El encuentro Esta historia es muy triste, lo sé, pero yo no puedo hacer otra cosa que callarme o contarla. Un abrazo. El encuentro Después de largos años, Antonio y Anabel se encontraron casualmente en la calle. De lejos se miraron con nostalgia; de cerca, con dolor. En su lejana juventud, los dos se desearon con locura, pero también con distancia. Distancia que, posteriormente, la vida prolongó hasta este encuentro, cuando ya el tiempo había surcado cruelmente sus rostros. - Por ti no pasan los años –mintió Antonio - Tú tampoco estás mal –mintió Anabel Si hubieran sido sinceros, se hubieran dicho otras cosas, más o menos así: - Mi querido Antonio: tanto tiempo deseé que dieras un paso hacia delante, que a punto estuve yo de perder el orgullo. Y ahora, verte así, en este estado ruinoso tan parecido a la muerte... - ¡Ah, delirio! Pensar que por besar esa boca yo hubiera dado mi vida... ¿Qué cosa es el tiempo que comete semejantes estragos? ¿Dónde está aquella flor cuya majestad me cohibía? Anabel, Julieta, cualquier día te visita la Parca. En el transcurso de la conversación, que fue breve, se dijeron cosas vulgares sobre sus vidas: el matrimonio, los hijos, la fortuna... Su repulsión fue tan honda que, al despedirse, ni siquiera se dieron la mano. Los dos se vieron al borde de un precipicio del que salieron corriendo. Si alguna vez volvieran a verse, uno de ellos, con toda seguridad, cambiaría precipitadamente de acera. Mariano Estrada
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