Villafáfila - Zamora

Acabo de terminar una larga conversación,con un colega de Madrid. La conclusión final, es la apatía en que se encuentra sumido.

Recuerdo como trataba de escabullirme de esta situación, allá por los años noventa y tantos, cuando la crisis dominaba el asfalto de la capital del Reino.

De forma genérica, pero con el rigor que me era posible, me hice un estudio sobre la personalidad de quienes se acomodaban en el asiento trasero de mi "carrilana".

Mujeres:

Piernas cruzadas y perpendiculares al eje del suelo del taxi: Segura de sí misma.

Piernas cruzadas y ligeramente inclinadas a su derecha: Sensual, elegante.

Piernas cruzadas y ligeramente inclinadas a su izquierda: Sensual, elegante y zurda.

Piernas doblemente cruzadas (rodillas y pies entrelazados, también llamado “cruce enredadera”): (I) Mujer fría. (II) Incontinencia urinaria.

Cuerpo recostado, piernas abiertas: La vida le queda pequeña.

Cuerpo recostado, piernas cerradas: La vida le queda grande.

Tobillo sujeto con ambas manos sobre rodilla opuesta: (I) La ropa interior le queda demasiado prieta. (II) Lesbiana.

Postura del lotto sobre su asiento: Hippy flexible.


Hombres:

Piernas completamente cruzadas: (I) Seguro de sí mismo. (II) Sensible.

Piernas juntas con las punteras de sus pies hacia dentro: Introvertido.

Piernas juntas con los pies abiertos: Extrovertido.

Tobillo sobre su rodilla opuesta y ambas manos sobre el paquete: Fantasma.

Recostado sobre su asiento y con las piernas abiertas: Domina el mundo que se ha creado.

Recostado sobre su asiento y con las piernas cerradas: Débil.

Piernas paralelas y tobillos cruzados: Hombre práctico, seguro de sí mismo.

Piernas abiertas y tobillos cruzados: (I) Obeso y sin complejos. (II) Superdotado orgulloso.

Puede que a un profesional, esto le resulte folclórico, ¡estoy abierto a la discusión!

El Novillero de la Villa.

Novillero:
Además de variedad das calidad al foro.
Como siempre y aunque repita ES UN PLACER LEER LO QUE ESCRIBES.

De todo tiene que haber en la viña...Pista. En la variedad está el gusto, jaja.

Al hilo del anterior post. Cuando el asfalto te niega el pan y sal, esas mañanas de domingo. Las calles vacías, apenas un puñado de turistas, que raudos se encaminan a las colas de los museos o ha pasar la mañana en el Retiro. Tu mente se evade de lo establecido y surgen otro tipo de horizontes.

El sonido del amor, de los ingleses The Cure, me hacia tamborilear en el salpicadero mis dedos. Apareció ella, entre dos calles, caminando al mismo ritmo que la canción. Cada golpe de su tacón izquierdo contra el suelo coincidía con cada golpe de platillo y cada golpe del derecho con el de la caja: Cum, cash, cum, cash. Aminoré la marcha hasta alcanzar su ritmo y así nos mantuvimos durante un par de calles, o de estrofas; la canción de dentro coordinada con su ritmo de fuera.

Antes de llegar al estribillo la mujer se detuvo en un paso de peatones con la intención de cruzar la calle. Frené en seco y pulsé el PAUSE. Al verme frenar, cruzó delante de mi "carrilana" y entonces volví a accionar el PLAY, solo que esta vez el ritmo de la música y sus pasos comenzaron a sonar descoordinados. Volví a jugar con el PAUSE en busca de la perfecta sincronía, pero no lo conseguí.

- Será mejor alterar los pasos de ella - pensé.

Bajé la ventanilla, toqué el claxon para llamar su atención y así, en marcha, le dije:

- ¿ Voy bien hacia la Gran Vía? por favor....

- ¿Me lo preguntas en serio? – dijo,echándome un vistazo panorámico.

- Sí. Es mi primer día de trabajo y aún no conozco bien la ciudad – dije frenando un pelín para que ella también frenara y coincidieran sus pasos con los de la música.

- Todo recto. Es la calle ancha que cruza – dijo aminorando el paso, pero sin llegar a cuadrar el platillo con su suela izquierda.

- ¿Ancha? ¿cuánto de ancha? – aceleré un poco forzando también su paso.

- ¿Me estás tomando el pelo?

Y justo en ese instante, al fin, conseguí coordinarla.

- No. Escucha: ¡lo he conseguido! – subí el volumen y entonces ella se percató de la canción.

- ¿Qué? – me preguntó.

- Tus pasos… coinciden… con el ritmo…

La mujer rompió a reír.

- ¿Y has montado todo esto sólo para que mis pasos coincidan con el ritmo de la canción? – frenó en seco.

- ¡No! No pares, por favor… – accioné otra vez el PAUSE.

- Vale, vale. Perdona.. – me dijo, divertida. Y reanudó la marcha.

Volví a darle al PLAY y esta vez fue ella la que adecuó sus pasos, variando su cadencia, como una chiquilla jugando a la teja.

La canción concluyó unos pocos metros antes de alcanzar la Gran Vía. En ese punto ella me dijo:

¿Y ahora, qué....?

¡ Ahora no podrás moverte ! Hasta la próxima canción.

Bajé con el propósito de darle las gracias y pedirle disculpas. Dos besos y su nombre.. me sorprendieron. Acabamos tomando café en una terraza de la plz del Carmen. Coordinamos los sorbos pero no los relojes: Se marchó antes de alcanzar los posos del suyo, no sin antes proponerme otra nueva canción en aquella misma calle inicial y a la misma hora, el domingo próximo.

El portero del Hotel Liebani, apuntando a su reloj y el mozo llenando el maletero de equipaje, con dos clientes en la escalinata, me recordaron la obligación.

Un abrazo, rapaz.

¡Dolor ventricular! ¡ Dolor auricular!


Con el cepillo de dientes delante del espejo...suena el móvil. Cosa que me repatea en lo mas intimo.

Benito, está al otro lado del aparato ¡ halo! ¡ crápula! ¡que horas son estas de llamar! - espeto, sin dejarle hablar.

¡J...! No sabes que soy un licántropo....

Si, lo sé y más cosas, jajaja.Respondí.

Dime? no encuentras la calle? ( nunca se la ocurrió comprar un callejero, ni el GPS).

No...hace tiempo que no llevo, "guiris" ni clientes de provincias.

Soy todo oídos, cuéntame tus cuitas con brevedad, es hora de acostarse.

El cliente me indicó girar a la derecha. Así lo dijo: “la próxima calle a la derecha y luego todo recto, hasta el final”.

Entonces mi corazón comenzó a latir a mil por hora. Llámalo premonición; llámalo x: Sabía que ella vivía en esa misma calle (cómo no iba a saberlo, si a punto estuve de mudarme a su casa) pero además algo me decía que me habría de cruzar con ella, más que nada por la hora (solía salir del gimnasio a las nueve, y eran las nueve y cuarto).

Y así fue. Lo sabía. Al fondo de la calle distinguí un coche igualito al suyo tratando de aparcar mientras yo me acercaba sin remedio con el alma en un puño, el otro puño en la boca y un cliente, detrás ignorándolo todo.

Lo que no podía imaginarme es que no fuera ella quien conducía, sino un musculitos de chándal pijo (algún lame... sin cerebro y de su mismo gimnasio) mientras ella, sentada a su lado, le atusaba el cabello con igual naturalidad que conmigo, tiempo atrás; demasiado poco tiempo atrás, quiero decir.

Y justo al pasar a su altura, se ultrabesaron.

Ya sé que no tengo motivos, que si yo hubiera querido podríamos haber continuado juntos hasta el fin de nuestras días, que fui yo quien cortó la relación para siempre por culpa del "temita" de siempre (que si necesito estar solo, que si lo de Peter Pan, que si ‘yo no quiero que me elijas mi champú’, y toda esa estupidez), pero juro que en mi vida había sufrido un ataque de celos como este.

Juro que nunca antes había recreado con tanta nitidez (y con tanto dolor ventricular) la vida de quien fuera mi medio cítrico ahora compartida por otro hombre radicalmente distinto a mí y en ese mismo coche (y en esa misma casa, en esa misma ducha o en esa misma cama). Nunca antes había recreado con tanta nitidez (y con tanto dolor auricular) las pezuñas hormonadas de aquel tipo tratando de acariciar unas curvas cuyo trazado aun hoy podría reproducir en arcilla, poro a poro, y con los ojos cerrados.

¿Entiendes lo que quiero decir? ¿Soy irracional hasta la médula? ¿Soy tonto del "bull"? ¿Qué soy?

Te j…. así de sencillo. La próxima vez que te enamores, piénsatelo dos veces antes de dejarla.
Mientras tanto… a seguir pilotando. Yo me voy a la cama.

¡Nos vemos.Corto y cuelgo!

¡¡ De Bigote !!

Estación de Atocha. 8 de la mañana.

Tomo un café a uña de caballo. Comienza el ajetreo en la ciudad, el flujo de trenes aumenta y las oleadas de viajeros fluyen de las entrañas de la tierra a la superficie asfaltada y saturada de circunvolución, en una mañana gris como panza de burro.

Un joven (veintitantos….años, aspecto pulido, cabello corto rizado) al preguntarle el destino, me dice una calle que no conozco:
- ¿General Pardillo? ¿Estás seguro?
- Mmmm… no. ¿General… Pardiñas, quizá?
- Esa sí.
- Bien. Vale. Perdona. Estoy un poco nervioso, ¿sabes? tengo un casting en media hora ahí, en esa calle.
- ¿Actor, supongo? – le pregunté.
- Sí. Y esta vez me han dado un guión para la prueba realmente j...o.
- Puedes ensayarlo mientras llegamos, si quieres. Con este atasco calculo que tardaremos quince o veinte minutos – le dije.
- ¿No te importa?
- Por supuesto que no.
- Vale, pero tendrás que hacerme un favor. Te paso una copia del guión y si me equivoco en alguna parte del texto, me lo dices, ¿vale?
- Hombre… no suelo leer mientras conduzco.
- Tranquilo. Aprovecharemos los parones del atasco y los semáforos.
- Ok.
El chico me tendió un par de hojas arrugadas.
- Una cosa más. Si me equivoco, no me lo digas de palabra, que me j..e mucho. Hazme un gesto o… no. Mejor aún, toca el claxon.

- De acuerdo.

Dicho esto comenzó a respirar profundo dos, tres veces, cambió su gesto y en cuanto el taxi se detuvo en el primer atasco soltó (a la vez que yo leía):
- <<No me mires con esos ojos que no son tuyos ni míos ya. Los reconozco. No a ti. A ellos” – me señaló a través del espejo retrovisor, con el ceño fruncido - “Son los ojos de una ira que no tienes. Ira robada a los lobos. Tú eres manso. No eres tú quien me mira. Arráncate esos ojos. Tíralos lejos. Que se los coman los lobos>>

Piiiiii (toqué el claxon).

- “Fieras” dije.

- Eso, j....r, “fieras”, “fieras”. Primero “lobos” y luego “fieras”, j....r. Sigo: <<Que se los coman las fieras. Prefiero tenerte ciego a estar con otro que no conozco. Ven. Abrázame…>>

Piiiiii (toqué el claxon)

- “Dame tus brazos” – dije.

En esto, el conductor que me precedía se bajó de su coche y se dirigió hacia mí con muy malos humos,con el traje desaliñado y un corte de cuchilla en el cuello, con un trozo de papel higiénico pegado y ensangrentado .

- ¿Tienes prisa? – me gritó al otro lado de mi ventanilla subida.

Negué con la cabeza.

- Como vuelvas a pitarme, te lo tragas. ¿Entendido?

Asentí con la cabeza.

- P...tos pesetas… – soltó.

Regresando el conductor a su coche, mi cliente bajó su ventanilla, sacó la cabeza y le gritó:
- << Dame tus brazos. El calor no miente. La piel jamás podrá mutar en piel de lobo, ni se arrugará de ira. Seguirá siempre suave>>.

Piiiiii (toqué el claxon).

- “Tersa” – dije.

Y ahí se lió, pero que bien gorda…. una bronca de BIGOTE.

Esta noche no puedo dormir, las canciones me despiertan, en la balsa de naufrago que es mi cama.

El recuerdo de aquella mujer… me dijo, que esa misma noche había soñado con una calle; un sueño nítido de una calle estrecha pero larga, en cuesta, con viviendas de cinco o seis alturas, muchos balcones, y bares y garajes en los bajos. Y que al final de la otra hay varias paradas de autobús y una boca de metro. Quería que yo le ayudara a encontrar esa misma calle. La calle de su sueño.

Me vino a la mente una pequeña galería comercial de la calle Arapiles, a la altura del metro San Bernardo. Se lo dije, y allá que fuimos.

En el trayecto me contó el motivo de esa búsqueda a partir de un sueño:
Llevaba dos semanas soñando con un hombre, siempre el mismo hombre, noche tras noche. Un hombre moreno cetrino, alto y delgado, un junco, un Camborio o un Taranto. Más o menos de su misma edad, pero al que no había sido capaz de reconocer. Anoche, después dos semanas soñando con el mismo hombre, soñó de repente con una calle. Ella estaba caminando por esa calle, buscando al hombre de todos esos sueños anteriores. Pensaba que encontrando la calle, también encontraría al hombre en cuestión. En fin…. una locura.
Llegamos y, en efecto, la calle de aquel sueño coincidió con el cruce de Arapiles, con la calle Blasco de Garay, en el zona de Arguelles. La mujer me dio mil gracias, me pagó y bajó del taxi con un portazo.
¡¡ PLOP!!.
¡¡PLOP ¡!
El sonido del portazo me despierta. Todo ha sido un sueño. He soñado aquel trayecto. Y me duele la cabeza. Y tengo lagunas: ¿qué puñetas hice anoche?
En esto, me doy la vuelta y ahí está ella, tumbada a mi lado. Me asomo y jo…er: Es ella. La misma chica del sueño. Está dormida. Y desnuda.
Me vienen imágenes de un bar, ahora recuerdo. Aparqué mi “carrilana” en la calle Blasco de Garay. Luego entré en un bar cualquiera y pedí una cerveza.
¡Creo que empiezo amar desesperadamente… con ansia!

¡¡ De lumis por Madrid !!


Estaba pensando en cómo… esto de los placeres y pecados de la carne va unido a la leyenda negra, que el mundo del taxi arrastra. Me viene a la mente un personaje peculiar, con el que…. el destino quiso que me cruzara.

Dejando a unos clientes en el Hotel Meliá Castilla, un hombre maduro, entra en mi taxi y me pide llevarle de lumis. Una para cada uno. Me dice que él lo paga todo; las copas que nos tomemos y las p**as. Le digo que no, que yo ya vengo fol**do de casa (es mentira, pero me da tiempo para pensar). El hombre se hace el longuis e insiste: ¡Venga!. Llévame al club que más te guste. Y te dejo elegir a la “chica”.

Me pregunto por qué tanto interés en ir de p**as con un completo desconocido. Tal vez consista en compartir la culpa, en buscar un cómplice. Me he fijado que lleva una alianza de casado y que acaba de guardarse la corbata en el bolsillo de la chaqueta. Supongo que estará en Madrid de paso, por negocios. Será de los que piensa que en esos viajes express y con la excusa del trabajo, las infidelidades se cuentan como un partido de fútbol en campo contrario y a puerta cerrada: nadie se entera y cada gol vale el doble.
Incluir al taxista en el juego no es más que su modo de exculpar sus pecados. Así pues, no está intentando convencer al taxista, sino al cura disfrazado de taxista. Quiere que el confesor, quien se ocupa de limpiar su alma, se vaya en pos del pecado con él.

Por eso le dije amén, aunque a medias. Le llevé a uno de los clubs más selectos de la ciudad, le di al aparcacoches las llaves de mi “carrilana” (sin parar el taxímetro) y entramos. La madame nos pasó a una sala, tomamos asiento en unos sillones comodísimos, pedimos champagne y al instante comenzaron a pasar por delante de nosotros unas chicas impresionantes ligerísimas de ropa. Por supuesto, mi cliente me pidió que eligiera yo primero. Yo elegí a una chica que se parecía horrores a una exnovia mía. Luego él eligió a la suya, radicalmente distinta a su mujer (a no ser que su mujer también fuera negra).

Tomó la mano de la chica y se marcharon los dos. Yo me quedé con la otra. Se llamaba Sandra, igual que mi exnovia. Pasamos a una habitación con jacuzzi, abrió el agua, se desnudó despacio (un cuerpo de infarto, como el de Sandra), entró en el jacuzzi y con voz sensual me invitó a compartir su baño.

Pero al acercarme a ella vi algo que me rompió en dos. Sobre una de las esquinas del jacuzzi, ¡no me preguntes por qué! había un patito de goma Made in Hong Kong, exacto al que duerme a mi lado cada noche, desde que vivo solo. Fue verlo y sentir de súbito un pánico indescriptible, un estremecimiento extraño recorrió mi espalda..

Y no pude continuar. Salí corriendo

Un pinchazo raro


Circulaba por la calle Alberto Alcocer, frente al Hotel Eurobuilding una conductora paralela a mi, me señala la rueda delantera de la "carrilana".

Iba despacio, así que pude frenar y echarme a un lado sin problema. Pié a tierra, me asomé a la rueda y advertí que se había perforado la base del neumático con un objeto extraño de metal en forma de L o T.

Mientras señalizaba con el triangulo, unos metros más atrás pude ver sobre el asfalto, en la misma trayectoria de la rueda, una cajita de cartón aplastada. Pensé que podría tener relación, así que la estuve examinando.

Era un envase de farmacia. Saqué como pude el prospecto y en él vi un dibujo del mismo objeto que había provocado el pinchazo. Se trataba de un Dispositivo Intra Uterino, más conocido como "diu". Un anticonceptivo femenino, para más señas.

¿Pero qué hacía un "diu" sobre el asfalto? Imaginé una pelea de pareja dentro de un coche, y que ella, a modo de chantaje genital, acabara lanzando el "diu" por la ventanilla.

O mejor: que en ese preciso instante los dos hubieran decidido ser padres, en pleno semáforo, y ella lanzara feliz, aquella caja.

En cualquier caso, el "diu" de marras acabó perforando la rueda. El destino de los objetos es raro, aunque también excitante.

Con el alicate, pude sacarlo del neumático y me quedé mirándolo. Aquel "diu" podría estar ahora en cualquier útero, y sin embargo ahora lo tenía en mi mano. Estaba frío. Me sentí por un momento como dentro de un útero y la calle se me antojó... húmeda. Comenzó a llover.

Junto a la acera del Hotel, hay un árbol. Practiqué un pequeño agujero en la tierra y enterré el anticonceptivo con la intención de jugar a ser "diu".

Prometí regarlo cada día y esperar a que algo creciera, lo que sea. Una flor rara, un bebé desubicado.
Estuve a punto de comprar una regadera, sólo con ese propósito.

Espero que el amor haga fértil lo imposible. Ya os contaré.


Goyo Cañibano.

Me llamo Matti.

A veces, sin saber a cuento de que, la mente da un salto en el tiempo y fluyen los recuerdos. En este caso, de recuerdos claros y no lejanos, me doy cuenta con claridad cristalina; cómo ese día de madrugada en Los Arcos de Princesa, una clienta abriendo la puerta delantera, me pregunta si puedo estar toda la mañana dedicada exclusivamente a su servicio.
-Afirmativo- respondo.
-Me llamo Matti- tendiendo su mano.
A partir de ese día, cada mañana nos vemos en mi taxi durante dos o tres horas, grabo todo cuanto dice mientras damos vueltas por Madrid, o paramos a tomar café (ella pide siempre un verdejo), o visitamos algún lugar clave de su historia y hago fotos para mi archivo; luego la dejo en su casa o en el hospital donde trabaja, y paso la tarde transcribiendo la conversación del día (prefiero hacerlo a mano que emplear uno de esos programas de transcripción simultanea; lo asimilo mejor) y ordenando mis fichas cronológicamente. Matti tiende a saltar de un tema a otro con facilidad. Enlaza anécdotas recientes con pasajes de su infancia y esto me complica mucho el trabajo. En cierto modo prefiero que sea así, que se sienta libre de contarme lo que le pida el cuerpo, aunque luego las pase canutas, atando cabos.
Es del todo nuevo para mí pensar en alguien día y noche sin que haya habido amor de por medio, ni mucho menos sexo. Sin darme cuenta, pasaban las semanas y solo vivía para su libro.
Entre otros muchos temas, me chocó relacionar su condición de médico forense con su decisión de no querer tener hijos, o con su peculiar forma de entender el sexo. Autopsiar cadáveres la llevó a despersonalizar su concepto del ser humano, al cual tiende a comparar más como una máquina perfecta que como un ser sensible y pensante.
Ayer mismo me dijo: En más de diez años de ejercicio y centenares de informes forenses, no he visto un solo cuerpo con espacio suficiente para eso que llaman alma. No te imaginas lo bien encajados que están los órganos. Imposible dejar hueco para nada más.
Del amor (y sus tres matrimonios) dice: Dura lo que tarda en descomponerse un cuerpo bajo el agua. Si después asciende a la superficie, ahí puede quedarse años. O siglos, si hay hielo….
Peter, mi actual marido, es fuego sobre mojado. El típico hombre que se alimenta de los gusanos que genera. Lo nuestro es un amor ventricular, imprevisible y por lo tanto sólido.
Por otra parte el olor a formol despierta en ella cierto deseo sexual. Siempre tiene un frasco en el cajón de la mesilla y suele destaparlo antes o durante el sexo. Me inquietaba esto y mucho.
Con frecuencia, al llegar a casa, me duchaba dos veces y aún percibía ese olor, a formol.


Goyo Cañibano.

Quiero felicitar a los que están intentando mantener este foro vivo, especialmente a Goyo Cañibano que es casi el único que pone tenacidad en conseguirlo.

De tus relatos, Goyo, ya no te digo nada, sería muy repetitivo. Entro de vez en cuando a echar una ojeada, pero el interés por participar desapareció a finales de julio cuando me vi obligado a demandar a Venela por algo muy feo y delictivo que me hizo en el foro, el disgusto fue mayor cuando supe quien era (era venelo y de la familia), cuando todo el litigio acabe quizás lo cuente. Dice mi abogado que no se pueden dar nombres que identifiquen a nadie, atenta contra no se rollos de protección de datos personales, la identificación tiene que ser voluntaria por parte de los nicks, próximamente tendremos una “conciliación” que no pienso aceptar a pesar de los disgustos familiares que ésto está acarreando. Para poner paz tendrá que pedirme disculpas en el foro, cosa que no creo que haga por cobardía y orgullo supongo yo.
Gracias que las tasas judiciales no me atraparon, no hubiera podido poner la demanda.

Bueno galanes, os deseo lo mejor A TODOS y que os toque la lotería.

Pistacho70

Hola Pista.

Gracias por tu felicitación.

Vengo de La Culebra, un seminario de "leñaor" no viene mal. Quedé regustado del anterior sobre las setas. Viene bien conocer otras personas, horizontes y experiencias.

Respecto de tu litigio, mi consejo de anciano canoso, es que te olvides del agravio y de la persona, aunque sea "primo de reyes". Que hay personas miserables, no es nuevo.

Lo que no me parece de recibo, es abandonar "el tenau", algo se aprende, en fin, tu mismo. De momento seguiremos dejando algo para entretener.

A Emilia la veo entusiasmada, me alegro. No quiero ser gafe, pero en la Villa, no tocará la lotería hasta el 2014 en lo de Nena, jajaja.Suerte a todos los que jugáis. Feliz Navidad. Salud y tranquilidad.


Un abrazo.

¿ Que pasó Emilia?

Ahorra hasta el 2014 y cuando llegue, juegate hasta las pestañas.

¡ Paloma y su venganza !


A veces la intuición, el pálpito o el olfato de perro trufero, te hace barruntar que en el mundo, algo no funciona o se va deteriorando su funcionamiento.
Este acontecer, fue algo que me hizo reflexionar más en serio.

En el aeropuerto un alemán, me indicó su destino escrito en la pantalla de su teléfono móvil. Me tendió el teléfono y, señalando la pantalla, me dijo en perfecto inglés:

-Here, please.

El mensaje de texto decía: “Calle Melancolía nº 7”.

No era cuestión de reírse, pensé que se trataba de una broma. Esa calle sólo correspondía a la canción de Joaquín Sabina.

Le conté el error (en un inglés menos perfecto que el suyo) y en esto el alemán rompió a llorar. Me confesó que había conocido a una mujer por Internet, acabó enamorándose de ella y decidió venir a visitarla. Ella le había dado esta dirección, y también le había dicho que podía quedarse en su casa todo el tiempo que quisiera.

Le propuse llamar al número desde el cual había sido enviado el mensaje. El alemán me pidió por favor que llamara yo, y así lo hice.

Paloma no tardó en contestar. Le conté la situación y me dijo que estupendo, que ya era el quinto alemán que picaba su anzuelo. Y añadió:

-Es mi particular venganza por las políticas de La Merkel. Y además, así ayudo a reactivar el turismo.

Y colgó.

Ya en el centro, tomamos un café y conseguí su tranquilidad. Al final le llevé a los Apartamentos de los Jerónimos. Vicentón el metre, como buen zamorano, hizo el resto .

Entre Paloma, Vicentón y un servidor, conseguimos que hiciera gasto.


Goyo Cañibano.

¡Mis queridas y deseadas, Rosas de Jericó!


Unas veces por pudor. Otras por el temor a ser calificado de machista. Otras por tener la duda en dejarme alguna categoría en el tintero. He ido posponiendo la conclusión de este estudio.
Estudio, dicho sea de paso, en el que han participado a grosso modo, unas 100 mujeres.
Algunas, las que más, sin reparos. El resto con un grado de convencimiento, no exento de momentos muy tensos.
Cada ejemplo corresponde a la anotación real de las mismas, en mi "libreta":

- Mujer de tetas grandes, flácidas, que se antojan firmes por el efecto constrictor de un sostén reforzado: Le gustan sus tetas pero sólo bajo los efectos del sostén.
- Mujer de tetas pequeñas, meseta violada por un par de hormigueros, que muestra adrede los tirantes del sostén. Necesita que todos creamos que es portadora.
- Mujer de tetas en apariencia grande y firme que desaparecen, como por arte de magia, en cuanto la portadora se recuesta sobre su asiento (como si la tapicería del sillón, ejerciera una extraña succión sobre ellas). Son tetas cuya gravedad sólo les es propicia en posición vertical. Suele evitar la horizontalidad menos cuando cree que no está siendo observada.
- Mujer de tetas firmes que no necesita de sostén y, sin embargo, lo lleva (bien por una mera combinación cromática en su conjunto, por evitar transparencias o por disimular la incómoda dualidad de unos pezones que dicen estar excitados cuando en realidad hace frío).
-Mujer de tetas dedos, porque son capaces de sostener un boli en el pliegue inferior cuando se realiza la prueba de gravedad. Muy similar en apariencia y textura a la categoría anterior.
- Mujer de tetas caídas sin sostén. Hippy, anti-sistema, casada con un hombre que cree en el amor o lesbiana militante.
- Mujer cuyo escote rebasa la línea de sus amígdalas (gracias a un sostén fabricado por técnicos de la NASA). Está feliz con sus tetas y sin embargo se siente incómoda cuando alguien se las mira (yo tampoco lo entiendo).
- Mujer orgullosa de su enorme busto (argumento respaldado por el eterno: “¡a mi marido le gustan!”). En invierno gasta ropa entallada y abierta que demuestra un canalillo de acceso imposible.
- Mujer de pechos lactantes cuyas copas están dotadas de un velcro o similar para su fácil descorche. Nunca alcanzaré a entender por qué sólo las madres recientes hacen uso de tan genial tecnología.
- Mujer que, sencillamente, le incomoda tener tetas (ya sean grandes, o pequeñas). Lo demuestra su afán por cubrir con capas y más capas de ropa (o mediante tops ceñidos, sin aros) cualquier indicio de curva pectoral.
- Mujer de tetas pequeñas cuyo tamaño siempre será imposible de intuir gracias a la originalidad de su vestimenta. Suelen hacer uso (medido y estudiado) de pañuelos, bufandas o lazos estratégicamente colocados para que nadie sepa el tamaño de lo que esconde.
- Mujer de tetas dibujadas por el compás de Dios (pinchando la punta en cada pezón para articular su contorno). La portadora siempre será menos feliz que la expresión de mis ojos.Pechos redondos, que caben en la mano abierta y tierna de quien los acaricia, son pechos que aunque se escondan bajo la ropa anuncian lo bellos que son, sin estridencias, sin esforzarse a que los vean. Son, simplemente...Rosas de Jericó.
-Mujer de tetas que no se soportan y se dan la espalda, casos poco frecuentes.
-Mención a la teta izquierda (yo la llamo la teta generosa) que suele ser más pequeña por dejar espacio al corazón.
- Mujer de tetas operadas. Por motivos obvios, la portadora está descalificada de cualquier categoría: Hizo trampa.

De haber olvidado alguna categoría, ruego me lo comuniquen por medio de un privado. Me sentiría satisfecho de que el estudio raye el cien por cien.

Gracias a todas las Tetas Sagradas de nuestras madres, que nos amamantaron al aterrizar en este mundo.

Goyo Cañibano.

Estoy llegando al convencimiento de que muchos de los errores que he cometido en la vida, han sido por el influjo del aburrimiento en el puñetero asfalto.
Ahora, por ejemplo, me ha dado por beber Drambuy, es lo que bebe el protagonista del relato que tengo entre manos. El germen de la trama surgió a partir de un usuario con pinta de homosexual reprimido que subió a mi “carrilana”.
Me inquietó tanto su aspecto que al bajarse, decidí aparcar y seguirle sin que él me viera. Caminé unos metros detrás de él y después le vi entrar en una academia. Yo entré después, y le pregunté a un tipo con pinta de concertista de oboe, de qué era el curso que estaba a punto de empezar. Cuando el hombre me dijo que se trataba de un curso de reflexología podal, pensé al instante: es pan comido..
Ya tenía dos datos clave para armar el personaje. El próximo paso era ahondar en ellos y completar su perfil ampliando el espectro a golpe de lógica.
La primera pregunta era obvia: ¿Qué bebe un homosexual reprimido de unos cuarenta años que en sus ratos libres estudia reflexología podal? La respuesta no podía ser otra: crema de whisky.
Para meterme aún más en el personaje entré en un bar de ambiente gay (la academia estaba en el corazón del Barrio de las Letras), me acodé en la barra y pedí un Drambuy. Al sacar cuaderno y boli, el camarero (metro noventa, torso desnudo) me preguntó nervioso si era inspector de Hacienda. Me tentó decir que sí, pero al final le dije que mañana me iba a destinado a Regulares de Ceuta, y que había pensado despedirme del facha de mi amigo, escribiéndole una carta. Dicho esto me dejó en paz..
Tres o cuatro copazos de Drambuy después, alcé la vista del cuaderno y me sorprendió ver al otro lado de la barra, ¡vaya…! el mismo usuario de mi taxi y mi relato, bebiendo Drambuy también. Cruzamos las miradas y al instante se acercó a mí, tomó el asiento próximo y me dijo:
-Perdona. Eres el taxista que me ha llevado antes, ¿verdad?
-Eh… sí.
-¡Virgen santísima, qué coincidencia! Aunque si te digo la verdad, no me sorprende. Desde el mismo momento que subí a tu taxi supe que tú también “entendías”.
-¿Cómo dices….?
-Me echaste un par de miraditas por el espejo que… bufff. ¡Madre mía! Con el morbo que me dan a mí los taxistas… Y ahora verte aquí, es como un sueño…
En ese instante me pregunté qué era más importante para mí, si mi profunda heterosexualidad o mi oficio de buscador de historias.
Y al final me decanté por lo segundo.

Goyo Cañibano.

PUCELA…wig keen.

Media mañana del lunes. Hacía tiempo que no me sentía con ganas de tener asentados mis pies en el asfalto, ni de bajar y subir los bordillos de las calles a la pata coja.

A través de la persiana hilos de luz. Tu beso de buenos días, tu sonrisa, tu cabeza en mi pecho. Cantar en la ducha Angie de los Rolling. Creerme Mick Jagger bajo el chorro de agua caliente. Escribirte mensajes de amor en el vaho del espejo. Hacer muecas locas, el olor de la espuma de afeitarme.

Café con dos de azúcar y tostada mientras observo atónito un vídeo del reflote del Costa Concordia. Que te acerques y me preguntes qué tal te queda esa falda…mini. Asombrosa la ingeniería que reflota barcos. Asombroso tu cuerpo. Fregar el desayuno y dejar la taza como nueva, reluciente. Todo nuevo, reluciente, cada día.

Te dejo en el Polg de Argales y “El Madero de Iscar” tiene cerrada la puerta de su nave, por suerte, bastante lo soporte durante la mili..

Por un momento, estuve pensando buscar algo por un mar de calles infinito y cambiante. Me resisto a sacar mi “polito” del aparcamiento. En un giro brusco, con mi hombro arrollo a una señora de ochenta y tres años que viene de apuntarse a un curso de Internet. En el estanco comienzo hablar de fútbol con un cura sin tener ni idea de fútbol, ni de curas. Y en el kiosco del Pº Zorrilla con un marchante de arte. También suelo hablar solo, a veces. Pensar en ti cada dos o tres semáforos. Decido escribir esta historia al caer la tarde, en la ribera.

Puede que alguien me lea y se emocione.



Goyo Cañibano.

Espejo o espejismo.


Últimamente me sorprendo a mi mismo.

Cuando conduzco, infinitamente menos que hace un tiempo, algo ha ido cambiando en mi.

Algunas veces me asusto cuando me veo reflejado en el espejo, como si no me reconociera a mí mismo o no recordara qué aspecto tengo. El espejo-retrovisor del coche, domina en gran medida mi horizonte. Al volante mientras conduzco, me veo reflejado sin querer y no puedo evitar sobresaltarme: ¿quién puñetas, es ese y por qué me está mirando fijamente?

Me acerco al espejo y parece que me está mirando otro que no conozco. Pierdo, en fin, la noción de mi carcasa o peor aún, me creo “ocupado” por un rostro que no es mi rostro, algo más adulto y desgastado que el que yo recordaba, como víctima de un desfase temporal del “joven” que me siento, en creciente desfase con el hombre maduro que demuestra el espejo.

Pues… me asusto, claro y este miedo también se refleja en mi rostro que no es mi rostro. ¿Seré yo el del reflejo que me devuelve el cristal?. Si esos ojos antes brillantes, ahora me observan apagados y vacíos ¿Son míos o pertenecen a una persona que existió y ahora es una simple sombra?

Por eso luego, al llegar a casa, sobran las palabras.

Intuyo que solo tú, conoces el verdadero significado de cada expresión de mi rostro y los miedos adjuntos. Y sin mediar palabra te acercas y me besas despacio la frente, las mejillas, los labios, porque sabes que sentiré tus besos en tiempo real, y eso me reconciliará conmigo mismo.

Sólo la razón de tu amor, sabe de donde vengo y a donde voy, a donde se mueve la mano y el ojo.

Nadie, excepto tú, sabe calmar mis rarezas.


Cañi.

El ansia de la ansiedad

De nuevo el asfalto muestra su cara más cruel.
La amistad que nos ha unido en la última década y la curiosidad por saber de primera mano todo lo que concierne a pescado y marisco, ha hecho que mantuviera un codo a codo con Marcelo Ortigueira, en mi tiempo libre; gallego de espíritu profundo, nacido en la aldea de Arbo.
Con una llamada de teléfono, le anuncio que estoy en su terreno y que busque un hueco para tomar un café.
Me cuenta muchas cosas personales, estoicamente le escucho en silencio y el observo. En contadas ocasiones le había visto fumar. Con la mano en alto, le pedí que me dejara preguntar el motivo de fumar un cigarrillo tras otro. Sufro de ansiedad, responde y me desgrana el principal motivo, su actual novia americana.
Sus tetas me producen ansiedad. Saber que puedo y podré tocarlas cuando quiera, aun en mitad de la noche, o estando en la oficina y yo visitando clientes. Que en un momento dado pueda llamarla y decirle “Necesito que bajes del despacho en diez minutos para tocarte las tetas. Te espero en el árbol de siempre” y lo hace… divertida. Todo eso me produce ansiedad. Y también que me mire a la boca. Que yo le hable mientras me mira a la boca. O cuando me escondo en su espalda y me abro paso entre su melena rizada usando la nariz, moviendo la nariz entre su pelo hasta alcanzar su nuca, hasta notar el calor de su nuca. No sabes cuánta ansiedad me produce eso.
Y pensar en el futuro. Pensar que mi futuro será la mitad del suyo. Pensar en otra casa mas grande con más habitaciones y vistas al interior de su mundo, en comprar un coche nuevo con asientos Isofix y sin espejos, y esas noches de insomnio cuando mi cabeza se convierte en una hoja de Excel con su celda del Debe, con su Haber de dónde lo saco, con su Saldo negativo y su mañana… dios dirá. Y los versos que me quedan por escribirle, y ella por cantarme, y esos cientos de relatos pendientes de inventarnos juntos, viajar juntos a Detroit y besarla sin lengua en una fábrica vacía.
Todo eso me produce ansiedad. Y cuando tengo ansiedad, fumo. Tomó aliento, esperando mi respuesta
- Tienes que hacer caja y abandonar el asfalto, respirar de nuevo la brisa del mar, el asfalto terminará matándote.-
- Tomo nota, Cañi- me respondió.


Goyo Cañibano.

Goyo, me ha gustado tu relato.

Pero estoy desolado y deprimido. ¡ Se ha callado cuatrocalles!

Pero me consuela pensar, que como Rubal, cualquier dia aparezca diciendo: HE VUELTO

Por favor, Paty. No estas en edad de caer, en semejantes marasmos.

Esta melancolía insana, la puedes resolver con una llamada al despacho, para que baje al "arbol de siempre".

Apuntate a ur curso, pero antes paga presuntamente tu cuota al tanto %.

¿ que me apunte a un curso?

Mi no entender, Sidi.

Besos y labios.

Desde hace un tiempo, acudo con regularidad a la revisión del optanmologo, el ritual no varía, de 8 a 12 horas, dilatado de pupilas con líquidos de colorines y largas sentadas en las salas de espera.

Pocas de las personas que allí acuden, les suele apetecer entablar conversación. No queda otra alternativa que dejar volar la imaginación.

Se repite a intervalos la proximidad de mis labios a otros labios, cada vez que los distintos especialistas (varias doctoras) me piden que apoye la barbilla frente a las lentes con que me escudriñan los nervios ópticos. Es inevitable el fijarme en sus labios, la distancia de los míos a los suyos no es mayor a diez centímetros, antes de que proyecten el haz luminoso en mis pupilas.

Hoy he pasado la mañana elucubrando sobre algo que nunca había hecho, bocas y besos.

¿M e pregunto si besar o ser besado es confiar en otros labios, saber o ser sabido que serán bien recibidos, tratados como crees que se merecen?

¿La otra boca no morderá tu boca y si lo hace, será con intención y con mesura?

Creo que besar, es luchar por las ganas del otro, desenredar sus dudas con la punta de tu lengua, o dejarte llevar como en un tango.

Hasta puede que haya un lenguaje no verbal, un pacto tácito surgido del contexto: el cuarto de baño de una biblioteca, un semáforo en ámbar o un fotomatón, sugieren besos urgentes. Un beso en la cola del pan te dice ¡eh!, estoy aquí contigo, junto a ti y quiero improvisar, que seamos uno en este preciso instante. O el beso casto y civil ante un juez: te regalo mis labios para el resto de tus días.

Pero también hay besos desesperados, besos eléctricos cuya factura acabarás pagando. Y besos que enmascaran mentiras, de labios tensos y ojos cerrados fuerte, como si cerrando los ojos acallaras las voces de dentro. Y besos de culpa. Y de perdón. Y de socorro. Y de no saber lo que haces con tus labios.

Los besos imaginarios. Son aquellos que te mueres por dar pero no puedes o no debes. Labios encuadrados bajo unas potentes lentes de optanmología, que no son ni serán nunca nada tuyo, se irán y tú te quedarás con esa imagen grabada en la memoria del tacto de tu boca.

Ya en la calle, busco una cafetería. Pido un café, que me sirve una joven de ojos verdes y de melena recogida en un original moño, lo saboreo y aprovecho a imaginarme un beso.

Goyo Cañibano.