Villalba de Guardo - Palencia

RECUERDOS DE NOVIEMBRE

Noviembre comenzaba con una fiesta. Todos los Santos y al día siguiente 2, se celebraba el recuerdo a los difuntos. Y, muchas veces haciendo realidad el refrán “ Por los Santos nieve en los altos” . Este refrán que suele decirse solo, tiene una segunda parte que no todos conocen o dicen “ y por San Andrés la nieve en los pies”.
El uno de noviembre era fiesta para los niños. En el patio de la iglesia antes de hacer la escuela de párvulos, el cura, nos reunía a todos y nos daba un puñado de castañas y una moneda, por lo general, una “perra gorda” o un real según la edad,
Se visitaba el cementerio recordando a nuestros antepasados y el cura iba por las sepulturas que se lo pedían echando responsos.
No siempre la nieve cubría las altas cimas de Peña Corada, Peña Lampa, San Isidro, Espigüete y otras. Pero, lo que sí se cubría cada mañana, era el suelo, lleno de cristalino y helador rocio que parecía capa de tenue nieve.
Ya no había hogar en el que por la tarde no se encendiese la hornacha. Y, todo el pueblo olía a leña quemada que incitaba a asar patatas, castañasa o chorizo. Columnas de humo prolongaban el chimeneo hasta perderse en el cielo de las tardes calmadas. O, a envolver las casas y el pueblo los días de viento , cuando éste jugaba con el humo entre sus calles.
Se preparaba la lámpara de carburo con aquel olor característico, el farol, el candil y las velas por sí fallaba la luz, que era frecuente, y, casi se recogía uno en casa “a la hora de las gallinas”.
Los días eran muy cortos y fríos. Las noches muy largas e inquietantes.
Con las primeras heladas y las primeras nieves nuestros juegos y nuestra vida iba cambiando.
Todo se iba recogiendo y guardando para protegerlo del crudo invierno que daba sus primeros avisos.
Las tareas eran ya pocas y llegaba el esperado descanso.
A partir de mediados de mes, más o menos por San Martín, una mañana se llenaba el ambiente del pueblo de estridentes gruñidos y sonoras quejas de los gochos. Comenzaba la época de la picatuesta y se hacía realidad el dicho, de que, “A cada cerdo le llega su San Martín. La matanza del primer cerdo era una señal de alegría para todos los chiguitos del pueblo.Porque a partir de entonces llegarían más. Y llegaría el " meter el humero".
Algo cambiaba esa mañana, como lo hacía el día que caía la primera nevada gorda, que solía ser a finales de mes .
Las primeras resnaleras, las primeras batallas de bolas de nieve, los primeros muñecos y las primeras siluetas tumbados en la nieve virgen. Qué plástico era el blanco elemento en nuestra mano infantil y en nuestra imaginación. El pueblo parecía otro.
Con las tardes tan cortas y el tiempo desapacible, los corrales, cuadras y casas, sobre todo las cocinas y portales de las mismas, eran los lugares de nuestros juegos; de cartas, gallorotas, la monta de los cromos y todos los demás.
Tampoco faltaban algunas tareas como, la de picar verza o nabos para las vacas.
Y hacia finales de mes, según si el año era más o menos cálido, llegaban las guitas. Una mañana, por sorpresa, sobre las tierras recién sembradas, aparecían unas avecillas, negras y blancas, presumidas y con gorro de plumas, con un canto estridente que llenaba el ambiente y anunciaban que el frío había llegado de verdad. Las aves frías que por aquí llamamos “guitas”, se iban a quedar una larga temporada.
Noviembre se iba con la ilusión puesta en la cercana Navidad.