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Laguna de Negrillos - Leon

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España > Leon > Laguna de Negrillos
30-06-14 06:45 #12119035
Por:j vicente futuro fut

El velo que cubre los Misterios de la Biblia se ha retirado. 65ª Sección
Y como Judas Iscariote fue el primero que había participado de estos beneficios con la Madre de Jesús y con tanta abundancia para su remedio, formidablemente los despreció, por esto fue también el que primero estrenó aquel lugar y tormentos aparejados para él y los que le siguieron. María la madre del Señor, expresamente me ha mandado escribir con particularidad aviso y escarmiento este hecho, para conocimiento de todos los cristianos, y especialmente para los Sacerdotes, Prelados y Religiosos, que tratan con más frecuencia el Sagrado Cuerpo y la Sangre de Jesucristo.-

María instruye a Sor María de Jesús y la dice:
En el silencio y con paciencia, guardé en su pasión particular, el sufriendo de mi querido hijo, siendo reputado por inicuo y insultado mi Hijo, que dejó a los hombres una Doctrina tan importante, poco advertida y menos practicada por los hijos de Adán. Y porque no consideran el contagio que les comunicó Lucifer por el pecado y que le continúa siempre en el mundo, por esto no buscan en el médico la medicina de su dolencia, pero Su Majestad por su inmensa caridad dejó el remedio para toda la humanidad, por medio de sus palabras y sus obras. Pero todos comúnmente, quieren adelantarse en la honra y la vana gloria: Quieren ser preferidos y estimados y que se les reconozca por sabios, quieren ser aplaudidos y celebrados y jactarse de la ciencia.-

Los no doctores, quieren parecer sabios; los ricos se glorían de las riquezas y por ellas quieren ser venerados; los pobres quieren ser ricos y parecerlo y ganar su estimación; los poderosos quieren ser temidos, adorados y obedecidos; todos se adelantan en este error y procuran parecer lo que no son en la virtud y no son lo que quieren aparentar; disculpan sus vicios, desean encarecer sus virtudes y calidades, atribuyéndose entre ellos mismos los bienes y beneficios, como si no los hubieran recibido, recibiéndolos como si no fueran ajenos y se los dieran de gracia; en vez de agradecerlos, hacen de ellos armas contra Dios y contra sí mismos; y generalmente todos están entumecidos con el mortal veneno de la antigua serpiente y más sedientos de beberle, cuanto más heridos y dolientes de este lamentable achaque; y el camino de la cruz y la imitación de Jesús por la humildad y sinceridad está desierto para todos ellos, porque pocos son los que caminan por el sendero y las huellas que Jesús, que con sus palabra y obras ha dejado para todos ellos como ejemplo de actuar, por donde Él mismo, mi Hijo caminaba.-

Para quebrantar la cabeza de Lucifer y vencer la soberbia de su arrogancia. Fue la paciencia y el silencio que tuvo mi Hijo en su pasión, consintiendo que le tratasen como a hombre ignorante y malhechor. Y como Maestro y Médico que venía a curar la dolencia del pecado, no quiso disculparse ni defenderse, justificarse, ni desmentir a los que le acusaban, dejando a los hombres este vivo ejemplo de proceder y obrar contra el intento de Lucifer.-

La paciencia de Jesús, estuvo aparejada para padecer todo lo que fuera decente y sin resistencia a ningún castigo. Los verdugos intentaron este agravio de la total, porque llegando a tocar a Jesús, se les quedaban los brazos yertos y helados, como sucedió en casa de Caifás cuando pretendieron desnudar a Jesús. Y aunque todos los seis verdugos llegaron a probar sus fuerzas en esta injuria, les sucedió lo mismo; no obstante después, para azotar a Al Señor mi Hijo, lo hicieron con más crueldad, estos ministros del pecado le levantaron algo los paños de la honestidad, y a esta desnudez de su cuerpo, llegaron a querer despojarle de aquellos paños de honestidad con que sólo había quedado vestido su cuerpo, pero no lo pudieron conseguir, dando lugar a que no se la pudiesen quitar del todo, porque una fuerza invisible, así se lo impedían.-
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Tampoco el milagro de verse impedidos y entorpecidos para aquel desacato movió ni ablandó los corazones de aquellas fieras humanas, pero con insania diabólica lo atribuyeron a la hechicería y arte mágica que imputaban al Autor de la verdad y de la vida.-

Este intento de Lucifer, lo conoció la Madre de Jesús y María, usando del poder que tenía, mandó a Lucifer se marchase de aquel lugar con todos sus demonios.-

Y la Madre dio orden por mano de los Ángeles, a que fuese restituida la túnica de su Hijo para que le fuese puesta. Todo esto se ejecutó al punto, aunque los sacrílegos ministros no entendieron este milagro, ni cómo se había obrado, pero todo lo atribuían a la hechicería y el arte del demonio.-

Se vistió a Jesús, padeciendo de nuevo y sobre sus llagas el dolor que le causaba el frío y el roce de las vestiduras. Porque la sangre de las heridas se le había helado y le comprimían las llagas, estaban entumecidas y más dolorosas, las fuerzas eran menos para tolerarle, porque el frío las debilitaba, aunque el incendio de su infinita caridad las esforzaba a padecer y desear más y más.-

Llevaron de nuevo a Jesús al pretorio, donde le desnudaron de nuevo con la misma crueldad y desacato y le volvieron a vestir con una ropa de color púrpura muy lacerada y manchada, como vestidura de rey fingido, para risa de todos.-

Le pusieron también en su sagrada cabeza un seto de espinas muy tejido, que le sirviese de corona. Era este seto de juncos espinosos, con puntas muy aceradas y fuertes, y se lo apretaban de tal manera, que muchas espinas le penetraron hasta el casco óseo, algunas espinas hasta los oídos y otras hasta los ojos, y por este hecho, este fue uno de los mayores tormentos del que Jesús padeció con la corona de espinas.-

Como cetro real, le pusieron en la mano derecha una caña, y sobre todo esto, los hombres le arrojaron un manto de color morado, al modo de las capas, porque también este vestido pertenecía al adorno de la dignidad y persona de los reyes. Con toda esta ignominia le armaron como rey de burlas para los judíos. Al que por naturaleza y por todos los títulos, era el verdadero Rey de los reyes y Señor de los señores.-

Se Juntaron todos los de la milicia en presencia de los pontífices y fariseos y cogiendo en medio de ellos a Jesús, con mofa le llenaron de blasfemias y nuevamente lo golpearon; unos le hincaban las rodillas y con burla le decían: Dios te salve, Rey de los judíos; otros le daban bofetadas, otros con la misma caña que tenía en sus manos golpeaban su cabeza dejándola lastimada, otros le arrojaban salivas, y todos le injuriaban y despreciaban.-

Con este lamentable estado en el que se encontraba Jesús, Poncio Pilatos, pensaba que Jesús el Nazareno movería y confundiría los corazones de aquel ingrato pueblo, y mandó sacar del pretorio a Jesús, y que lo colocaran en una ventana, done todos lo viesen, de que había sido azotado desfigurado y coronado de espinas con las vestiduras ignominiosas de fingido rey. Y hablando el mismo Pilatos al pueblo, les dijo: Veis aquí el hombre que tenéis por vuestro enemigo. ¿Qué más puedo hacer con él que haberle castigado con tanto rigor y severidad? No tendréis ya que temerle. Yo no hallo en él causa de muerte. Verdad cierta y segura era la que decía el juez, pero con esa misma condenaba su injustísima piedad, pues a un hombre que conocía y confesaba por justo y sabía que no era digno de muerte le había hecho azotar y atormentar.-
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María, viendo a su Hijo, en la ventana que lo puso Poncio-Pilatos, puesta de rodillas le adoró y confesó por verdadero Dios y Hombre. Y lo mismo hizo Juan Evangelista, las Marías y los Ángeles que asistían a su gran Reina y Señora del Cielo; porque ella, como Madre de Jesús y como Reina de todos, les ordenó que lo hiciesen así. En virtud de esta oración de María, sintió Poncio-Pilatos compasión de ver a Jesús tan lastimado de los azotes y oprobios y le pesó que le hubiesen castigado con tanta impiedad y dureza. Los Judíos al ver a Jesús, en la ventana, le pidieron a Poncio-Pilatos, que lo crucificase, a lo que Poncio-Pilatos respondió: Tomadle vosotros y crucificadle, que yo no hallo causa justa para hacerlo.-

Replicaron los judíos: Conforme a nuestra ley es digno de muerte, porque se hace Hijo de Dios. Esta réplica puso mayor miedo a Pilatos, porque hizo concepto que podía ser verdad que Jesús era el Hijo de Dios, en la forma que él sentía la divinidad.-

Y por este miedo que sentía Poncio-Pilatos, se retiró al pretorio, donde a solas habló con Jesús y le preguntó de dónde era. No respondió Jesús a esta pregunta, porque no estaba Pilatos en estado de entender la respuesta, ni la merecía. Y con todo eso volvió a instar y dijo al Rey del cielo: Pues ¿a mí no me hablas? ¿No sabes que tengo poder para crucificarte o para darte la libertad? Pretendió Poncio Pilatos obligar a Jesús con estas razones a que se disculpase y le respondiese algo de lo que él deseaba saber, y le pareció que un hombre tan afligido y atormentado admitiría cualquiera favor que le ofreciese el juez.-

Pero el Maestro de la verdad respondió a Pilatos sin excusarse y con mayor alteza que él pedía, y así le dijo Jesús: No tuvieras tú potestad alguna contra mí, si de lo alto no se te fuera concedido, y por esto el que me entregó en tus manos cometió mayor pecado.-

Con esta sola respuesta no pudiera este juez tener disculpa en condenar a Jesús, pues debía entender por ella que sobre aquel Hombre llamado Jesús, no tenía él potestad, ni el César; que por orden más alto era permitido que le entregasen a su jurisdicción contra razón y justicia y que por esto Judas Iscariote y los pontífices habían cometido mayor pecado que el mismo Pilatos en no soltarle. Pero que también él era reo de la misma culpa, aunque no tanto como los otros. No llegó a conocer Poncio Pilatos esta misteriosa verdad, pero con todo eso se atemorizó mucho con las palabras de Jesús, y puso mayor esfuerzo en soltarle. Los pontífices, que conocieron el intento de Pilatos, le amenazaron con la desgracia del emperador, en que incurría y caería de ella si le soltaba y no le quitaba la vida a quien se levantaba por rey. Y le dijeron: Si a este hombre dejas libre, no eres amigo del César, pues el que se hace rey contraviene a sus órdenes y mandatos. Dijeron esto, porque los emperadores romanos no consentirían que sin su voluntad se atreviese nadie en todo el imperio a usurpar la vestidura o título de rey, y si Poncio Pilatos lo consintiera no guardaría los decretos del César. Poncio-Pilatos, se turbo mucho con esta maliciosa amenaza y advertencia de los judíos y, sentándose en su tribunal a la hora sexta para sentenciar al Señor, volvió a instar otra vez diciendo a los judíos: Veis aquí a vuestro Rey, y respondieron todos: Quítale, quítale y, crucifícale. Poncio-Pilatos de nuevo les replicó: ¿Pues a vuestro Rey he de crucificar?-Dijeron todos a voces: No tenemos otro rey fuera del César. Se dejó convencer Poncio-Pilatos de la malicia de los judíos. Y estando en su tribuna, pronunció la sentencia de muerte contra Jesús. Y los judíos salieron de la sala con gran orgullo y alegría, publicando la sentencia del inocente Jesús.-
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Todo le fue notorio a la dolorosa Madre, que por visión expresa lo miraba desde afuera. Y cuando salieron los pontífices y fariseos publicando la condenación de su Hijo a muerte en la cruz, se renovó el dolor de aquel corazón, quedando dividido con el cuchillo de la amargura que le penetró y la traspasó a María sin piedad alguna.-

La sentencia de Jesús, es conocida en Jerusalén.-
La sentencia de muerte en la cruz, corrió de boca en boca por los Judíos en toda Jerusalén, que se había pronunciado contra Jesús Nazareno, y de tropel concurrió todo el pueblo ante la casa de Poncio-Pilatos para verle sacar y a justiciar a Jesús el Nazareno.-

Estaba la ciudad llena de gente, porque a más de sus innumerables moradores habían concurrido de todas partes otros muchos a celebrar la Pascua, y todos acudieron por la novedad y llenaron todas sus calles hasta el palacio de Poncio-Pilatos. Era viernes, día de preparación para el sábado. A vista de todo el pueblo, sacaron a Jesús con sus propias vestiduras, desfigurado y cubierto su rostro de llagas, sangre y salivas. Tan desfigurado estaba, que apareció, ante el gentío, como si de un leproso se tratase, porque la sangre seca y los cardenales lo habían transfigurado en una llaga. De las inmundas salivas que le habían limpiado algunas veces los Ángeles, por mandárselo María, su Madre, pero luego las volvían a repetir y renovar con tanto exceso, que en esta ocasión apareció todo cubierto de aquellas.-

A la vista de tan doloroso espectáculo se levantó en el pueblo una tan confusa gritería y alboroto, que nada se entendía ni oía más del bullicio y el eco de las voces. Pero entre todas resonaban las de los pontífices y fariseos, que con descompuesta alegría y escarnio hablaban con la gente para que se quietasen y despejasen la calle por donde habían de sacar al sentenciado y para que oyeran su capital sentencia. Todo lo demás del pueblo, estaban divididos en juicios y lleno de confusión, según los dictámenes de cada uno. Y las naciones diferentes que al espectáculo asistían, los que habían sido beneficiados y socorridos de la piedad y milagros de Jesús y los que habían oído y recibido su doctrina, eran sus aliados y conocidos, unos lloraban con lastimosa amargura, otros preguntaban qué delitos había cometido aquel hombre para tales castigos. Otros estaban turbados y enmudecidos, y todo era confusión y tumulto. De los once Apóstoles sólo Juan Evangelista se halló presente, que con la dolorosa Madre y las Marías, estaba a la vista, aunque algo retirado de la multitud. Y cuando el Apóstol vio a su Maestro, de quien consideraba era amado que le sacaron en público, fue tan lastimada su alma de dolor, que llegó a desfallecer y perder los pulsos, quedando con un semblante de muerte.-

Las tres Marías desfallecieron en un desmayo muy helado. Pero la Reina de las virtudes estuvo invicta y su magnánimo corazón, con lo sumo del dolor sobre todo humano discurso, nunca desfalleció ni desmayó, no padeció las imperfecciones de los desalientos y delirios que los demás. María la Madre de Jesús, en todo fue prudente, fuerte y admirable, y de las acciones exteriores dispuso con tanto peso, que sin sollozos ni voces confortó a las otras Marías y a Juan Evangelista, y pidió al Señor las fortaleciese y asistiese con su diestra, para que con él y con ellas tuviese compañía su Hijo hasta el fin de la pasión. Y en virtud de esta oración fueron consolados y animados el Apóstol y las Marías para volver en sí y hablar a la gran Señora y Reina del Cielo y de la Tierra. Y entre tanta confusión y amargura no hizo obra, ni tuvo movimiento desigual, sino con serenidad de Señora, Reina y Madre, derramaba incesantes lágrimas.-
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María con las lágrimas corriendo por sus mejillas, oraba al Eterno Padre, y él le presentaba los dolores y pasión, acompañando a las mismas obras con que nuestro Salvador lo hacía.-

Procuraban los pontífices y los ministros de justicia sosegar al pueblo y que estuviesen en silencio para oír la sentencia de Jesús el Nazareno, que después de habérsela notificado en su persona la querían leer en público, en presencia de todo el pueblo de Jerusalén.-

Estando Jesús en pie como reo, a la vista de todo Jerusalén, comenzaron a leer en alta voz, para que todos la escuchasen y entendiesen, y después la fueron repitiendo por las calles y últimamente de nuevo, fue leída al pie de la cruz, la cual es la siguiente y dice:

Sentencia de muerte contra Jesús.-
Yo, Poncio Pilatos, presidente de la inferior Galilea, aquí en Jerusalén regente por el imperio romano, dentro del palacio de la presidencia, juzgo, sentencio y pronuncio, que condeno a muerte a Jesús, llamado por la plebe el Nazareno, y de patria Galileo, hombre sedicioso, contrario a la ley y de nuestro Senado y del grande emperador Tiberio César. Y por la dicha mi sentencia determino, que su muerte sea en la cruz, fijado su cuerpo con clavos a usanza de reos. Porque aquí, juntando y congregando cada día muchos hombres pobres y ricos, no ha cesado de promover tumultos por toda Judea, haciéndose llamar Hijo de Dios y Rey de Israel, con amenazarles la ruina de esta tan insigne ciudad de Jerusalén y de su templo, y del sacro Imperio, negando el tributo al César, y por haber tenido atrevimiento de entrar con ramos y triunfo con gran parte de la plebe dentro de la misma ciudad de Jerusalén y en el sacro templo de Salomón. Yo Poncio Pilatos, mando al primer centurión, llamado Quinto Cornelio, que lo lleve por la ciudad de Jerusalén para vergüenza, ligado así como está, y azotado por mi mandamiento. Y le sean puestas sus vestiduras, para que sea reconocido por todos, hasta la propia cruz en la que ha de ser crucificado.-

Mando que vaya en medio de los otros dos ladrones por todas las calles públicas, que asimismo están condenados a muerte por hurtos y homicidios que han cometido, para que de esta manera sea ejemplo de todas las gentes y malhechores.-

Quiero asimismo y mando por esta mi sentencia, que, después de haber sido así traído por las calles públicas a este malhechor, le saquen de la ciudad por la puerta Pagoda, la que ahora es llamada Puerta Antoniana, y con voz de pregonero, se diga todas estas culpas, en ésta mi sentencia expresada.-

Que lo lleven al monte que se dice llamar del Calvario, donde se acostumbra a ejecutar y hacer la justicia de los malhechores facinerosos, y allí sea fijado y crucificado en la misma cruz que llevare, como arriba se dijo, y quede su cuerpo colgado entre los dichos dos ladrones. Y sobre la cruz, es lo más alto de ella, le sea puesto el título de su nombre en las tres lenguas que ahora más se usan, como así conviene, la hebrea, la griega y la latina, y que en todas ellas y en cada una de ellas se diga: Este es Jesús Nazareno Rey de los Judíos, para que todos lo entiendan y sea conocido por todos. Asimismo mando, bajo la pena de perdición de bienes y de la vida y de rebelión al imperio romano, que ninguno, de cualquier estado y condición que sea, se atreva temerariamente a impedir la dicha justicia por mí mandada cumplir y pronunciada, administrada y ejecutada con todo rigor, según los decretos y leyes romanas y hebreas. Año de la creación del mundo cinco mil doscientos y treinta y tres, día veinticinco de Marzo.-
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