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01-09-09 02:23 #3095015
Por:Marcelo Rodríguez

Un artículo de Gustavo Duch

UNA VACA Y UN CAMINO. El Correo Vasco. 31 de Agosto de 2009

Edu, mi buen amigo Edu, me contaba indignado el otro día sobre los costes en la construcción de infraestructuras viarias. Parece que para construir y equipar un kilómetro de autopista se gastan unos 5 millones de euros. Para una autovía, unos 4, y menos de millón y medio para una carretera. Todo en función de un supremo interés: la velocidad. Carreteras, autopistas y caminos han sido y son buenos ejemplos para algunos analistas precursores de las teorías del decrecimiento como Ivan Illich, que ha calculado que si se añade el tiempo invertido en trabajar para financiarse un automóvil (compra, carburante, seguro, etcétera) al propio tiempo utilizado en un desplazamiento en ese automóvil, la velocidad media cae a 6 km por hora. Es decir, construimos (destruyendo territorio y paisajes) autopistas y saturamos el planeta de coches y CO2 para acabar alcanzando la misma velocidad que si fuéramos caminando.
Y si alguien explicó hermosamente la diferencia entre tomar un camino o una carretera, ése fue Milan Kundera: «Camino: franja de tierra por la que se va a pie. La carretera se diferencia del camino no sólo porque por ella se va en carro, sino porque no es más que una línea que une un punto con otro». La carretera no tiene sentido en sí misma. El sentido sólo lo tienen los dos puntos que une. El camino es un elogio del espacio. Cada tramo del camino tiene sentido en sí mismo y nos invita a detenernos. La carretera es la victoriosa desvalorización del espacio, que gracias a ella no es hoy más que un simple obstáculo para el movimiento humano y una pérdida de tiempo. Antes de que los caminos desaparecieran del paisaje, desaparecieron del alma humana. El hombre perdió el deseo de andar, de caminar con sus propias piernas y disfrutar de ello. Ya ni siquiera veía su vida como un camino, sino como una carretera: una línea que va de un punto a otro, del grado de capitán al grado de general; de la función de esposa a la función de viuda. El tiempo de la vida se convirtió para él en un simple obstáculo que hay que superar a velocidades cada vez mayores. El camino y la carretera son también dos concepciones diferentes de la belleza. Cuando alguien dice que en tal o cual lugar hay un paisaje hermoso, eso significa 'Si paras el carro verás un hermoso castillo del siglo XV y junto a él un parque' o 'Hay allí un lago y, por su brillante superficie, que se extiende a lo lejos, navegan los cisnes'. En el mundo de las carreteras, un paisaje hermoso significa 'Una isla de belleza unida por una larga línea a otras islas de belleza'. En el mundo de los caminos, la belleza es ininterrumpida y constantemente cambiante. A cada paso nos dice: «¡Detente!».
También la Naturaleza favorece los ritmos pausados. Según un reciente estudio chileno, aun en los caracoles, el estereotipo de la lentitud, los individuos que no se estresan viven más años. La cuestión tiene su lógica, pero en la cosas de la Ciencia hay que esperar a tener demostraciones como ésta que ha probado que la selección natural escoge la calma y la favorece. Los caracoles con metabolismos más lentos viven más años -explican- puesto que cuentan con mayores reservas de energía para gastar en otras actividades, como el crecimiento o la reproducción. Así que, querido Edu, a tu indignación añadamos una reivindicación por la lentitud como defendía Fernand Léger: «La vida seria avanza a tres kilómetros por hora, es decir, al paso de una vaca en un camino».

Gustavo Duch Guillot
Puntos:
03-09-09 17:15 #3125515 -> 3095015
Por:Marcelo Rodríguez

RE: Un artículo de Gustavo Duch

Periódico Diagonal.
Gustavo Duch Guillot. 3 de septiembre de 2009

Si la constitución corporal, estar gordo o flaco, fue un rasgo asociado al poder adquisitivo, la globalización llegó para democratizar tal inequidad. Ahora los pobres pueden ser tan gordos como los ricos, o más. Ya nada tienen que envidiar. El eufemismo lo tilda de transición nutricional cuando en realidad es un brusco cambio –por imposición y sin etapas para digerirlo- de una dieta tradicional a la llamada dieta occidentalizada. Países súper desarrollados y muchos países empobrecidos mantienen tasas similares de obesidad. Obesidad por exceso y obesidad por defecto, pero con un patrón común, la prescripción socioeconómica de una dieta rica en grasas y azúcares: comida para llevar, comida de la agroindustria, calorías baratas y de mala calidad. Es la globesidad:

En los gimnasios de los Beverly Hills del mundo, hombres y mujeres, acostumbrados a desplazarse en automóvil a todos los lugares, hacen gimnasia en sus mansiones subidos a cualquier “vibropower” o saltan y corren sobre alfombrillas conectadas a videoconsolas que muestran idílicos paisajes en su pantalla mientras practican su programa de adelgazamiento. Chicas y chicos con recursos ya no salen a la calle a jugar. Lo moderno es conversar con sus amigos con su móvil, su Messenger, su Twitter y su Facebook.

Gentes de campo acostumbradas al trabajo manual y a caminar muchas horas, ahora, expulsados de sus tierras por compañías de palma aceitera o soja, llevan una nueva vida sedentaria en villas miseria. Son parados y están parados. Y lo poco o mucho que coman, claro, les engorda. Sus chicas y chicos tampoco quieren jugar en la calle, no salen de casa. Tiene miedo, la violencia acecha.

Hay ricachones que comen tres veces al día, y picotean entre horas doce veces más. Que si un batido, que si un filete, que si un bocado de langosta. Se gastan fortunas en engordar su tripa. A la salida de la escuela esperan a sus hijos con la merienda: bolsas de patatas fritas, helados, barritas energéticas, refrescos y dulces varios. Se miran al espejo y se ven gordos. Los médicos endocrinos tienen llenas las salas de espera.

Hay pobres que comen dos veces al día. Su penuria les permite por la mañana bollería industrial y al medio día menú “maxi hamburguesa con patatas” por un euro, por un dólar. Otros casi no comen, sus dietas son mono dietas de algún cereal que por la falta de nutrientes esenciales combinada con alguna parasitosis, también les hace parecer gordos. Aunque no tendrán médicos a los que acudir.

Es la globesidad, el éxito total de los gigantes de la agroindustria que han conseguido bajo el palio del Libre Comercio colocar sus alimentos procesados e imponer su patrón alimentario en todos los lugarcitos del mundo en la misma medida que destruían la agricultura y las forma de vida tradicional. Dos pájaros en la misma cazuela.

Gustavo Duch Guillot

Ex Director de Veterinarios Sin Fronteras y Colaborador de la Universidad Rural Paulo Freire

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