Calzadilla de Los Hermanillos - Leon

Son tantas las tradiciones que se han perdido para siempre, que no nos queda otra que conformarnos con recordarlas y compartir esos recuerdos aquí, en este foro hermanillesco.
Hoy voy a hablar sobre aquellos senderos de paja ruborizantes.
Esta tradición tiene su gracia y su valor, porque es de las pocas que no tienen que ver con las prácticas religiosas o con las tareas agropecuarias.
Yo soy del 62, y todavía recuerdo haber visto alguno de esos senderos e incluso haber hecho alguno.

Consistía en lo siguiente: Para que todo el pueblo se enterara de que un mozo pretendía a una moza, los aviesos mozalbetes, amparados por la oscuridad de la noche, hacían un sendero de paja desde la casa donde vivía el pretendiente hasta la casa de la pretendida, satisfaciendo la curiosidad de los aldeanos que de esta forma descubrían a la luz del día los amoríos de las parejas en trance de cargar con el yugo matrimonial.

¡Hola a todos!
Efectivamente, en aquellos tiempos era una manera de descubrir y hacer ver a la gente de pueblo que tal mozo salía con tal moza.
También había una tradición no se si era por San Juán que los mozos ponían en el tejado o ventana ramos a las mozas.
Quizás Hermín se recuerde mejor de esto y pueda contarlo.

Hola a todos y b/v los nuevos.
Efectivamente algo recuerdo. La tradición de los ramos dejó de hacerse por las quejas de padres de las mozas. Quejas muy fundamentadas ya que, en la operación de poner los ramos, de noche y con prisas, se hacían añicos las tejas y eso no gradaba a nadie.
En cuanto a los senderos, hay una anécdota curiosa. En su día los mozos, tuvieron la ocurrencia de echar el sendero al cura y a la maestra. No el cura que recodáis la mayoría, D. José, se trataba de D. Emiliano. El cura en aquella época tenía un caballo como medio de transporte. En el sermón del domingo en misa, dijo que la próxima vez pongan cebada con la paja para que el caballo vaya comiendo.
De este cura hay otra anécdota. Estaban tocando las campanas los mozalbetes de la época. entre ellos mi primo Silvano. El cura se colocó en las escaleras de la torre y según iban bajando les daba la hostia reglamentaria. Al llegar Silvano le dijo: Pare D. Emiliano que todos tenemos manos.
Así se las gastaba alguno.