Villalba de Guardo - Palencia

RECUERDOS DE MARZO
Marzo, nidarzo… dice un refrán que todos los chicos del pueblo conocíamos bien. Era a finales de este mes cuando se hacían los grupos para ir a nidos y celebrar la “tortillada” de mayo.
Se iluminaban las tardes, porque las horas de sol iban en aumento y, a partir de la llegada de la primavera el día iba ganando la partida a la noche.
Comenzaban ya, las tareas a ir en aumento, poco a poco pero cada vez más, aunque no las nuestras.
Había ya, días llenos de sol que eran muy agradables, y hasta calurosos, que se mezclaban con otros, que, aunque soleados, el viento hacia desagradables. Sobre todo, cuando venía el viento del norte y las peñas estaban con su abrigo blanco del invierno.
Marzo airoso, dice otro refrán nuestro, no podía dejar de tener esos días.
Pero si algo le diferenciaba a marzo de otros meses,es que, casi siempre se acababa con la Semana Santa.
Tiempo de Cuaresma, casi todo el que marcaba la vida diaria de todos nosotros y del pueblo.
Los niños jugábamos mucho a la monta con los cartones. Sacados de recortar aquellos dibujos de las cajas de cerillas.
También la nita, era otro juego que se practicaba casi exclusivamente en este tiempo. En ella, los mayores, lo hacían con dinero. Siempre calderilla.
Para hablar de primavera aún era pronto, porque por estas tierras siempre se retrasa. Pero, si había algo que revivía, eso, era el río. Con el comienzo del deshielo sus aguas se empezaban a poner algo bravas y desbocadas. En la montaña algo estaba cambiando y esperábamos que un día u otro el cuco cantase. Porque hasta que el cuco no cantaba, la primavera no llegaba ,a pesar de lo que dijera el calendario.
En los Zaldejales, pero sobre todo en el Soto, los primeros “cucubillos”, nombre con el que por aquí designamos a las primaveras ponían una nota de color amarillo y anunciaban su llegada.
Los prados, despojados del frío y las nieves brillaban con un nuevo verdor. El color iba llegando al paisaje para borrar el invierno. Una nueva estación quedaba atrás. La vida renacía de nuevo en la ruleta sin fin de su devenir.
Las riberas de los cuérnagos y del rio despertaban a la vida, y, los alisos y zaldes eran los primeros que llenaban del reflejo plateado de sus sedosos brotes de flores el ambiente. Ellos eran los primeros que despertaban a la primavera. Y detrás de su olor y color, las primeras abejas despertaban del invierno y comenzaban a libar sus primeros jugos.
Los robles albares se quedaban desnudos de hojas, porque las primeras yemas se iban haciendo presentes, como un signo más de que algo empezaba a cambiar.
Los niños, agradecíamos y aprovechábamos estas tardes, más largas en luz, que el día nos iba regalando, en aumentar nuestros ratos de juego, porque además, coincidían con las escasas tareas que hasta mayo no aumentarían
Decididamente marzo nos gustaba.