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Laguna de Negrillos - Leon

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España > Leon > Laguna de Negrillos
25-05-14 22:42 #12057587
Por:j vicente futuro fut

El velo que cubre los Misterios de la Biblia se ha retirado. 35ª Sección
En la ciudad de Belén existía su particular sinagoga, y el Sacerdote, que era maestro y ministro de la ley, solía serlo también de la circuncisión, no por precepto que obligase, porque cualquiera podía circuncidar aunque no fuera Sacerdote, sino por especial devoción de las madres, que muchas se movían pensando que los niños no peligrarían tanto si eran circuncisos por mano de un Sacerdote. Y María, no por este temor, sino por la dignidad del Niño, quiso que el Ministro de su Circuncisión fuese el Sacerdote que estaba en Belén, y para este fin le llamó su esposo José.-

Vino el Sacerdote hasta la cueva del nacimiento, donde le esperaba el Verbo humanizado y su Madre que le tenía en sus brazos, y con el Sacerdote vinieron otros dos Ministros que solían ayudar en el Ministerio de la circuncisión. El horror del lugar humilde admiró y desazonó un poco al Sacerdote, pero María le habló y recibió con tal modestia y agrado, que eficazmente en el rigor de la devoción y admiración de la compostura y honestidad de la Madre, que sin conocer la causa le movió a reverencia y respeto de tan rara criatura. Y cuando puso los ojos el Sacerdote en el semblante de la Madre y del Niño que tenía en sus brazos, sintió en el corazón un nuevo movimiento que le inclinó a gran devoción y ternura, admirado de lo que veía entre tanta pobreza y en tan humilde y despreciado lugar. Y cuando llegó al contacto de la carne del infante Dios, fue renovado todo en el interior del Sacerdote, con una oculta virtud que le santificó y perfeccionó y dándole nuevo ser de gracia, le llevó hasta ser santo y muy agradable al Altísimo Señor.-

Para hacer la circuncisión con la reverencia exterior que en aquel lugar era posible, encendió José dos velas de cera; y el Sacerdote dijo a la Madre que se apartase un poco y entregase el niño a los Ministros, para que la vista del sacrificio no la afligiese. Este mandato causó alguna duda en la gran Señora; que su humildad y rendimiento la inclinaba a obedecer al Sacerdote, y por otra parte la llevaba el amor y reverencia de su Unigénito. Y para no faltar a estas dos virtudes, pidió licencia al Sacerdote con humilde sumisión, y le dijo tuviese gusto, si es posible, que asistiese al Sacramento de la Circuncisión, por lo que le veneraba; y que también se hallaba con ánimo de tener en sus brazos a su Hijo, pues allí había poca disposición para dejarle y alejarse; y sólo le suplicaba que con la piedad posible se hiciese la Circuncisión, por la delicadeza del Niño.

El sacerdote ofreció hacerlo y permitió que la misma Madre tuviese al Niño en sus manos para el ministerio; y ella fue el altar sagrado en que se comenzaron a cumplir las verdades figuradas de los antiguos sacrificios, ofreciendo este nuevo y matutino en sus brazos, para que en todas las condiciones fuese acepto al eterno Padre.-

María, devolvió a su Hijo a los paños en que estaba y sacó del pecho un lienzo que tenía prevenido con su calor natural, por el rigor del frío que entonces hacía en la cueva; y con este lienzo tomó en sus manos al Niño, de manera que la reliquia y sangre de la circuncisión se recibiesen en él. Y el Sacerdote hizo su oficio y circuncidó al Niño Dios y hombre verdadero, que al mismo tiempo con inmensa caridad ofreció al eterno Padre tres cosas de tanto precio, que cada una era suficiente para la redención de mil mundos.-

La primera fue admitir forma de pecador siendo inocente e Hijo de Dios vivo, porque recibía el sacramento que se aplicaba para limpiar del pecado original y se sujetaba a la ley que no debía.-

La segunda fue el dolor, que lo sintió como verdadero y perfecto hombre.-

La tercera fue el amor ardísimo con que comenzaba a derramar su sangre en precio del linaje humano; y dio gracias al Padre porque le había dado forma humana en que padecer para su gloria y exaltación.-
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Lloró también el Niño Dios como hombre verdadero. Y aunque el dolor de la herida fue gravísimo, así por su sensible complexión como por la crueldad del cuchillo, no fueron tanta causa de sus lágrimas del natural dolor y sentimiento, como la sobrenatural ciencia con que miraba la dureza de los mortales, más invencible y fuerte que la piedra, para resistir a su dulcísimo amor y a la llama que venía a encender en el mundo y en los corazones de los profesores de la fe.-

Lloró también la tierna y amorosa Madre, como candidísima oveja que levanta el balido con su inocente cordero. Y con recíproco amor y compasión, él se retrajo para la Madre, y ella dulcemente le arrimó con caricia a su virginal pecho; y recogió la sagrada reliquia y sangre derramada y la entregó entonces a José, para cuidar ella del Niño Dios y envolverle en sus pañales. El Sacerdote extrañó algo las lágrimas de la Madre, y aunque ignoraba el misterio, le pareció que la belleza del Niño podía con razón causar tanto dolor, amargura y amor en la que le había parido.-

El Sacerdote, después de Circuncidar al niño, preguntó qué nombre daban sus padres al niño circuncidado, y María, atenta siempre al respeto de su esposo, le dijo que lo declarase. Y con divina disposición y a un mismo tiempo pronunciaron los dos, María y José: Jesús es su nombre. Respondiendo el Sacerdote: Muy conformes están los padres y es grande el nombre que le ponen al niño; y el sacerdote, lo escribió en el memorial de los demás del pueblo. Al escribir el nombre de Jesús, el Sacerdote sintió gran conmoción interior, que le obligó a derramar muchas lágrimas, y admirado de lo que sentía e ignoraba, dijo: Tengo por cierto que este niño ha de ser un gran profeta del Señor. Tened gran cuidado de su crianza, y decidme en qué puedo yo acudir en vuestras necesidades.-

Respondieron María y José al Sacerdote con humilde agradecimiento, y con alguna ofrenda que le hicieron de las velas y otras cosas, le despidieron.-

La prudentísima Madre curó al niño Dios de la herida del cuchillo con las medicinas que a otros mismos niños en estas circunstancias, solían aplicarse, y el tiempo que le duró el dolor y la cura no le dejó un momento de sus brazos ni de día ni de noche.-

María pidió a los Ángeles, que allí asistían, hiciesen música a su Dios humanizado, Niño y dolorido. Obedecieron los Ángeles a su Reina y Señora del Cielo y de la Tierra, los Ministros del Altísimo y en voces materiales le cantaron con celestial armonía los mismos cánticos que ella había compuesto por sí y con su esposo, en loor del nuevo y dulce nombre de Jesús.-

Venida de los Reyes Magos.
Los Reyes Magos vendrían de oriente a reconocer y adorar al Hijo de Dios. María estaba al tanto de este misterio por la noticia que ella misma les envió con el Ángel del nacimiento del Verbo humanizado. José no tuvo noticia de este sacramento, porque no se le había revelado. Por esto José, celebrada la circuncisión, propuso a la Señora del Cielo que le parecía necesario dejar aquel lugar desamparado y pobre, por la incomodidad que en él había para el abrigo del Niño Dios y de ella misma, y que ya en Belén se hallaría posada desocupada, donde podrían recogerse mientras llegaba el tiempo de llevar al Niño a presentarle en el templo de Jerusalén.
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Esto propuso el fidelísimo y cuidadoso esposo, solícito de que con su pobreza no le faltase la abundancia ni regalos que deseaba para servir al Hijo y a la Madre, y en todo se remitía a la voluntad de su divina esposa. Y María le dijo a José: Esposo y Señor mío, yo estoy rendida a vuestra obediencia y a donde fuere vuestra voluntad os seguiré con mucho gusto; disponer lo que mejor os parece.-

Tenía la Divina Señora algún cariño a la cueva por la humildad y pobreza del lugar y por haberla consagrado el Verbo humanizado con los misterios de su nacimiento y circuncisión, y con el que esperaba de los Reyes Magos, aunque no sabía el tiempo, ni, cuándo llegarían. Piadoso era este afecto y lleno de devoción y veneración, más con todo eso antepuso la obediencia de su esposo a su particular afecto y se resignó en ella para ser en todo ejemplar y dechado de perfección altísima.-

Puso esta dejación e igualdad a José en mayor duda y cuidado, porque deseaba que su esposa determinase lo que debía hacer. Y estando en esta conferencia, respondió el Señor a través de los Arcángeles de Miguel y Gabriel, que asistían corporalmente al servicio de su Dios y Señor y de su gran Reina, y dijeron: La voluntad divina ha ordenado que en este mismo lugar adoren al Verbo divino humanizado los tres Reyes de la tierra que vienen en busca del Rey del Cielo. Diez días hacía que caminan estos tres reyes, desde que tuvieron aviso del santo nacimiento y al punto se pusieron en camino y llegarán aquí con brevedad, y se cumplirán los vaticinios de los Profetas, como muy de lejos lo conocieron y profetizaron.-

Con este nuevo aviso quedó José gozoso e informado de la voluntad del Señor, y su esposa María le dijo: Señor mío, este lugar escogido por el Altísimo para tan magníficos misterios, aunque es pobre y desacomodado a los ojos del mundo, mas en los de su sabiduría es rico, precioso y estimable y es el mejor de la tierra, pues el Señor de los Cielos se ha pagado de él, consagrándole con su real presencia.-

Poderoso es para que en este sitio, que es verdadera tierra de promisión, gocemos de su vista. Y si fuere voluntad suya, nos dará algún alivio y abrigo contra los rigores del tiempo los pocos días que aquí estaremos.

José se consoló y se alentó mucho con todas estas razones de la prudentísima Reina, y le respondió que, pues el Niño Dios cumpliría con la ley de la presentación al templo, como lo había hecho con la de la circuncisión, hasta que llegase el día se podían estar en aquel lugar sagrado sin volver primero a Nazaret, por estar lejos y el tiempo trabajoso. Y si acaso el rigor los obligase a retirarse a la ciudad por huir de él, lo podían hacer, pues de Belén a Jerusalén estaban solo a dos leguas.-

En todo se conformó María santísima con la voluntad de su cuidadoso esposo, inclinándose siempre su deseo a no desamparar aquel sagrado tabernáculo, más santo y venerable que el Sancta Sanctorum del templo, mientras llegaba el tiempo de presentar en él a su Unigénito, para quien previno todo el abrigo posible, con que le defendiese de los fríos y rigores del tiempo. Previno también el portal para la llegada de los Santos Reyes, limpiándole de nuevo, lo que permitía su natural desaliño y pobreza humilde del sitio. Pero la mayor diligencia y prevención que hizo para el Niño Dios fue tenerle siempre en sus brazos, cuando no era forzoso dejarle. Y sobre todo usó de la potestad de Señora y Reina de todas las criaturas, cuando se enfurecían las inclemencias del invierno, porque mandaba al frío y a los vientos, nieves y heladas, que no ofendiesen a su Criador, sino que con ella sola usasen de sus rigores y ásperas influencias que como elementos enviaban. Decía la divina Señora: Detened vuestra ira con vuestro mismo Creador, Autor, Dueño y Conservador, que os dio el ser y la virtud y operación. Advertid, criaturas de mi Amado, que vuestro rigor le recibisteis por la culpa y se encamina a castigar la inobediencia del primer Adán y su prosapia. Pero con el segundo, que viene a reparar aquella caída, y no pudo tener en ella parte, habéis de ser corteses, respetando y no ofendiendo a quien debéis obsequio y rendimiento.-
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Yo os lo mando en nombre suyo, y que no le deis ninguna molestia ni desagrado. Digna era de nuestra admiración e imitación la pronta obediencia de las criaturas irracionales a la voluntad divina, intimada por la Madre del mismo Dios; porque sucedía, cuando María lo mandaba, que la nieve ni agua no llegaba a ella por más de diez varas de distancia, y los vientos se detenían, y el aire ambiente se templaba y mudaba en un templado calor. A esta maravilla se juntaba otra: que al mismo tiempo que el Niño Dios en sus brazos recibía este obsequio de los elementos sintiendo algún abrigo, la Madre experimentaba y le hería el frío y aspereza de las inclemencias en el punto y grado que le podían causar con su fuerza natural. Y esto sucedía porque en todo la obedecían, y ella no quería excusar para sí misma el trabajo de que reservaba a su tierno Niño y Dios magnífico, como Madre amorosa y Señora de las criaturas, sobre quien imperaba. José llevaba el privilegio que al dulce infante y conocía la mudanza de la inclemencia en clemencia, pero no sabía que aquellos efectos fuesen por mandado de su divina esposa y obras de su potencia; porque ella no le manifestaba este privilegio, que no tenía orden del Altísimo para hacerlo.-

El gobierno y modo que guardaba la gran Reina del cielo en alimentar a su Niño Jesús, era dándole su virginal leche tres veces al día, y siempre con tanta reverencia, que le pedía licencia y que la perdonase la indignidad, humillándose y reconociéndose inferior. Y muchos tiempos, cuando le tenía en sus brazos, estaba de rodillas adorándole; y si era necesario asentarse le pedía siempre licencia. Con la misma reverencia se lo daba José y lo recibía.-

Muchas veces le besaba los pies, y cuando había de hacer lo mismo en el rostro le pedía interiormente su benevolencia y consentimiento. Correspondiere a estas caricias de madre su dulcísimo Hijo, no sólo con el semblante agradable que las recibía, sin dejar la majestad, pero con otras acciones que hacía al modo de los otros niños, aunque con diferente serenidad y peso. Lo más ordinario era reclinarse amorosamente en el pecho de la purísima Madre y otras en el hombro, cogiéndole con sus bracitos divinos el cuello. Y en estas caricias era tan atenta y advertida la emperatriz María, que ni con parvuleces, como otras madres, le solicitaba, ni con temor le retiraba. En todo era prudentísima y perfecta, sin defecto ni exceso reprensible; y el mayor amor del Hijo y la manifestación de Él la pegaba más con el polvo y la dejaba con profunda reverencia, la cual medía sus afectos y les daba mayores realces de magnificencia.-

No comió el Niño Dios cosa alguna mientras recibió el pecho virginal de su Madre santísima, porque sólo con la leche se alimentó, y ésta era tan suave, dulce y sustancial, como engendrada en cuerpo tan puro, perfecto y de complexión acendradísima, y medida con las cualidades sin desorden ni desigualdad. Ningún otro cuerpo y salud fue semejante a él; y la sagrada leche, aunque se guardara mucho tiempo, se preservara de la corrupción por sus mismas cualidades, y por especial privilegio, nunca se alterara ni se corrompiera, siendo así que la leche de otras mujeres luego se tuerce e inmuta, como la experiencia lo enseña.-

Los tres Reyes magos que vinieron en busca del Niño Dios recién nacido, eran naturales de Persia [Iran], Arabia y Sabbá [Yemen], partes Orientales de Palestina. Y su venida la profetizó señaladamente el Rey David, y antes que él Balaán, cuando por voluntad divina bendijo al pueblo de Israel, habiéndole conducido el Rey Balaac de los Moabitas para que le maldijese. Entre estas bendiciones dijo Balaán que vería al Rey Cristo, aunque no luego, y que le miraría, aunque no muy cerca; porque no lo vio por sí sino por los Magos sus descendientes, ni fue luego sino después de muchos siglos. Dijo también que nacería una estrella de Jacob, porque sería para señalar al que nacía para reinar eternamente en la casa de Jacob.-
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Eran estos tres Reyes muy sabios en las ciencias naturales y en las Escrituras del pueblo de Dios, y por su mucha ciencia fueron llamados Magos. Y por las noticias de las Escrituras y conferencias con algunos de los hebreos, llegaron a tener alguna creencia de la venida del Mesías que aquel pueblo esperaba. Eran a más de esto, hombres rectos, verdaderos y de gran justicia en el gobierno de sus estados; que como no eran tan dilatados como los reinos de estos tiempos, los gobernaban con facilidad por sí mismos y administraban justicia como reyes sabios y prudentes; porque éste es el oficio legítimo del rey, y para eso dice el Espíritu Santo que tiene Dios su corazón en las manos, para encaminarle como las divisiones de las aguas a lo que fuere su santa voluntad.-

Estos Reyes Magos, tenían también corazones grandes y magnánimos, sin la avaricia ni codicia, que tanto los oprime y envilece y apoca los ánimos de los príncipes. Y por estar vecinos en los estados estos Magos y no lejos unos de otros, se conocían y comunicaban en las virtudes morales que tenían y en las ciencias que profesaban, y se noticiaban de cosas mayores y superiores que alcanzaban; en todo eran amigos y correspondientes fidelísimos.-

Los tres Ángeles enviados por María desde la cueva, para dar noticia a estos tres Reyes Magos del nacimiento del Hijo de dios, les hablaron en sueños, cada cual al Mago que le tocaba, en una misma hora. Y éste es el orden común de las revelaciones Angélicas, pasar del Señor a las almas por el de los mismos Ángeles de Dios. Fue esta ilustración de los Reyes muy copiosa y clara de los misterios de la encarnación, porque fueron informados cómo era nacido el Rey de los judíos, Dios y hombre verdadero, que era el Mesías y Redentor que esperaban, el que estaba prometido en sus Escrituras y profecías, y que les sería dada para buscarle aquella estrella que Balaán había profetizado.-

Entendieron también los tres Reyes, cada uno por sí, cómo se daba este aviso a los otros dos, y que no era beneficio ni maravilla para quedarse ociosa, sino que obrasen a la luz divina lo que ella les enseñaba. Fueron elevados y encendidos en grande amor y deseos de conocer a Dios hecho hombre, adorarle por su Creador y Redentor y servirle con más alta perfección, ayudándoles para todo esto las excelentes virtudes morales que habían adquirido, porque con ellas estaban bien dispuestos para recibir estos Reyes Magos, la luz Divina.-

Después de esta revelación del cielo, que tuvieron los tres Reyes Magos en sueños, salieron de él y luego se postraron a una misma hora en tierra y pegados con el polvo adoraron en espíritu, al ser de Dios inmutable. Engrandecieron su misericordia y bondad infinita, por haber tomado el Verbo Divino carne humana de una Virgen para redimir al mundo y dar salud eterna a la humanidad. Luego, los tres Reyes Magos, gobernados singularmente con un mismo espíritu, determinaron partir en dirección a Judea en busca del niño Dios, para adorarle. Previnieron los tres dones que llevarle, oro, incienso y mirra en igual cantidad.
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