Jesucristo fue un preso político al que torturaron y escarnecieron y que murió ajusticiado. La justicia del momento lo condenó a muerte en la cruz como a un vulgar delincuente
- ¿Y nosotros qué somos? Tú con esa gorra de miliciano…si te viera el obispo.
- A lo mejor también le parezco un delincuente. Lo mismo que tú. Si nos hubiera pillado en el otro lado llevaríamos sotana.
- ¿Cuál es nuestro sitio?
- Si Dios nos ha puesto aquí, es porque es aquí dónde tenemos que estar.
- ¿Tan seguro estás?
- Nuestro sitio es estar al lado de los pobres. Eso el Evangelio lo deja bien claro: Bienaventurados los pobres, bienaventurados los que sufren hambre y sed de justicia porque ellos serán hartos…
- ¿Los pobres que ya no bautizan a sus hijos, los pobres que nos impiden enterrar cristianamente a los muertos?
- ¿Es eso lo que echas de menos? ¿Los bautizos y los entierros?
- Es que no sé a dónde va a ir a parar esto. ¿Qué voy a hacer en la vida si ya no hacemos falta los curas? ¿Qué sentido tiene guardar el celibato?
- Acabáramos, es eso.
- No, no es eso y sí es eso, también.
- ¿Te has enamorado?
- No. No me he enamorado ¿Y tú?
- Me lo preguntas por lo de mi novia.
- Hombre, todo le mundo lo sabe.
- Sí, esa era la idea, que todo el mundo lo supiera. Vinieron a por mí y a Maceo lo primero que se le ocurrió fue presentarme como su yerno.
- Pero la cosas sigue
- Claro y seguirá hasta que acabe la guerra.
- ¿Cómo es la chica?
- Debería responderte que no importa cómo sea. Cuando su padre me presentó como su novio yo aún no la conocía. Así que realmente no importaba mucho cómo fuera.
- ¿Y entonces? ¿Ha pasado algo después?
- No lo que te imaginas. Por si te sirve de algo, te diré que mantengo mi celibato.
- Entonces no importa qué chica sea.
- Sí que importa. Creo que ni la menor brizna de paja cae al suelo sin la intervención de Dios. Él está en todo, no lo olvides. Eso es lo importante. Estaba de Dios que fuera ella y no otra.
- ¿Te has enamorado de ella?
- No sé.
- Bien, dime cómo es.
- Es valiente, joven, normal. No es fea, es una chica normal. Su padre pensó que debía saber lo que había pasado por si le preguntaban. Si ella no estaba conforme, siempre se podía cambiar la versión y decir que habíamos reñido, que la relación se había roto. Una de las veces que vino al pueblo, el padre la llamó y me llamó a mí. “Mirar – os dijo- lo de si seguimos diciendo que sois novios o que ya no lo sois, depende de vosotros”.
- Maceo es muy listo. A lo mejor quería asegurarte a ti de yerno.
- No. Es más noble que todo eso. Lo hizo para salvarme la vida en impulso momentáneo, sin pensarlo dos veces. Después pensó que la República le daba a las mujeres sus derechos y que no podía actuar como un padre a la vieja usanza y menos con una hija que le había salido miliciana.
- Ah, pero entonces ¿es con la miliciana con la que te va a casar?
- Para un momento, no adelantes acontecimientos…Sí, es la miliciana, pero no nos vamos a casar, que yo sepa.
- ¿Te ha rechazado ella?
- Tampoco es eso. No le ha parecido mal del todo la idea. Al contrario, me ha dicho que bueno, que seguimos de novios.
- Hombre, felicidades, padre, ya tienes novia.
- Las cosas cambian. Todo cambia. ¿Por qué os parece tan raro que pueda seguir siendo cura y tener una novia?
- Hombre…
- No pienso dejar de ser cura y se lo he dicho a ella. Eso es lo sorprendente, que me he atrevido a decírselo a ella a pesar de que me puede denunciar y que a ella eso le ha gustado. Venía dispuesta a echarle la bronca a su padre por utilizarla sin su permiso, pero dice que el conocerme, le ha hecho cambiar de opinión.
- O sea, que se te ha declarado ella.
- No exactamente.
- ¿Quién se ha enamorado, ella, tú o los dos?
- Yo.
- ¿Tú? Bueno, entonces no hay problema. Si ella está de acuerdo con lo que ha hecho su padre, ya solo os falta ir al Ayuntamiento. A nos ser que queráis también mi bendición…
- No creo que ella aceptase bendición alguna. Es atea.
- ¿Habéis hablado?
- Como lo estoy haciendo ahora contigo. De hecho hacía mucho tiempo que no tenía una conversación tan profunda y sincera con nadie. Y menos con una mujer. Es una mujer que piensa como tú o como yo.
- Me dejas perplejo.
- ¿Sabes? creo que los curas deberíamos conocer a más mujeres que las que vienen al confesionario.
- Y poder casarnos.
- No. Eso no es tan importante.
- Vaya, y lo dices tú en la situación en la que estás.
- No me voy a casar con ella No quiere casarse. Hemos llegado a un acuerdo. Vamos a decir que seguimos de novios, ella con su independencia, a salvo de las críticas y del que dirán, y yo a salvo de que vengan a por mí para darme el paseíllo. Si la guerra acaba y se asienta la República, ya veremos lo que pasa. Y si ganan los nacionales y vuelven a abrirse los conventos, yo volveré al mío y la tendré a ella como mi mejor amiga.
- Yo creo que lo haría de otra manera.
- Somos distintos Tú, seguramente insistirías en casarte.

- Si la quieres ¿Por qué no? A mí lo que me pasa es que no quiero a ninguna. Aunque me gustan todas. Lo de casarme no. No quiero encerrarme en el pueblo y traer hijos al mundo a pasar hambre. Quiero irme, viajar, conocer otras formas de vida, correr riesgos y sacrificarme por los demás pero sin poner en peligro la seguridad de la familia ni la de los amigos, hacer cosas sin que suponga faltar a la lealtad de alguien.
- Vete de Villaescusa. Es lo mejor que puedes hacer. Vete a Valencia. Pide otro trabajo que puedas hacer, vete de camillero de ambulancia o de enfermero a un hospital de sangre. Eres la única persona que conozco a quien la vida que llevamos en estos tiempos le parece cómoda. Vete…te están llamando en otro sitio.

En Valencia se acordaba de las palabras de su amigo trinitario ¿permanecería aún célibe?
Aquellos tiempos de desasosiego a se habían ido. Se había apaciguado y a lo mejor, como decía el compañero médico, se trataba solamente de apaciguar la líbido…
Ahora, ya la tenía apaciguada. Bien apaciguada. Pasados la fogosidad de los primeros tiempos había llegado a un a tranquila medianía .Se había convertido en lo que él no quería: un padre de familia…pero sin renunciar a la tonsura.
Incluso había recuperado los hábitos que hubiera dejado colgados en la silla del seminario cuando salió de él en plena república.
Ahora, con las tropas de Franco en el poder, el pragmatismo se impuso otra vez, pero ésta de signo contrario. Lo m´s fácil había sido volver al redil de la orden. Volver a ser lo que había sido el sueño de sus padres y de él durante mucho tiempo. Vestirse de fraile y hacer el bien. El hábito no hacía al monje pero en esas circunstancias le daba patente de corso para salvar muchas vidas. Sus viejos camaradas que tanto le habían ayudado a él, ahora eran perseguidos encarnizadamente por el bando victorioso. Ante el vacío legal que había dejado la guerra se estaba creando un orden injusto que mantenía en la cárcel a gente sin juicio alguno, por el mero hecho de ser “sospechosa” . y conducía al pelotón de fusilamiento a muchos inocentes…Él podría ayudar más con el hábito. Los curas eran los únicos que les dejaban pasar a las cárceles a visitar a los enfermos, los únicos que podían establecer relación con las familias y administrarles alguna ayuda, aunque escasa.
Los primeros años de la postguerra en Valencia fueron tremendos. Más crueles aún que los de la guerra. La violencia había pasado de los frentes a la vida civil y la gente de paz como él tenía mucho trabajo por hacer. Hay noticia de que un años por la fiesta dio un sermón en la misa y dijo aquello de “Hermanos míos, haced lo que yo digo pero no lo que yo hago”
Su hermana recordaba esas palabras y las asociaba a la vida licenciosa que estaba llevando en Valencia, viviendo con una mujer con la que, según habladurías, tenía hijos que le llamaban tío.
Esas habladurías debieron ir creciendo. Hasta tal punto que se le hizo necesario acabar con ellas. Y no se le ocurrió otra cosa nada más que presentarse voluntario para ir como capellán castrense a la División Azul. Esa expedición militar con la que Franco recompensaba a Hitler haberle ayudado a ganar la guerra.
Pero ese es otro capítulo de la historia.
Puntos:
30-03-08 23:24 #781159 -> 773670
Por:MariPaz VET

RE: Historias. Arjona 2
Luz termina la historia, por favor.
Ancarfama, ¿què pasa con lo de las frases sobre mujeres del pueblo?. Aquella idea me encantó. ¿Sigue en pie?.
Puntos:
31-03-08 11:22 #781700 -> 781159
Por:pichote

RE: Historias. Arjona 2
Luz, estamos esperando a que sigas con esta historia
Puntos:
31-03-08 15:40 #782151 -> 781159
Por:Ancarfama

RE: Historias. Arjona 2
La propuesta la hice desde aquí pensando que sería una manera más plural de reflejar pequeños apuntes de muchas mujeres del pueblo. Veleta escribió una corta y entrañable sobre su vecina, yo la seguí con la de María, Luz tiene varios relatos cuyas protagonistas son mujeres... Ahí se quedó. Yo retomo el pulso e invito a que si alguien quiere compartir la vida de alguna mujer cercana por amistad o familiaridad, se anime y lo haga... A ti misma te sugiero sobre tu abuela. Tuvo una terrible enfermedad, pero yo la recuerdo con un gran humor y mucha viveza.
En tiempos anteriores, en Villaescusa, como en todas partes, a veces eran duros, pero también los había entrañables y desenfadados.
Me quedó una historia pendiente en Villaescusa que por falta de tiempo no pude hacer. La lejanía para mí es un impedimento.
De todas maneras, el certamen está propuesto, y creo que tendremos algo, aunque no lo hagan llegar a través del foro.
Aprovecho mi intervención para hacer saber a los jóvenes que me gustan sus proyectos. La savia joven hace crecer mucho el bosque.
Un saludo cordial a todos los foreros.
Puntos:
31-03-08 17:38 #782345 -> 782151
Por:MariPaz VET

RE: Historias. Arjona 2
Lo de mi abuela lo llevo pensando mucho tiempo, pero tengo que sacar tiempo para sentarme con mi madre y mis tías. Era una gran mujer y como la mayor parte de las mujeres de su época, no tuvo una vida fácil: parió 13 hijos, sólo 6 sobrevivieron y de estos, el mayor, murió en la guerra. Todavía se me acerca gente en el pueblo para decirme lo buena que era mi abuela, ya que, aunque no tenían dinero (pocos lo tenían en aquella época), no pasaron hambre y ella no negó un trozo de pan a nadie.
También me gustaría saber un poco más de mi abuela paterna. Seguro que tú me puedes ayudar en eso. Mi padre no me da tantos datos como yo quisiera. Sólo me cuenta que era una mujer fuerte y de carácter, como tu madre.
Puntos:

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