Esperanza de las Angustias ( segundo ) Antes de seguir, queridos amigos, os quiero confesar que esta historia estaba esquematizada hace ya mucho tiempo, cuando yo estudiaba primero de carrera y tuve que leer muchos libros, entre ellos "La Regenta" que fue el que me metió esta chispa. Nunca he querido ponerlo en ninguna parte; pero será que ahora soy más vieja y tengo menos vergüenza. Así que vamos con el segundo capítulo: Al poco tiempo de salir la abuela al campo con su padre, murió su abuelo, el padre de su padre. A pesar de que todas las pérdidas son tristes y de que, según dice ella, su abuelo no era malo, su muerte mejoró un poco la calidad de vida de toda la familia. Su abuela no quería estar sola, por lo que se fueron a vivir con ella. Esto fue como una lotería. ¡Ya no tenían que dormir "apelotonados" !. Su padre y sus dos hermanos tenían una habitación; ella y sus dos hermanas, otra y la madre de su padre, otra. -"Todos estábamos muy contentos, a pesar de la muerte de mi abuelo, porque fíjate, hija mía,nosotras tres , ya unas mujercillas, teniendo que dormir "apretujás" con mi padre y mis hermanos. Además ya teníamos un pozo y un lebrillo grande para lavar; un bater donde había colgado un cubo para ducharnos y la cocina.......¡era muy grande, con una "candela llama" que era una bendición!. Mi padre, cuando era "la limpia" de los olivos, se traía toda la leña que podía en dos burros que había cambiao por la sesoria y, como la casa de mi abuela tenía una cuadra, medio "arrumbá",mi padre la arregló un poco y allí metió a los burros. Más de una vez hicieron los animalitos sus necesidades en medio de la casa cuando iban entrando. Mientras mis hermanos metían la leña, yo sacaba agua del pozo y les daba de beber a los burros.Mi padre les echaba hierba que también traía y así se iban manteniendo. Alguna que otra vez también comían paja. Con el ramón de los olivos mi padre hacía cisco y yo iba a ayudarle. Luego cargábamos los sacos en los burros y los vendíamos por el pueblo. De esta manera nuestra economía se veía un poco más aliviada. Yo por fuera ponía cara triste; pero para mis adentros me decía: "menos mal que sa muerto mi agüelo". El lado peor de todo esto era que mi abuela era muy dominante y como nos había dejado irnos a vivir a su casa, se convirtió en la madrastra que mi padre nunca nos quiso dar o no pudo, porque ¿quién iba a cargar con cinco niños?. Mi hermana, en vez de volver a la escuela,siguió ocupándose de la casa, ¡ahora más grande!. Mi abuela sólo hacía la comida. Guisaba lo que le daba la gana, aunque el dinero para comprar los mandaos fuera el que ganábamos mi padre y yo. Todo era a base de cuchareteo. Carne, poquita, de cabra y pescao, albures del río que eran más baratos y algunos que pescaba mi hermano Antonio. Mi padre todo esto lo veía con muy buenos ojos, ya que su madre era lo principal y además ¡ le teníamos mucho que agradecer!, pues nos había dejado venir a vivir con ella; así que mi abuela, más que mi abuela,era la matriarca. En el fondo yo comprendía a mi padre, pues es normal que al verse viudo a los treinta y seis o treinta y siete años, con cinco hijos a su cargo y sin saber qué hacer, buscara el calor de su madre. Ese calor lo busqué yo también, como creo que todos mis hermanos; pero nunca lo encontramos. Sobre todo yo que parecía que me culpaba de todas las desgracias de su hijo,¡como si yo hubiese querido nacer tan pronto!. A mi me gustaba mucho coser y bordar, pero mi padre, por consejo de su madre,no me dejaba que aprendiera.Había que pagar un duro al mes y yo lo que tenía era que trabajar para ayudarle a mi padre, no gastar el dinero. Yo no disponía ni de una "perra chica", ¿ cómo iba a comprar tela, agujas, hilos, bastidor........? Para no tener no tenía ni tiempo. Yo tenía una amiga, que lo fue toda la vida. Mi amiga Teresa, que en paz descanse. Su madre sabía muy bien coser y bordar y enseñaba a las muchachas.Me dijo que yo fuera también, que ella me iba a enseñar. Aunque fuera sólo un ratito por las noches, yo iba todos los días. Cuando no había trabajo o llovía, me iba más tiempo y en el verano aprovechaba más, porque las tardes son más largas. Ni mi padre ni mi abuela sabían que yo estaba aprendiendo, sólo creían que iba a casa de mi amiga. Como no tenía ni telas ni nada........;pero la madre de mi amiga, que se convirtió en parte como si fuera mía también, me lo ponía todo. Fue así como aprendí a coser y a bordar." |