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Laguna de Negrillos - Leon

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España > Leon > Laguna de Negrillos
25-06-14 06:32 #12113752
Por:j vicente futuro fut

El velo que cubre los Misterios de la Biblia se ha retirado. 58ª Sección
Le guardaba también el Señor, porque así convenía a su equidad y a la disposición de sus juicios altísimos. Y no quiso excluirle de la cena ni de los otros misterios, hasta que él mismo se excluyó por su mala voluntad, pero el Divino Maestro siempre le trató como a su discípulo, Apóstol y Ministro y le guardó su honra. Enseñando con este ejemplo a los hijos de la Iglesia en cuánta veneración han de tener a los Ministros de ella y a los Sacerdotes y cuánto han de celar su honra, sin publicar sus pecados y flaquezas que en ellos vieren, como en hombres de frágil naturaleza. Ninguno será peor que Judas Iscariote, y así lo debemos entender, ni ninguno tampoco será como Jesucristo, ni tendrá tanta autoridad ni potestad, que eso lo enseña la FE.-

Pues no será razón que, si todos los hombres son infinitamente menos que Jesús, hagan con sus Ministros, mejores que Judas Iscariote aunque sean malos, lo que no hizo el mismo Señor con aquel pésimo discípulo y Apóstol, y para esto no importa que sean prelados, que también lo era Jesucristo, y sufrió a Judas Iscariote y siempre le guardó su honra.-

Hizo nuestro Redentor en esta ocasión un misterioso cántico en alabanza del Eterno Padre, por haberse cumplido en sí mismo las figuras de la antigua Ley y por la exaltación de su nombre que, de ella redundaba, y postrado en tierra, humillándose según su humanidad santísima, confesó, adoró y alabó a la Divinidad como a superior infinitamente y, hablando con el Eterno Padre, hizo interiormente una altísima oración y fervorosa exclamación diciendo:

Eterno Padre mío y Dios inmenso, vuestra Divina y Eterna voluntad determinó crear mi humanidad verdadera y que en ella fuese cabeza de todos los predestinados para vuestra gloria y felicidad interminable y que por medio de mis obras se dispusieran para conseguir su verdadera bienaventuranza. Para este fin y redimir a los hijos de Adán de su caída, ya he vivido con ellos treinta y tres años. Señor y Padre mío, llegó la hora oportuna y aceptable de vuestra voluntad eterna, para que se manifieste a los hombres vuestro santo nombre y sea de todas las naciones conocido y exaltado por la noticia de la Santa FE que manifieste a todos Vuestra Divinidad incomprensible. Tiempo es que se abra el libro cerrado con los siete sellos, y que Vuestra sabiduría me entregó, y que se dé fin dichoso a las antiguas figuras y sacrificios de animales que han significado el que yo de mí mismo voluntariamente quiero ya ofrecer por mis hermanos los hijos de Adán, miembros de este cuerpo de quien soy cabeza y ovejas de Vuestra grey, por quien Os suplico ahora los miréis a todos con ojos de misericordia. Y si los antiguos sacrificios y figuras que voy con la verdad ejecutando, por lo que significaban aplacaban Vuestro enojo, justo es, Padre mío, que tenga fin, pues yo me ofrezco en sacrificio con voluntad pronta para morir por los hombres en la cruz y me sacrifico como holocausto en el fuego de mi propio amor. E a, Señor, témplese ya el rigor de Vuestra Justicia y mirad a todo el linaje humano con los ojos de Vuestra clemencia. Y demos Ley saludable a los mortales para que se abran las puertas del Cielo, que cerradas hasta ahora por su inobediencia están. Y hallen ya el camino cierto y la puerta franca para entrar conmigo a la vista de Vuestra Divinidad, si ellos me quisieren, imitando y siguiendo mi Ley y mis pisadas.-

Esta oración de Jesucristo, aceptó el Eterno Padre y luego despachó de las alturas innumerables ejércitos Angélicos con sus cortesanos, para que en el cenáculo asistiesen a las obras maravillosas que el Verbo humanizado había de obrar en él. En el transcurso del tiempo, que sucedía todo esto en el cenáculo.-
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El Sentimiento íntimo de María.-
María en su retiro levantada en altísima contemplación, donde lo miraba todo con la misma distinción y clara visión que si estuviera presente, y en todas las obras de su Hijo cooperaba y correspondía en la forma que su admirable sabiduría la dictaba, como coadjutora de todas ellas. Y hacía actos heroicos y Divinos de todas las virtudes con que había de corresponder a las de Jesús, porque todas resonaban en el pecho castísimo de la Madre de Jesús, donde con misterioso y divino eco se repetían, replicando María las mismas oraciones y peticiones en su modo. Y sobre todo, con esta acción hacía nuevos cánticos y admirables alabanzas por lo que la humanidad santísima en la persona del Verbo iba obrando en cumplimiento de la voluntad Divina y en correspondencia y lleno de las antiguas figuras de la Ley escrita. Grande maravilla y digna de toda admiración fuera para nosotros, como lo fue para los Ángeles y lo será a todos en el Cielo.-

María: Miraba el fruto tan abundante de la Redención en los predestinados, la ruina de los réprobos, la exaltación del nombre del mismo Dios y de la santísima humanidad de su Hijo Jesús, la noticia y FE universal que se prevenía de la Divinidad para el mundo, que se abría el Cielo cerrado por tantos siglos para que desde luego entrasen en él los hijos de Adán por el estado y progreso de la Nueva Iglesia Evangélica Cristiana, y todos sus misterios y que de todo esto era su Hijo admirable y prudentísimo artífice, con alabanza y admiración de todos los cortesanos del cielo. Y por estas magníficas obras, sin omitir un ápice, bendecía al Eterno Padre y le daba gracias singularmente y en todo se gozaba y consolaba la divina Señora con admirable júbilo.-

Pero María, junto con esto miraba que todas estas obras inefables habían de costarle a su mismo Hijo los dolores, ignominias, afrentas y tormentos de su pasión y al fin la muerte de tan dura y amarga que es la produce la muerte en la cruz, y todo lo había de padecer en la humanidad que de ella había recibido; y que tanto número de los hijos de Adán, por quienes lo padecía, le serían ingratos y perdiendo muchos de ellos, el copioso fruto de su redención.-

Esta ciencia llenaba de amargura dolorosa el candidísimo corazón de la piadosa Madre, pero, como era estampa viva y proporcionada a su Hijo, todos estos movimientos y operaciones cabían a un mismo tiempo en su magnánimo y dilatado pecho. Y no por esto se turbó ni alteró, ni faltó al consuelo y enseñanza sobre las mujeres que la asistían, sino que, sin perder la alteza de las inteligencias que recibía, descendía en lo exterior a instruirlas y confortarlas con saludables consejos y palabras de vida eterna.-

Acabada la cena, y bien informados los Apóstoles, se levantó Jesús, para lavarles los pies a todos los Apóstoles. Y antes hizo otra oración al Padre Eterno, postrándose en su presencia, al modo que la había hecho en la cena. No fue vocal esta oración, sino mentalmente y desde el corazón, y hablando con su padre le dijo: Eterno Padre mío, Creador de todo el Universo, imagen vuestra soy, engendrado por vuestro entendimiento y figura de vuestra sustancia; y habiéndome ofrecido por la disposición de vuestra santa voluntad a redimir al mundo con mi pasión y muerte, quiero, Señor, por vuestro beneplácito, entrar en estos sacramentos y misterios por medio de mi humillación hasta el polvo, para que la soberbia altiva de Lucifer sea confundida con mi humildad, que soy vuestro Unigénito.-
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Y para dejar ejemplo de esta virtud a mis Apóstoles y a mi nueva Iglesia, que se ha de fundar en este seguro fundamento de la humildad, quiero, Padre mío, lavar los pies de mis discípulos, hasta los del menor de todos, Judas Iscariote, que por su maldad que me tiene fabricada, y postrándome ante él con humildad profunda y verdadera le ofreceré mi amistad y su remedio. Siendo el mayor enemigo que tengo entre los mortales, no le negaré mi piedad ni el perdón de su traición, para que, si no la admite, conozca el cielo y la tierra y que yo le abrí los brazos de mi clemencia y él la despreció con obstinada voluntad.-

Terminada la oración, Jesús se levantó con semblante hermosísimo, sereno y apacible, puesto en pie, mandó Su Majestad sentar con orden a sus discípulos, como haciéndolos a ellos grandes y ser Su Alteza ministro suyo. Luego se quitó un manto que traía sobre la túnica inconsútil, que le llegaba a los pies aunque no los cubría, dejando ver sus sandalias, que en esta ocasión las llevaba puestas, porque algunas veces las dejaba para andar descalzo en la predicación y en otras ocasiones no las usaba. Desde que su Madre se las calzó en Egipto, estas sandalias, fueron creciendo en sus hermosos pasos con la edad y cumplimiento de los años, con la misma proporción que crecían los pies de Jesús.-

Jesús, pidió un mantel largo y con una parte de la esquina del mantel, se la ciñó a su cuerpo, dejando pendiente y libre el otro extremo. Luego echó agua en un recipiente para lavar los pies de los Apóstoles, que con admiración estaban atentos a todo lo que su Divino Maestro iba ejecutando. Llegó a la cabeza de los Apóstoles, en la persona de Pedro, para lavarle; y cuando el fervoroso Apóstol vio postrado a sus pies al mismo Señor que había conocido y confesado por Hijo de Dios vivo y renovando en su interior esta FE con la nueva luz que le ilustraba y conociendo con humildad profunda su propia bajeza, turbado y admirado dijo: ¿Tú, Señor, me lavas a mí los pies? Respondió Cristo nuestro bien, con incomparable mansedumbre: Tú ignoras ahora lo que yo hago, pero después lo entenderás. Obedece ahora primero a mi dictamen y voluntad y no antepongas el tuyo propio, con que perviertes el orden de las virtudes y las divides. Primero has de cautivar tu entendimiento y creer que conviene lo que yo hago, y después de haber creído y obedecido entenderás los misterios ocultos de mis obras, a cuya inteligencia has de entrar por la puerta de la obediencia, y sin ésta, no puede ser verdaderamente humilde sino presuntuosa. Ni tampoco tu humildad se puede anteponer a la mía; yo me humillé hasta la muerte y para humillarme tanto padecí, y tú, que eres mi discípulo, no sigues mi Doctrina y con color de humillarte eres inobediente y pervirtiendo el orden te privas de la humildad y de la obediencia, siguiendo la presunción de tu propio juicio.-

No entendió Pedro esta Doctrina, encerrada en la primera respuesta de su Señor y Maestro, porque aunque estaba en su escuela no había llegado a experimentar los Divinos efectos de su lavatorio y contacto, y embarazado con el indiscreto afecto de su humildad replicó al Señor y le dijo: Jamás consentiré, Señor, que Tú me laves los pies. Jesús le respondió con más severidad: Si yo no te lavare, no tendrás parte conmigo. Con esta respuesta y amenaza dejó el Señor canonizada la seguridad de la obediencia, porque, al juicio de los hombres, alguna disculpa parece que tenía Pedro en resistir a una obra tan inaudita y que la capacidad humana la tuviera por muy desigual, como consentir un hombre terreno y pecador que a sus pies estuviera postrado el mismo Dios, a quien estaba conociendo y adorando. Pero no se le admitió esta disculpa, porque su divino Maestro no podía errar en lo que hacía; y cuando no se conoce con evidencia este engaño en el que manda, ha de ser la obediencia ciega y sin buscar otra razón para resistir a ella. Y en este misterio quería nuestro Salvador soldar la inobediencia de nuestros primeros padres Adán y Eva, por donde había entrado el pecado en el mundo, y por la semejanza y participación que con ella tenía la inobediencia de Pedro, le amenazó Jesús con el amago de otro semejante castigo, diciendo que si no obedecía no tendría parte en él, que fue excluirle de sus merecimientos y fruto de la redención, por la cual somos capaces y dignos de su amistad y participación de la gloria. También le amenazó con negarle la participación de su cuerpo y sangre, que luego había de sacramentar en las especies del Pan y del Vino, donde se quería dar el Señor no por partes sino por entero y deseaba ardentísimamente comunicarse por este misterioso modo, con todo eso la inobediencia pudiera privar al Apóstol de este amoroso beneficio si en ella perseverase.-
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Pero con la amenaza de Jesús, Pedro tan castigado y enseñado, que con excelente rendimiento respondió luego: Señor, no sólo doy los pies, sino las manos y la cabeza, para que todo me lavéis. Que fue decir a su Maestro: Ofrezco mis pies para correr a la obediencia y mis manos para ejercitarla y mi cabeza para no seguir mi propio juicio contra ella. Admitió Jesús esta rendición de Pedro y le dijo: Vosotros estáis limpios, aunque no todos, porque estaba entre ellos el inmundo Judas Iscariote, y el que está limpio no tiene que lavarse más de los pies.-

Pasó Jesús, a lavar a Judas Iscariote, cuya traición y alevosía no pudieron extinguir la caridad de Jesús para que dejase de hacer con él mayores demostraciones que con los otros Apóstoles. Y sin manifestarles Su Majestad estas señales, se las declaró a Judas Iscariote en dos cosas: la una, en el semblante agradable y caricia exterior con que se le puso a sus pies y se los lavó, besó y llegó al pecho; la otra, en las grandes inspiraciones con que tocó su interior, conforme a la dolencia y necesidad que tenía aquella depravada conciencia, porque estos auxilios fueron mayores en sí mismos con Judas Iscariote que con los otros Apóstoles.-

Pero como su disposición era pésima, los hábitos viciosos intensísimos, su obstinación endurecida con muchas determinaciones, el entendimiento y las potencias turbadas y debilitadas y de todo punto se había alejado de Dios y entregado a Lucifer que lo tenía en su corazón como en trono y silla de su maldad, con esto resistió a todos los favores e inspiraciones que recibía en el lavado de los pies. A Judas Iscariote, se le juntó el temor que tuvo a los escribas y fariseos de faltarles a lo contratado ya con ellos. Y como ante la presencia de Jesús exterior, y a la fuerza interior de los auxilios quería la luz del entendimiento moverle, se levantó en su tenebrosa conciencia una borrasca turbulenta que le llenó de confusión y amargura y le encendió en ira y le despechó y apartó de su mismo Maestro y Médico que le quería aplicar la medicina saludable, y toda la convirtió en veneno mortal y hiel de amargura y de maldad, que le tenía repleto y poseído. Más la maldad de lucifer pudo más en Judas Iscariote, que la verdad que humildemente le lavaba los pies.-

La Fisonomía de Jesús:
El cuerpo de Jesús era perfecto y agraciado, era Nazareno, (Nazareno, persona que no se corta la barba ni el pelo). El semblante de Jesús, era grave y sereno de una hermosura apacible y dulce, el color del cabello entre dorado y castaño, los ojos rasgados y de suma gracia y majestad, la boca, la nariz y todas las partes del rostro proporcionadas en extremo y en todo se mostraba, dulce, apacible, agradable, manso y amable.-
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Y los que le miraban sin malicia de intención, los atraía a su veneración y amor, y sobre esto causaba con su vista gozo interior, con admirable ilustración para las almas, engendrando en ellas Divinos pensamientos y otros efectos. Esta persona de Jesús tan amable y venerable tuvo Judas Iscariote a sus pies y con nuevas demostraciones de agrado y mayores impulsos que los ordinarios, pero tal fue su perversidad, que nada le pudo inclinar ni ablandar. El endurecido corazón de Judas Iscariote, antes se irritó de la suavidad del Señor y no le quiso mirar al rostro ni atender a su persona, porque desde que perdió la FE y la gracia tuvo este odio hacia Jesús y hacía su Madre, y nunca los miraba a la cara.-

Mayor fue en alguna manera el terror que tuvo Lucifer de la presencia de Jesús. Estaba este enemigo sentado en el corazón de Judas Iscariote, y no pudiendo sufrir la humildad que ejercitaba con los Apóstoles de Jesús, pretendió Lucifer salirse de Judas Iscariote y del Cenáculo, pero Su Majestad con la virtud de su brazo poderoso no consintió que se fuese, para que allí quedase entonces quebrantada su soberbia, aunque después le arrojaron de allí, lleno de furor y sospechas de que Jesús, era el Dios verdadero y humanizado. Jesús, dio fin al lavado de los pies y volviendo a tomar su manto se sentó en medio de sus discípulos y les hizo aquel gran sermón que refiere el Juan Evangelista, comenzando por aquellas palabras: ¿Sabéis lo que yo he hecho y obrado con vosotros? Me Llamáis Maestro y Señor, y decís bien, porque lo soy. Pues si yo, que soy vuestro Señor y Maestro, he lavado vuestros pies, también debéis vosotros lavaros unos a los otros; porque yo os he dado este ejemplo, para que lo hagáis como yo lo acabo de hacer; pues no ha de ser el discípulo más que el Maestro, ni el siervo más que el Señor, ni el Apóstol ha de ser mayor que quien le envía.-

En esta última cena de Jesús, con sus Apóstoles, el más privilegiado de todos ellos, fue Juan Evangelista, cuando estuvo reclinado en el pecho de Jesús, allí conoció altísimos Misterios de su Divinidad y humanidad, como también los conoció de la Reina y Señora del Cielo María su Madre. En esta ocasión se la encomendó para que cuidase de ella, y porque en la cruz no le dijo “ella será tu Madre” ni “él será tu Hijo”, sino “veis ahí a tu Madre”, porque no lo determinaba entonces, sino que fue como manifestar en público lo que antes le tenía encomendado y ordenado. De todos estos Sacramentos que se obraban en el lavado de los pies y de las palabras y del sermón de Jesús, tenía María claras noticias y visión, y por todo hizo cánticos de loores y gloria al Altísimo.-

Y el dueño de la casa le ofreció con superior moción estos vasos tan ricos y preciosos de piedra como esmeralda. Y que después los usaron ellos los Apóstoles para consagrar cuando pudieron y fue tiempo oportuno y conveniente. Se sentó a la mesa Jesús con los doce Apóstoles y algunos otros discípulos y pidió le trajesen pan de trigo puro sin levadura y lo puso sobre el plato, y el vino puro, lo vertió en el cáliz con lo que era menester.-

Los Apóstoles, estando esperando con admiración haber lo que hacía el Autor de la vida, apareció en el Cenáculo la persona del Eterno Padre y la del Espíritu Santo, como en el Río Jordán y en el monte Tabor. Y de esta visión, aunque todos los Apóstoles y discípulos sintieron algún efecto, sólo algunos la vieron, en especia, Juan Evangelista, que siempre tuvo vista de águila penetrante y privilegiada en los Divinos Misterios. Se trasladó todo el Cielo al Cenáculo de Jerusalén, que tan magnífica fue la obra con que se fundó la nueva Iglesia del Nuevo Testamento Cristiano, y se estableció la Ley de Gracia y se previno para toda la humanidad y para la salvación Eterna de todos.-
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