Alcolea del Río - Sevilla

Repitan conmigo: España no fue a la guerra de Irak, España no fue a la guerra de Irak… sigan haciéndolo hasta que estén plenamente convencidos y cuando lo hayan conseguido prueben con: El 11M fue obra de ETA; España no ha sido rescatada; en España no ha habido recortes sociales y, si han llegado hasta aquí con éxito, acaben con: España crece y crea empleo de calidad y, para los más avezados: las pensiones en España no están en peligro. Y no les voy a pedir que acaben creyéndose que Rajoy y la cúpula del PP no tienen nada que ver con la corrupción, porque además de ser imposible sé que a más de siete millones de ustedes se la repanpinfla exuberantemente.

Con toda seguridad no podemos presumir de que el partido que nos gobierna tenga los mejores cuadros directivos de Europa, pero sí podemos hacerlo de que son los mejores mentirosos no sólo del Viejo Continente, sino de allende los mares.
Y lo son, porque para los dirigentes populares usted, yo, y todos los que no son ellos mismos, no somos exactamente de la misma especie. De la misma manera que usted no siente vergüenza en engañar a su perro tirándole una pelotita para escaparse de casa sin tener que sacarlo a pasear, ellos nos mienten sin el menor pudor. Podrían pasearse en pelotas por delante de nuestras narices, eructar, o tirarse un sonoro pedo como hace usted en casa cuando está a solas con Boby, sin ruborizarse lo más mínimo.

Esto que les descubro, a los que no se habían dado cuenta hasta ahora, no es cosa de un día, ni tan siquiera de una generación, es algo que se ha ido fraguando a lo largo de los siglos y que ha pasado de padres a hijos sin necesidad de una enseñanza explícita. Los hijos hacen lo que ven de los padres y, así, algún antecesor de Trillo o de Rajoy, vio como su progenitor meaba desde el caballo mientras observaba como los siervos trabajaban sus tierras, y de ahí a decirles que lo que ven no es lo que ven y lo que recuerdan es un fallo de sus pobres cerebros, sólo hay un pequeño escalón en la cadena evolutiva.

Obsérvenlos bien la próxima vez que los vean mentir, es decir, la próxima vez que los oigan hablar. Verán como sus mejillas mantienen el moreno saludable de gente bien, sin el menor asomo de rojez. Su tono de voz no se quebrará, ni su mirada buscará el resguardo del suelo. Les mentirán mirándoles a los ojos, con voz firme y segura, sin que su corazón suba una sola pulsación. Eso sí, si les tiran la pelotita, intenten retener su instinto y no los vuelvan a perder de vista.

José Antonio Pareja es periodista