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Laguna de Negrillos - Leon

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España > Leon > Laguna de Negrillos
23-06-14 06:19 #12111280
Por:j vicente futuro fut

El velo que cubre los Misterios de la Biblia se ha retirado. 54ª Sección
Desde que fue creciendo el número de los Apóstoles y discípulos, determinó luego Su Majestad que alguno de ellos se encargase de recibir las limosnas y dispensarlas como mayordomo para las necesidades comunes y pagar los tributos, y sin señalar Jesucristo a ninguno en particular, se lo propuso a todos ellos. Al punto le apeteció y codició Judas Iscariote, temiéndole todos los demás Apóstoles y huyendo de este oficio en su interior. Y para alcanzarle el codicioso discípulo, se humilló Judas Iscariote a pedir a Juan Evangelista lo tratase con María, para que ella a su vez, lo concertase con el mismo Señor. Así lo hizo Juan Evangelista como lo deseaba Judas Iscariote, pero la prudentísima Madre, como conocía que la petición no era justa ni conveniente, sino de ambicioso y codicioso afecto, no quiso proponerla al Divino Maestro.-

Como Judas Iscariote, vio que María, no lo tomaba en serio para este cargo, Judas Iscariote por medio de Pedro y otros Apóstoles, para que lo pidiesen y tampoco se le lograba este deseo a Judas Iscariote, porque la clemencia del Altísimo quería impedirlo o justificar su causa cuando lo permitiese.-

Con esta resistencia el corazón de Judas Iscariote, poseído ya de la avaricia, en lugar de sosegarse y tranquilizarse en ella, se encendió más en la llama que infelizmente le abrasaba, instigándole Satanás con pensamientos ambiciosos y feos, aun para cualquier persona de otro estado. Y si en los demás fuera indecente y culpable el admitirlos, mucho más en Judas Iscariote, que era discípulo en la escuela de mayor perfección y a la vista de la luz del Sol de Justicia que lo es Jesucristo y de la luna que lo es María.-

Ni en el día de la abundancia y de la gracia pudo dejar de conocer el delito de admitir tales sugestiones cuando el sol de su Divino Maestro le iluminaba, ni en la noche de la tentación, pues en ella la luna de María, le influía lo que le convenía para librarse del veneno de la serpiente. Pero como huía de la luz y se entregaba a las tinieblas, corría tras el precipicio y se arrojó a pedir él mismo y directamente a María, el ministerio que pretendía Judas Iscariote, perdiendo el miedo y disimulando su codicia, mediante el color de la virtud.-

Judas Iscariote, se llegó a María y la dijo: Que la petición de Pedro y Juan, sus hermanos, que en su nombre le habían propuesto, era con deseo de servirla a ella y a su Hijo con toda diligencia, porque no todos acudían a esto con el cuidado que era justo; que le suplicaba lo alcanzase de su Maestro. La gran Señora del Cielo y de la Tierra con gran mansedumbre le respondió diciéndole: Considera bien, carísimo Juan lo que pides, y examina si es recta la intención con que lo deseas y pides, y advierte si te conviene apetecer lo que todos tus hermanos los discípulos temen y no lo admitirán si no son compelidos de la obediencia de su Maestro y Señor. El te ama más que tú a ti mismo y sabe sin engaño lo que te conviene; déjate a su santísima voluntad y muda de intento y procura atesorar la humildad y la pobreza. Levántate de donde has caído, que yo te daré la mano, y mi Hijo usará contigo de su amorosa misericordia.-

¿A quién no rindieran estas dulcísimas palabras y fuertes razones, oídas de tan Divina y amable criatura como María? Pero no se ablandó ni movió aquel corazón fiero y diamantino, antes se indignó interiormente y se dio por ofendido de la Divina Señora, que le ofrecía el remedio de su mortal dolencia; porque un ímpetu desenfrenado de ambición y codicia en la concupiscible luego irrita a la irascible contra quien le impide y los sanos consejos reputa por agravios. Pero la mansísima y amable paloma disimuló con Judas Iscariote, no hablándole más entonces, por su obstinación.-
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Despedido Judas Iscariote de María, no sosegaba ni renunciaba Judas Iscariote en su avaricia, y desnudándose del pudor y vergüenza natural, y aun de la fe interior, se resolvió en acudir él mismo a pedírselo a Jesucristo su Divino Maestro y Salvador. Y vestida su furia con piel de oveja, como fino pretendiente, llegó a Su Majestad y le pidió Judas Iscariote el oficio de despensero, para que en este suceso se manifieste cuán ocultos y formidables son los juicios del Altísimo. Deseaba el Salvador del mundo desviarle del peligro que conocía en su petición y que en ella buscaba este codicioso apóstol su final perdición. Y para que no se llamase a engaño, le respondió y dijo Jesús: ¿Sabes, oh Judas, lo que deseas y pides? No seas tan cruel contra ti mismo, que tú busques y solicites el veneno y las armas con que te puedes causar la muerte.-

Replicó Judas: Yo, Maestro, deseo serviros, empleando mis fuerzas en beneficio de vuestra congregación y por este camino lo haré mejor que por otro alguno, como lo ofrezco sin falta.- Con este razonamiento de Judas Iscariote, en buscar y amar el peligro, justificó Dios su causa para dejarle entrar y para comenzar a perecer en él. Porque resistió a la luz y se endureció contra ella, y mostrándole el agua y el fuego, la vida y la muerte, Judas Iscariote extendió la mano y eligió su perdición, quedando justificada la justicia y engrandecida la misericordia del Altísimo, que tantas veces se le fue a convidar y entrar por las puertas de su corazón, de donde le arrojó y admitió al demonio, y a su Maestro el Apóstol Judas Iscariote le dijo: yo deseo hacer vuestra voluntad y serviros con ser despensero y depositario de las limosnas que recibimos, y acudiré con ellas a los pobres, cumpliendo con vuestra Doctrina de hacer con los prójimos lo mismo que con nosotros queremos que se haga, y procuraré dispensar con orden y razón y a vuestra voluntad, mejor que hasta ahora se vienen haciendo.-

Estas y otras razones dijo Judas Iscariote a su Dios y Maestro, cometiendo enormes pecados y muchos de una sola vez; porque, en primer lugar, Judas Iscariote mentía y tenía otra intención segunda y oculta; pero a más de esto, fingía lo que no era, como ambicioso de la honra que no merecía, no queriendo parecer lo que era, ni ser lo que deseaba parecer; murmuró también de sus hermanos, desacreditándolos y alabándose a sí mismo, que todas son jornadas muy trilladas de los ambiciosos. Pero lo que más es de ponderar, es que Judas Iscariote, perdió la FE infusa que tenía, pretendiendo engañar a Jesús, su Celestial Maestro con la fingida hipocresía que mostró en lo de afuera. Porque si creyera entonces con firmeza que Jesucristo era Dios verdaderamente como verdadero hombre, no pudiera hacer juicio de que le había de engañar, pues como Dios conocía lo más oculto de su corazón, que le era patente; y no sólo como Dios con su ciencia infinita, pero como hombre con la ciencia infusa y beatífica, advirtiera y creyera, lo podía conocer, como de hecho lo conocía, desistiera de su doloso intento. Todo esto descreyó Judas Iscariote, y a los demás pecados, que ya tenía, añadió el de la herejía.-

Cumplido el deseo de este desleal discípulo: Que los que desean ser ricos vienen a caer en la tentación, y se enredan en los lazos del demonio y en los deseos inútiles y vanos, que arrojan a los hombres a la perdición y eterna muerte; porque la codicia es raíz de todos los males, y muchos por irse tras ella erraron en la FE y se introdujeron en muchos dolores. Todo esto sucedió al avariento y pérfido apóstol, cuya codicia fue tanto más vil y reprensible, cuanto era más vivo y admirable el ejemplo de la alta pobreza que tenía presente en Cristo y su Madre y todo el Apostolado, donde sólo había algunas moderadas limosnas.-
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Pero Judas Iscariote imaginó, que con los grandes milagros de su Maestro y con los muchos que le seguían y le allegaban, crecerían las limosnas y ofrendas en las que él pudiese meter las manos. Y como no lo conseguía conforme a sus deseos, se atormentaba con ellos mismos, como lo manifestó en la ocasión que la Magdalena gastó los preciosos aromas para ungir al Salvador, donde la codicia de cogerlos le hizo tasador de su precio y dijo que valían más de trescientos reales y que se los quitaba a los pobres, con los que se podían repartir. Y esto decía porque le dolía mucho no haberlos cogido para sí mismo, porque de los pobres Judas Iscariote, no tenía cuidado, antes se indignaba mucho con la Madre, porque daba tantas limosnas, y con el mismo Señor, porque no admitía y recibía más para encargarse de ello, y con los Apóstoles y discípulos, porque no pedían, y con todos Judas Iscariote estaba enfadado y se mostraba ofendido. Y algunos meses antes de la muerte del Salvador se comenzó a desviar muchos ratos de los demás Apóstoles, alejándose de ellos y del Señor, porque le atormentaba su compañía y sólo venía a coger las limosnas que podía. Y en estas salidas le puso el demonio en el corazón, que acabase del todo con su Maestro y lo entregase a los judíos, como más tarde sucedió, consumida esta traición por parte de Judas Iscariote. La cual ocurrió cuando señaló al Señor en el huerto de los olivos. Pero ahora volvamos con la historia y vida real del Señor, para conocimiento de todos los Cristianos.-

Transfiguración de Jesús en el monte Tabor.-
Jesús, para esto eligió un monte alto, que fue el monte Tabor, en medio de Galilea y a dos leguas de Nazaret hacia el Oriente. Subiendo Jesús a lo más alto de él con los tres Apóstoles Pedro, Jacobo y Juan su hermano, se transfiguró en su presencia. También se hallaron presentes en la transfiguración de Cristo, los dos profetas Moisés y Elías, hablando con Jesús de su pasión. Y estando transfigurado vino una voz del cielo en nombre del Eterno Padre, que dijo: Este es mi Hijo muy amado, en quien yo me agrado; a él debéis oír.-

María: Fue llevada por mano de sus Ángeles al monte Tabor, para que viese transfigurado a su Hijo; y aunque no fue necesario confortar en la FE a su Madre como a los Apóstoles, porque en ella estaba confirmada e invencible, tuvo el Señor muchos fines en esta maravilla de la Transfiguración, y en su Madre había otras razones particulares para no celebrar Jesucristo, el Redentor del mundo, tan gran misterio sin su presencia. Y María, no sólo vio transfigurada y gloriosa la humanidad de Jesús, pero en el tiempo que duró este misterio, vio María la Divinidad intuitivamente y con claridad, porque el beneficio con ella no había de ser como con los Apóstoles, sino con mayor abundancia y plenitud. Y en la misma visión de la gloria del cuerpo, que a todos fue manifestada, hubo gran diferencia entre la de María y la de los Apóstoles; no sólo porque ellos al principio, cuando se retiró Cristo a orar, estuvieron dormidos y somnolientos, sino también porque con la voz del Cielo fueron oprimidos de gran temor y cayeron los Apóstoles sobre sus caras en tierra, hasta que el mismo Señor les habló y levantó; pero María estuvo en todo el tiempo inmóvil, porque, a más de estar acostumbrada a tantos y tan grandes beneficios, estaba entonces llena de nuevas cualidades, iluminación y fortaleza para ver la Divinidad, y así pudo mirar de hito en hito la gloria del cuerpo transfigurado de su Hijo Jesús, sin padecer el temor y defecto que los Apóstoles en la parte sensitiva sufrieron y padecieron. María otras veces, ya había visto el cuerpo de su Hijo transfigurado; pero en esta ocasión con nuevas circunstancias y de mayor admiración y con inteligencias y favores más particulares.-
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El rostro de Jesús; resplandecía como el propio sol y sus vestiduras estuvieron más blancas que la nieve y en esta gloria resultó en el cuerpo que siempre tenía el Jesús en su alma Divinizada y Gloriosa; porque el milagro que se hizo en la encarnación, suspendiendo los efectos gloriosos que de ella habían de resultar en el cuerpo permanentemente, cesó ahora de paso en la transfiguración y participó el cuerpo purísimo de aquella gloria del alma, y éste fue el resplandor y claridad que vieron los que asistían a ella, era el mismo resplandor, que cuando nació en la cueva. Y luego volvió a continuar con el mismo milagro, suspendiéndose los efectos del Alma Gloriosa; y como ella estaba siempre beatificada, fue también maravilla que el cuerpo recibiese de paso lo que por orden común había de ser perpetuo en él como en el alma. Celebrada la Transfiguración, fue restituida María, por medio de los Ángeles a su casa de Nazaret, y su Hijo bajó del monte y luego vino a donde ella estaba, para despedirse de su patria y tomar el camino para Jerusalén, donde había de padecer en la primera Pascua, que sería para Su Majestad la última. Y pasados unos días, Jesús salió de Nazaret acompañado de su Madre y de los Apóstoles y discípulos que tenía y otras mujeres, discurriendo y caminando por medio de Galilea y Samaria, hasta llegar a Judea y a Jerusalén.-

María, en estas nuevas jornadas que daban comienzo, continuamente acompañaba a su Hijo, salvo algunos ratos que se apartaron por acudir los dos a realizar diferentes obras y beneficios de las almas. Y en este tiempo, quedaba Juan Evangelista asistiendo y sirviendo a María, y desde entonces observó el Apóstol Juan Evangelista, grandes misterios y secretos de María, fue ilustrado en altísima luz para entenderlos. Entre las maravillas que obraba María, eran las más señaladas y con mayores realces de caridad cuando encaminaba sus afectos y peticiones a la justificación de las almas, porque también ella, como su Hijo, hizo mayores beneficios a los hombres, reduciendo muchos al camino de la vida, curando a enfermos, visitando a los pobres y afligidos, asistiendo a los necesitados y desvalidos, ayudándoles en la muerte, sirviéndoles por su misma persona, y más a los más desamparados, llagados y doloridos. Y de todo esto, era testigo el amado Apóstol Juan Evangelista, que ya tenía por su cuenta el servirla. Pero como la fuerza del amor había crecido tanto en María con su Hijo y Dios eterno, le miraba en la despedida de su presencia para volverse al Padre. Padecía María tan continuos vuelos del corazón y deseos de verle, que llegaba a sentir unos delirios amorosos en ausentarse de su presencia, cuando se dilataba mucho rato el volver a ella. Y el Señor, como Dios e Hijo miraba lo que sucedía con su Madre, se obligaba y la correspondía con recíproca fidelidad, respondiéndola en su secreto aquellas palabras que aquí se verificaron y el Señor la contestaba diciendo: Vulneraste mi corazón, hermana mía, y me heriste con uno de tus ojos. Porque como herido y vencido de su amor le traía luego a su presencia, no podía Jesús, en cuanto hombre, estar lejos de la presencia de su Madre, si daba lugar a la fuerza del afecto que como a Madre la tenía, y que tanto le amaba, y naturalmente le aliviaba y consolaba con su vista y presencia; y la hermosura de aquella alma purísima de su Madre, le recreaba y hacía suaves los trabajos y penalidades, porque la miraba como fruto suyo único y singular de todos, y la dulcísima vista de su persona era de gran alivio para las penas sensibles de Su Majestad.-
Jesús, en Betania.-

Continuaba nuestro Salvador sus maravillas en Judea, donde en estos días entre otras sucedió la resurrección de Lázaro, el día 17 de Diciembre: A donde vino llamado por las dos hermanas Marta y María. Y como estaba muy cerca de Jerusalén se divulgó luego en ella el milagro de la resurrección de Lázaro, los pontífices y fariseos irritados con esta maravilla hicieron el concilio, donde decretaron la muerte del Salvador y que si alguno tuviese noticia de él lo manifestase; porque después de la resurrección de Lázaro se retiró Su Divina Majestad a una ciudad de Efrén, hasta que llegase la fiesta de la Pascua, que no estaba lejos.-
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Y cuando fue tiempo de volver a celebrarla con su muerte, se declaró más con los doce discípulos, que eran los Apóstoles, y les dijo a ellos solos que subían a Jerusalén, donde el Hijo del Hombre, que era Él, sería entregado a los príncipes de los fariseos y sería prendido, azotado y afrentado hasta morir crucificado. Y en todo este tiempo, los sacerdotes estaban cuidadosos espiándole si subía a celebrar la Pascua. Y seis días antes llegó otra vez a Betania, donde había resucitado a Lázaro, y donde fue hospedado por las dos hermanas, y le hicieron una cena muy abundante para Su Majestad y María su Madre y todos los que los acompañaban para la festividad de la Pascua; y entre los que cenaron con Jesús ese día, uno de ellos era Lázaro, a quien pocos días antes había resucitado Jesús.-

María Magdalena.-
Estando recostado Jesús en este convite, conforme a la costumbre de los judíos, entró María Magdalena llena de divina luz y altos y nobilísimos pensamientos, y con ardentísimo amor, que a Jesús por su Divino Maestro ella tenía. María Magdalena se acercó a Jesús y le ungió los pies y derramó sobre ellos y su cabeza, un pomo de alabastro lleno de licor de fragancia y precioso, de confección de nardos y otras hiervas aromáticas; y luego limpio los pies con sus cabellos, al modo que otra vez lo había hecho en su conversión y en la casa del fariseo. María Magdalena, actuó de esta manera, movida del divino Espíritu y del encendido amor que tenía hacia Jesús. De la fragancia de estos ungüentos se llenó toda la casa, porque fueron en cantidad y muy preciosos, y la liberal enamorada quebró el vaso para derramarlos sin escasez y en obsequio de su Maestro. Y el avariento apóstol Judas Iscariote, que deseaba que este perfume, se le hubiesen entregado para venderlos y coger el precio, comenzó a murmurar de esta unción misteriosa y a mover a algunos de los otros apóstoles con pretexto de pobreza y caridad para con los pobres, a quienes decía que se les defraudaba la limosna, gastando sin provecho y con prodigalidad cosa de tanto valor, siendo así que todo eso era con disposición divina, porque él era en realidad, hipócrita, avariento y desmesurado. El Maestro de la verdad y vida, disculpó a María Magdalena, a quien Judas Iscariote reprendía de pródiga y poco advertida, y el Señor les dijo a él y a los demás: Que no la molestasen, porque aquella acción no era ociosa y sin causa justa, y a los pobres no por esto se les perdía la limosna que quisiesen hacerles cada día, y con su persona no siempre se podía hacer aquel obsequio, que era para su sepultura, la que prevenía aquella generosa enamorada con espíritu del cielo, testificando en la misteriosa unción que ya el Señor iba a padecer por el linaje humano, y que su muerte y sepultura estaban muy cerca; pero nada de esto entendía el pérfido Apóstol Judas Iscariote. Antes se indignó furiosamente contra su Divino Maestro, porque justificó la obra de María Magdalena delante de todos los demás.-

Lucifer, viendo la disposición de Judas Iscariote y de aquel depravado corazón, le arrojó en él mismo, nuevas flechas de codicia, indignación y mortal odio contra el autor de la vida. Y desde entonces propuso de maquinarle la muerte y llegando a Jerusalén dar cuenta a los fariseos y desacreditarle con ellos con audacia como en efecto lo cumplió. Porque ocultamente se fue a ellos y les dijo: Mi Maestro enseña nuevas leyes contrarias a la de Moisés y a la de los emperadores, que era amigo de convites, de gente perdida y profana, y muchos de mala vida, admitía a hombres y mujeres, y los traía en su compañía; y que tratasen de remediarlo, porque no les sucediese alguna ruina que después no pudiesen recuperar.-
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