Muelas de los Caballeros - Zamora

¡Dios, Mariano, acabas de romper moldes! Es la primera vez que conozco a un poeta amante del fútbol. ¡En mi materia gris los consideraba una antonomia! ¿Fútbol y poesía? No me salgas con eso de que ambos parecen el yin y el yang, complementos y no contrarios, porque entonces emigraré de España, construiré una casita de papel en el Congo, y me dedicaré a rezar durante todo el día a Apolo, patrón de los desechos de tienta.

Yo, que soy enemigo del fútbol concebido como se entiende en el pueblo llano, consideraba que la poesía era verdad, bondad y belleza. No, Mariano: no me digas que el fútbol es verdad, bondad y belleza, porque entonces me iré a Despeñaperros para arrojarme al lago cual perro despeñado. ¿Fútbol y poesía? ¡Qué mal matrimonio!

Mariano: necesito que me digas que leí mal, que era una broma, que estoy alucinado o espantado -como Curro Romero, el de la espantá. No me digas que el fútbol abriga su poesía... Si es así, dímelo, lo aceptaré con cabizbajo, lo anotaré en mi chepa todopoderosa y me santiguaré por si acaso viene el fin del mundo.

¡Ay, Dios! Se me caen los mitos... Vade retro...

Errata: "(al fútbol y la poesía) los consideraba una ANTINOMIA"... (no antonomia). Perdón.

Pues sí, querido Agustín: me gusta el fútbol. Es curioso que desde el ámbito del fútbol no se extrañe nadie de que me guste la poesía ¿Por qué se te resquebrajan los esquemas hasta el punto de quererte arrumbar por Despeñaperros? La gente que me conoce personalmente no ve la antinomia por ninguna parte, es más, ve normal que me guste una cosa y la otra.

Y te digo más, querido Agustín: estas dos aficiones, porque aficiones son al cabo, las tengo desde niño, si bien la poesía empecé a tomarla en serio cuando dejé de practicar el fútbol, cosa que hice durante un paréntesis de 18 años (No saques conclusiones de ello, porque no las hay) Después volví a jugar y ya no he vuelto a dejarlo. Ahora, como es fácil de entender, juego para desentumecer este body que antes era poético y hoy tiene redondeadas las aristas. Y también para airear esta mente que a veces está llena de las malas noticias de este mundo y de los excesivos ratones del ordenador.

Te digo que el fútbol es la terapia que necesita la poesía... jajajajaja.

Y como sé que te gustan tanto los testamentos, te dejo este artículo que escribí hace años, en el que acaso queden claros algunos aspectos relacionadas con este deporte que tú tanto denigras.

En las cosas del fútbol, tu enemigo íntimo e irreconciliable.

Un abrazo

EL FÚTBOL


Clemente, Camacho... ¿qué más da?. Sólo son los títeres de un negocio asentado en la manipulación grosera de los sentimientos

Algo le ocurre a esta España, camisa blanca, para que el Debate Nacional se haya concentrado en Clemente (quien, por cierto, debería utilizar esta derrota como cura de humildad y no como estimulante de sus instintos primarios). ¿Qué le ocurre a España, digo, para depositar su prestigio nacional en un partido de fútbol por el que llora, después, como sólo Boabdil lloró una vez por Granada? ¿Qué le ocurre a esta España de charanga y pandereta que se niega a aceptar el quijotismo como parte de su identidad, y se sume, por contra, en el marasmo de la sensiblería, del marujeo y de la cotilla? ¿Qué nos pasa a todos que hemos elevado un negocio-espectáculo a la categoría de sentimiento? ¿Por qué arrojamos más lágrimas por una simple derrota en un campeonato de fútbol que por la sangre reciente del más execrable de los terrorismos? ¿Por qué no llevamos el debate a la educación de los hijos; a la convivencia, es decir, la poda del egoísmo mediante la aceptación de la posibilidad de lo ajeno; a las formas de la dignidad y de ser dignos, a la generosidad, a la reparación de los agravios, a la pobreza, a la contemplación, al medio ambiente, al arte, al amor, a la poesía?... Hay tantas cosas en las que empeñar la palabra que parece imposible su drástica limitación a los lugares comunes, a los asuntos manidos, a las imprecaciones soeces, a la descalificación sin argumentos, al insulto irresponsable, a la palabrería de repetición, circularmente viciosa, cularmente viciosa, osa, osa, osa...

Mi querida España, la de las grandes conquistas y las pérdidas innúmeras, ¿vas a quemar tus naves en un mar sin sustancias, esencialmente vacío? ¿Vas a ahogarte en arterias por las que no corre la sangre, sino un opio violáceo, provocador de fobias insustanciales y de filias sin cuento? ¿Vas a confundir de nuevo la velocidad con el tocino, el culo con las témporas, la clemencia con un seleccionador nacional? ¿Y qué harás, España, cuando te llegue la hora de la autenticidad, de la palabra sincera, libre y limpia, del enfrentamiento con lo íntimo, con la esquizofrenia del bien y del mal, con la desidia, con la carne viva, con la sequía de las tierras incultivadas, con el amor, con la sangre próxima, con el desgarro de las vidas sin norte, ni pasión, ni brújula...? ¿Qué harás con todo eso, di, si te evaporas en humos y huyes por torrenteras de sequedad hacia nirvanas desolados, empobrecidos y tal vez sin retorno? ¿Qué harás con tus gentes cuando éstas se miren a los ojos y no se reconozcan, cuando se toquen las manos y encuentren que no son hospitalarias, cuando se busquen el corazón y les hayan desaparecido los pálpitos?

Querida España, pantalón azul, camiseta roja, tengo que decirte que, por afición, yo soy un consumado futbolero, que me gusta este deporte y comprendo sus pasiones inmanentes: las anteriores al alcohol, a la barbarie, al "nacional-hooliganismo", al espectáculo y a los desorbitados negocios. Es decir, las que quedarían en el fútbol si éste se podara hasta ser un árbol desnudo.

Mariano Estrada, 28-06-98

Mi amigo Mariano:

Escribo estas líneas con la sonrisa en el rostro, tras leer tu mensaje. Me parece estupendo que la gente cultive un deporte, el que sea. No me gusta, sin embargo, que la gente siga el fútbol, lea el Marca o sucedáneos, y grite como animalitos al ver a un montoncito de jugadores correr tras la pelota. Aunque, la verdad, es que respeto más al aficionado al fútbol que al amante del boxeo o los coches de carreras (a mí el Fernando Alonso no me da alegrías ni penas).

Cambiaré el chip y superaré la antinomia. Pero me cuesta entender que alguien sensible y sabio guste de berrear en los estadios. Aunque, como dices, tal vez la poesía necesite fútbol, es decir, salir a la calle, gritar más y ser menos oscura.

Saludos,

Agustín

Hola, Agustín:

Una aclaración: jamás voy a un estadio. Pero sí me gusta ver determinados partidos en la tele. Y si el fútbol es bueno, descubro en él un arte específico que en varias ocasiones he llamado "filigrana". Lo tiene Ronaldiho en determinados momentos.Y no pierde ni un ápice del mismo por el hecho de ser del Barcelona...

Un abrazo

Agustín, estoy más con Mariano que contigo, hay que practicar toda clase de deporte, lo de ir al campo…, eso, ya es otra cosa. No puedo decir que no he ido nunca, pero desde hace algunos años, no voy ni lo entiendo. Sin embargo, procuro practicar casi todos los deportes : Fútbol, Baloncesto, Atletismo o Tenis, ya que dicen que, el deporte, es sano. Sólo tienes que verme a mi, durante toda mi vida no he parado, y ya ves como estoy, ¡creo!, que sólo está un poco peor que yo el protagonista de la película “Jhonny perdió su fúsil “.

Tú, lo que debes hacer cada domingo, cuando tu padre te prepare esa suculenta paella, después de comerte dos platos, vas haciendo footing de El Perelló a Sueca, y si no te da un corte de digestión, al día siguiente, verás como tienes agujetas, pero no te preocupes, eso es signo de que no te has muerto todavía, que aún te encuentras entre nosotros. ¡ Olvida un poco el boli y los programas de radio!, ¡haz un poco más de deporte, hombre ¡ Acompáñanos en saber lo que es un esguince, una rotura fibro-muscular, un menisco que se sale del sitio, hasta te dejo tener una hernia discal, así no seré yo sólo. ¡El deporte es sano!.

Un abrazo.

Cada vez más estimado Agustín,

Por si te sirve de consuelo te diré que a mi nunca me ha gustado el fútbol, y como mínimo diré que nunca he visto ni, tal vez, veré ninguna relación entre futbol y poesía, lo cual no quiere decir que no la haya sino sólo que yo no la constato. Tal vez hay deportes que se acerquen a la frontera del arte, como la gimnasia rítmica a la danza, eso es muy comprensible, pero el futbol a la poesía, ¡pardiez!, me cuesta. Las tardes de domingo radiofónicas-bacaladeras-quinieleras no me parecen poéticas, la imagen del señor paseando con su señora con el transistor pegado a la oreja no me parece poética, Jose María García rima con poesía pero no me la recuerda, y estudio-estadio siempre me ha parecido un insufrible tostón. Yo sospecho que habrá munchos más poetas pintores, por ejemplo, o pintores poetas, que poetas futbolistas o futbolistas poetas.

Si la relación más evidente, al menos para mí, sería la de la poesía con la pintura o la música, en las antípodas situaría la relación entre futbol y poesía. En dirección hacia el fútbol pero no lejos de la música y la pintura estarían la matemática, la filosofía, la física relativa y cuántica, etc.

un saludo
agustin

Amigo Sardón:

Pues por una vez estamos de acuerdo al cien por cien (Agustines 2, Mariano 1).

Te diré, como anécdota, que tuve una larga lucha contra Estudio Estadio, programa en directo que se emitía cada domingo, válgame Dios, antes del programa de Sánchez Dragó. Como "Negro sobre blanco" se emitía alrededor de las doce de la noche lo grabada cada semana, con tan mala suerte, que los miserables de Estudio Estadio alargaban su programita, y me estropeaban la grabación. No era cuestión de cinco o diez minutos no, sino de media hora o incluso más tiempo. Al final, perdí la batalla, y grababa el programa de Dragó en una cinta de cuatro horas, y así me aseguraba poderlo disfrutar.

Todas las semanas me debía tragar las caras de los de Estudio Estado, claro está, mientras pasaba a toda vela la cinta. Estoy tan mosquedado, que si viera hoy a sus presentadores les cantaría las cuarenta.

Saludos.

Agustín