El imperio japonÉs, la tectÓnica de placas, el tsunami y la alarma nuclear Muchos son los envites a los que, el pueblo japonés (todavía imperio, no en vano el Jefe del Estado es el Emperador Aquihito) ha tenido que hacer frente a lo largo de su dilatada Historia. Las guerras imperialistas con el vecino, otrora Imperio Chino, que no han quedado saldadas hasta hace bien pocos años. Posteriormente en tiempos del Emperador Hiro-Hito, el país desarrolló un proceso industrial (y militar) sin precedentes, a pesar de su escasa o más bien inexistencia de recursos energéticos (por ello se habló del milagro japonés), lo que llevó a tomar parte en la II Guerra Mundial, del lado de Hitler (Alemania) y Mussolini (Italia), frente a los denominados aliados (EE.UU., Gran Bretaña, Francia…). Las incursiones de la armada japonesa y el ataque a Pearl Harbor (1941) contra la Flota Americana del Pacífico, fueron el detonante de la entrada de EE.UU. en la Guerra. El poderío de sus navíos, junto a la potente aviación (en la que destacaron sus camicaces pilotos) trajeron en jaque al ejército americano durante toda la Guerra, convirtiéndola en la nación más poderosa junto a Alemania por aquel entonces. De ahí que los aliados después de acabar con Hitler, decidieran como única salida para acabar la guerra, el bombardeo atómico (dos bombas) sobre las ciudades japonesas de Hiroshima y Nagasaki (1945). Acabada la Guerra tras el bombardeo mencionado, EE.UU. se instaló en Japón utilizándolo como protectorado, hasta la meritoria implantación de la democracia, en un país hasta entonces tremendamente orientalizado y ajeno totalmente a aquel sistema de gobierno. A raíz de entonces los japoneses aprendieron magistralmente la lección y, en un corto espacio de tiempo después de abandonar el país los EE.UU., consiguieron convertirse en la tercera potencia económica (no militar) mundial, hasta nuestros días. Sin embargo, como tantos otros humanos los japoneses olvidaron que, en ocasiones la naturaleza puede actuar de manera perversa, como así ha ocurrido con el tsunami que asoló Japón la semana pasada. En este sentido, mientras se diseñaban los edificios técnicamente para soportar los terremotos de mayor resonancia en la escala Rihter, la previsión contra los tsunamis y maremotos, falló estrepitosamente. Japón se encuentra localizado geográficamente en la denominada “fosa marina del Japón” en el Océano Pacífico. En el denominado “anillo de fuego” por sus abundantes erupciones volcánicas. Y encrucijada en la que confluyen varias placas tectónicas (la del pacífico y la euroasiática), cuyo choque o movimiento de éstas, dan lugar a los continuos maremotos tectónicos o tsunamis (palabro japonés) típicos de la zona, que se traducen en un movimiento de las olas marinas a una velocidad de vértigo (hasta 700 km hora). El anterior tsunami a gran escala mundial se produjo en el año 2004, en la costa de Indonesia y dejó más de 200 mil muertos. Precisamente en estos tristes momentos, me vienen a la memoria no exentas de cierta añoranza, las aburridas (para algunos) clases dedicadas a la tectónica de placas (Alfred Wegener, 1912), en la asignatura de segundo de carrera, que cursé en la Universidad Central de Geografía e Historia de Barcelona; tan complicadas, tan técnicas, pero a la vez tan interesantes. Quién iba a decirme que aquellas clases me servirían posteriormente para alcanzar a comprender mínimamente las enormes tragedias que producen los tsunamis. Por otro lado, la magnitud de la tragedia del tsunami japonés es de tal calibre (pese a haber menos muertos que en el anterior producido en el año 2004, en la costa de Indonesia, con más de 200 mil muertos), que Japón ha dejado de ser la potencia económica de hace una sola semana. La producción industrial y la fortaleza de su economía han caído vertiginosamente en picado. La Bolsa de Tokio se derrumba. Mientras miles y miles de muertos, infinidad de edificios y pueblos enteros destruidos, han convertido las zonas por donde ha pasado el tsunami, en un mar de chatarra, de escombros, de árboles arrancados y de cadáveres. Falta energía y liquidez económica para tanta destrucción, pese a que el Banco de Japón ha inyectado más de 150.000.- millones de euros. Hay mucho miedo entra la población y, faltan alimentos, todo ello motivado por el excesivo acopio que gran parte de la misma está ejerciendo sobre ellos. A tanta desgracia hay que sumarle también la alarma nuclear que como consecuencia de los efectos del tsunami, se han producido en la Central Nuclear de Fukusima (al norte del país) con una antigüedad de más de 40 años. El sistema de refrigeración para el buen funcionamiento de la planta se ha visto seriamente dañado y, de los cuatro reactores nucleares que existen en dicha central, dos de ellos se encuentran en grave riesgo de verter al exterior partículas radioactivas porque: 1) El sismo cortó el suministro eléctrico necesario para el funcionamiento de la refrigeración; 2) El generador eléctrico requiere energía que no le llega, para bombear agua dentro del reactor para su enfriamiento; 3) Sin refrigeración, el combustible irradiado en el núcleo del reactor podría causar una fusión y, en ese caso la emisión de gases radioactivos al exterior sería un hecho irremediable. Los 50 técnicos (héroes) que se hallan en el interior de la planta, tratan de controlar la situación (hasta ahora de manera ejemplar y satisfactoria), sin dar por perdida la batalla e intentando evitar a toda costa, una tragedia de incalculables consecuencias nocibas para la salud de la población, de la flora, de la fauna, del aire, de las aguas y de la tierra durante años y años. Pero los japoneses (“los japos”), incansables, aguantan estoicamente las adversidades, con la unidad y la fuerza que les caracteriza y, la esperanza de que algún día recobrarán de nuevo la ilusión. Hasta entonces sólo me queda decirles, ¡ánimo! Utopia.2 BCN |