MISERIA ESPIRITUAL Y MATERIAL 6 También recuerdo palabros tan extraños como “plaude”, con el que se daba a entender pleuresía y rizando el rizo, los de más abajo, por decirlo de una manera ambigua, pero reconocible, para referirse al imperativo del verbo ir decían versus o irsus y los de un poquito más arriba decían veros. Y la “élite” local decía iros, creyendo que con expresarse así se distanciaban del resto, así que vaya en descargo de los de más abajo que todos erraban , porque se dice idos, cosa que también deberían tener en cuenta incluso los locutores de radio y televisión. Esta clasificación del cambio de palabra para expresar el imperativo del verbo ir, es de mi cosecha y no se ajusta quizá literalmente a la realidad, pero en el espíritu sí, pues todas las formas se utilizaban, aunque no fuera la clasificación expuesta la correcta, al menos en todos los casos. Yo no sé por qué te callas, pues si no sabes decir el imperativo de ir, será mejor que te vayas. Pero es que no se limitaba la diferencia a estas nimiedades, sino que llegaba hasta a la manera de coger la cuchara para comer, pues mientras los considerados ricos o “señoritos”, lo hacen como se debe, por facilidad y funcionalidad, los “otros” lo hacían de una manera un tanto forzada e incómoda. Presumo ha cambiado ya y era cogiéndola del rabo con el puño cerrado, estando el dorso de la mano arriba, como la suelen coger los niños pequeños. Hablando de cuchara, recuerdo que en los lugares donde trabajaban varios jornaleros se comía en un plato suficientemente grande que ponían en el centro de la mesa o en el mismo suelo, en corro. Iban metiéndola por turno para llevársela a la boca, ya cargada y recuerdo haber oído que no se quién había doblado un poco el mango, entre éste y lo cóncavo del utensilio, para que hubiese un ángulo obtuso, cuanto más cerca del recto mejor, entre dichas partes y así poder coger más comida y creo que llegaron a contársele hasta 40 garbanzos en una cucharada. Otra cosa a resaltar del uso de la cuchara es que si hacía acto de presencia alguien a un corro ya dispuesto a comer, se le invitaba y si el recién llegado aceptaba, uno de los comensales compartía su cuchara con él y con la misma comían los dos. No importa que una cuchara sirviera a dos comensales, lo importante es que llevara a los dos partes iguales. Por fortuna, ha tenido lugar una bienvenida ósmosis y ya se va diluyendo todo, de tal modo que hay una igualdad apreciable y que ha sido hacia arriba, me refiero de lo malo a lo bueno, no de lo de abajo a lo de arriba en lo económico, no seáis malpensados. En lo que sí hay unanimidad es en un sentir genuino de este pueblo y es la poca confianza que tenemos en nosotros mismos y así creemos y decimos que lo nuestro es lo peor. De tantas veces decirlo, va resultando verdad y ahí tenemos para confirmarlo a los pueblos que nos rodean, que van avanzando más que nosotros, o al menos eso nos parece. Sin embargo, el pueblo cala mucho entre nosotros y recuerdo que cuando estábamos más aislados teníamos la sensación de ser los únicos habitantes del mundo, creyendo que éste se acababa poco más allá de unos 20 kilómetros a la redonda. Todo lo medíamos con parámetros sacados de aquí y así, cuando alguien iba a Madrid, por ejemplo, si veía a una persona que se parecía remotamente a alguien del pueblo enseguida decía a su acompañante: mira, se parece a fulano o mengano. Cuando había que referirse al Carpio no decían esta palabra, aunque se estuviese hablando con gente que no era de aquí, sino que mencionaban simplemente pueblo, como si se sobrentendiera que la referencia era a éste. Hasta este extremo singularizábamos. No seremos los mejores, pero si esto nos parece este pueblo no merece tan grandes admiradores. No obstante, aquí se pronunciaban palabras bien avenidas con el diccionario, aunque no sean comunes en ninguna parte, incluso no conocidas, lo que dice mucho de los paisanos y ahora las alabanzas las vuelco en “los de abajo”. Solían emplear un verbo que a mí me gusta mucho, un verbo comodín, pero que no me atrevo a emplear no por parecer paleto, sino por evitarme una explicación continua de la validez del mismo, ya desusado, que no incorrecto, que es “aquellar”. Se utilizaba cuando no recordaba uno el verbo a emplear correctamente o se quería ocultar voluntariamente; ejemplo: “ayer me encontré con fulano y no me “aquelló” y este “aquelló” quería decir varias cosas, como “no me reconoció”, “no me saludó”, “no me pagó”, “no me vio” y cuanto queráis, dependiendo de lo anteriormente dicho o posterior por decir. No me digáis que no es un verbo de tronío. No es aquello, es aquelló, un verbo tan comodín que se ha pasado un pelín, aunque él se crea que no. También es un comodín, éste autóctono, pues no creo se oiga en otro lugar, la palabra “trun” y así se dice: “¡cuándo vendrá éste con el trun!”, equivalente a decir que está tardando mucho; también: “¿adónde irá con el trun?, expresando así que se desconoce el destino de quien se hable. Por otro lado, se empleaban antes palabras correctas caídas ya en desuso, seguramente por creer que eran palabras de gente mayor que ahora ya no se corresponden con el significado que se las daba y están equivocados, pues en el diccionario siguen tan pimpantes como siempre y aquí van unos ejemplos. “Papero”, como puchero en que se hacía la comida de los niños, “puches”, como las gachas, sólo que aquí se hacían con harina, leche y azúcar, “azafate”, especie de bandeja o fuente con los bordes de poca altura, “cangilón”, como cántaro que aquí era más pequeño que el clásico cántaro. También se usa este nombre para designar los recipientes de las norias, para sacar el agua y también de los “malacates”, también palabra muy poco conocida, “galga”, la cinta para atar el calzado a la pierna, “almuerza”, como medida fabricada con nuestras propias manos juntas, haciendo concavidad, “achiperre”, sinónimo de “cachivache” y “bártulo”, también ya poco usadas. “Escabel”, muy usado antes como banquillo sin respaldo, “cujón”, que es la punta o esquina de un saco, colchón, etc, y cuántas veces se empleaba cuando se quería cargar un saco y se amparaba uno en alguien cercano, diciéndole “dame el cujón”, que era auparle parte del saco, agarrando por la esquina del mismo; “piujar”, que podríamos definir como poquedad y también se comentaba que fulano o zutano, o uno mismo, tenía un piujar en tal o cual lugar, refiriéndose en este caso a un pequeño trozo de tierra, que con expresión local sería “cacho” de tierra. El empleo del verbo “esbarar” sólo lo he oído aquí y así es común oír “me he esbarado” (más bien “esbarao”) por resbalado y el caso es que está bien dicho, aunque aparentemente sea una paletada. Otra igual parecería la de emplear el verbo tartalear, cuando decimos “mira cómo viene tartaleándose fulano”, al verle hacer eses en su caminar. Pues está bien empleado el verbo y es tan correcto como cualquier palabra que pueda emplearse en la misma sede de la Academia de la Lengua. Como muchas de estas palabras no suelen emplearse en ninguna parte, llega uno a la conclusión de que somos los custodios de una parte de nuestra lengua y que hemos de procurar emplearlas lo más posible. Así habremos contribuido a que no se pierdan por falta de uso. Es preciso que cuidemos lo que hayamos heredado para que fuera guardado y en buen estado entreguemos. Otra palabra que se empleaba mucho y muy bien dicha, era “aquel”, en el sentido de donaire, categoría, etc; ejemplo: fulano tiene mucho “aquel” y este “aquel” es de signo positivo y laudable y sólo lo he oído aquí. Un verbo que se usaba mucho y que es correcto, pero que no se emplea comúnmente en otros lugares es “encentar”, en sus acepciones de llagar y también de comenzar y así alguien que no estaba acostumbrado a montar en un burro, mulo o caballo, cuando lo hacía durante algunas horas se encentaba, llagándose el trasero y cuando agarrabas la navaja y comenzabas a cortar la primera raja de melón estabas encentando. “Aturullar”, que también se puede decir aturrullar, es un verbo bien empleado, pero que sólo lo he escuchado aquí. Otro verbo que se empleaba mucho y se sigue empleando es “arregostarse”, en el sentido de engolosinarse, habituarse, estando bien empleado, ocurriendo igual con la expresión “velay”, en el sentido de “qué vamos a hacer” y que antes se usaba mucho y la gente la alternaba con “avelay”, que esto ya si es totalmente aborigen y no es correcto aplicarla y ya hay suficiente con la anterior. Muy acertadamente, se emplea normalmente la palabra “frontera” para señalar un pedazo de tierra a las afueras del pueblo, aunque no figure esta acepción en el diccionario. También expresión propia de aquí es la de “cagaero”, queriendo indicar un pedazo de tierra pequeño, a trasmano y sin importancia, con la equivalencia de piujar, poco más o menos. Otra palabra muy nuestra es “gango”, en el sentido de choza, pero abierto, como cuatro palos con el techo cubierto solamente. Yo me siento “aturullao” cuando no me encuentro aquí y la razón, “velay”, es no estar “arregostao”. Una expresión que me parece de aquí, porque no la he oído en ningún sitio más es “qué tardo”, en el sentido de que se está expresando una negativa y así si te dicen, por ejemplo préstame 10 euros, en caso de que no estés dispuesto a hacerlo, acudirías a esa expresión, que equivale a un no rotundo. Otra palabra con significado autóctono es “mejor” utilizada como se hace aquí, como el equivalente “el caso es que”, por ejemplo: “mejor luego no vino”, por “el caso es que luego no vino.”. Una más que me gustaba mucho y que ya se emplea poco, aunque a mi suegra sí se la he oído muchas veces, es “retortero”, en la expresión “al retortero”; por ejemplo: “me traes al retortero”, o “estoy al retortero”, por “me haces estar pendiente de ti” y “estoy dando vueltas a alguna cosa”, respectivamente. Un verbo que se usaba mucho aquí y que ya no se usa tanto y menos fuera de aquí es “petar”, muy expresivo y que se empleaba casi siempre, por no decir siempre, en sentido negativo y así decíamos “a mi no me peta”, queriendo decir no me agrada o gusta. Si dices “al retortero” seguro que no te entienden, que hay palabras que no aprenden por un sentir torticero. Antes se decía mucho “velilla”, por cerilla, que no creo sea exclusivo de aquí, pero no debe ser empleada en muchos lugares. Hablando de cerillas, a los críos cuando tenían pretensiones de otra cosa, la gente mayor decía “pero mira este mono de las cerillas”, haciendo referencia a su corta edad y bisoñez y lo decían porque en las cajas de cerillas había el dibujo de un muñeco cuyo cuerpo, brazos y piernas estaban hechos con cerillas y la cabeza era la del fósforo. Otro verbo que se empleaba y emplea todavía es “jairar”, que en los diccionarios aparecía, y digo aparecía porque ya no aparece, no sé el motivo, como algo así: “corte que da el zapatero con la cuchilla en la suela del zapato en sentido oblicuo” y si de este modo estaba bien empleado y aunque ya no apareciesen más acepciones, que creo que no, se me antoja que estaba muy bien empleado el sentido que se aplicaba y aplica aquí, por extensión, pues se dice cuando se quiere indicar algo en sentido oblicuo, al bies, inclinado. También se empleaba otro que era “jinchar”, queriendo decir varias cosas, tal como pinchar o malmeter. Una palabra que se emplea también aquí y que me gusta es “cibanto”, queriendo decir pequeño levantamiento o protuberancia en una superficie llana, pero no la he oído ni visto nunca en parte alguna y por mí la incluiría en el diccionario sin pensármelo dos veces y lo mismo haría con “cachupano”, que se emplea en el sentido de gracioso, vivalavirgen, bromista. Yo no sé por qué cibanto en ningún libro figura teniendo tanta apostura que hasta en el mismo esperanto figurase sin quebranto. Es como si fuera el Cid, que siendo gran adalid en la historia no contara, aunque batallas ganara todas en muy buena lid. También se ha empleado y emplea “pachasco” y no aparece en el diccionario, pero tengo que decir que no es exclusiva de aquí y también la incluiría, por ser más corta y rotunda que su equivalente “claro que sí”, o “ya lo creo”. Otra palabra que creo que es nuestra, no habiéndola oído en ninguna parte, es “velortazo”, que es para nosotros sinónimo de golpe fuerte, trastazo. También se utilizaba la palabra “lantero”, usada para indicar que una persona tenía una “cierta” edad más bien avanzada, que también es autóctona y parece denotar exactamente el empleo que se le da. Igualmente, hay dos palabras que me encantan y que son nuestras, no habiéndolas oído en parte alguna: “carabañola “, que es una especie de botija o cantimplora que llevaban los pastores a la espalda, y alcaeja (o alcaheja, no sé cómo ponerlo) que es un garabato para sacar objetos de un pozo, como el cubo cuando se caía y que consiste en un aro metálico del que penden unos garfios y que se ata a una cuerda, apareciendo en el diccionario como arrastradera. Otra palabra nuestra es “molde”, que tiene el sentido de pequeño y las mujeres cuando regañaban a los niños lo decían mucho y era habitual oírles decir: pero mira qué “molde” éste. El diccionario no da la palabra al pueblo, que es precisamente al revés, pues del pueblo al libro va. Siguiendo con localismos, recuerdo que de pequeño usábamos mucho la palabra “pate”, para indicar un lugar común de un círculo restringido de personas y habitual al mismo tiempo y así decíamos: “vamos al pate” y ya sabíamos dónde era. También es una palabra netamente local “porla”, cuando nos referimos a una superficie cubierta de cemento, por ejemplo a la salida de una casa y se me antoja que esto viene precisamente de una clase de este material, el “Pórtland”, de donde se ha tomado el nombre. De pequeños utilizábamos la palabra “pejar” y también “pelar” en el sentido de perder todo y quedarte sin nada y así decíamos “me han pejao”, o “pelao”, cuando nos habían ganado todas las bolas, platillos, etc. El verbo “asuntar” es de la propiedad de la provincia y normalmente lo empleamos para decir de una persona que es insulsa, estólida y como ejemplo “mira qué sin asunto”. Otra expresión nuestra es “tirarse a pechón”, cuando queríamos decir tirarse con violencia sobre algo, como tirarse al agua o hacerlo sobre un perdigón cuando íbamos a cazarlos, corriendo tras ellos. Otro verbo que se emplea por aquí es “agalopear”, siempre en participìo pasivo y así no es extraño oír “dormían agalopeados” queriendo significar que dormían en postura horizontal, pero en sentido inverso, esto es, el uno con la cabeza sobre el cabecero, en postura normal y el acompañante con la cabeza a los pies del primero y los pies a la cabecera del mismo. Sufría si me pejaban y es oportuno decir que era mayor el sufrir que si sólo me ganaban, pues en caso de perder algo te puede quedar, pero si vas a pejar ya nada puedes tener. Una expresión que suena a arcaica, pero es correctísima, es “aínas”, que quiere decir pronto y se empleaba mucho para dar a entender que no era fácil lo que fuese y decíamos “no lo vas a conseguir tan aínas”, lo mismo que sucede con las palabras “antaño” y “hogaño”, como en años anteriores y este año y el sonido y apariencia de estas palabras nos lleva a “hogaza” y no digamos de “endenantes”, también empleada antes y ahora considerada antigualla. Otra que es correcta, pero que a simple vista nos parece incorrecta y local es “campante”, como ufano o “pimpante”. Con la .palabra “vedera” sucede una cosa curiosa y es la de que sustituye a vereda cuando se refiere a un camino pequeño, por decirlo así, pero la gente que la emplea como tal si tiene que expresar que a su hijo le va a hacer ir por el camino que debe, entonces no dice “hacer entrar en “vedera”, sino en vereda. Se empleaba mucho la expresión “cuando menos te cates”, por cuando menos te pienses, pero ya está en desuso. Tardó mucho cuando vino porque él así lo quisiera, ya que escogió la “vedera” saliéndose del camino. Cristino Vidal Benavente. |