Villalba de Guardo - Palencia

RECUERDOS DE JUNI0

Todas las promesas que la naturaleza nos hacia en mayo, empezaban a cumplirse en junio, que llegaba con los primeros calores fuertes del año.
Venía, con la plenitud madura de los frutos. El paso del verde primavera al verde oscuro. Los cerezos y guindos nos regalaban sus rojos y dulces frutos y en las cercas y matojos aparecían las fresas silvestres ( amayotinas) y las frambuesas.
Los días, largos, largos, se llenaban de intensa luz. Parecían no acabar nunca ¡Qué delicia de días, con tantas horas para todo!... Hasta para jugar
Las tareasy responsabilidades iban aumentando paso a paso, ya no decaían ni en intensidad ni en número.
Después de preparadas las tierras, llegaba la siembra de las patatas y las clases por la tarde se suprimían. Era una tarea donde toda la familia participaba. Luego, llegaba la siega de la hierba: volverla, arrastrarla, cargarla y llevarla al pajar. Solo se paraba para comer, de sol a sol, sin descanso. Luego escardar, regar y muchas, muchas tareas.
Junio también traía la fiesta. Comenzaba la temporada de peregrinar de pueblo en pueblo a casa de familiares o a la pura diversión, entiéndase, baile, sobre todo en el caer de la tarde.
San Antonio en 13 en Guardo, era el comienzo al que seguía Fresno por san Juan, Pino por san Pedro y después Santa Isabel… toda la mocedad o una gran mayoría de chicas y chicos íbamos en cuadrillas y volvíamos igual. Era todo un alivio esta diversión en el buen tiempo para olvidar los trabajos.
Por san Juan hacíamos hogueras y aplicábamos aquello de: “ lumbre de renta quién no traiga palos no se calienta”.Luego, los chicos, sobre todo, nos “pavoneábamos”, delante de las chicas, saltando la hoguera, riendo y charlando a la luz de la luna. Había entrado el verano, y con él, además del trabajo, llegaba la diversión
La vega, se llenaba de cigüeñas y de gente. Todos, cual hormiguitas o abejas de una gran colmena en nuestro ir y venir infatigable por todas sus sendas. No faltaba una voz de llamada, unos silbidos y canciones, en medio de tanta faena. A pesar del esfuerzo, se cantaba.
Llegaban las vacaciones con el cierre de la escuela hasta el otoño y este deber se llenaba con otros muchos que surgían . Nuestras vacaciones eran, la ayuda en casa.
Y, un domingo, más bien a últimos de mes, en el final de la misa, el señor cura leía una misiva que no nos gustaba nada a los guajes y la mocedad. El Señor Obispo, autorizaba a trabajar los domingos de julio y agosto. Como si seis días a la semana no bastaran. A partir de ese momento, todos los días se parecían como las gotas del rocío.
Los chicos recuperábamos El Plantio para poder jugar el fútbol en los pocos ratos libres hasta que llegaba la trilla,y, en algunas tardes de las pocas que quedaban había tiempo para preparar los reteles e ir a pescar el abundante y rico cangrejo.
Las campanas de la iglesia sustituían al reloj, marcando el despertar tempranero de la vida en el pueblo, porque comenzaba “ la cienda”. Todas las vacas del pueblo salían a pastar en los terrenos comunales, mañana y tarde hasta el otoño.
Y, se esperaba como una bendición, las tormentas, que a veces eran dañinas pero que traían el descanso y un alto en los trabajos.

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