26-03-08 17:35 | #773118 -> 772538 |
Por:pichote ![]() ![]() | ![]() ![]() |
RE: Historias. Arjona has conseguido que tenga "el alma en un puño" hasta el final de la obra, enhorabuena. | |
Puntos: |
26-03-08 21:01 | #773670 -> 773118 |
Por:Luz gonzalez ![]() ![]() | ![]() ![]() |
Historias. Arjona 2 (Pichote,la historia no ha terminado ...y a lo mejor continúa si percibo tanto interés como el que muestras. ) Pasan los días. La guerra continúa pero los Frentes están lejos del pueblo. Se nota su presencia por las ausencias de los hombres que, en vez de estar trabajando los campos, están fuera luchando; por el miedo de las familias a que crezca el chico y se tenga que ir también si esto no se para; por el hambre y la escasez de todo. En las capitales dicen que es peor. Los milicianos que vienen, cuentan las necesidades que están pasando en algunos sitios. Se siente culpable de estar allí a resguardo, mientras otros están arriesgando sus vidas. Tiene problemas de conciencia y sobre todo tiene dudas, muchas dudas. ¿Y si a alguien se le ocurriera en el pueblo, pedirle que bautizara a escondidas? Sería capaz de negarse o aceptaría como dicen que han hecho algunos curas de otros pueblos. Él no sabe si haría bien aceptando. No por el riesgo que corre, sino por el peligro en que pondría a otros. Si empieza con los bautizos le van a pedir entierros y sabe, por la radio, lo que está pasando en otros sitios. Los entierros católicos se han prohibido, dicen que para evitar provocaciones y alteraciones del orden público. Él no puede ir en contra de la ley ni traicionar a los hombres que han confiado en él para el puesto que tiene. Está trabajando para ellos y les debe lealtad. Sus compañeros saben sus dudas, saben que necesita ir a “confesarse” con los curas de Belmonte y le dejan ir. Hasta le toman el pelo. -¿Qué, Eduardo, a confesarte otra vez? - Lo que tenías que hacer era buscarte una novia. Ya verías cómo se te iban todos los problemas. - Es normal que quiera hablar con gente culta, no con vosotros que ninguno sabe hacer una o con un canuto. - Bueno, bueno…por mí que vaya. - No, si al muchacho no se le puede pedir más. Las cuentas las tiene al día. Cumplidor es como el que más. En Belmonte, los frailes visten la misma ropa que los milicianos. Saludan con el puño en alto y dicen “Salud” en vez de “Con Dios” como dice la demás gente, seguramente que por costumbre, aunque sean republicanos la mayoría. Desde que mataron a cuatro trinitarios en la Cañada de las Huertas, el resto de la orden vive en casa de Maceo, el comisario político de la zona Maceo que es de Villaescusa. Los mataron porque alguien los denunció y condujo a los milicianos de fuera hasta el leugar dónde estaban escondidos. Maceo que tenía un gran corazón, y más visión política que algunos exaltados anticlericales, se los llevó a vivir a su casa para protegerlos A uno de ellos, el más perseguido, lo ha hecho pasar por el novio oficial para justificar su presencia en la casa. A los otros les ha asignado distintos trabajos, entre ellos el de hacer los recados. Al padre Julio se le ve ir con un cesto, de tienda en tienda, por Belmonte. Nadie que no sea del pueblo podría decir que es un cura. Cuando baja Eduardo a verlo, tienen la costumbre de pasear hasta la ermita de Gracia y allí sentarse en un banco del parque que hay enfrente, hasta que Maceo, o algún camión que vaya a subir a Villaescusa, lo recoja para llevarlo de vuelta. Son sólo cinco Kilómetros que no le cuesta ningún trabajo hacer a pie, pero si encuentra viaje, prefiere no tener que regresar andando, así tienen más tiempo para hablar. Eduardo le cuenta sus dudas. El amigo escucha y le aconseja. - Son pruebas que pone Dios. Mira, no se a ti, pero a mí no me dijeron nunca que el camino fuera fácil. - “Mi yugo es suave y mi carga llevadera” Que dice el Salmo…Yo sí creí que mi vida de religioso iba a ser fácil. En el monasterio tenía todo cuanto podía desear: libros, compañeros, liturgias….eso era lo que me hacía falta par ser feliz. - Sí, demasiado fácil, pero la vida de aquél al que deberíamos imitar no lo fue tanto. Sufrió el desprecio y la incomprensión de los suyos. Jesucristo fue un preso político al que torturaron y escarnecieron y que murió ajusticiado. La justicia del momento lo condenó a muerte en la cruz como a un vulgar delincuente - ¿Y nosotros qué somos? Tú con esa gorra de miliciano…si te viera el obispo. - A lo mejor también le parezco un delincuente. Lo mismo que tú. Si nos hubiera pillado en el otro lado llevaríamos sotana. - ¿Cuál es nuestro sitio? - Si Dios nos ha puesto aquí, es porque es aquí dónde tenemos que estar. - ¿Tan seguro estás? - Nuestro sitio es estar al lado de los pobres. Eso el Evangelio lo deja bien claro: Bienaventurados los pobres, bienaventurados los que sufren hambre y sed de justicia porque ellos serán hartos… - ¿Los pobres que ya no bautizan a sus hijos, los pobres que nos impiden enterrar cristianamente a los muertos? - ¿Es eso lo que echas de menos? ¿Los bautizos y los entierros? - Es que no sé a dónde va a ir a parar esto. ¿Qué voy a hacer en la vida si ya no hacemos falta los curas? ¿Qué sentido tiene guardar el celibato? - Acabáramos, es eso. - No, no es eso y sí es eso, también. - ¿Te has enamorado? - No. No me he enamorado ¿Y tú? - Me lo preguntas por lo de mi novia. - Hombre, todo le mundo lo sabe. - Sí, esa era la idea, que todo el mundo lo supiera. Vinieron a por mí y a Maceo lo primero que se le ocurrió fue presentarme como su yerno. - Pero la cosas sigue - Claro y seguirá hasta que acabe la guerra. - ¿Cómo es la chica? - Debería responderte que no importa cómo sea. Cuando su padre me presentó como su novio yo aún no la conocía. Así que realmente no importaba mucho cómo fuera. - ¿Y entonces? ¿Ha pasado algo después? - No lo que te imaginas. Por si te sirve de algo, te diré que mantengo mi celibato. - Entonces no importa qué chica sea. - Sí que importa. Creo que ni la menor brizna de paja cae al suelo sin la intervención de Dios. Él está en todo, no lo olvides. Eso es lo importante. Estaba de Dios que fuera ella y no otra. - ¿Te has enamorado de ella? - No sé. - Bien, dime cómo es. - Es valiente, joven, normal. No es fea, es una chica normal. Su padre pensó que debía saber lo que había pasado por si le preguntaban. Si ella no estaba conforme, siempre se podía cambiar la versión y decir que habíamos reñido, que la relación se había roto. Una de las veces que vino al pueblo, el padre la llamó y me llamó a mí. “Mirar – os dijo- lo de si seguimos diciendo que sois novios o que ya no lo sois, depende de vosotros”. - Maceo es muy listo. A lo mejor quería asegurarte a ti de yerno. - No. Es más noble que todo eso. Lo hizo para salvarme la vida en impulso momentáneo, sin pensarlo dos veces. Después pensó que la República le daba a las mujeres sus derechos y que no podía actuar como un padre a la vieja usanza y menos con una hija que le había salido miliciana. - Ah, pero entonces ¿es con la miliciana con la que te va a casar? - Para un momento, no adelantes acontecimientos…Sí, es la miliciana, pero no nos vamos a casar, que yo sepa. - ¿Te ha rechazado ella? - Tampoco es eso. No le ha parecido mal del todo la idea. Al contrario, me ha dicho que bueno, que seguimos de novios. - Hombre, felicidades, padre, ya tienes novia. - Las cosas cambian. Todo cambia. ¿Por qué os parece tan raro que pueda seguir siendo cura y tener una novia? - Hombre… - No pienso dejar de ser cura y se lo he dicho a ella. Eso es lo sorprendente, que me he atrevido a decírselo a ella a pesar de que me puede denunciar y que a ella eso le ha gustado. Venía dispuesta a echarle la bronca a su padre por utilizarla sin su permiso, pero dice que el conocerme, le ha hecho cambiar de opinión. - O sea, que se te ha declarado ella. - No exactamente. - ¿Quién se ha enamorado, ella, tú o los dos? - Yo. - ¿Tú? Bueno, entonces no hay problema. Si ella está de acuerdo con lo que ha hecho su padre, ya solo os falta ir al Ayuntamiento. A nos ser que queráis también mi bendición… - No creo que ella aceptase bendición alguna. Es atea. - ¿Habéis hablado? - Como lo estoy haciendo ahora contigo. De hecho hacía mucho tiempo que no tenía una conversación tan profunda y sincera con nadie. Y menos con una mujer. Es una mujer que piensa como tú o como yo. - Me dejas perplejo. - ¿Sabes? creo que los curas deberíamos conocer a más mujeres que las que vienen al confesionario. - Y poder casarnos. - No. Eso no es tan importante. - Vaya, y lo dices tú en la situación en la que estás. - No me voy a casar con ella No quiere casarse. Hemos llegado a un acuerdo. Vamos a decir que seguimos de novios, ella con su independencia, a salvo de las críticas y del que dirán, y yo a salvo de que vengan a por mí para darme el paseíllo. Si la guerra acaba y se asienta la República, ya veremos lo que pasa. Y si ganan los nacionales y vuelven a abrirse los conventos, yo volveré al mío y la tendré a ella como mi mejor amiga. - Yo creo que lo haría de otra manera. - Somos distintos Tú, seguramente insistirías en casarte. - Si la quieres ¿Por qué no? A mí lo que me pasa es que no quiero a ninguna. Aunque me gustan todas. Lo de casarme no. No quiero encerrarme en el pueblo y traer hijos al mundo a pasar hambre. Quiero irme, viajar, conocer otras formas de vida, correr riesgos y sacrificarme por los demás pero sin poner en peligro la seguridad de la familia ni la de los amigos, hacer cosas sin que suponga faltar a la lealtad de alguien. - Vete de Villaescusa. Es lo mejor que puedes hacer. Vete a Valencia. Pide otro trabajo que puedas hacer, vete de camillero de ambulancia o de enfermero a un hospital de sangre. Eres la única persona que conozco a quien la vida que llevamos en estos tiempos le parece cómoda. Vete…te están llamando en otro sitio. En Valencia se acordaba de las palabras de su amigo trinitario ¿permanecería aún célibe? Aquellos tiempos de desasosiego a se habían ido. Se había apaciguado y a lo mejor, como decía el compañero médico, se trataba solamente de apaciguar la líbido… Ahora, ya la tenía apaciguada. Bien apaciguada. Pasados la fogosidad de los primeros tiempos había llegado a un a tranquila medianía .Se había convertido en lo que él no quería: un padre de familia…pero sin renunciar a la tonsura. Incluso había recuperado los hábitos que hubiera dejado colgados en la silla del seminario cuando salió de él en plena república. Ahora, con las tropas de Franco en el poder, el pragmatismo se impuso otra vez, pero ésta de signo contrario. Lo m´s fácil había sido volver al redil de la orden. Volver a ser lo que había sido el sueño de sus padres y de él durante mucho tiempo. Vestirse de fraile y hacer el bien. El hábito no hacía al monje pero en esas circunstancias le daba patente de corso para salvar muchas vidas. Sus viejos camaradas que tanto le habían ayudado a él, ahora eran perseguidos encarnizadamente por el bando victorioso. Ante el vacío legal que había dejado la guerra se estaba creando un orden injusto que mantenía en la cárcel a gente sin juicio alguno, por el mero hecho de ser “sospechosa” . y conducía al pelotón de fusilamiento a muchos inocentes…Él podría ayudar más con el hábito. Los curas eran los únicos que les dejaban pasar a las cárceles a visitar a los enfermos, los únicos que podían establecer relación con las familias y administrarles alguna ayuda, aunque escasa. Los primeros años de la postguerra en Valencia fueron tremendos. Más crueles aún que los de la guerra. La violencia había pasado de los frentes a la vida civil y la gente de paz como él tenía mucho trabajo por hacer. Hay noticia de que un años por la fiesta dio un sermón en la misa y dijo aquello de “Hermanos míos, haced lo que yo digo pero no lo que yo hago” Su hermana recordaba esas palabras y las asociaba a la vida licenciosa que estaba llevando en Valencia, viviendo con una mujer con la que, según habladurías, tenía hijos que le llamaban tío. Esas habladurías debieron ir creciendo. Hasta tal punto que se le hizo necesario acabar con ellas. Y no se le ocurrió otra cosa nada más que presentarse voluntario para ir como capellán castrense a la División Azul. Esa expedición militar con la que Franco recompensaba a Hitler haberle ayudado a ganar la guerra. Pero ese es otro capítulo de la historia. | |
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30-03-08 23:24 | #781159 -> 773670 |
Por:MariPaz VET ![]() ![]() | ![]() ![]() |
RE: Historias. Arjona 2 Luz termina la historia, por favor. Ancarfama, ¿què pasa con lo de las frases sobre mujeres del pueblo?. Aquella idea me encantó. ¿Sigue en pie?. | |
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31-03-08 11:22 | #781700 -> 781159 |
Por:pichote ![]() ![]() | ![]() ![]() |
RE: Historias. Arjona 2 Luz, estamos esperando a que sigas con esta historia | |
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31-03-08 15:40 | #782151 -> 781159 |
Por:Ancarfama ![]() ![]() | ![]() ![]() |
RE: Historias. Arjona 2 La propuesta la hice desde aquí pensando que sería una manera más plural de reflejar pequeños apuntes de muchas mujeres del pueblo. Veleta escribió una corta y entrañable sobre su vecina, yo la seguí con la de María, Luz tiene varios relatos cuyas protagonistas son mujeres... Ahí se quedó. Yo retomo el pulso e invito a que si alguien quiere compartir la vida de alguna mujer cercana por amistad o familiaridad, se anime y lo haga... A ti misma te sugiero sobre tu abuela. Tuvo una terrible enfermedad, pero yo la recuerdo con un gran humor y mucha viveza. En tiempos anteriores, en Villaescusa, como en todas partes, a veces eran duros, pero también los había entrañables y desenfadados. Me quedó una historia pendiente en Villaescusa que por falta de tiempo no pude hacer. La lejanía para mí es un impedimento. De todas maneras, el certamen está propuesto, y creo que tendremos algo, aunque no lo hagan llegar a través del foro. Aprovecho mi intervención para hacer saber a los jóvenes que me gustan sus proyectos. La savia joven hace crecer mucho el bosque. Un saludo cordial a todos los foreros. | |
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31-03-08 17:38 | #782345 -> 782151 |
Por:MariPaz VET ![]() ![]() | ![]() ![]() |
RE: Historias. Arjona 2 Lo de mi abuela lo llevo pensando mucho tiempo, pero tengo que sacar tiempo para sentarme con mi madre y mis tías. Era una gran mujer y como la mayor parte de las mujeres de su época, no tuvo una vida fácil: parió 13 hijos, sólo 6 sobrevivieron y de estos, el mayor, murió en la guerra. Todavía se me acerca gente en el pueblo para decirme lo buena que era mi abuela, ya que, aunque no tenían dinero (pocos lo tenían en aquella época), no pasaron hambre y ella no negó un trozo de pan a nadie. También me gustaría saber un poco más de mi abuela paterna. Seguro que tú me puedes ayudar en eso. Mi padre no me da tantos datos como yo quisiera. Sólo me cuenta que era una mujer fuerte y de carácter, como tu madre. | |
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