28-06-10 17:21 | #5636102 -> 5163149 |
Por:Marceloo ![]() ![]() | ![]() ![]() |
RE: Gustavo Duch Guillot Entrada Borradores correo enviado null sent-mail Abrir CarpetaNew MessageFoldersSearchCorreoDireccionesOptionsHelp Espacio utilizado: 5.09MB / 2000.00MB (0.25%) Entrada8 of 11 Marcar como: No leído Importante No Importante Respondido No Respondido Borrador No Borrador MoverCopiarEste mensaje a ---- New Folder ---- Entrada Borradores correo enviado null sent-mail Volver a InboxBorrarResponderResponder a la listaResponder a todosReenviarRedirigirVer HiloFuente del mensaje Guardar comoImprimirFecha:Mon, 28 Jun 2010 09:12:42 +0200 [09:12:42 CEST] De:Gustavo Duch <gustavo.duch@gmail.com> Para:gustavo.duch@gmail.com Asunto:Ojalá que llueva (El Correo Vasco) Archivo(s): Descargar todos los adjuntos (en .zip file) Cabeceras: Mostrar todas las cabeceras | Mostrar información de la lista de correos 1 unnamed [text/html] 6.95 KB Alternative parts for this section: unnamed [text/plain] 4.51 KB This message was written in a character set (windows-1252) other than your own. If it is not displayed correctly, click here to open it in a new window. Click HERE to view HTML content in a separate window. This HTML message has images embedded in it. Blocked images appear like this: OJLÁ QUE LLUEVA El Correo Vasco, 27 de junio de 2010. Gustavo Duch El presidente de Estados Unidos de América, Barack Obama, en un discurso pronunciado con ocasión del Día mundial contra el trabajo infantil del pasado año 2009, declaró que «el trabajo infantil a nivel mundial perpetúa el ciclo de la pobreza que impide a las familias y a las naciones alcanzar todo su potencial». Y ciertamente que 215 millones de niñas y niños en el mundo sustituyan sus juegos y su educación por muchas horas de trabajo es inaceptable. Salir a pastorear con el abuelo, ayudar con los semilleros de tomate o muchas otras colaboraciones en el tiempo libre son momentos de aprendizaje y de relaciones sociales muy valiosas que lógicamente no se consideran trabajo infantil. En cambio, nos encontramos, según las estadísticas, que más del 70% del total de niños y niñas que trabajan lo hacen en la agricultura. Es decir, casi 150 millones de niños y niñas, de entre 5 y 14 años de edad, son parte del modelo agrícola que produce los alimentos que consumiremos: criando ganado, recogiendo cosechas, manejando maquinaria o -como ya expliqué en otra ocasión- sosteniendo banderas para guiar a las avionetas de fumigación de insecticidas en los monocultivos de soja. Trabajos durísimos y que en muchas ocasiones atentan contra la salud y seguridad de los niños y niñas, lo que según los convenios de la Organización Internacional del Trabajo se clasifica como 'peores formas de trabajo infantil'. «Es inaceptable que 215 millones de niñas y niños sustituyan sus juegos y educación por muchas horas de trabajo» La intensificación y mecanización de la agricultura ha generado tareas que están siendo realizadas en muchos países por niñas y niños. En México, por ejemplo, encontramos a niñas y niños en el lavado (con detergentes o soluciones cloradas) de las hortalizas que el mercado pide lleguen inmaculadas. También en Estados Unidos, señor Obama, el trabajo infantil en la agricultura es una realidad. Según una investigación de Human Rights Watch, los monótonos cultivos industriales, en grandes granjas, ocupan a niños de tan sólo 12 años durante más de diez horas al día, entre cinco y siete días a la semana. Algunos empiezan a recoger tomates, fresas o pepinos durante media jornada diaria con 6 ó 7 años. Agachados o arrodillados a pleno sol, con machetes en la mano, cargando cubos, trascurre su día a día. Y al igual que muchos trabajadores agrícolas adultos, su remuneración está por debajo del salario mínimo. Cuentan los investigadores que muchos niños y niñas les informaron de que sus empleadores no les proporcionan agua, ni un lugar donde lavarse las manos, ni retretes. Las niñas y mujeres en esta industria son especialmente vulnerables a sufrir abusos sexuales. Claro, como consecuencia de las extensas jornadas laborales, los niños que trabajan en el campo registran una tasa de abandono escolar cuatro veces mayor que el promedio nacional. La agricultura en Estados Unidos guarda normativas muy distantes a las recomendadas por los organismos internacionales y también desproporcionadas con otras leyes del propio país. Como explica Human Rights Watch, «mientras que en otros sectores la ley prohíbe la contratación de niños menores de 14 años, y limita a los menores de 16 a que trabajen únicamente tres horas al día durante el período escolar, sin embargo, en el sector agrícola, cualquier empleador puede contratar a niños de 12 años». En realidad feroces fórmulas que se mantienen -como un círculo vicioso- para conseguir precios más competitivos: una agricultura que, arruinando la juventud y el futuro de muchas personas, desmantela las pequeñas granjas locales o de terceros países, de la que saldrá esa mano de obra infantil buscando, como sea, sobrevivir. Pero a veces llueve. Y cuando llueve -cuenta un chaval de Michigan- «no tenemos que trabajar, y nos ponemos tan felices que empezamos a gritar». Gritos que seguro se perciben en la Casa Blanca. A ver si ponen atención. | |
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04-07-10 13:31 | #5670492 -> 5636102 |
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RE: Gustavo Duch Guillot CON LAS GAFAS DE LA SOBERANÍA ALIMENTARIA Junio 2010. Columna de opinión en la REVISTA INTEGRAL. Gustavo Duch El desarrollo surge del crecimiento económico. Los transgénicos llegan para erradicar el hambre en el mundo. Los atuneros españoles en Somalia requieren de todo nuestro apoyo. La pequeña agricultura española vive sin trabajar gracias a los subsidios públicos. Las grandes superficies nos facilitan las compras además de ofrecernos precios muy ventajosos. El cambio climático lo resolveremos con mejor tecnología. La internacionalización de las empresas españolas las convierte en agentes de desarrollo y crean riqueza allí donde desembarcan. Los países africanos no son capaces de aprovechar sus recursos naturales. La acuicultura ofrece una alternativa al agotamiento de los recursos pesqueros. La seguridad alimentaria de nuestro país se garantiza con las producciones del Sur. La agricultura ecológica es poco productiva y costosa. Los agrocombustibles no son responsables del aumento de los precios de los alimentos. La reforma agraria es una lucha obsoleta, del pasado…. Que no, que no me lo trago. Informaciones como estas, que nos encontramos a diario presentadas como verdades absolutas, sin rendijas, tienen todas un propósito: consolidar una racionalidad que justifique el expolio y dominio que un centro global hace de las periferias y de la Madre Naturaleza, para poder seguir reproduciendo una forma de vida capitalista. Por eso me gusta recomendar, aprendiendo la fórmula propuesta por los movimientos feministas, que analicemos las cuestiones relacionadas con la agricultura colocándonos las gafas de la Soberanía Alimentaria. Si la Soberanía Alimentaria se entiende como «el derecho de los pueblos a controlar sus propias semillas, tierras, agua y la producción de alimentos, garantizando, a través de una producción en armonía con la Madre Tierra, local y culturalmente apropiada, el acceso de los pueblos a alimentos suficientes, variados y nutritivos», vemos con sus gafas, un paisaje diferente: Somalia tiene derecho y prioridad en el acceso a los recursos pesqueros de su región; la revolución verde con su química, y ahora con los transgénicos, se apropia del conocimiento común y colectivo de las mentes campesinas; las corporaciones en el trono del Sistema Agrario Global sólo entienden de beneficios económicos y nada saben del acto de cultivar y proveer alimentos; el cambio climático es un antiguo problema (con mucha responsabilidad en la agricultura industrial) que no lo puede resolver nuevas tecnologías; el acceso a la tierra es la base de las desigualdades en el campo (acentuado hoy día con la especulación que sobre la tierra cultivable se está dando); la internacionalización de las empresas es en realidad una deslocalización en busca de rebajar sus costes laborales y al encuentro de medidas medioambientales más permisivas; la agricultura campesina o ecológica, la agroecología, es capaz de alimentar al Planeta a la vez que lo enfría; la acuicultura está diseñada casi exclusivamente para disponer de productos interesantes para la exportación, es decir, de nuevo para nutrir al saciado centro global… Que sí, que con estas gafas, descubrimos un cúmulo de atropellos e injusticias a la vez que nos presentan opciones posibles para reinventar, recuperando sabidurías pasadas, un nuevo modelo de alimentación. | |
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