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Villalba de Guardo - Palencia

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España > Palencia > Villalba de Guardo
24-05-16 12:49 #13150275
Por:delaheraluis

LA DIVERSIÓN DE LOS NIÑOS
LA DIVERSIÓN DE LOS NIÑOS

Para los niños, y si digo niños, lo hago en sentido genérico, es decir, que las niñas también están incluidas.. Digo, que para los niños todo el pueblo entero y su entorno era como un inmenso patio de juego y de recreo.
Nuestra madurez avanzaba a la par que nuestro conocimiento y desarrollo natural. Nuestro cuerpo y nuestro intelecto iban avanzando sin sobresaltos y guiados por la madre naturaleza. La vida, era la maestra, unida a nuestra a nuestra propia experiencia. La mejor escuela a la que podíamos asistir, el resto, lo hacían nuestra imaginación inquieta y nuestras ganas de imitar o aprender. Se podría decir que el objetivo era, no aburrirse.
Os contaré un detalle. Muchas veces se nos encomendaban tareas que hacíamos en solitario, como ir a cuidar vacas, regar prados, esto era más divertido, regar patatas, más aburrido. Pues bien, nuestro tiempo no pasaba ocioso, esperando vigilantes a que pasara el tiempo y acabar la tarea. Investigábamos cosas, experimentábamos, jugábamos con animales o inventábamos con ayuda de nuestra navaja, juguetes y formas de palos que esculpíamos en la corteza con figuras diversas.
Al anegar los prados inundábamos las guaridas de los ratones y topos para verles salir nadando. En esta tarea las cigüeñas eran las más listas y las primeras que acudían a recoger la comida. “Se ponían las botas”. En las patatas hacíamos carreras de barcos sobre el agua del arroyo y surco con distintos objetos flotantes, “Resguilar” a los árboles, dar volteretas en las armaduras de los carros, coger nidos, cazar lagartos y lagartijas y ver cuanto tiempo tardaba en dejar de moverse la cola rota. Son sólo ejemplos de que cualquier cosa, viva o muerta, o cualquier circunstancia era aprovechada por los niños para sacarle su lado divertido, de entretenimiento o de aprendizaje.. Todo podía ser objeto de juego, lección o distracción.. Aburrirse, ¡no! Estaba prohibido y, aburrirnos por falta de juguetes menos aún. Ciertamente aquellos años no eran de mucha bonanza económica y ni siquiera en las tiendas se vendía tanta variedad. Tampoco a nosotros nos importaban mucho. Teníamos el mejor juguete y más barato. Nuestra imaginación.
Teníamos que buscarnos la diversión por nuestros propios medios. Compartir cosas de mayores no era posible, en la cantina solo se entraba para comprar algo que nos habían encargado. Éramos meros espectadores de juegos colectivos de mozos, y cuando eran al aire libre como la nita o los bolos. Los surtidores de vino o galletas por lo que nos premiaban con unos céntimos a algún coreano.
Cualquier cosa, utensilio o desperdicio, era objeto de deseo y un tesoro en potencia
Nuestra enseñanza de la vida comenzaba con los juegos reglados, donde solo imperaba la ley de la norma del juego a la que había que someterse. Daba igual ser más fuerte o mejor. La regla debía cumplirse estrictamente. Además de conocer el juego, se respetaba la su ley, y se iban memorizando sus normas y formas y, no penséis que eran “cuatro juegos” los que practicábamos: el marro, la maya, tres marinos, el escondite, a la una anda la mula, el castro, el corro , el pañuelo la comba, etc, etc y muchos , muchos más. Esto, sin contaros los de cartas y aquellos en los que usábamos objetos ( Algún día los comentaré, pues los estoy recopilando).
Prácticamente todos eran colectivos, lo que aumentaba la alegría del juego, individuales, había pocos.
Nuestros ratos de ocio eran muchos, a pesar de nuestras tareas. Nuestra disposición al juego plena. Ciertamente, teníamos pocos deberes escolares, o ninguno. Aunque abundaban “ de los otros”, pero en cuanto se acababan, la calle era nuestro espacio natural, salvo que la lluvia, la nieve o el mal tiempo nos lo impidiese, e incluso la luz, si era invierno. Porque en verano, y las noches de luna llena y cielo despejado, era una delicia jugar en la noche. ¿Para qué, queríamos la luz si nos sabíamos el pueblo de memoria?. Sus calles sus casas, sus recovecos, su entorno y hasta los obstáculos que había por el medio.
Se cotizaban mucho los aros de las ruedas de carro, bici y otros, las latas de sardinas grandes, las badanas, las puntas, las cuerdas, las tablas, las cajetillas de cerillas para jugar a los cartones porque traían dibujos de escudos, futbolistas, y otros motivos decorativos. Cualquier que los mayores despreciaban eran un auténtico tesoro. El poseer una navaja era un bien por encima de todas las otras cosas. Quién tenía una en su bolsillo “era un caporal”.
A propósito de la navaja, os haré una anotación. Casi todos, a partir de cierta edad teníamos una en el bolsillo. Como todos los niños, nosotros también nos peleábamos y teníamos nuestras diferencias. Jamás en las peleas, se nos ocurrió sacar la navaja del bolsillo y amenazar con ella.
Nada en el pueblo era ajeno a nuestra mente, nada escapaba a poder ser usado como objeto de juego. Los palos, para el picalvo, el pite, el pincho. Las piedras redondas y de un tamaño aproximado para sacarlas del corro y así hasta una larga lista de objetos y juegos. Y, si para el juego no éramos suficientes o no nos apetecía, inventábamos uno o hacíamos “picias”.
Hacer “picias” o trastadas, era un último recurso o una ocurrencia del momento tremendamente divertida para nosotros, y, al contrario para el sufridor. A veces, eran colectivas, otras escogiendo a la persona. Esta persona solía ser algún “cascarrabias” o alguien al que no le gustaban los niños y se metía con nosotros de una u otra forma. Algunas veces estas “picias” iban destinadas a alguna posesión del vecino, como: un gato, perro, las manzanas de su huerta, etc
Llamar a todas las puertas de una calle y escondernos. Escondernos en la calle u otro lugar y esperar el paso de alguien para “chistarle” sin que nos viese. Coger un perro y atarle un bote al rabo. Escaldar a un gato, coger frutos de la huerta, meter el humero ( esta la tenéis narrada en la picatuesta) y, tantas otras “trastadas de chiguitos”
Cuando llegaba el buen tiempo , a partir de mayo , más o menos, teníamos una nueva diversión, seguir o espiar a las parejas de novios. Nuestra observación de los mozos del pueblo y nuestros oídos atentos a los dimes y diretes , descubrían los romances y en los días de fiesta, sobre todo en sus tardes. Una misión nueva se añadía a nuestro pasatiempo “seguir a los novios a escondidas”. La Vega, los Cantorrales, las Suertes, los Carretera, la Majadilla, y otros muchos sitios eran terrenos objeto de observación para los niños, A veces, éramos descubiertos y abandonábamos el seguimiento, por ese día, la mayoría de las veces no, y descubríamos caricias, besos y otros atrevimientos consentidos más íntimos entre novios.
A las parejas, nos gustaba también asustarlas en las fiestas del pueblo cuando bailaban “ pegadas”, les tirábamos "bombetas de mano" a los pies para asustarlos.
Otra diversión de niños eran los días de fiesta, o, cuando acompañábamos a algún mayor a las fiestas de los pueblos vecinos donde había familia.
Jugar al futbol era otra diversión para los niños, a veces con objetos redondos, más que con balones e incluso con los pies descalzos para no romper o manchar los calcetines o el calzado. En buen tiempo íbamos a jugar los domingos por la tarde a Freno, Pino o Mantinos. Pero con Fresno había una diferencia. Al acabar el partido y volver a casa por los Vallejos teníamos que aguantar una “guerra” de piedras como despedida. Claro, que cuando nos devolvían visita, domingos después eran ellos los que sufrían lo mismo. Recuerdo que a pesar de eso, con ellos, nos llevábamos mejor que con los demás. Había y hay en el pueblo, más matrimonios entre Freno y Villalba que con los demás pueblos. Ésta era la única en la que las niñas no participaban. Aunque hubo un tiempo en los años setenta en la que sí lo hacían.
Lo pasábamos bien en las casas, en mal tiempo, jugando a las cartas, sobre todo, y a otros juegos. También había momentos de descubrimiento personal y ajeno, del cuerpo y el juego “ de los médicos” o el de “papás y mamás” nos iba descubriendo nuestra propia sexualidad y la ajena. Este juego, se realizaba aprovechando las ausencias de padres y mayores cuando iban a las tareas del campo, donde nosotros no participábamos.
Éramos, buscadores de ratos de ocio, pescadores de compañeros de juego para compartir nuestro tiempo libre. La diversión solo tenía sentido en compañía de alguien y el pueblo por aquel entonces estaba lleno de niños y niñas. Unos privilegiados por tener compañeros para pasarlo verdaderamente bien.
En verano, llegaban al pueblo los hijos de los que vivían en la capital. Aquellos primeros hijos del pueblo que se habían ido en busca de un futuro mejor, regresaban en verano a ver a la familia, amigos o, a revivir su infancia y juventud. Otras, porque era el momento de ayudar a la familia en los meses de mayor trabajo y otras, sencillamente porque no d4ba el dinero para otras vacaciones, ni estaba de moda el ir a ellas.
Fuera de esta norma estaban los hijos “de los señoritos”. Que lo hacían por cariño hacia el pueblo, por quitarse el calor de Madrid o por encontrarse con toda la familia. Villalba era el lugar de encuentro y relajación.
Nosotros, sin olvidar nuestras tareas, les integrábamos en nuestra vida diaria, en nuestros juegos y, más de una vez nos reíamos a su costa y por su torpeza. Nosotros seríamos “paletos de pueblo” ellos eran “paletos de ciudad”.
Cuantas veces al pasar arroyos o ríos, al pasar por puentes de palos o vados de piedras se caían al no saber pisar encima y nos reíamos o, al saltar aroyos y cuérnagos se caían. Su agilidad no era la nuestra. O cuando les demostrábamos que las ortigas no picaban al ser cortadas a mano limpia, y después de ortigarse les explicábamos el truco. Ellos eran listos de ciudad, nosotros de pueblo.
Todo este encanto y diversión, se esfumaba como por arte de magia en la frontera de los catorce años, cuando se comenzaba a tontear con el tabaco, a dejar de usar pantalones cortos, subir al coro y las chicas te hacían “ tilín” descubriendo el sexo femenino con misterio e interés.
Alguna otra diversión se me habrá olvidado, seguro, pero os daréis con esto cuenta, de cómo era nuestra vida en aquellos años.
Era entonces cuando la diversión de los niños “aburría”, y la de los jóvenes era toda una atracción.
Una etapa se iba, otra nueva asomaba en nuestro horizonte vital.
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