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Villaescusa de Haro - Cuenca

Poblacion:
España > Cuenca > Villaescusa de Haro
12-11-08 23:21 #1402025
Por:Luz gonzalez

Historias. Luis Pinedo
LUIS PINEDO
Hubo un tiempo en que ser de Villaescusa en Salamanca era un privilegio. Yo llegué con él en plena vigencia. Quizá por eso, los dos años de mi vida que pasé en esa ciudad son de los más enriquecedores e intensos que he vivido. Y todo, gracias a Luis Pinedo. A los jóvenes seguramente no les dirá nada este nombre. El tiempo pasa y su recuerdo se va borrando de la memoria del pueblo. Cuando los que le conocimos vayamos desapareciendo ya no quedará nada, no tenemos como tienen en Belmonte, una calle con su nombre, ni una lápida que señale la casa en la que nació. Por no tener no tenemos siquiera una placa de agradecimiento por los bancos que donó en la Puerta del Cerezo.
Este lugar siempre había punto de reunión de los mayores, o mentidero de la villa, como hay en casi todos los pueblos. Sin embargo, no había ningún banco dónde sentarse. Fue Luís Pinedo el que puso los primeros. Tenía gestos así, de generosidad quijotesca, con todo el mundo, especialmente con la gente de Villaescusa. Es que por su pueblo tenía verdadera pasión. Por eso la mejor credencial que podía tenerse a sus ojos era ser oriundo de Villaescusa. Es por ese motivo que me ayudó a mí y a tantos otros. Por ese motivo también, me presentó a Maceo.
Luís había sido oficial del ejército republicano. Había pertenecido al Partido Socialista desde antes de la guerra. Durante los tres años que duró ésta luchó contra la sublevación militar a las órdenes de otro socialista al que admiraba: Largo Caballero. Y cuando los militares sublevados consiguieron la victoria, él estaba del lado de los perdedores, como Maceo.
Por los años en que yo lo conocí, fines de los sesenta y comienzos de los setenta, ya vivía en Salamanca. Era veterinario de reses bravas y director del Ateneo de la ciudad. Esto último lo llenaba de orgullo. Su actividad cultural en el Ateneo satisfacía su vocación de hombre de letras. En esta institución daba alguna que otra conferencia sobre costumbres e historia de su tierra, La Mancha, lugares de la ruta de Don Quijote que había visitado en vacaciones, tan próximos como Belmonte o Villaescusa, y personajes de estos lugares, que eran sus paisanos. Muchos de estas charlas luego eran publicados en el periódico local, “El Adelanto” de Salamanca.
Todo el mundo lo conocía y lo quería en esta ciudad, lo mismo los de izquierdas, que ya empezaban a hacerse notar aunque todavía estuvieran en la clandestinidad, como los de derechas. Ir con él por la calle era toda una experiencia. Y tuve la suerte de poder hacerlo casi todas las semanas. El domingo venía a recogerme a la residencia porque le gustaba hablar con la directora que era de Santa María de los Llanos, otro pueblo de Cuenca. Luego íbamos a dar un paseo por la plaza Mayor, saludando y presentándome a todo aquel que se encontraba. hasta que era la hora de ir a su casa para la comida en familia.
Su esposa, Josefina, ya estaba acostumbrada a tener en la mesa a alguien de Cuenca. Nos trataba como de la familia. Eso sí, cuando llegaba el capítulo de recuerdos conquenses o nostalgias de nuestro pueblo, salía de la habitación con cualquier pretexto.
Después de comer, solíamos ir a pasear por las afueras. Cruzábamos el río por el puente romano, y andando, andando, ya estábamos en pleno campo de dehesas de toros, rebaños de ovejas y casas de labor. Allí pasaba lo mismo que en la ciudad, había mucha gente que conocía a don Luís y venía a saludarlo y a agradecerle algún favor. Eran mayorales, pastores, o ganaderos Desde la gente más humilde a la más encumbrada socialmente. Josefina llevaba una bolsa dentro de su bolso porque casi siempre nos daban algún regalo en esos paseos: manzanas, frutos secos, cualquier cosa.
Otras veces, si había algún nieto en la casa, Josefina se quedaba y nos
Íbamos Luís y o solos. Entonces me llevaba al café Pasaje, cerca de la plaza Mayor. Allí conocí a un señor mayor con gafas que era novelista y tenía muchos hijos. Escribía en el mismo periódico que Luís y se llevaban muy bien aunque el uno fuera socialista y el otro “falangista”.
- Es uno hombre con el que se puede hablar, decía Luís. El respeto es lo primero. Cada uno tiene sus ideas pero solo los tontos discuten, los sabios dialogan. Este falangista es de los pocos de su especie que dialogan..
Se trataba del escritor Torrente Ballester, pero solo lo supe muchos años después, cuando ya era famoso. Entonces, en esa época en la que hablaba con Luís en el café Pasaje, aún no había salido en TV su obra “Los Gozos y las sombras” y todavía no había publicado sus obras más importantes que lo harían un escritor conocido.
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