Illescas - Toledo

Hayándome preso de mis elucubraciones,
al cobijo de un vetusto olmo de Wailla,
arrebátome un halo de irrefrenables tentaciones,
de vadear el lecho del Wailla,
no exento de las debidas precauciones,
crucé al otro flanco de esta realenga villa.

Quédome patidifuso,
de lo que despuntaba por mi quebrada vista,
alquerias, sin blasón, en número profuso,
pareciome alto complicado cuadrar una lista,
ciertas, diría yo, sufren de desuso,
empréstito provechoso sería su reconquista.

Más antes de aventurarse,
luego no hay tierra sin amos,
sería juicioso preocuparse,
de las gentes que se asientan en estos páramos,
no vaya a tratarse,
de gentes urgidas por los préstamos.

Ello, no pareciome cosa cierta,
pues al adentrarme por sus callejuelas,
no topé con aldaba abierta,
y por Dios, hube de hacer buen uso de las espuelas,
ya que encabritados canes velan la puerta,
ha de haber luenga hacienda tras las cancelas.

Amedrentado por los ladridos,
franqueé un campo de mustia hierba,
aseméjase al erial de los olvidos,
hollé la mierda de los chuchos de esta caterva,
han de estar poco contenidos,
diriasé que ningún aguacil les observa.

Enfrascado en la limpieza,
al tiempo que ojeaba un pasquín,
no reparé que, al empedrado, le faltaba una pieza,
trastabillándome en la oquedad de un adoquín,
arremetiendo, al fanal de la glorieta, con la cabeza,
y, juro por Dios, que sólo la dí de sosquín.

Quédose tan chafada,
que no la auguro futuro,
gazuza me dió de tanta andada,
dispusemé a cazar algún bicho maduro,
entre la maleza "olvidada",
más adentrarme, en ella, no lo ví seguro.

Más fiable era continuar la senda,
que trazan las rayas albares que suben la cuesta,
con la esperanza de hallar una tienda,
donde colmaría mi cesta,
más el cruce de rayas para mi mente es una contienda,
al laberinto no hallé respuesta.

Malograda la aventura,
osé aventurarme por otra calle,
fuera de los contenedores había basura,
y reparé en otro detalle,
esta gente deja la montura,
sobre la acera de la calle.

Hallé un socavón,
con una cerca amarilla,
noté por el tono del terrón,
que era más vieja que la villa,
he de pensar que la descuidaron,
al no aflorar agua ni para llenar una escudilla.

Siguiendo un holgado sendero,
abatido por las vacilaciones,
me encontré con un "afable y parlanchín caballero",
eso me pareció por colgar banderas y pendones,
confésome que en la corte era tendero,
y yo, que guardo la sinceridad entre mis dones,
le confesé mi condición de pregonero.

Entablada conversación,
más pronto que tarde me dí cuenta,
que este caballero era parco en educación,
pareciome escudero de gentes de poca renta,
su alquería y su jumento, dignos de admiración,
todavía eran hacienda del que los puso en venta.

Parecía alto contento,
con la neófita justicia,
a su nuevo señor le veía atento,
a pasar el algodón a cualquier menudencia,
más lo que antaño se le antojaba lento,
hogaño lo tildaba de prudencia.

Se olvidó de clamar por polideportivos,
y monumentales bibliotecas,
conformábase con los aperitivos,
que despachan en las vinacotecas,
los mejores cuidados paliativos,
para el mal de hipotecas.

Su talante poco laborioso,
achacabaló a la estrechez de dinero,
yo jamás osaría tener un andrajoso,
como caballero,
y si es de talante mentiroso,
¿Donde tiene este "santo" el agarradero?.

Tras dos tediosas horas de diatriba,
ya el día con la noche se confundía,
no sabiendo si venía o iba,
¡Dios! por fín el tic, tac, oía,
el foro le reclamaba,
y, ¡Bienaventurado sea Dios! a la charla final ponía.

Desplegando las velas al viento,
torné a la vereda de Wailla,
más no hube andado un ciento,
cuando topé con un tocado de la quilla,
recitando al viento,
te vas pa la barranquilla.

Que se vaya, se vaya,
dile que se vaya, se vaya,
dile que se vaya, se vaya,
dile que se vaya, se vaya,
y tras el estribillo,
se preguntaba y se contestaba el solillo.

Pese a que a Dios temo,
mis carnes maltrechas no merecen otra flagelación,
de antemano, pido perdón al supremo,
márchome sin más dilación,
mis alpargatas quemo,
camino de la salvación.

Llevaba mala impresión,
de estas gentes alto intolerantes,
más cambié de opinión,
al cruzarme con otros caminates,
con ellos saqué la conclusión,
que en estos lares hay gentes de otros talantes.

Dijeronme estas gentes,
que del Marquesado se creian los portavoces,
reprsentantes legítimos de los gobernantes,
haciendose notar sus voces,
realmente eran representantes,
representantes de los que dan coces.

Grabada la conversación,
en mi pobre mente de pregonero,
vadeé el Wailla con la sensación,
de que no sólo se precisa dinero,
se requiere vocación,
de servir al mundo entero.

Salud y libertad.

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Que grande eres Casimiro. Deberias mostrar tu arte a otros foros. Seria interesante.