Marruecos: de Aznar a Zapatero Marruecos: de Aznar a Zapatero Frente a las costas de Marruecos temblaron las hojas del perejil y sonaron los cencerros de unas cuantas cabras. En el palacio de la Moncloa, que alimenta los sueños de los Presidentes, se preguntaron con cara de preocupación: ¿y si están locas? Así que sonaron las alarmas del sentimiento patrio y Aznar, con una seriedad exacerbada, ordenó a su edecán militar: “Tritura, Trillo”. Y va Trillo y manda un helicóptero al islote con una cuadrilla de soldados que cayeron sin piedad sobre los invasores. Sería la del alba, dijo el Ministro, hablando desde una antigüedad de tropecientas generaciones de guerreros. La del alba sería, sí, como el rosario de la aurora. Aznar se puso al lado del Americano impasible, para que éste fuera el primo de zumosol que nos defendiera del vecino del Sur, pero el primo de zumosol lo llevó de pardillo a las Azores y le mostró el escabroso camino de la guerra, a la que Aznar se apuntó a pesar de tener en contra al 90 por ciento de los ciudadanos, que son los que ponen y quitan presidentes en el palacio de la Loyola. Y el primo de zumosol, además, no supo intuir, y mucho menos evitar, el fogonazo desgarrador del terrorismo, que nos vino del norte, del sur, del este y del oeste. Es decir, de todas partes y de ninguna conocida, porque lo cierto es que a estas alturas del recorrido, cuando nos separan dos años de la masacre, lo único que se sabe de verdad es el número de personas que dejaron la vida en el amasijo de hierros, además de que el Gobierno se muestra satisfecho con lo que se sabe, que en su opinión es prácticamente todo, y que las víctimas, por el contrario, aseguran amargamente que no se sabe nada y que ellas quieren saber. Zapatero se hizo amigo del vecino del Sur, cosa que ya venía preparando desde hacía tiempo por lo que pudiera acontecer y finalmente aconteció de una manera tan brusca: resultar elegido presidente. Desde entonces para acá, Zapatero se ha cuidado muy mucho de tener entre algodones a Mohamed, para que éste contenga a los perros, además de echarle una mano en el invento improbable de la Alianza de Civilizaciones. En este sentido, Zapatero no ha tenido inconveniente en trastocar la política que tradicionalmente venía manteniendo España con respecto al Sahara Occidental, de donde un día salimos por piernas, traicionando con ello la confianza de los saharauis, que quedan entregados inexorablemente a la voluntad de Marruecos, que es una, trina y cantarina. Pero hay más, Zapatero, en su época de opositor, se dejó retratar con el fondo de un mapa del territorio marroquí, en el que estaban incluidas las plazas españolas de Ceuta y Melilla. Luego vino el dramático problema con los subsaharianos, que el Miramamolín aprovechó muy bien para barrer hacia casa. Tuvo que intervenir el Rey don Juan Carlos I no como el primo de zumosol, en este caso, porque él sólo tiene una moto y un palacio de malaquita, sino como el hermano mayor del marroquí, dicho sea parodiando su propio lenguaje. En la reunión de Sevilla, que se celebró tras la muerte de varios subsaharianos, Zapatero salió por peteneras de silencio ¡ay! ¡ay! ¡peterenas!, a la pregunta de los medios de comunicación sobre la españolidad de las plazas ¡Ah, ah...! “Adivina, adivinanza ¿quién puso el huevo en la paja?” Zapatero, no, desde luego. Zapatero dejó correr el silencio sobre esa enigmática sonrisa suya que, por entonces, aún estaba impoluta y reluciente y era tan hermosa como divina. ¡La gallina! Sí, tal vez la gallina. En la visita que hizo después a estas dos ciudades, tampoco se pronunció frontalmente sobre el tema de la españolidad, y sólo lo hizo cuando estaba un poco de lado, andando de costadillo y usando determinados circunloquios que ni afirman ni niegan, los cuales han dado mucho que hablar y que pensar. A los hunos, por el lado de Atila, y a los alanos por el lado de Alá. ¿Quiere Zapatero entregar Ceuta y Melilla a Mohamed, tal como le recomienda alguno de sus ilustres consejeros? ¿A cambio de qué, de que nos deje tranquilos? Y en ese caso, ¿a qué tranquilidad se refiere, a la de no invadir más islotes de cabras en los que apenas cabe el pastor o la pastora, larán, larán, larito? Pero, coño, después de entregarles la casa, ¿van a venir a amenazar con robarnos las alfombras? ¿O hay quizás otro tipo de amenazas de las que nada sabemos y a las que acaso debemos temer? Modestamente, yo vengo observando que la tendencia de Zapatero no es la de afrontar los problemas, sino la de quitárselos de encima. ¿Cómo? Pues lo mismo que esos estudiantes que no quieren enfrentarse con determinadas asignaturas. Eligen las carreras que no las contengan. Y punto. “Pero si lo que has elegido no tiene salidas, cariño” Ya, pero no hay que estudiar matemáticas. “Pero tendrías que pensar...” Ya, pero no tendré historia. “Tú sabes que esa carrera...” Ya, pero no tiene química. ¿Qué no tiene química? ¿Y entonces cómo te la vas a enrollar? Finalmente acaba haciendo turismo, que ni le gusta ni le vale, pero tiene playas y sol. Spain is different. ¡Ahora me acabo de convencer! En resumen: ¿qué quiere hacer Zapatero con esta España nuestra, que hasta ahora ha resistido los embates de tirios y troyanos, de zegríes y abencerrajes y de todos los reinos de taifas que un día disfrutaron de sus pequeñas rapiñas? Quiere la amistad con Marruecos. Ya, ¿pero a costa de entregarle territorios?. Quiere que no haya terrorismo islamista. Ya, ¿pero a costa del silencio de los corderos? Quiere que no haya terrorismo de ETA. Ya, ¿pero a costa de humillar a las víctimas? Quiere que los nacionalistas catalanes le mantengan en el poder. Ya, ¿pero a costa de concederles privilegios en la financiación? Mariano Estrada
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