Recuerdos de Mayo RECUERDOS DE MAYO Mayo pajarallo…sigue el refrán En este mes la vida era una completa explosión, tanto de las plantas como de los animales. Todo despertaba por entero del letargo invernal. En cada árbol, en cada arbusto, debajo de cualquier piedra, en cada arroyo y cada laguna, e incluso en el aire. En cualquier lugar y en cualquier instante la vida te sorprendía. Los prados, el monte y el soto se llenaban de un colorido diverso y abundante. El aire estaba lleno de olores y el ambiente rebosante de trinos y sonidos. Mayo, era el mes de la vida plena. Para nosotros, los niños, era también el mes del rosario. Cada tarde, hacia la puesta del sol, se iba a la iglesia a rezarlo y a llevar flores a María, flores que habíamos arrancado de los campos o de nuestros propios cultivos. “Venid y vamos todos, con flores a María, con flores a porfía que madre nuestra es……”. Los trabajos se comenzaban a multiplicar, ya no había descanso y, si no llovía era el mes en el que se comenzaba una grata y divertida tarea, regar los prados. Y, ¿cómo sabían las cigüeñas cuando lo hacíamos? porque de inmediato se llenaba el prado de ellas. Sabían que había caza abundante, porque aquí el riego era “ a manta” y los ratones, topos y otros animales que afloraban a la superficie eran presa fácil. Se preparaban los huertos y se comenzaba su siembra, y, no solía faltar alguna inoportuna y tardía helada que retrasaba lo sembrado. Daba gusto subir al Alto por “arrén” cuando la mies en el pajar se había acabado, y contemplar, como el viento ondulaba y mecía los altos centenos y en la lejanía el juego del aire con la planta semejaba un inmenso mar verde-grisáceo. Al pueblo llegaba este mes, la primera fiesta, recibida con ganas y alegría. Se celebraba el patrón del campo y de los labradores, San Isidro. Se sacaba al santo en procesión por toda la calle Mayor, aquí llamada de Ricardo Cortes, hasta la atalaya de la casa de tío Justino o cochera de tío Modesto. Allí, mirando hacia el alto y la vega, el cura bendecía los campos y se cantaba: “San Isidro labrador, patrón de los labradores, haz que la tierra produzca y nos pague los sudores……” Por la tarde había vino y galletas y para los niños y mujeres mistela,y muchas veces, música y baile que pagaba la Hermandad de Labradores. Los niños celebraban también en el día de la tortilla,con todos los huevos recogidos de los nidos y algunos más, que arrimaban nuestras madres, la pandilla nos dábamos un festín, la tarde de un domingo. Ya os contaré como era eso de “ir de nidos” A finales de mes, si el año anterior había sido escaso en hierba. La “cienda” se adelantaba. Primero solían salir los jatos y novillas que se llamaba “cabaña” luego las mayores llamada “cienda”. Su guarda se hacía por “vecerías”. Las campanas de la iglesia marcaban a partir de ese día, la vida y las horas del pueblo. Había además, hacia finales de mes, otra tarea, que lo era de diversión y encuentro. La “Huebra “ del puerto. Si las crecidas habían sido fuertes y habían roto la presa que aseguraba el agua de riego de la vega, había que repararla. Se pasaba el día entero y algunas personas debían mojarse o ser “descalzos”. Con el buen tiempo solían llegar las primera tormentas y en los prados aparecía un manjar, que te dejaban los labios y boca pintados. Eran las tiernas y ricas barbajas, también las acederas para hacer ensaladas y los carneros y carnechichas de las zarzamoras y rosales silvestres. Las olorosas senderuelas, las grandes y sabrosas setas de chopo y los sabrosos champiñones. Mayo era el mes de la abundancia, un regalo de la naturaleza para los sentidos y el estómago. Hasta las parejas de novios del pueblo parecían salir de su letargo y se dejaban ver de paseo por las “Suertes”, el ” Plantío” y otros lugares, en espera de la primera fiesta del entorno que daba paso a una nueva alegría. A veces hasta era el momento indicado para proclamar y hacer público un nuevo romance. Los niños encantados con el tiempo y las muchas horas de luz. Nos dejábamos llevar entre la escuela, nuestras tareas, que también iban en aumento y los juegos, sin importarnos mucho que nos quitasen el Plantío para jugar al fútbol. Ya faltaba poco para poderlo recuperar en junio con la siega para la hierba del toro. Y aún quedaba una tarea divertida e inquietante, cual era, acudir a la colmena para recoger las enjambres y visitar a las abejas en su incesante tarea de recoger y fabricar su dulce manjar. Mayo nos cambiaba el humor y la vida del pueblo. |